Como atributos comunes a todos ellos, tienen un libro abierto y una pluma
de ave, y se les hace adoptar la actitud de escribir, o, más
frecuentemente de atender el dictado de la inspiración divina.
No se encuentran representaciones conjuntas de todos los santos
declarados como D. por la Iglesia. En iconografía, este término se aplica,
en sentido general, a los denominados D. máximos de la Iglesia griega o
latina, sobre los que recae el significado simbólico de soportes y
lumbreras de la Iglesia.
Las representaciones individuales de los distintos D. de la I. están
en función de su culto. Las órdenes religiosas han contribuido a
popularizar la iconografía de aquellos miembros de su comunidad que han
alcanzado esta distinción, pero, salvo en casos excepcionales, no
precisamente bajo este aspecto de D. sino mostrando las facetas ascética y
mística de la vida de los mismos. Dejando aparte aquellos D. que por su
antigüedad son reputados Padres de la Iglesia (v.), los atributos que
permiten distinguir unos D. de otros son los siguientes: S. Beda, viste el
hábito de la Orden benedictina y lleva una jarra o vasija. S. Anselmo,
viste de pontifical por haber sido obispo de Canterbury, y en su libro
consta, a veces, el texto De Trinitate. En ocasiones se le representa
apareciéndosele la Virgen. S. Pedro Damián, lleva el hábito agustino o va
revestido de pontifical; sus atributos son los azotes. S. Bernardo, viste
el hábito blanco, lleva báculo o bordón y se le representa en algunos
casos recibiendo la leche de la Virgen o abrazado a Cristo. Su iconografía
ha sido muy difundida: escultura, M. Pereira, Convento de S. Plácido de
Madrid; pintura, F. Ribalta, Museo del Prado, Madrid. S. Antonio de Padua,
con hábito franciscano, joven e imberbe, tiene una azucena y el Niño Jesús
en los brazos (escultura, Pedro de Mena, Museo de Granada; pintura,
Murillo, Museo del Prado, Madrid). S. Buenaventura, con el hábito de su
Orden, o con capelo cardenalicio y roquete y como atributos, el rosario y
el ostensorio (Zurbarán pinta cinco lienzos de su vida para el Convento de
S. Buenaventura de Sevilla). S. Tomás lleva el hábito de la Orden
dominicana, con un sol en el pecho suspendido de una cadena (Zurbarán,
Museo Provincial de Sevilla). S. Alberto Magno, con el hábito dominicano.
S. Juan de la Cruz, con el hábito de carmelita, enjuto, mirando un
crucifijo que lleva en la mano. S. Pedro Canisio, con sotana, lleva un
crucifijo, el catecismo y a veces un pájaro sobre el borde de un libro. S.
Roberto Belarmino, vestido de cardenal, con solideo, enseñando el
catecismo. S. Francisco de Sales tiene un corazón en llamas coronado de
espinas, o i.[n globo en llamas. Aclara su personalidad la expresión Vivet
Deus.
S. Alfonso María de Ligorio, viste la sotana. Se le representa como
anciano imberbe con un crucifijo u ostensorio. Su iconografía es reciente.
S. Teresa de Jesús (v.), constituye un caso excepcional, ya -que
aunque la Iglesia no la otorga el título hasta 1970, una parte muy
importante de su iconografía nos la muestra con un libro, una pluma y
atendiendo la inspiración del Espíritu Santo. Pueden servir de ejemplo la
representación escultórica de la santa por E. Fernández (Museo de
Valladolid); en pintura, fray Juan de la Miseria la retrató del natural
(Carmelitas de Sevilla); J. de Ribera, en el Museo de Bellas Artes de
Valencia, etc.
BIBL.: L. REAU, Iconographie de
l'Art Chrétien, 6 vol., París 1955-58; 1. F. ROIG, Iconografía de los
santos, Barcelona 1950; E. MALE, L'Art religieux du XVII° siècle, París
1951.
J. ARA GIL.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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