DESPERSONALIZACIÓN


Se la ha llamado también vivencia de la disolución del yo y, por otros, vivencia de la destrucción de la personalidad; su núcleo está en las sensaciones de no ser yo mismo o estar cambiado que tiene el enfermo. Ninguno de los nombres que se le ha dado explica muy bien lo que es la d., que se comprende mucho mejor a través de las manifestaciones de los enfermos que la padecen y de las que damos algunos ejemplos típicos: «me encuentro raro, como si me hubieran cambiado»; «no comprendo lo que me pasa, todo me parece extraño, como irreal»; «me miro en el espejo y aunque soy yo, me parece la cara de un desconocido»; «ando por la calle y las personas me parecen todas como si estuviesen muertas»; «voy a la oficina, vuelvo a casa y es como si todo ocurriese en sueños»; «es como si estuviese vivo y todo lo hiciese automáticamente»; «oigo lo que me dicen y lo entiendo, pero lo siento todo como lejano»; «me encuentro extraño, como sin nervio»; «todo lo veo incoloro, desteñido, lejano».
     
      Estas frases de enfermos se refieren a sus vivencias (v.) en la primera etapa de la d. En ella el enfermo a través de las alteraciones de sus mecanismos psíquicos se ve a sí mismo y a las cosas «distinto» de antes, pero aún se identifica correctamente. Es un fenómeno similar al que sufriría un individuo a quien por primera vez se le pusieran unas gafas cuyos cristales deformasen su visión: vería diferentes a los objetos y a sí mismo ante el espejo, pero podría identificar todo correctamente y comprendería lo que ocurre. El enfermo, en cambio, no está consciente de la alteración patológica de su psiquismo, aunque a veces la presume, y por ello no comprende por qué se encuentra lleno de nuevas sensaciones (no sabe que sus «nuevas gafas» le deforman las percepciones) y de ahí la extrañeza, signo capital de la d. incipiente, ante sí mismo. La proyección de esa extrañeza primaria, esencial, hacia el mundo externo es lo que le hace vivir las cosas y personas como extrañas, nuevas, distintas. El encontrarse cambiado, distinto, con la propia imagen en el espejo, como si fuese de otro, etc., se denomina extrañeza del yo, o vivencia de la extrañeza del yo, y la proyección de esa extrañeza al ambiente (con las sensaciones de raro, sin vida, etc., de las personas y cosas) vivencia de extrañeza del mundo. Es fundamental recordar que en esta etapa el enfermo, igual que el sujeto con gafas deformantes de la visión, ve las cosas y a sí mismo distintos de antes, pero sabe aún que la imagen del espejo es la propia, que su padre y su madre son ellos, y la oficina es la oficina, únicamente que, siendo los mismos, es como si no fueran los mismos.
     
      En una etapa más avanzada, los trastornos se acentúan. Los fenómenos de su psiquismo le aparecen como más y más extraños, ajenos. Como la alteración patológica de su psiquismo no se realiza simultáneamente y con igual intensidad en todos los sectores, llega un momento en que algunos elementos de la personalidad (v.) se presentan al enfermo tan extraños que ya no le parecen propios y no los considera tales, mientras los sectores menos afectados aún los reconoce como suyos. Es en este momento cuando se produce, por esta escisión de la personalidad en compartimentos casi estancos, unos que se reconocen aún como propios y otros considerados por el enfermo como ajenos, el fenómeno del desdoblamiento de la personalidad o doble personalidad durante el cual el enfermo siente simultáneamente en sí mismo dos personas psíquicas, dos almas, la suya y una extraña. En la etapa siguiente, al ser invadidos por el proceso patológico, los sectores del psiquismo que el enfermo aún reconocía como suyos, el carácter de ajeno (la enajenación) se extiende a todo el psiquismo y en el enfermo desaparece por completo la sensación de ser el mismo de antes, hay una pérdida de la identidad del yo, llamada desidentificación de la personalidad.
     
      Tenemos, pues, al enfermo «no siendo él mismo» y ante la necesidad de todo ser humano de ser alguien, el psiquismo del enfermo se identifica con otra persona, animal o cosa, fenómeno conocido por personificación. Al personificarse, por tanto, el paciente cree ser «Dios», «una cucaracha», «el Cristo de Orense», el «Rey de España», «un caballo» etc., sin que su comportamiento tenga que ser congruente con su personificación y sin que el enfermo haga un razonamiento demostrativo de la realidad de lo que afirma ser, sólo un limitado número de enfermos mentales representan su papel.
     
      Muy directamente emparentados con la d., y para muchos autores incluidos dentro de ella, están los llamados trastornos del gobierno del yo, que son los de la sensación que tiene todo individuo normal de poder dirigir libremente sus actos, pensamientos y deseos. Algunos pacientes, especialmente en formas incipientes de la esquizofrenia (y de ahí su valor para un diagnóstico precoz) tienen la sensación, que ellos viven como sumamente angustiosa, de no poder ya dirigir su vida psíquica. Lo sienten y expresan de diversos modos: son «incapaces de mantener la atención», «se les escapan los pensamientos», no pueden pensar lo que quieren «porque alguien les mete ideas a la fuerza», «la cabeza está vacía y no pueden pensar en nada» «no pueden parar de pensar continuamente», «de repente les roban el pensamiento», «les adivinan las ideas y se las cambian», etc. Todos estos fenómenos tienen el carácter común de una sensación de desgobierno de la actividad psíquica, que es el nombre con el que se les conoce en los tratados de Psiquiatría. Para explorarlos se pregunta al paciente sobre sus pensamientos, su capacidad de trabajo, las fantasías a que le gusta entregarse, etc., y el paciente suele relatar sus trastornos del gobierno del yo.
     
      La mayoría de los fenómenos que acabamos de describir se refieren al yo psíquico y existen otros vinculados a la percepción del propio cuerpo. Naturalmente, en la noción del yo se asocian indisolublemente unidos, para el individuo normal, los rasgos somáticos y los psíquicos y en la percepción patológica de unos van arrastrados los otros en mayor o menor grado; pero existen entidades nosológicas en que lo primordialmente afectado es la percepción del propio cuerpo y sus características. La representación mental del propio cuerpo se llama esquema corporal o imagen corporal. Las alteraciones del esquema corporal constituyen uno de los puntos de más estrecho contacto de la Neurología y la Psiquiatría y su etiología, en determinado tipo de entidades clínicas, está englobada dentro del síndrome de d., del que es la proyección somática, con las vivencias de ausencia o no pertenencia de miembros, vísceras, etc- o por el contrario su aumento en número, tamaño, etc.
     
     

BIBL.: D. R. DAVIS, Introducción to Psychopatology, 2 ed. Nueva York 1969; 1. A. VALLEJo-NÁGERA, Introducción a la Psiquiatría, 5 ed. Barcelona 1970.

 

J. A. VALLEJO-NÁGERA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991