DESCANSO. SAGRADA ESCRITURA.


En el presente artículo se trata la enseñanza de la Biblia en cuanto a la idea de «reposo del hombre en la vida y en la muerte y en Dios», dejando para el artículo SÁBADO cuanto se refiere a la prescripción legal del d. sabático entre los judíos, y para el artículo DOMINGO la correspondiente fiesta cristiana en conmemoración de la Resurrección (v.) de Jesucristo.
     
      El hombre, castigado a comer el pan con el sudor de su frente (Gen 3,17), siente la realidad de la frase de Jacob «corta y mala ha sido mi vida» (Gen 47,9), es decir, llena de fatigas. El continuo peregrinar del nómada, primero («Arameo errante fue mi padre»; Dt 26,5), las dificultades de la esclavitud, después (Ex 1,13-14), la estancia en el desierto y todo ello unido al natural deseo del d. nunca cumplido sobre la tierra (Eccl 8,16), encuentra poco a poco en la Palabra de Dios una respuesta que da sentido a su caminar (al caminar de esta vida): es el Descanso.
     
      Descanso de las fatigas de la vida en el sepulcro. Para el A. T., el sepulcro es considerado en muchos lugares como el d. de las fatigas de esta vida. Con su lenguaje fuerte, el Eclesiastés (6,5) asegura que el feto abortivo tiene más reposo que el hombre vivo. El libro de Job encuentra asimismo en el sepulcro el lugar donde está asegurado el d. (3,13.17; 17,16; cfr. Eccli 17,11; Ps 16,9; Act 2,26). El d. en el sepulcro para los autores bíblicos, se diferencia del estado en el sé'ó1 (v. INFIERNO II), en el que los muertos pasarían por un tipo de existencia umbrátil, sin contemplar la luz de este mundo y sin capacidad de alabar a Dios.
     
      Descanso al «reunirse con los padres». Insistiendo más en los aspectos positivos de confianza en la voluntad divina están las frases del Pentateuco alusivas al término de la vida de los patriarcas y de los personajes venerables de la historia de Israel. Así, Gen 15,15; 25,8.17; 35,29; 4°,29.32; Num 20,24.26; 27,13; 31,2; Dt 31,16; 32,50. Es claro que las expresiones que usa el autor bíblico («reunirse con los padres»), que son el fin de las preciosas vidas de Abraham, Isaac y Jacob, de José, de Moisés, de Aarón, no las refiere únicamente al sepulcro, que en muchos casos no es el de los padres, sino al d. en la voluntad divina para la que no morían. De hecho, así interpreta Cristo la fórmula «Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos» (Mt 22,32). Referir únicamente estas frases al W61 sería limitar el significado más amplio que llevan consigo.
     
      Descanso de la esclavitud: la liberación-redención. La dura esclavitud que describe el Éxodo en sus dos primeros capítulos se ve consumada por la liberación. La idea de d. de esta servidumbre ha quedado como motivación del precepto sabático, tal y como la trae Dt 5,15: «Acuérdate de que siervo fuiste en la tierra de Egipto, y de que Yahwéh, tu Dios, te sacó de allí con mano fuerte y brazo tendido; y por eso Yahwéh, tu Dios, te manda guardar el sábado».
     
      Descanso y sábado. Aquí nos interesa solamente el aspecto de d. de la institución sabática (para las facetas religiosa y cultual, v. SÁBADO y DOMINGO). Ex 16,29-30 es el primer texto de la colección yahwista (v. PENTATEUCO) que narra el d. del día séptimo, incluso antes de la promulgación de los Mandamientos. El contexto es el relato del maná milagroso: «El pueblo descansó el día séptimo» (vers. 30). El llamado por algunos «decálogo yahwista» insiste en esta idea de d., aunque su preocupación sea fundamentalmente cultual: «Seis días trabajarás, el séptimo descansarás, no ararás ni recolectarás» (Ex 34,21). En el Código de la Alianza el d. sabático afecta a la tierra el séptimo año: «Sembrarás tu tierra seis años y recogerás sus cosechas, al séptimo la dejarás descansar»; la razón que da es profundamente humanitaria: «que coman los pobres de tu pueblo y lo que sobre lo coman las bestias del campo. Esto harás también con las viñas y los olivares» (Ex 23,10-12). El d. semanal (vers. 12) tiene un hondo sentido humanitario: «Para que descansen también tu buey y el asno y se recobre el hijo de tu esclava y el extranjero».
     
      La misma idea aparece en el sábado del texto del decálogo (v.) de Ex 20,8-11, pero además de la motivación humanitaria aparece la razón del d. divino. Gen 2,2 culmina el relato de la creación con el d. de Dios el día séptimo. Sin duda tenemos en este lugar una transposición literaria al origen divino del precepto sabático (Ex 20,11; 31,17; Di 5,14). Esta idea del d. de Dios en la creación del mundo encierra una concepción antropomórfica de Dios, pero a la vez nos da una idea de que el d. es una
     
      forma de concebir el gozo de Dios, su falta de inquietud y su independencia. Es la misma idea que aparece cuando se describe a Dios (Job e Isaías) sin fatigarse ni cansarse en la obra creadora: «¿No sabes tú, no has aprendido, que Yahwéh es Dios eterno, que creó los confines de la tierra sin fatigarse ni cansarse?» (Is 40,28). El judaísmo posterior al destierro considera el d. sabático como el principal de los preceptos y extrema sus consideraciones sobre las normas de observarlo. Jesús proclamará que el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado (Me 2,26; cfr. Lc 13,15; lo 5,19 ss.).
     
      Descanso del peregrinar: la tierra prometida. En la historia de Israel se da un punto de referencia: Canaán (v.), la tierra de la peregrinación de los Padres (Abraham, Isaac y Jacob). Ella es el objeto de la promesa (Gen 12,1.7). Durante la larga peregrinación del desierto, pasando por tierras que no son suyas, apunta la idea de una tierra poseída en propiedad de la que no puedan ser expulsados, la tierra prometida. El Deuteronomio tiene una mística de esa tierra. Ella es el reposo que Dios dará a su pueblo (Dt 25,19). Ella es la tierra que Yahwéh ha elegido para hacer el templo, morada de su nombre (Dt 12,5.11.18). Pero, instalados en la tierra, los enemigos siguen acosando. El reposo es ahora concebido como un d. de los enemigos: «te daré descanso de todos tus enemigos» (2 Sam 7,11). Después del destierro (v. DIÁSPORA), de nuevo la tierra de Israel se presenta como el lugar donde Dios traerá a su pueblo para reposar después del castigo (ler 31,2 ss.). Dentro de la tierra prometida es Jerusalén (v. JERUSALÉN II) el lugar del descanso de Dios: «ten piedad de Jerusalén, ciudad de tu descanso» (Eccli 36,15); «Este será pata siempre mi descanso-Sión» (Ps 132,14); «Levántate, Señor Yahwéh, al lugar de tu descanso» (2 Par 6,41).
     
      Descanso del alma en Dios y en su ley. El alma israelita, fatigada por las miserias de esta vida: persecución (Ps 55,8), pruebas (Ps 66,12), desalientos ante su nada (Ps 39,14), ha levantado sus ojos a Dios (Ps 123,1). El Salmo 23 describe a Dios como pastor (v. BUEN PASTOR) que lleva sus ovejas a reposar (cfr. Ez 34,12-16; Is 40,10; (Soph 3,13). Las aguas de Ps 23,2 son, sin duda, las aguas de la ley (cfr. Ps 1,2-3). El Ps 16,9 presenta la muerte como reposo y seguridad, pero en Dios, lo cual llena de esperanza el alma del salmista. Estos sentimientos de los salmistas son un eco de aquella paz del alma que encuentra jeremías en la búsqueda y seguimiento del camino de la salvación (6,16).
     
      Cristo, descanso de las almas. En Mt 11,28 ss., tenemos un famoso logion (v. ÁGRAFA Y LOGUIA DE Jesús) de Cristo en que invita a venir a Él a todos los fatigados y cansados, con la promesa de que encontrarán reposo para sus almas: «Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga ligera». En el texto subyace, sin duda, la figura de la Sabiduría, que en el judaísmo se presenta prometiendo la paz a sus discípulos. Pero el judaísmo ha resultado una carga pesada, un yugo. Cristo, manso y humilde de corazón, promete a los suyos la paz esperada y no encontrada.
     
      La fe, entrada en el descanso del N. T. El autor de la carta a los Hebreos, para exhortar a los destinatarios a la confesión de la fe, aduce el texto de Ps 95,7 ss., haciendo una aplicación del mismo al momento actual (Heb 3,7 ss.). Los israelitas, por no creer en la Palabra de Dios, no entraron en el d. (la tierra) prometido, sino que perecieron en el desierto. Pero la promesa de entrar en el d. permanece; el hoy de la Palabra de Dios subsiste. «Entramos, pues, en el descanso los que hemos creído» (4,3). Este d. es, sin duda, el N. T., del que es Pontífice Jesús el Hijo de Dios, que penetra los cielos (4,14).
     
      El descanso del cielo. El Apocalipsis presenta el cielo como el lugar del «reposo definitivo». A los que han muerto en el Señor se les da como suerte «reposar de las fatigas, porque sus obras les acompañan» (14,13). En realidad, el gran don del N. T., la vida eterna, es descrita por el cuarto evangelio como un saciar la sed con el agua viva que es Cristo (lo 4,14) y un saciar el hambre con el pan de vida que da la inmortalidad (lo 6,35.51). Con otras palabras el Apocalipsis presenta el d. del cielo como cesación de la inseguridad de nuestro vivir: «Y enjugará las lágrimas de sus ojos y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado» (21,4); «al que tenga sed le daré gratis de la fuente de agua viva» (21,6); «La ciudad no había menester de sol ni de luna que la iluminasen porque la gloria de Dios la iluminaba, y su lumbrera era el Cordero» (21,23). Jerusalén, la ciudad del reposo de Dios (Ps 132,14), meta de todas las peregrinaciones del alma israelita, se convierte ahora, renovada (la Nueva Jerusalén), en el lugar del reposo definitivo en la visión y contemplación de la gloria de Yahwéh (Apc 21,10; cfr. 1 lo 3,2; v. CIELO 11).
     
      S. Agustín describe el cielo como el gran sábado que no tendrá tarde. Este sabatismo es la culminación de los seis días (edades del mundo) en que divide la historia universal: 1) Desde Adán al diluvio. 2) Desde el diluvio hasta Abraham. 3, 4 y 5) Desde Abraham hasta Cristo (tres edades, cada una con generaciones, contadas por el evangelista S. Mateo). 6) Ahora transcurre la sexta. 7) Tras ésta, Dios descansará y nos hará descansar en Sí, a nosotros que seremos el día séptimo. «Allí descansaremos y veremos; veremos y amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí la esencia del fin sin fin» (De civitate ~Dei, 22,30).
     
     

BIBL.: F. CUMONT, Lux perpetua, París 1949; 1. DANIÉLOU, Le dimanche comme huitiéme jour, en Le Dimanche, París 1965, 61-89; A. M. DUBARLE, La signilieation religieuse du Sabbat dans la Bible, en ib. 43-60; A. FEUILLET, La demeure céleste et la destinée des chrétiens, «Recherches de science religieuse» (1956) 161-192; 1. FRANKOWSKI, Requies, Bonum promissum populo Dei in V. T. et in Judaísmo (Hebr 3, 7-4, 11), «Verbum Domini» 43 (1965) 124-149; 225-240; X. LÉON-DUFOUR, Reposo, en Vocabulario de Teología Bíblica, Barcelona 1966, 680-682; H. LESÉTRE, Repos, en DB V,1049-1050; I. M. RAMÍREZ, De hominis beatitudine, tractatus theologicus, Madrid 1943-47; O. SKRZYPCZAK, Sábado, en Enc. Bibl. 6, 288-295; A. STUIBER, Regrigerium interim, Bonn 1957; O. BAUERNFEIND, Anapauo, en TWNT 1,352 ss.

 

D. MUÑoz LEEN.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991