FE. SIMBOLO DE FE. 6. El Símbolo Quicumque.


Recibe este nombre de la palabra por la que comienza; también se ha denominado Símbolo Atanasiano por haber sido atribuido durante toda la Edad Media al obispo de Alejandría S. Atanasio (v.). A pesar de no haber sido confeccionado por ningún Concilio ecuménico, «de hecho, este Símbolo alcanzó tanta autoridad en la Iglesia, tanto occidental como oriental, que entró en el uso litúrgico y ha de tenerse por verdadera definición de fe» (Denz. 39).
     
      La atribución a S. Atanasio parece que data del s. vil y se mantuvo sin discusión hasta el xvli; hoy día esta atribución está abandonada. De las dos versiones que poseemos, la latina, conservada en un manuscrito del s. viii es la original, mientras la griega es una traducción; sobre este punto la unanimidad de la crítica es absoluta. En cambio hay dudas sobre el lugar, fecha y autor. La zona de más temprana influencia de este Símbolo fue la Galia meridional y más concretamente los alrededores de Arlés; J. Madoz se inclina por el Monasterio de Lérins como más probable cuna de este escrito. De aquí se extendió su influjo por España y por todo el imperio carolingio (se conserva un documento de Autun, del a. 670, obligando a los clérigos a aprenderlo de memoria). La fecha de composición ha de encontrarse entre el 542, fecha de la muerte de S. Cesáreo de Arlés (v.), quien nos testimonia su existencia, y el 434-440, fecha de composición de los Excerpta Vincentii Lirinensis (descubiertos en 1940 y que contienen fórmulas que pueden tenerse como fuente inmediata del Quicumque). En cuanto al autor, los críticos siguen sin decidirse claramente por ninguno; cuentan con más partidarios S. Vicente de Lérins (v.) y S. Ambrosio de Milán (v.); pero también ha sido atribuido a S. Cesáreo de Arlés (v.), Fulgencio de Ruspe (v.), Nicetas de Ramesiana (m. 416), S. Hilario de Poitiers (v.), Honorato de Arlés (m. 429), S. Hilario de Arlés (m. 449), S. Martín de Braga (v.), S. Eusebio de Vercelli (v.) y otros.
     
      Contiene dos ciclos bien diferenciados: el trinitario y el cristológico. Refleja el desarrollo teológico que corresponde al Conc. de Calcedonia. La naturaleza divina se expresa por el término substancia y se emplea persona para designar a las de la Trinidad; no se usa el término hypostasis. La procesión del Espíritu Santo (v.) se predica del Padre y del Hijo («a Patre el Filio»). La fe en la Encarnación se expresa por medio de proposiciones claras que resaltan tanto la divinidad como la humanidad de Cristo («perfectus Deus, perfectus homo; ex anima rationalis el humana carne subsistens»). En una proposición típicamente occidental se llama a Cristo «igual al Padre según la divinidad y menor que el Padre según la humanidad». Se excluye el monofisismo (v.), condenando toda conversión o confusión de naturalezas en Cristo y afirmando la asunción de la humanidad por la divinidad y la unidad de la persona (v. JESUCRISTO). El Símbolo concluye confesando los misteria carnis Christi (pasión y muerte, descenso a los infiernos, Resurrección, Ascensión, entronización a la diestra del Padre), la segunda venida de Jesús (v. PARUSÍA), la resurrección final de los hombres «cum corporibus suis» y la sanción, según sus obras, con la «vida eterna» o el «fuego eterno».
     
      Entró en el uso litúrgico muy pronto. Consta que en el s. ix se usaba en Alemania en la liturgia eucarística recitándose después de la homilía. Más tarde se introdujo en el Oficio de Prima. En la liturgia romana ha formado parte del Oficio común de Prima de las Dominicas después de Epifanía y después de Pentecostés. Desde 1955 se ha limitado su uso al domingo de la Santísima Trinidad.
     
      Los teólogos orientales aceptaron el Quicumque rechazando únicamente su valor de testimonio en apoyo del Filioque, que consideraban una interpolación posterior. Se ha usado en la liturgia rusa desde el s. xvli y se adoptó en la griega en 1780.
     
     

BIBL.: J. TIXERONT, en DTC 1,2178-2187; B. ALT.ANER, Patrología, 5 ed. Madrid 1962, 261 ss.; J. MADoz, Excerpta Vincentii Lirinensis, Madrid 1940, 65-90; J. A. DE ALDAMA, en «Estudios Eclesiásticos» 25 (1950) 237-239; A. E. BURNs, The Athanasian Creed and its early commentaries, Cambridge 1896; G. MORIN, L'Origine du Symbole d'Athanase témoignage inédit de st. Césaire d'Arles, «Revue bénédictine» 44 (1932) 207-219; V. LAURENT, Le Symbole «Quicumque» et I'Église byzantine, «Échos d'Orient» 35 (1936) 385-404; E. SCHILTZ, La comparaison du Symbole «Quicumque», «Ephemerides Theologicae Lovanienses» 24 (1948) 440-454.

 

JOSEMARÍA REVUELTA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991