EULOGIO DE CÓRDOBA, SAN


Sacerdote mozárabe cordobés que vivió bajo los emiratos omeyas independientes de Alhaquem 1 (v.), Abderramán 11 y Mohamed I, y m. decapitado a mediados del s. ix. Renovador del fervor religioso y de la cultura de la cristiandad mozárabe, fue autor de varios escritos hagiográficos y apologéticos e introdujo en las bibliotecas cordobesas valiosos libros de la cultura clásica. Llegó a ser elegido arzobispo metropolitano de Toledo, pero la dominación islámica no le permitió ocupar la sede. Se le conoce, además de por sus escritos, por los de su biógrafo y amigo Alvaro Paulo (v. ÁLVARO DE CÓRDOBA).
     
      N. en Córdoba ca. el a. 800, bajo el reinado de Alhaquem 1, en el seno de una acomodada familia mozárabe de origen hispanorromano que permanecía en la fe cristiana a pesar de las influencias arriana e islámica de visigodos y árabes. Uno de sus hermanos era funcionario de la administración omeya, otros dos comerciantes y su hermana Anulona había profesado en un convento. Tal diversidad de tendencias dentro de una misma familia indica que la floreciente comunidad mozárabe de Córdoba estaba bastante islamizada en su género de vida. Sin embargo, se defendían el cristianismo y la cultura clásica como un patrimonio nacionalista para la independencia frente a la invasión musulmana y así interpretaron la vida y muerte del clérigo E. otras comunidades mozárabes.
     
      En la biografía de su amigo Álvaro, se cita como el primer maestro de E. a un abuelo, también llamado como él, que le inculcó los rudimentos de la fe y la oposición al dios mahometano, al que calificaba de enemigo del Dios verdadero. Dada su inclinación al estudio, ingresó en la comunidad de sacerdotes de la iglesia de S. Zoilo e igualmente dirigió su formación intelectual y cristiana el famoso doctor Spera-in-Deo, abad del monasterio de S. Clara, cerca de Córdoba, donde conoció a su colaborador y futuro biógrafo Alvaro, rico burgués cristiano de origen judío que, como él, era apasionado de la ciencia isidoriana. Ordenado sacerdote a los 25 años, E. pasó a formar parte del colegio sacerdotal de la parroquia de S. Zoilo.
     
      Sería inútil indagar en las crónicas árabes, contemporáneas o posteriores a los sucesos que aquejaron a la comunidad mozárabe de Córdoba, datos que esclarezcan los acontecimientos y nos den el perfil humano de los protagonistas cristianos. Para ello contamos solamente con datos unilaterales, en los escritos de los perseguidos, que han de objetivarse mediante análisis crítico. Pueden aceptarse con cierto rigor algunas notas caracterológicas del sacerdote E.: la elocuencia enardecida, el afán investigador de la cultura, la erudición y ciencia, el porte aristocrático, la integridad de vida..., que nos le delimitan como un intelectual comprometido con su pensamiento. Paralelamente las notas autobiográficas de su obra le muestran como un hombre profundamente religioso con auténtico sentido del cristianismo. A sus virtudes morales se atribuye la motivación de su intento de peregrinaje a Roma, al que se opusieron sus familiares y amigos. No obstante, pudo realizar otro viaje justificado por una necesidad familiar. Sus hermanos comerciantes habían traspasado los Pirineos y se rumoreaba que hacían sus transacciones en las ciudades del Rin. En el a. 845 E. se encontraba en Zaragoza de vuelta de Cataluña, ya que tuvo que retroceder a causa de las luchas entre los hijos de Ludovico Pío (v.). De allí subió a Pamplona y se acercó a Gascuña, sin que pudiera pasar el puerto. Visitó los monasterios del país, Leire, Siresa, S. Zacarías..., donde reunió libros de Porfirio, Avieno, Horacio, Juvenal, S. Agustín, que se trajo a Córdoba. A su regreso vivió algún tiempo en Toledo, conociendo y estimulando a la comunidad mozárabe toledana, que a la primera oportunidad le elegiría para su metropolitano.
     
      En tiempos del emir Adberramán 11, las limitaciones legales a las ceremonias cristianas crearon, poco a poco, principalmente en Córdoba, una oposición mozárabe dirigida por el clérigo E. y su amigo Alvaro. Poco después estalló la crisis que ocasionó numerosos mártires (v. mozÁRABES IV). Saúl, obispo de Córdoba, y otros jefes de la oposición -fueron encarcelados, entre ellos E., que a la sazón escribía un libro titulado Memorial de Mártires en defensa y exaltación de los confesores cristianos.
     
      Al advenimiento del emir Mohamed I, el sacerdote E. fue puesto en libertad. En la cárcel había escrito su Documento Martirial que circularía entre los cristianos elevando su heroísmo. En respuesta a los detractores de los héroes sacrificados escribe el Apologético y también de este periodo es una larga carta al obispo de Pamplona, Viliesindo, en la que, mediante un detenido examen de los poetas clásicos, descubre las reglas de la prosodia latina, olvidadas en España después de la invasión árabe. Con otros discípulos de Spera-in-Deo había fundado una escuela, anexa a la iglesia de S. Zoilo, que ahora iba a. ser clausurada. En el a. 858, vacante la sede de Toledo, es elegido arzobispo metropolitano, con lo que la comunidad mozárabe de aquella ciudad mostraba su apoyo a los mártires de Córdoba y la admiración que profesaban a su defensor y jefe. Pero la administración musulmana no aprueba el nombramiento ni permite al elegido abandonar la ciudad.
     
      Efectivamente, el emir Mohamed I prosiguió las ejecuciones con más energía que su padre. Desde su subida al trono ocurrieron catorce martirios, casi todos ellos en la capital omeya. Amplió además la represión de la oposición mozárabe a sus actividades, y así, de igual modo que trató de reducir al clérigo E., hizo demoler el monasterio de Tábanos y disolvió su comunidad. Pronto sería encarcelado el jefe del partido de la oposición y la oportunidad llegó cuando E., para proteger la fe cristiana de la joven Leocricia -muladí hija de matrimonio mixto obligada por ley al mahometismo-, la ocultó primero en su casa y luego en la de unos amigos, hasta que fueron denunciados. Acusado de proselitismo ante la corte del cadí, E. terminó por injuriar al Profeta. Llevado ante el consejo del Emir no se retractó de sus palabras, a pesar de los ruegos y promesas de un visir amigo, y fue decapitado a las tres de la tarde del 11 mar. 859. A los cuatro días m. Leocricia.
     
      Sepultados en la iglesia de S. Zoilo, sus cuerpos fueron exhumados solemnemente el 1 jun. 860, día en que comenzó a celebrarse la memoria de los dos santos mártires. El 9 en. 883 regresaba a Oviedo el clérigo Dulcidio, embajador de Alfonso III, llevando los restos de los mártires Eulogio y Leocricia y allí permanecen en una urna que se conserva en la Cámara Santa de la Catedral ovetense.
     
      V. t.: MOZÁRABES IV; ÁLVARO DE CÓRDOBA, PAULO.
     

     

BIBL.: A. S. Ruiz, Obras completas de S. Eulogio (incluye la Vida y martirio del mártir E., por ÁLVARO DE CóRDOBA), Córdoba 1959; Acta Sanct. 11 de marzo; Flórez, X-XI; R. Dozv, Historia de los musulmanes españoles, II, Madrid 1926, 130 ss.; F. SIMONET, Historia de los mozárabes de España, Madrid 18971903; Z. GARCÍA VILLADA, Historia de la Iglesia en España, III, Madrid 1934; J. MADoz, El mundo mozárabe, I, Barcelona 1949, 264 ss.; J. PÉREZ DE URBEL, S. Eulogio de Córdoba, Madrid 1942; J. F. RIVERA, Eulogio di Cordova, en Bibl. Sanct. 5,218-219.

 

L. ORTIZ Muñoz.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991