La Iglesia ha instituido para los e. unos ritos litúrgicos que, realizados
por persona legítimamente facultada, tienen una eficacia especial para
alejar de hombres, animales y cosas los efectos demoniacos (v. t.
SACRAMENTALES). Constan de una invocación a Dios por medio de Cristo y del
gesto de la imposición de las manos, insuflación o signación con la cruz.
Este rito ha tenido dos aplicaciones principales: curación de las
enfermedades del cuerpo consideradas como unidas a una posesión diabólica
y curación de las enfermedades del alma consideradas como ligadas a los
demonios de los vicios. Su uso más normal ha sido en el rito del Bautismo
y en ciertas bendiciones según el Ritual. Los ritos prebautismales
aparecen en un principio como e. destinados a expulsar al demonio y a los
vicios que moran en el alma. Los judíos conocían tales ritos y también el
poder de expulsar a los demonios mediante la invocación del nombre de
Yahwéh y la imposición de las manos. En muchos lugares del N. T. se nos
habla de la expulsión del demonio (v. i).
La expulsión de los demonios es considerada por los escritores
cristianos de los s. ii y Iii como una de las manifestaciones de la
naturaleza divina del cristianismo, por la victoria de Cristo sobre el
demonio. Entre otros testimonios podemos señalar los siguientes:
Tertuliano, Apologeticum, cap. 23: PL 1,410; Minucio Felix, Octavius, cap.
27: PL 3,339-340; San Cipriano, Ad Demetrianum, cap. 14-15: PL 4,574-575;
Orígenes, Contra Celsum, 4,4: PG 9,1425-1426; S. Atanasio, De Incarnatione
Domini, 47: PG 25,180; S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis: PG
33,773-776,179,1080; etc. Muchos de ellos comentan los ritos litúrgicos de
los e., principalmente en el Bautismo. Los libros litúrgicos antiguos y
modernos han conservado muchas fórmulas de e. tanto en la Iglesia Oriental
como Occidental. Aunque algunos autores modernos han considerado
erróneamente menos oportunos hoy tales ritos, sin embargo la reforma
litúrgica inspirada por el Vaticano II los ha conservado, como puede verse
en el nuevo Ritual del Bautismo de los niños con el título Oratio
exorcismi, en la que se da el fundamento dogmático del mismo rito (cfr.
Ordo Baptismi, Vaticano 1969, 27 y 32).
La importancia del exorcista en la antigüedad cristiana está
vinculada a la institución del catecumenado (v. CATECúMENO) y en general a
los ritos del Bautismo; además, para exorcistar a un energúmeno se debía
de tener un permiso especial del Obispo, como consta en una carta de
Inocencio I (m. 417) (cfr. Epistola 25,9: PL 20,558), y ésta ha sido la
norma general de la Iglesia hasta la promulgación del CIC (cfr. can.
1151). Hay, pues, dos clases de e.: los que forman parte de los ritos
preliminares del Bautismo (v. BAUTISMO iv, 3 y 4), que son realizados por
el ministro ordinario, sacerdote o diácono, e incluso pueden ser hechos
por un exorcista (orden menor); y los referentes a los casos de obsesión o
posesión diabólica, e. en sentido estricto, que están reservados (can.
1151) únicamente a sacerdotes experimentados, que han de seguir las normas
del Ritual Romano y siempre con la autorización expresa del Obispo.
Tratándose de e. sobre los bautizados hay que decir que son
plenamente justificados, aunque no se trate de posesiones diabólicas
propiamente dichas. El e. en este caso tiene el sentido de una oración de
la Iglesia para obtener de Dios en favor del bautizado gracias actuales de
varios géneros; para el catecúmeno tiene la misión de impetrar gracias que
lo disponga a recibir con mayor fruto posible el Bautismo, que tiene
también como efecto librar al hombre de la esclavitud de Satanás; además
ahí puede tener en cuenta el valor de catequesis que lleva consigo el
exorcismo. También son justificados los e. sobre cosas infrahumanas,
incluso inorgánicas, porque el influjo diabólico sobre ellas, con vista a
dañar al hombre, puede ser realísimo. El e. en este caso tiene el
significado de una oración a Dios a fin de que impida que el influjo
diabólico se sirva de tales cosas para conducir o tener al hombre en
pecado, y para que cuantos se sirven de ellas, con las debidas
disposiciones, obtengan de Dios gracias actuales que los proteja del
influjo diabólico y los disponga siempre mejor a la acción divina de la
gracia santificante.
V. t.: DEMONIO III (Posesión diabólica).
BIBL.: I. DÓLGER, Der Exorcismus
im altchristl. Taulritual, Paderborn 1909; 1. DANIÉLOU, Sacramento y
culto, según los SS. Padres, Madrid 1962, 38 ss.; C. VAGAGGINI, El sentido
teológico de la liturgia, 2 ed. Madrid 1965, 363-408; Exorcisme, en DACL
5,964-978.
M. GARRIDO BONAÑO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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