Concepto. El término d., originariamente, tuvo la misma procedencia que
los términos discípulo, discente, etc. Venía a significar la relación que
siempre hubo y sigue habiendo entre el docente, las enseñanzas, etc., y
los discentes. El concepto fue empleado más tarde en el mismo que hoy se
emplean educación e instrucción. En no pocas ocasiones también se han
denominado con este término los distintos contenidos de la enseñanza y de
la educación, o sea, las materias a estudiar. Mas no paró ahí la correría
de esta palabra, pues, prácticamente, se adentró luego en todos los campos
en que existen oportunidades de convivencia humana. Por eso ha habido
necesidad de añadirle el adjetivo «escolar», cuando queremos referirlo a
los problemas propios de la relación entre los elementos personales de
cualquier entidad educadora. En suma, d. e. es el conjunto de pautas que
posibilitan y mejoran la convivencia en cualquier centro educativo.
Podemos legítimamente dejar encuadrada a la d. e., dentro de la
Organización Escolar, en el momento de considerar los aspectos dinámicos
de la escuela. En efecto, la d. e. es aceptada hoy en el complejo mundo de
las ciencias pedagógicas como un excelente medio de formación moral que se
sostiene no tanto en un sistema de preceptos rigurosos y sanciones
violentas, como en una acertada organización de la dinámica escolar y en
la consideración de la específica personalidad de los educandos. No queda
desatendido el mantenimiento del orden dentro de la clase, pero esto sólo
ha de ser un medio para la consecución de algo superior como es la
formación de los alumnos. Conseguir una clase en silencio, p. ej., puede
ser una medida disciplinaria valiosa, pero únicamente tendrá sentido
pedagógico si está subordinada a la instrucción de los alumnos. En
definitiva, no es el mantenimiento del orden el principal objetivo que
pretende la moderna d. e., sino el fomento entre los escolares de
actitudes propicias a la convivencia y a la colaboración, a la creatividad
individual y al trabajo en grupos, todo ello en un ambiente grato y
optimista.
A lo largo de la Historia de la Educación, han existido diferentes
formas de aplicar la d. en la escuela. Recordemos las más comunes: 1)
Disciplina imperativa. Sobre todo pretendía obtener una clase en orden y
sin ruidos. La autoridad del maestro se impone sobre la libre iniciativa
de los alumnos, quienes han de limitarse a obedecer. Los premios y,
preferentemente, los castigos, son medios frecuentemente usados por esta
disciplina. Corresponde este tipo a sistemas educativos estáticos en los
que se presupone que la generación que se educa ha de asimilar todo lo
recopilado por los adultos. 2) Disciplina libertaria. Se protege
principalmente la libertad de los educandos. Todo lo que puede coartar esa
libertad (horarios, silencios prolongados, planes de estudio, etc.) queda
proscrito. La ausencia de d., se afirma, ésa será la auténtica d. El ruso
León Tolstoi con sus experiencias en su finca de Iasnaia Poliana, y la
sueca Elen Key, son los principales representantes de esta teoría, y en
ambos se aprecia una clara influencia de los grandes pedagogos
naturalistas J. J. Rousseau (v.) y J. E. Pestalozzi (v.). 3) Disciplina
preventiva. Llamada también sistema preventivo, aparece como reacción ante
el fracaso demostrado por la d. represiva. Entre los educadores que la
propusieron se puede destacar a S. Juan Bosco. Es mejor, afirma el santo,
prevenir que reprimir; el error se previene con la instrucción, y el vicio
inculcando hábitos buenos. Lo importante es suprimir las causas y
ocasiones de las faltas. No prodigar los castigos, tampoco suprimirlos del
todo; cuando éstos sean necesarios, que sean morales y no materiales.
Presupuestos de la disciplina escolar. Variados presupuestos o
factores han de condicionar necesariamente toda la problemática de la d.
e. El profesor Maíllo los agrupa en la siguiente clasificación: 1)
Presupuestos instrumentales (espacio escolar, cantidad de alumnos...); 2)
Presupuestos estructurales (factores psicológicos, sociológicos, jurídicos
y organizativos); 3) Presupuestos teleológicos (cívico-políticos, morales,
religiosos); 4) Presupuestos específicos (técnico-pedagógicos). Los
presupuestos instrumentales son elementos condicionantes claros de la d.
de una clase o de una Institución escolar. Difícil será, p. ej., lograr un
mínimo de orden y una normal realización de las tareas educativas si se
cuenta con una clase demasiado pequeña, sin material escolar o con
excesivo número de alumnos. Otro tanto ocurre con los demás presupuestos
enumerados. Pero es en los elementos personales (maestro y alumnos) en los
que hay que reparar con más detenimiento.
Con relación al maestro, es de vital importancia la actitud que tome
éste hacia todos y cada uno de sus alumnos. La aceptación que se otorgará
a todos ellos ha de ser plena y no ha de estar basada en la simpatía,
bondad o inteligencia que cada uno de ellos demuestre. Se aconseja al
educador que posea un profundo conocimiento de cada individualidad escolar
para saber adaptarse en cada momento al caso concreto que en el orden
disciplinario le ocupe. A lo largo de su ejercicio ha de encontrarse con
alumnos realmente difíciles que pondrán en evidencia su templanza. También
debe «aceptarlos», pues la docencia obliga siempre a la entrega
incondicional. Los alumnos notan rápidamente si existe actitud de rechazo
de su profesor. Otra nota de la que hará gala el educador es de justicia
con sus educandos. No es posible conseguir una comunidad estable sin que
prevalezca la justicia. Los casos de favoritismo predisponen en seguida a
los discípulos contra su maestro. En cuanto al ejercicio de la necesaria
autoridad (v.) en la clase por parte del educador, advirtamos que se trata
de un escabroso problema. ¿Cómo lograr un uso razonable de autoridad sin
desembocar en autoritarismo ni en camaradería? ¿Cómo conseguir que ese
uso, bien que moderado, no cohiba las inmensas posibilidades de
originalidad de los alumnos? Como seres en pleno proceso perfectivo, éstos
necesitan de la orientación del educador. Pero la función concreta del
educador debe reducirse, como afirma Renzo Titone, a ser instrumental o
ministerial. El camino de la formación debe recorrerlo cada alumno por su
cuenta. La autoridad, pues, no deberá ser nunca tan obstinada que olvide
estos principios de pedagogía fundamental.
El factor más importante a tener en cuenta entre los que condicionan
la d. e. es el del alumno. No puede pensarse, a la hora de proclamar
cualquier tipo de d. e., en ningún objetivo más definido que el del
provecho de los alumnos. La «revolución copernicana» que se había
producido en Astronomía y que más tarde Kant había extendido al terreno
del conocimiento, es llevada por los grandes pedagogos del ochocientos (Rousseau,
Pestalozzi y Fröbel) al campo pedagógico. En educación e instrucción el
foco de interés ya no radica en el maestro sino que pasa al alumno. Del
mismo modo que el maestro debe aceptar sin distinción a todos sus alumnos,
éstos deben conducirse con aquél y con los demás compañeros de un modo
conveniente. Pero, mientras al educador puede exigírsele una entrega
absoluta por ser totalmente responsable, al alumno, sobre todo si es
menor, por faltarle precisamente esa plena responsabilidad, debemos
dispensarle algunas incoherencias de su conducta. No obstante, deben
detectarse, siempre que sea posible, las causas de las irregularidades de
comportamiento para ver de poner una solución inmediata, que a veces
resulta muy simple (defecto de visión, método de trabajo inadecuado,
etc.). Así como el maestro ejerce el derecho de autoridad en la escuela,
el alumno tiene el encargo de obedecer esa autoridad. Pero la obediencia
del alumno, lo mismo que la autoridad del maestro, no tiene un carácter
absoluto o imperioso. Es una etapa en su ascenso hasta la libertad y la
responsabilidad y, en definitiva, hacia el logro de su educación integral.
A pesar de todas las previsiones, habrá ocasiones en que sea necesario con
los alumnos el uso del castigo (v. PREMIO Y CASTIGO). Esta medida debe ser
empleada de modo que provoque reflexión y deseo de mejorar la conducta.
Cuando se prodigan, suelen producir efectos contrarios.
V. t.: PSICOLOGÍA PEDAGÓGICA; PEDAGOGÍA 111.
BIBL.: S. HERNÁNDEZ RUIZ,
Disciplina escolar, México 1962; O. SÁNCHEZ MANZANO, Disciplina escolar,
en Enciclopedia de la Nueva Educación, Madrid 1966; A. MAÍLLO, Fundamentos
y exigencias de la disciplina escolar, en Cuestiones de Didáctica y O.
Escolar, Madrid 1964, 160-183; 1. MANTOVANI, El problema de la disciplina,
en S. HERNÁNDEZ Ruiz, Organización Escolar, 369-385, México 1954; O.
WILLMANN, Teoría de la formación humana, Madrid 1948; K. S. BERNHARDT,
Discipline and child guidance, Nueva York 1964; M. CASOTTI, La lezione e
la disciplina, Brescia 1945; C. E. SKINNER, Psicología de la educación,
México 1951.
A. POBLADOR DIÉGUEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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