FENOMENISMO


Características. Del griego fainómenon, fenómeno, es decir, lo que se manifiesta o aparece. El f. es la doctrina filosófica que defiende el primado del fenómeno (v.), o sea, de lo que de un modo directo e inmediato se presenta al sujeto cognoscente.
      Características primordiales del f. son: 1) Negación de la categoría de sustancia (v.), en cuanto sustrato permanente que unifica y regula el flujo accidental. 2) Radical accidentalismo, según el cual lo real se reduce a una pluralidad de accidentes (v.). Las cosas no son sustancias afectadas de accidentes, sino conglomerados espaciotemporales de elementos accidentales. 3) Concepción heraclítea de lo real, sobre la base de un movilismo universal en el que la realidad se concibe como una serie fluyente de fenómenos que, a lo sumo, se vinculan en determinados puntos del espacio y durante determinado lapso temporal para constituir las llamadas cosas. 4) Gnoseológicamente, el f. suele ir unido al sensismo (v.) o al empirismo (v.). El conocimiento (v.) queda reducido a la percepción (v.), sin que el dato perceptivo experimente con posterioridad ninguna modificación cualitativa, sino, en el mejor de los casos, de grado; la idea (v.) no es esencialmente distinta de la percepción; la idea no es más que un estado especial de la percepción en el que ésta ha quedado modificada, tanto en su contenido cuanto en su valor -valor que es inferior al de la primitiva percepción-. 5) El movilismo de lo real se refleja en el movilismo del conocimiento. No puede concebirse éste como la captación de esencias universales y necesarias, ya que un conocimiento tal sería un seudoconocimiento en virtud de carecer de un correlato real. Al f. óntico ha de corresponder un f. gnoseológico; de ahí la facilidad con que el f. ha derivado hacia el relativismo (v.) y el escepticismo (v.).
      1. Clases de fenomenismo. Es tradicional dividir el f. en dos tipos fundamentales, ontológico y gnoseológico. El primero de ellos supone la aceptación del segundo, pero no a la inversa. Para el f. ontológico el fenómeno agota todo lo real. El sujeto de conocimiento, en su captación del fenómeno refleja fielmente la realidad. El fenómeno cognoscitivo es la imagen especular del fenómeno óntico. No hay distinción entre la cosa, como -elemento constitutivo de la realidad, y el objeto, la cosa en cuanto conocida. Por el contrario, para el f. gnoseológico, hay una clara diferenciación entre la cosa en sí y la cosa en cuanto conocida, es decir, el objeto de conocimiento. Por debajo del flujo fenoménico subyace una realidad, la cosa en sí, inasequible al sujeto cognoscitivo, pero no por ello menos real. El fenómeno, como dato cognoscitivo, no es ya la imagen especular de la cosa, sino que ésta, en el conocimiento, queda modificada en virtud de determinadas estructuras insertas en el sujeto que conoce. Claro es que esta cosa en sí, elemento últiino de lo real, incognoscible en sus determinaciones, especie de incógnita de una ecuación irresoluble, aparece como un factor de irracionalidad, como un cuerpo extraizo en la aspiración de la mente humana a agotar lo real en su actividad cognoscitiva; por lo que no es tampoco extraño que este f. gnoseológico haya sido tildado de incoherente e incluso contradictorio. Buena prueba de ello son los reiterados intentos de los discípulos de Kant (v.) -el más ilustre defensor de este tipo de f.- por eliminar la paradójica cosa en sí, desembocando, ya en un idealismo (v.) absoluto en el que la cosa en sí incognoscible kantiana se convierte en el fundamento último del ser y del conocer, ya en un positivismo (v.) fenomenista en el que la cosa en sí queda, simple y radicalmente, descartada.
      El f. ontológico puede recibir dos modulaciones distintas, que dan lugar a un f. total o parcial. Para el primero, el ámbito del fenómeno se extiende a toda la realidad sin excepción alguna. En el segundo, la esfera de validez del f. queda reducida a una parcela de lo real. Como posteriormente veremos, este f. parcial es un tanto incoherente, a causa de que las excepciones que introduce en el reino del fenómeno no suelen estar motivadas en razones lógicas de congruencia en el pensar, en consecuencias derivadas lógicamente de los principios establecidos, sino en factores extrínsecos. Tal es el caso, bien significativo, del f. de Berkeley, del que únicamente quedará excluida la sustancia espiritual, tanto la divina como la del alma humana.
      2. El fenomenismo ontológico total ha tenido sus primeros representantes dentro de la sofística griega. Protágoras (v.), basándose en una concepción óntica de carácter heraclíteo (Teetetes, 156a), defenderá la equiparación entre ser y fenómeno; las cosas son realmente tal como se manifiestan en el conocimiento sensible, y la relatividad de este conocimiento lleva a la relativización de todo lo real, expresada por el sofista en su conocida frase del homo mensura, ya que, si ninguna cosa tiene una naturaleza definida y estable, es imposible formular ningún, juicio falso; la posibilidad de enunciados diversos sobre una misma cuestión está cimentada en la pluralidad fenoménica que constituye la realidad. Por lo que se refiere a Gorgias (v. SOFISTAS GRIEGOS), sus tres famosas proposiciones no parecen expresar sino un escepticismo fenomenista derivado de una concepción fluyente de lo real, quizá originado, tal como ha sugerido Diels, por el fracaso en su intento de construir una visión de la naturaleza universalmente válida. Pero va a ser en el escepticismo donde el pensamiento antiguo va a dejarnos la más cumplida manifestación del f.
      Con toda nitidez formula Sexto Empírico (v. EsCÉPTIcos) las bases fenomenistas de la abstención del juicio y de la imperturbabilidad escépticas: «El escepticismo encuentra su justificación en la contraposición de los fenómenos y de las percepciones, por lo que, dada la igual fuerza de los hechos y de las razones contrapuestas, se llega, en primer lugar, a la suspensión del juicio, y, después, a la imperturbabilidad» (Hipotiposis pirrónicas, 1, 8); si la realidad se reduce a la inestabilidad y caducidad del devenir fenoménico, si esta inestabilidad caduca se refleja en la imposibilidad de un conocimiento universal y necesario, ya que estaría carente de todo correlato real, si la única forma de conocer es la percepción sensible, contradictoria en su multiplicidad diversa, si ningún juicio, formulado sobre la base de estas percepciones, puede lógicamente tener primacía sobre los demás, es innegable que la única postura consecuente es la epojé, la suspensión del juicio. En pocas palabras, S. Empírico ha puesto de relieve la íntima conexión existente entre el f. y el escepticismo.
      Pero van a ser los tiempos modernos los que van a dar lugar al auge del f. íntimamente ligado al empirismo (v.), será entre los pensadores ingleses, en principio, donde encontrará terreno abonado. La tesis básica del f., la crítica y repulsa de la sustancia, aparece ya claramente delineada en Hobbes (v.); la sustancia material queda reducida a magnitudo, extensión, con sus relaciones de guantitas, cantidad, y motus, movimiento; el universo corpóreo se presenta así como un conjunto de fenómenos (phaenomena) de naturaleza móvil y cuantitativa; en cuanto a la sustancia espiritual, Hobbes la identificará, extendiendo a ella su f., con la corpórea; el alma es únicamente una entidad corpórea sutil, no perceptible por los sentidos (Human nature, 2,4), pero dimensional y espacial.
      Esta crítica de la sustancia, que hará de lo real un mero y fluidizo cúmulo de fenómenos, alcanza su apogeo con Hume (v.); su postulado empirista de otorgar validez y realidad sólo a aquello que responde a una impresión originaria, le llevará a identificar la sustancia con un agregado de accidentes; la sustancia corpórea no es otra cosa que un conjunto más o menos estable de accidentes; el único dato real es el fenómeno, captado a través y mediante el conocimiento sensitivo; nada hay subyacente a él, por lo que la idea de sustancia no corresponde a un correlato real, siendo únicamente un producto de la imaginación humana; por lo que Hume dirá que la sustancia is nothing but a collection of simple ideas that are united by the imagination and Nave a particular name assigned them (A Treatise of Human Nature, 1, Londres 1961, 1, sec. 6a). Y este f. será aplicado con toda radicalidad por Hume al alma (v.) humana, concebida como un haz de percepciones, como un conjunto de distintas percepcianes que se van sucediendo las unas a las otras con enorme rapidez y que están en constante e ininterrumpido movimiento (o. c. 1,4, sec. 6a); al igual que acontecía con la sustancia material, el alma es algo producto exclusivo de la imaginación humana, que, bajo la sucesión constante de impresiones, concibe erróneamente la existencia de un sujeto estable que unifique y sustente el flujo fenoménico. Pero no existe nada tal; no hay ningún sustentáculo de la serie sucesiva de los fenómenos; éstos son la única realidad y en sí mismos encuentran la razón de su existencia.
      En el s. XIX el f. recibió un nuevo impulso por obra de los alemanes R. Avenarius y E. Mach y del francés Ch. Renouvier. Para Avenarius, la filosofía es un intento de concebir el universo de acuerdo con el principio del mínimo gasto de energía -el concepto, por elegir un caso muy significativo, no es sino la reducción a una síntesis cómoda de una pluralidad de percepciones singulares-; sobre la base de este principio rector, podemos llegar a la experiencia pura (reine Erfahrung), es decir, a una experiencia en la que se han eliminado todos aquellos elementos extraños a ella introducidos por la actividad creadora de la mente humana; y esta experiencia pura se presenta como un conjunto de fenómenos en conexión más o menos permanente; una cosa no es más que un conglomerado de elementos fenoménicos: dureza, color, temperatura, sonoridad, olor, etc., sin que haya ninguna sustancia de la que dichos elementos sean modificaciones; la realidad es tal, y nada más que tal, como se nos presenta al conocimiento sensible, a la percepción, la única que refleja lo real en su naturaleza propia, dado que el llamado conocimiento intelectual es solamente un artificio de la mente humana en su búsqueda de reducir la diversidad múltiple de la realidad a síntesis generalizadoras que permitan un ahorro de energía.
      Esta concepción de Avenarius, denominada empiriocriticismo, fue llevada a radicales consecuencias por Mach, conocido como «el Hume del s. XIX»; en efecto, la crítica del pensador inglés a la sustancia es renovada por Mach, que llegará a un antimetafisicismo y a un antisustancialismo totales; toda la realidad, dirá en su obra capital Die Analyse der Empfindungen und das Verháltnis des Physischen zum Psychischen (Jena 1900), está, única y exclusivamente, constituida por fenómenos, sin que sea lícito establecer distinción alguna entre fenómeno y cosa en sí; la sustancia material, los cuerpos, se reducen a agrupaciones de fenómenos físicos dotadas de cierta permanencia; la sustancia espiritual no es más que agrupaciones de fenómenos psíquicos que gozan de alguna persistencia; el único conocimiento válido es el obtenido mediante la sensación, que nos da a conocer el mundo fenoménico; posteriormente, la mente humana formará, guiada por el principio de la economía en el pensar, lo que Mach llama representaciones económicas de los hechos, tales como los conceptos, las hipótesis y las leyés científicas, cuya validez es estrictamente pragmática, es decir, radica, no en el hecho de ser un fiel reflejo de la realidad, sino en el permitir una estructuración cómoda y útil de la complejidad fenoménica captada en la sensación; por ello la validez de una ley científica reside en el resultado que se consiga con su aplicación, en el éxito (Erfolg) obtenido con ella. La filosofía de Mach ha ejercido un profundo influjo en el pensamiento filosófico, especialmente en el filosófico-científico, de nuestro siglo -hay que tener en cuenta que Mach fue un ilustre físico, precursor en muchos aspectos de Einstein-, a lo que se debe la aceptación del f. por un numeroso grupo de pensadores, entre los que destacan Richard Wahle, Max Verworn, Hugo Dingler, loseph Petzoldt y en especial gran parte de los representantes del neopositivismo (V. NEOPOSITIVISTAS LÓGICOS).
      En Renouvier se conjuntarán la tradición positivista francesa y el influjo del pensamiento kantiano, dando lugar a un neocriticismo fenomenista; la realidad se agota en un complejo de fenómenos, sin que exista, tras de ellos, ninguna cosa en sí; el fenómeno no es una manera de darse la cosa en sí al sujeto cognoscente, sino que constituye la realidad primordial y originaria; los fenómenos están conexos entre sí por innumerables relaciones, de las que las más generales constituyen las categorías, entre las que la más importante es la categoría de relación -con lo que Renouvier se constituirá en un precursor de la extraordinaria preponderancia que en nuestra época adquirirá esta categoría-; todas las demás categorías son especificaciones de la relación; cualidad, movimiento, extensión, finalidad, etc., son diversas formas que adoptan las relaciones entre los fenómenos; también el yo es únicamente un conjunto de fenómenos ligados entre sí por relaciones de continuidad. Hay que señalar que esta concepción fenomenista de la realidad, contenida fundamentalmente en el Essais de critique générale, experimentó profundas modificaciones a partir de 1882, con el Esquisse d'une classi f icatíon systématique des systémes philosophiques, con el que Renouvier derivará hacia el personalismo (v.).
      3. El fenomenismo ontológico parcial, al hacer extensivo el carácter excluyente del fenómeno a una parcela de lo real, puede revestir dos modalidades distintas; en la primera, se admite la existencia de la sustancia espiritual, reduciéndose la corpórea a agregados fenoménicos; en la segunda, salvada la realidad de los cuerpos o preterido este problema, se centra todo el acento en la negación del alma en cuanto sustrato sustancial del fenómeno psíquico. Típico representante del primer punto de vista es Berkeley; la sustancia material, ya bastante malparada en Locke, queda en Berkeley (v.) reducida a conjunto de fenómenos sensoriales; los cuerpos se agotan en la percepción del sujeto del conocimiento; en ellos their esse is percipi, to be is lo know (A Treatise on the Principles of Human Knowledge, 1,3); negada la objetividad de las cualidades primarias y secundarias de la materia, ésta agota todo su ser en la percepción que de aquéllas tiene el espíritu, la única sustancia realmente existente: it is evident there is no other substance than spirit (o. c. 1,6).
      La otra forma de f. parcial está representada por el llamado actualismo o f. psicológico, que reduce el sujeto psíquico a una cadena de hechos psíquicos, en constante dinamismo, sin que haya una realidad sustancial -el alma- soporte y causa de los mismos; dos son las principales características de este f.: la desustancialización del alma y la dinamicidad de la vida psíquica, puesta de relieve en la teoría de la «corriente de la conciencia» de W. James (v.) y W. Wundt (v.), según la cual los fenómenos psíquicos no son cosas, sino procesos que se van sucediendo en el tiempo, de forma que ya no son en un determinado momento los mismos que eran en el momento precedente. En la actualidad este f. es admitido por gran número de corrientes psicológicas, tales como la Gestalpsychologie (psicología de la forma) y el neobehaviorismo, que con su teoría de las variables intermedias parece volver a admitir la importancia del psiquismo en la conducta humana. En cuanto al behaviorismo y a la reflexología fundada por Pavlov (v.) no pueden ser consideradas como teorías fenomenistas, ya que excluyen del psiquismo, no sólo al alma sustancial, sino también al mismo fenómeno psíquico y a la conciencia psicológica.
      4. El fenomenismo gnoseológico tiene como máximo representante a Kant (v.); su distinción entre la cosa en sí (Ding an sich) o noúmeno y el fenómeno ha hecho época en el pensar filosófico. Cierto es que esta distinción no es original suya, como lo ha señalado Cassirer (El problema del conocimiento, 2, México 1956, 685), pero en él recibe una trascendencia hasta entonces desconocida. La cosa en sí es incognoscible, por lo que el conocimiento humano queda circunscrito al mundo del fenómeno; del noúmeno lo único que podemos afirmar es su existencia, pero nada sobre su esencia y cualidades, ya que lo impide la propia estructura del conocer, vinculado a las formas a priori del espacio, el tiempo y las categorías. Es interesante destacar que si se considera a la cosa en sí como un mero concepto límite (Grenzbegriff), expresivo de las limitaciones del conocer del hombre, el pensamiento kantiano podría incluirse dentro del f. ontológico.
      De inspiración kantiana es el f. de Spencer (v.), para el que la realidad es incognoscible (unknowable), y de la que sólo conocemos sus manifestaciones fenoménicas, enmarcadas en el espacio y en el tiempo, con lo que Spencer establece una clara diferenciación entre la cosa en sí y el mundo de la experiencia fenoménica.
     
      V. t.: FENÓMENO; REALIDAD; REALISMO.
     
     

BIBL.: C. GUASTELLA, Le ragioni del fenomenismo, Palermo 1921-23; C. A. SACHEU, Fenomenismo, Génova 1925;, W. F. R. HARDIE, The Paradox of Phenomenalism, «Aristotelian` Society Proceedings», XLVI (1945-46); A. 1. AYER, Phenomenalism, «Aristotelian Society Proceedings», XLVII, 1946-47; A. SAMMARTINO, 11 fenomenismo nel suo sviluppo storico, 1936; G. BONTADINI, Materialismo e fenomenismo in Hobbes, «Rivista di Filosofia neoscolastica», 1944, no 1; M. S. KuYPERS, Studies in the Eighteenth Century. Background of Hume's Empiricism, Minneapolis 1930; C. B. WEINBERG, Mach's Empirio-Pragmatism in Physical Science, Nueva York 1937; R. VERNEAux, Renouvier, disciple et critique de Kant, París 1945; R. S. WOODWORTH, Contemporary Schools of Psychology, Nueva York 1948; R. ARDIGO, L'lnconoscibile di Spencer e il noumeno di Kant, Padua 1901; B. PARKER-BOWNE, Kant and Spencer, Nueva York 1922.

 

J. BARRIO GUTIÉRREZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991