EVANGELIO DE LA INFANCIA DE JESUCRISTO.


La materia común a los cuatro evangelistas comienza con la vida pública de Jesús y, más concretamente, con el ministerio de su Precursor. S. Juan (v.) antepone un prólogo donde se habla del Verbo preexistente a la Encarnación. Y S. Mateo (v.) y S. Lucas (v.), en los dos primeros capítulos de sus respectivos E., refieren algunos episodios sobre el nacimiento, niñez y vida oculta de Jesús. Especiales consideraciones de carácter literario han movido a los modernos exegetas a estudiar separadamente estos capítulos, que se ha convenido en llamar E. de la Infancia.
     
      Mateo y Lucas son sinópticos entre sí y con Marcos (v.) a lo largo del resto de sus respectivos E. (v. II). No son, en cambio, sinópticos cuando se trata de la infancia, que no es narrada en Mc y en la que Mt y Lc no coinciden entre sí. Veámoslo en detalle. La infancia en S. Mateo 1-2. Aparte de la genealogía de Cristo (Mt 1,1-17) con que se abre, y que viene a ser una especie de introducción, el E. de la infancia en S. Mateo comprende cinco episodios redactados remitiéndose o inspirándose verbalmente en otros tantos textos del A. T.: concepción virginal de Cristo (Is 7,14), adoración de los magos en Belén (Mich 5,1-3), huida a Egipto (Os 11,1), degollación de los inocentes (ler 31,15) y vuelta a Nazaret (con la famosa cita enigmática atribuida a los profetas: «quaniam nazareus vocabitur», v. NAZARENO).
     
      Un análisis literario del texto ha llevado a diversos autores a pensar que Mt tenía la intención de sugerir, a través de su narración, un paralelismo entre Cristo y Moisés. Se puede tener presente que, a lo largo de su E., Mt presenta más de una vez la fundación de la Iglesia de forma paralela a la convocación y constitución del pueblo de la promesa en el desierto (v. PUEBLO DE DIOS). En esta línea, los evidentes contactos literarios entre los episodios de la infancia de Jesús, narrados por Mateo, y los primeros pasos de Moisés (v.), según el Éxodo (v.), y la posterior literatura midrásica (v. TALMUD), parecen confirmar el propósito del evangelista de presentar un paralelismo histórico entre las figuras de Moisés y Cristo: el nacimiento de ambos salvadores de Israel es previamente anunciado por un sueño o por una profecía; al anuncio de sus respectivos nacimientos tiemblan Herodes y su corte y el Faraón y su pueblo; como Herodes consulta a los escribas, el Faraón consulta a sus astrólogos; uno y otro tirano decretan una matanza colectiva de niños, de la que los respectivos protagonistas logran salvarse milagrosamente, etc. En suma, a través de la selección de acontecimientos de la infancia -de Jesús que nos presenta, Mt parece querer poner de manifiesto que Cristo es el nuevo Moisés, que, trascendiendo infinitamente al antiguo, viene a liberar definitivamente al hombre del pecado y sus secuelas de dolor y miseria y a instaurar el Reino de Dios que no tendrá fin.
     
      La infancia en S. Lucas 1-2. El esquema literario es también muy claro. Hay, en efecto, seis actos o sucesos distintos, que se corresponden de dos en dos: dos anunciaciones paralelas (a Zacarías y a la Virgen); dos nacimientos y circuncisiones (de Juan y de Jesús; corto aquél y larga ésta en el primero, y viceversa en el segundo); finalmente, dos escenas correlativas en el Templo (Presentación y pérdida del Niño). Cada acto o misterio tiene en el centro una escena más o menos dialogada, pero en la que el lenguaje tiende a hacerse poético. La Anunciación a María y el Nacimiento de Cristo -segunda tabla en los dos primeros dísticos- tienen cada uno dos escenas (anuncio a María y visita de ésta a Isabel, anuncio a los pastores y visita de éstos a Belén). Seis de las ocho escenas resultantes terminan con sendos parlamentos que, vertidos al hebreo, son composiciones en verso.
     
      En relación con el resto del tercer E. y con lo que sabemos sobre el autor, destinatarios y finalidad del mismo (v. LUCAS, SAN), el E. lucano de la infancia presenta características peculiares. Puede señalarse, en primer lugar, la entonación lírica de estos dos capítulos en contraste con la sobriedad de la prosa en los restantes. Ya dejamos anotado que en casi todas las escenas hay mornentos en que el lenguaje se torna poético: recuérdese el mensaje de Gabriel a Zacarías (1,13-17), su doble alocución a la Virgen (1,30-33.35), el saludó de Isabel a María (1,42-45), la bendición de Simeón a la madre de Jesús (2,34 ss.). Aparte de esto, se recogen expresamente cuatro cánticos: el Magnificat de María (1,46-55), el Benedictus de Zacarías (1,67-79), el Gloria de los ángeles (2,14) y el Nunc dimittis de Simeón (2,29-32). Se advierte también, y el hecho merece ser notado teniendo presente que S. Lucas era de familia gentil, que todo el relato es un tejido maravilloso de alusiones viejotestamentarias. El que tenga el oído acostumbrado a la lectura de la Biblia, advertirá resonar entre los libros históricos a Génesis, jueces y primero de Samuel; entre los legales, al Levítico y Números; entre los proféticos, a Isaías sobre todo, y en menor escala, a Jeremías, Miqueas y Malaquías. Por último, es digno de citarse el carácter levítico de estos dos capítulos: la mayoría de sus escenas se desarrollan en el Templo y sus personajes, con la excepción de los pastores, se mueven en un ambiente levítico, que contrasta con la índole y destinación étnico-cristiana del tercer Evangelio. Todo ello confirma, desde un punto de vista historiográfico, la dependencia de Le de fuentes anteriores a él, como, por lo demás, él mismo declara al principio del libro. Algunos estudiosos han formulado incluso la hipótesis de que los dos primeros capítulos de Lucas hayan sido escritos originariamente en hebreo y por algún judío-cristiano, perteneciente a los círculos sacerdotales y allegado a la familia de Zacarías. Lucas se habría limitado a traducir el relato y a insertarlo en su Evangelio.
     
      Comparación entre Mateo y Lucas. Coinciden en la afirmación de múltiples hechos: la ascendencia davídica, la concepción virginal, el nacimiento en Belén en tiempos de Herodes, la imposición del nombre de Jesús, la permanencia en Nazaret, etc. Se diferencian -como hemos dicho- en la selección de los episodios narrados. Además, Mateo centra su narración en torno a José; Lucas, en cambio, en María (de ahí la hipótesis de que la Virgen María fuese una de sus fuentes de información). En las genealogías hay discrepancias por lo que se refiere a los anillos entre David y Jesús (v. GENEALOGíA lti). También -hecho significativo en el sentido que antes veíamosen Mateo (aun siendo hebreo que escribe inmediatamente para hebreos) no hay alusión al Templo ni al culto, y ni siquiera a los preceptos de la Ley; en Lucas (que era gentil y escribía para étnico-cristianos) casi todas las escenas se desarrollan en el Templo o en ambientes sacerdotales, o en cumplimiento de prescripciones legales.
     
      Valor histórico y género literario de los relatos sobre la infancia. El E. de la infancia no es sólo un relato que ha inspirado la piedad, sino una narración de hechos y verdades cristianas fundamentales: la ascendencia davídica de Cristo, su concepción virginal, el nacimiento en Belén..., y, en última instancia, su misma divinidad. Su historicidad es, pues, algo que afecta al núcleo de la fe misma; y ha sido constantemente afirmada por la Iglesia, que ha condenado a quienes la negaban (cfr., últimamente, un Decreto de 26 jun. 1961 que condenaba por ese motivo el libro La vie de Jésus, de J. Steinmann: AAS 53, 1961, 507 ss.). Por lo demás, esos relatos forman una unidad con los E. respectivos, y su historicidad está apoyada, en el terreno de la crítica, por las mismas razones que la de los libros en su conjunto (v. ii).
     
      Otra cosa es, suponiendo y afirmando esa historicidad, intentar precisar el género literario de esos capítulos, para obtener así una mayor comprensión de los mismos. A finales del s. xix y principios del xx, la crítica racionalista intentó buscar para los relatos de la infancia parentescos con las narraciones paganas sobre la vida de grandes personajes históricos, etc.; pero ello carece de toda verosimilitud. Más recientemente las investigaciones se orientan en busca de antecedentes literarios dentro del mundo bíblico. En esa línea, y además de las dependencias literarias ya antes mencionadas, algunos autores han sugerido que amos relatos podrían estar en la línea del midrás haggádico.
     
      Sin embargo, es difícil aventurar suposiciones en esta materia que puedan tenerse por ciertas, sin profundizar mucho en el estudio de los géneros literarios que presidieron la redacción de esos capítulos, o sin compararlos atentamente, etc.; de todos modos su carácter histórico es innegable.
     
      V. t.: EPIFANÍA; GENEALOGÍA III; INOCENTES, DEGOLLACIÓN DE LOS; MAREA I, 2-3; PRESENTACIÓN DE JESÚS.
     
     

BIBL.: Estudios de conjunto: D. BALDI, L'infanzia del Salvatore, Roma 1925; R. ARON, Les années obscures de lésus, París 1960; O. DA SPINETOLI, Introduzione al Vangeli dell'Infanzia, Brescia 1967 (con bibl. casi exhaustiva); 1. DANIÉLOU, Los evangelios de la infancia, Barcelona 1969.

 

S. MUÑOZ IGLESIAS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991