EMPÉDOCLES


Filósofo griego del s. v, n. en Agrigento, colonia dórica de Sicilia; vivió ca. 494-92 y 434-32, a. C. Por su filiación intervino en la vida política, y fue también, además de filósofo, médico, taumaturgo v hombre de ciencia. De carácter serio y melancólico, según la tradición, su personalidad es grande y misteriosa. Él mismo se presenta como profeta inspirado, casi divino, cuya doctrina enseña el origen y destino del alma y es un instrumento para el dominio de las fuerzas naturales y la purificación. Su figura está envuelta en las leyendas que se formaron sobre el modo y significación de su muerte. Es el único filósofo griego, después de Parménides, que expuso en verso sus doctrinas. Su ejemplo sólo fue seguido en la antigüedad por Lucrecio, que le dedica un magnífico elogio (De reman natura, 1,716 ss.). Se conservan de E. fragmentos más numerosos que de cualquier otro filósofo presocrático, correspondientes a dos poemas que presentan entre sí un gran contraste de estilo y de doctrina, y que han sido llamados posteriormente Sobre la Naturaleza (Peri fiseos) y Purificaciones: el primero, lleno de imágenes, es de carácter cosmológico; el segundo de carácter teológico.
     
      Como todos los físicos presocráticos posteriores a la Escuela de Elea, E. conserva la inmovilidad del ser de Parménides, pero intenta conciliarla con la multiplicidad y el movimiento (v. ELEA, ESCUELA DE). «No hay nacimiento para ninguna de las cosas mortales; no hay fin por la muerte funesta; hay sólo mezcla y disociación de los componentes de la mezcla. Nacimiento no es más que un nombre dado a este hecho por los hombres» (Diels, 31B,8). Esos componentes, principios o raíces de todas las cosas, que no proceden uno del otro y ninguno de los cuales es primero, son cuatro: agua, aire, fuego y tierra. Habían sido ya propuestos, pero por separado, por Tales (agua), Anaxímenes (aire), Heráclito (fuego) y Jenófanes (tierra), y serán en adelante admitidos en conjunto hasta el advenimiento de la química moderna (s. XVIII). Éste es el primer aspecto de la importancia histórica de E. Esos principios son para el mundo como los colores-que el pintor combina, separa y dosifica en su obra. Están animados por dos fuerzas activas opuestas: el Amor, que tiende a unirlos, y el Odio, que tiende a separarlos. El amor y el odio se suceden alternativamente en el universo, no de modo instantáneo sino por preponderancia progresiva, determinando las fases del ciclo cósmico. E. presenta así el desarrollo del mundo bajo la forma de un drama gigantesco. Cuando predomina el amor, todos los elementos llegan a estar unidos en la más perfecta armonía, pero no hay sol, ni tierra, ni mar, sino un todo uniforme, como un Dios que goza de su soledad (ib. 27), semejante al Ser de Parménides (v.). El odio rompe poco a poco esta unidad, introduce la separación de los elementos y da origen a la formación de las cosas determinadas y distintas (las analogías con el proceso de separación a partir del Infinito indeterminado de Anaximandro son claras; v. ANAXIMANDRO), hasta que el amor queda totalmente ausente.
     
      Después se inicia el proceso inverso. Hay, pues, dos procesos inversos entre sí y eternamente alternos: el que va de la mezcla a la disgregación, y el que va de la disgregación a la mezcla; orden invariable, porque el odio y el amor, causa de la destrucción y de la formación del mundo, se han comprometido mediante juramento a cederse alternativamente la preponderancia (de nuevo se advierten analogías con dos jónicos: v. ANAXIMANDRO, 3 y HERÁCLITO, 3).
     
      Aristóteles ve en el amor y el odio de E., en el fondo, el bien y el mal, y afirma que E. ha sido el primer filósofo en declarar estos, dos principios, porque advirtió que en el mundo no sóo hay orden y belleza, sino también desorden y fealdad, e incluso que los males son más numerosos que los bienes (Metafísica, 1,4,984b34-985a11). Esta sería la significación y valor principal de su filosofía. Pero Aristóteles le reprocha que en sus escritos el amor muchas veces separa y el odio une: así, cuando el universo se disgrega en sus elementos por causa del odio entre ellos, entonces las partes dispersas de cada elemento se reúnen en un todo; y cuando los elementos vuelven a unirse por el amor, entonces es necesario que las partículas de cada uno se disgreguen.
     
      E. es consciente de los límites del conocimiento humano, pero afirma que el hombre necesita servirse de todos sus medios. La verdad no se alcanza con la sola razón, sino que hay que utilizar los sentidos y precisamente todos, sin confiar más en uno que en otro. Los cuatro elementos y las fuerzas que los mueven son también condición del conocimiento. EL principio fundamental es que lo semejante se conoce por lo semejante: «conocemos la tierra mediante la tierra, el agua mediante el agua, el éter divino mediante el éter, el fuego destructor mediante el fuego, el amor mediante el amor y el odio funesto mediante el odio» (ib. 109). El conocimiento se produce por el encuentro entre el elemento que reside en el hombre y el mismo elemento fuera del hombre. Los efluvios que provienen de las cosas producen la sensación cuando se adaptan por su tamaño a los poros de los órganos de los sentidos; en caso contrario no son advertidos (ib. A86).
     
      En las Purificaciones, E. se inspira en el orfismo y en el pitagorismo. Cree en la transmigración de las almas como expiación de los pecados que han cometido. La tierra es la caverna, el país de dolor donde están la muerte y la cólera, al que las almas han descendido desde su antigua y feliz morada. Aunque ajena a su cosmología, tal vez esta doctrina está en relación con el pesimismo de E. y su creencia de que la fase actual de la historia del mundo está dominada por el odio.
     
      V. t.: ELEA, ESCUELA DE; ANAXIMANDRO; HERÁCLITO; PRESOCRÁTICOS.
     
     

BIBL.: EMPÉDOCLES, Sobre la naturaleza de los seres. Las purificaciones, trad. y pról. de J. BARRIO GUTIÉRREZ, Buenos Aires 1964; Trois présocratiques: Héraclite, Parménide, Empédocle (Fragmenta), ed. J. BATTISTINI, París 1968; J. BIDEZ, La biographie d'Empédocle, Gante 1894; E. BODRERO, Il principio fondamentale del sistema di Empedocle, Roma 1905; E. BIGNONE, Empedocle. Studio Critico, Turín 1916; J. SCHUHL, Essai sur la formation de la pensée grecque, París 1934; R. ROLLAND, Empedokles von Agrigent und das Zeitalter des Hasses, Erlangen 1947; F. HOLDERLIN, Empedokles, Bonn 1948; G. COLLI, Empedocle, Pisa 1949; W. KRANZ, Empedokles, antike Gestalt und romantische Neuschópfung, Zúrich 1949; A. M. G. FESTUGIÈRE, L'enfant d'Agrigente, suivi de Le Grec et la nature, París 1950; R. GUÉRIN, Empédocle, París 1950; J. ZAFIRO-PULO, Empédocle d'Agrigente, París 1953; J. BOLLACK, Empédocle. I: lntroduction de 1'ancienne physique, París 1965; J. BRUN, Empédocle ou le philosophe de 1'amour et de la haine. Présentation, choix de textes, traduction, bibliographie, París 1966.

 

J. M. ARIAS AZPIAZU.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991