ESTUDIO.HÁBITOS DE ESTUDIO.


Estudio, en general, es la aplicación individual hacia determinada materia con el fin de lograr su conocimiento. Es obvio que esta aplicación la realizan las facultades mentales de la persona que estudia, y que los conocimientos primero se alcanzan, luego se comprenden y, por último, se organizan dentro del esquema mental de cada uno. El e. es una fase muy común del aprendizaje (v.) en general. «El propósito del estudio -dice W. A. Kelly- es adquirir hechos e información, sistemas de pensamiento, dominio de habilidades y técnicas específicas por medio de las cuales pueda organizarse y expresarse el conocimiento. El propósito del estudio es también llegar a dominar los principios fundamentales e inmutables de la vida y la conducta. El aprendizaje y el estudio están relacionados entre sí» (o. c. en bibl.).
     
      Siendo tan corriente como es esta actividad, hay, sin embargo, que lamentar una generalización de los hábitos deficientes o incorrectos en su aplicación. Los defectos al ponerse a estudiar son numerosos, y representan una gran pérdida de energías, de progreso personal y hasta de mejoramiento social. Numerosas investigaciones psicopedagógicas se han orientado los últimos años hacia este aspecto del perfeccionamiento y corrección de los hábitos de e. Ha podido comprobarse que es difícil perfeccionarlos dentro de la escolaridad primaria, siendo más realizable en los periodos medio y superior. Los hábitos de e. principales, que deben intentar conseguirse, son los siguientes: desarrollo de la capacidad lectora y del pensamiento crítico, búsqueda afanosa y selección de fuentes idóneas, distribución adecuada del trabajo a realizar, sistematización de los materiales del trabajo, persecución de efectividad en el tiempo empleado, concentración y decisión en el trabajo, considerarlo como un deber personal, etc.
     
      Factores influyentes. Son múltiples y variados los factores que influyen en la consecución de un e. eficaz. Pueden agruparse de este modo: 1) de índole personal; 2) ambientales; 3) escolares.
     
      1) Resulta obvio afirmar que la personalidad de cada estudiante influye de modo fundamental en la efectividad de su e. Tanto los aspectos físicos (salud, robustez, alimentación, descanso, cte.); como los psíquicos (atención, memoria, imaginación, inteligencia, etc.); los de tipo afectivo (intereses, aficiones, grado de aspiración, etc.) o los dependientes de la voluntad (esfuerzo, prontitud, constancia, cte.), han de contribuir al éxito o al fracaso en el e. Destaquemos el factor inteligencia. Para llegar a ser un estudiante al menos regular, se precisa un grado de inteligencia mínimo, cuyo defecto difícilmente puede ser reemplazado por la voluntad u otro factor. El hecho, tan simple, de poder leer un texto con cierta rapidez y comprenderlo, es prueba de que existe ese mínimo de inteligencia preciso para el e. eficiente. La comprensión de la lectura, es, lógicamente, algo fundamental en el e. Sólo si existe esa comprensión de los contenidos es posible que puedan organizarse en la mente del que estudia y, en definitiva, quedar debidamente integrados en su personalidad. Esta doble función comprensiva e integradora de conceptos corresponde a la inteligencia, cuya cooperación en el logro de un e. válido resulta insustituible. Son sumamente importantes también los factores que dependen de la voluntad. Muchas veces una inteligencia mediana es ayudada por el tesón vigoroso del alumno, quien logra excelentes resultados.
     
      2) Los factores ambientales del alumno influyen grandemente también en el éxito o fracaso de sus e. Es muy distinto que en su casa se respire un clima cultural elevado y con alto nivel de aspiración, o que el desinterés y el conformismo sean las notas predominantes. Las condiciones relativas a la capacidad e higiene de las viviendas de los estudiantes, la posibilidad de realizar viajes, posición económica familiar, oportunidades de su lugar de residencia, cte., son otros tantos factores ambientales que necesariamente han de influir en el e.
     
      3) Entre los factores escolares conviene destacar: el maestro, las motivaciones didácticas y los métodos o técnicas empleados. La valía personal del educador es un factor cuya extremada importancia no es fácil estimar. Un maestro docto y dominador del arte docente arrastra tras de sí la admiración de sus alumnos y excita su ambición de saber. El tema de la motivación constituye hoy uno de los capítulos esenciales y uno de los más tratados de la moderna didáctica. Un motivo es una razón por la que se realiza algo. La institución o el maestro que sepan motivar a sus alumnos hacia el e. eficaz tienen mucho trecho andado en su ardua labor (v. APRENDIZAJE 1, 2). En sí mismo, el e. atrae a pocos escolares. La solución para que éstos dediquen el tiempo necesario a preparar y aprender sus lecciones o trabajos es estimularlos de alguna manera por medio de las variadas motivaciones didácticas: estímulos académico y personal, colaboración social, amenidad del trabajo, búsqueda de alabanzas, evitación de reprobaciones, etc. El peligro que fácilmente puede colegirse y que debe evitarse es que los motivos utilizados no sean compatibles con los objetivos finales de la educación.
     
      Técnicas de estudio. Gran interés han tomado las investigaciones de los técnicos educativos encaminadas a determinar los hábitos de e. más utilizados por los estudiantes de cualquier nivel escolar, la efectividad de dichos hábitos y la búsqueda de los más positivos a utilizar en esta actividad. En Estados Unidos, Butterweck comprobó experimentalmente que menos de la cuarta parte de los alumnos investigados realizaba hábitos de e. eficaces; y Wilson, con alumnos de los primeros y los últimos cursos de segunda enseñanza, dedujo que los estudiantes apenas perfeccionan sus técnicas con el paso de los años.
     
      Las soluciones (métodos) dadas por psicólogos y pedagogos de todo el mundo han sido también numerosas, pero entre todas queremos destacar la dada por Robinson, experimentada en la Univ. de Ohio. El método propuesto se compendia en estas cinco palabras inglesas, muy relacionadas entre sí: survey (exploración), question (interrogación), read (lectura), recite (recitado) y review (repaso). En el primer momento (exploración) Robinson recomienda que se intente conocer de un modo global el contenido principal del tema o texto en cuestión. En un libro, esto se logra leyendo el prólogo, el índice o el capítulo de conclusiones, si lo tuviere. La interrogación supone una actitud crítica, no desconfiada, de expectativa hacia los asertos que en el texto se hagan. Es una actitud dinámica, de búsqueda vehemente de la verdad. El tercer momento, la lectura comprensiva, como se ha dicho en otro lugar, es un paso esencial en todo e. Deberá ser una lectura muy atenta, esforzada y no demasiado rápida. Una lectura que integre a cada paso los nuevos conceptos con los que ya se poseían en la mente organizada del estudiante. El recitado o repetición es menos tolerable por suponer una labor fastidiosa y de escaso valor pedagógico. La insistencia en los conceptos o en los temas estudiados parece a muchos pérdida de tiempo. Pero la memoria es frágil, y se ha comprobado, p. ej., que a los 20 días de haber comprendido bien una lectura, sólo es posible evocar un 10% de ella. El repaso es una fase importantísima en este y en todos los métodos de e., pero no debe confundirse con el recitado. Este va dejando aclarado cada párrafo o aspecto, mientras que el repaso reúne todos estos aspectos y nos da la idea completa y penetrante que buscábamos.
     
      Otra técnica que hoy tiene gran aceptación es la del estudio dirigido. Según Shreve «es el proceso que consiste en enseñar a los alumnos a estudiar, estudiando con ellos, y ayudándolos individualmente en una parte del día dedicada de modo especial al estudio». Es una dirección de las actividades de los alumnos en la preparación del trabajo asignado, pero sin hacérselo.
     
      V. t.: APRENDIZAJE 1; ENSEÑANZA 1.
     

     

BIBL.: H. MADDOX, Cómo estudiar, 2 ed. Barcelona 1966; W. A. KELLY, Psicología de la educación, Madrid 1964, 304-328; L. ILLUECA, Las técnicas de estudio, en Educación actual. Problemas y técnicas, Soc. Esp. de Pedagogía, Madrid 1969, 305-320; J. ERCILLA, Psicopedagogía del estudio, en Enciclopedia de la Nueva Educación, Madrid 1966, 529-544; íD, Leer y estudiar, «Rev. de Educadores» 3, Madrid 1959, 397-410; íD, Psicología y técnica del estudiar, ib. 20, Madrid 1962, 793-814; V. ARROYO, Fines y métodos en el estudio, «Bordón» 92-93, Madrid 1960, 215-230; C. SALAZ.AR, El estudio dirigido: su teoría, su técnica y su aplicación en el Perú, Lima 1948; B. R. BUGELSKI, The psychology of learning, Nueva York 1956; C. T. MORGAN y J. DEESE, Cómo estudiar, Madrid 1966; J. GUITTON, El trabajo intelectual, 5 ed. Buenos Aires 1965; íD, Nuevo arte de pensar, 3 ed. Bogotá 1967.

 

A. POBLADOR DIÉGUEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991