DEMANDA, TEORÍA DE LA


El enfrentamiento de la oferta y la d. en el mercado permite la determinación del precio y la asignación de los recursos. Por d. de un bien o servicio suele entenderse la cantidad del mismo que un sujeto o comunidad están dispuestos a adquirir, como máximo, a cada uno de sus precios posibles. Este concepto, estrictamente hablando, es el de «tabla de d.», equivalente al geométrico de «curva de d.». Hay que distinguirlo del de «cantidad demandada», o sea, del número de unidades del bien en cuestión que se demandan a un precio dado, del mismo modo que conviene distinguir los cambios en la cantidad demandada al variar el precio (desplazamiento a lo largo de una curva de d. dada), de los cambios en la cantidad que se demanda al precio vigente anteriormente (desplazamiento de toda la curva). Conviene distinguir también entre la d. de un sujeto, la del mercado (esto es, la de todos los compradores del mismo) y la de una empresa (porción de la d. del mercado que se dirige a ella).
     
      Se llama «d. compuesta» a la adición de las distintas d. de un bien para diferentes usos (p. ej., la de uva para vino, para consumo en fresco, para uvas pasas, etc.). La «d. conjunta» es la de bienes complementarios, entendiendo por tales aquellos en los que el uso o consumo de un bien exige, normalmente, el del otro. Se puede hablar, por ej., de la d. conjunta de gasolina y automóviles, o de la de platos de café, tazas y cucharillas. Cuando un bien es necesario para la producción de otro, se dice que la d. del primero es «derivada» de la del segundo. La d. de los factores productivos es, pues, una d. derivada. Los factores pueden ser también complementarios entre sí (p. ej., los trabajadores que manejen las máquinas) o sustitutivos. Dos bienes (en sentido amplio) son sustitutivos cuando la d. de uno excluye la del otro (p. ej., las máquinas que sustituyen a los obreros). Cuando dos bienes o factores no son complementarios ni sustitutivos, se llaman independientes. Hay que tener presente que la complementariedad o sustitución no son fenómenos absolutos, sino relativos, que admiten grados.
     
      De lo dicho se deduce que, al aumentar la d. de un bien, se aumentará también, habitualmente, la d. derivada de los factores necesarios para producirlo; esta mayor d. de factores implicará una mayor d. conjunta de los factores complementarios utilizados, y, posiblemente, una d. menor de los factores sustitutivos.
     
      Determinantes de la demanda. La d. de un bien por parte de un sujeto suele depender del precio del bien en cuestión, del de los otros bienes (particularmente de los complementarios y sustitutivos), de la renta del sujeto, de sus gustos y preferencias, de la riqueza de que disponga, de sus expectativas, etc. Los factores que influyen en la d. de un mercado son, habitualmente, los mismos, referidos en este caso a la colectividad. El precio del bien en cuestión es entonces menos relevante; la renta viene determinada por el tamaño de la población, su renta global y la distribución de la misma; también en cuanto a la riqueza es relevante su reparto entre todos los sujetos. La d. que se dirige a una empresa dependerá principalmente del número de vendedores con los que compita, del grado de diferenciación o dispersión de la producción entre los diversos vendedores, del número de compradores, etc. (V. MERCADO).
     
      Demanda y precio. Entre las variables que influyen en la d. de un bien, se suele poner mayor énfasis en el precio del mismo. De una manera simplificada, y suponiendo invariados los demás elementos, se suele considerar que la d. de un bien es función de su precio. Es ésta una relación decreciente, esto es, al aumentar el precio disminuye la cantidad demandada. Esto es un hecho de experiencia, de muy amplia comprobación, que constituye la llamada «ley de la d.» o «ley del decrecimiento de la cantidad demandada». A nivel agregado, se suma la menor d. de cada sujeto con la reducción del número de compradores, al aumentar el precio; al disminuirlo ocurre lo contrario.
     
      La reacción de la cantidad demandada ante variaciones del precio será más o menos intensa según sea la elasticidad-precio de la d. (v. ELASTICIDAD). Cuando la d. es rígida, grandes variaciones del precio llevarán a pequeños cambios en la cantidad demandada; cuando la d. sea elástica ocurrirá lo contrario. El ingreso del vendedor (producto del precio por la cantidad) crecerá al disminuir el precio, si la d. es elástica (o sea, el aumento en el número de unidades vendidas compensará sobradamente el menor ingreso por unidad); permanecerá igual si la elasticidad es unitaria, y disminuirá si la d. es rígida. La elasticidad de la d. de un bien respecto de su precio dependerá, principalmente, del número y proximidad de los sustitutivos que este bien tenga, así como de la porción de su renta que los sujetos dediquen al mismo. La sal es un producto de d. rígida, porque no tiene sustitutivos próximos y porque absorbe una proporción mínima de la renta de las familias; sin embargo, los ladrillos tienen una d. elástica en la construcción, porque tienen bastantes sustitutivos próximos (piedra, hormigón, acero, prefabricados, etc.) y porque su importe es una proporción no despreciable del coste del edificio.
     
      Por su parte, la d. de factores productivos será tanto más elástica cuanto más lo sea la d. del bien en cuya fabricación intervienen, cuanto más lo sea la oferta de otros factores, cuanto más elevado sea el número de sustitutivos que tenga (o sea, cuanto menos esencial sea el factor en cuestión) y, probablemente, cuanto menor sea su parte en el coste total del producto.
     
      Gráficamente, llevando sobre el eje de abscisas la cantidad demandada y sobre el de ordenadas el precio, la curva de d. será decreciente de izquierda a derecha; es decir, su elasticidad será negativa. Sin embargo, existe un caso en que la d. puede crecer al hacerlo el precio: cuando un bien ocupa una porción muy grande de la renta de un sujeto (caso de ciertos alimentos en países de baja renta), un aumento en su precio supone una reducción tal en el poder de compra, que obliga a prescindir de otros bienes menos necesarios y a aumentar el consumo del bien en cuestión (efecto o paradoja de Giffen).
     
      Demanda y renta. Se supone que la d. de un bien por un sujeto crece al crecer su renta y, a nivel global, que dicha d. crece también al crecer la renta de la comunidad o al redistribuirse ésta en favor de los mayores consumidores del mismo. Sin embargo, esta relación entre renta y cantidad demandada es mucho menos firme que la citada anteriormente entre d. y precio. Se llaman «bienes normales» a aquellos cuya d. crece al crecer la renta, e «inferiores» a los que se compran en menor cantidad cuando la renta se eleva. Los bienes normales tienen una elasticidad-renta positiva, y los inferiores la tienen negativa.
     
      A su vez, la elasticidad-renta de la d. de bienes normales puede ser mayor o menor que la unidad. Se suelen llamar «bienes de primera necesidad» a aquellos cuya d. es rígida respecto de la renta, y «bienes de lujo» a los que la tengan elástica. De acuerdo con esta clasificación, las joyas serán un bien de lujo, porque se demandan en cantidades crecientes al aumentar la renta; los alimentos en general se demandarán en cantidades decrecientes mayores al crecer la renta, calificándose como bienes de primera necesidad; por último, ciertos alimentos (como los garbanzos y el pan, en España) se demandarán en menor volumen al crecer la renta, entrando en la categoría de bienes inferiores. Por supuesto, ciertos bienes pueden ser considerados como inferiores en ciertas comunidades, épocas y niveles de renta, y como normales en otros. Igualmente, algunos bienes pueden ser de lujo para rentas bajas (lujo relativo) y de primera necesidad para rentas elevadas (tal sería el caso de los cigarrillos), en tanto que otros tendrán un comportamiento uniforme para cualquier nivel de renta.
     
      El estadístico alemán Engel formuló la ley que lleva su nombre, de acuerdo con la cual la d. de artículos alimenticios decrece, proporcionalmente, al aumentar la renta. Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado y comprobado. Otros componentes del gasto de las familias se comportan de manera similar: los gastos de vivienda, calefacción, alumbrado, etc., suelen ser también de primera necesidad. Por su parte, los gastos culturales, de diversiones, viajes, etc., suelen comportarse como bienes de lujo.
     
      Demanda y precios de los demás bienes. Los precios de los demás bienes tienen, obviamente, influencia en la d. de uno determinado. Ello se debe, en primer lugar, a que las variaciones en los mismos alteran inversamente el poder adquisitivo del sujeto, esto es, el valor real de su renta y de su riqueza. Sin embargo, nos interesa ahora más directamente el efecto sobre la d. de un bien del cambio en el precio de otro.
     
      Hemos hecho notar que la subida del precio de un bien reducirá, normalmente, su d. De ahí se deduce que la d. de los bienes complementarios al mismo se verá también disminuida, en tanto que crecerá la de sus sustitutivos. Para la medición del carácter complementario, independiente o sustitutivo de dos bienes y, por tanto, de las efectos derivados del cambio en el precio de uno sobre la d. del otro, se utilizan las «elasticidades cruzadas» (V. ELASTICIDAD). La elasticidad cruzada de un bien respecto del precio de otro mide el aumento o disminución relativo de la d. del primero al variar el precio del segundo. Cuanto más próxima a infinito sea la elasticidad cruzada (positiva), tanto mejores sustitutivos serán los bienes comparados, y cuanto más próxima a menos infinito (negativa), tanto mejores complementarios resultarán. Para valores próximos a cero, ambos bienes son independientes.
     
      Por supuesto, la delimitación de qué es un bien afectará a las relaciones de complementariedad y sustitución respecto de los otros, y, por tanto, a la elasticidad-precio de su propia d. Los refrescos de la marca X tienen, p. ej., como sustitutivos a los refrescos de todas las demás marcas, así como al café, a los helados, etc., en tanto que los refrescos, en general, sólo tienen la competencia de estos últimos. Por ello, la d. de «refrescos marca X» será mucho menos rígida que la de «refrescos» en general. Por un razonamiento parecido podemos concluir que la d. de productos de una empresa será más elástica que la de todo el mercado.
     
      Otros determinantes de la demanda. La riqueza de un sujeto influye en su d., tanto por ser la fuente de su renta, como por ejercer ella misma un efecto directo sobre dicha d., que se hará sentir más en la d. global de un Sujeto (v. CONSUMO i) que en la de un producto determinado. Los gustos y preferencias ejercen un influjo importantísimo sobre la d. Dependen de la edad, raza, sexo, composición familiar, tradiciones, cultura, religión, educación, etc., y son enormemente variables de un sujeto a otro, haciendo que sus curvas de d. sean muy distintas, lo cual implica comportamientos muy desiguales para las mismas rentas y precios. Merecen especial mención los gustos pasajeros (moda) y la interdependencia de los gustos entre sujetos diferentes, que lleva a la imitación en el consumo (efecto demostración). Mencionemos, por último, las expectativas de los sujetos (acerca de su renta futura, de los precios futuros, etc.), que modificarán también su comportamiento como demandantes; estas expectativas se forman, frecuentemente, según la experiencia pasada del sujeto. También suele influir en la d. de un momento determinado el nivel de consumo logrado en el pasado.
     
      V. t.: CONSUMO 1; ELASTICIDAD; LIQUIDEZ; MARSHALL, ALFRED; MARKETING; MERCADO 1, 1; PODER ADQUISITIVO; PRECIO; PREVISIÓN ECONÓMICA; UTILIDAD; VALOR, TEORÍA DEL.
     
     

BIBL.: R. G. LIPSEY, Introducción a la economía positiva, 3 ed. Barcelona 1969, cap. 7, 10, 11, 14 y 16; P. A. SAMUELSON, Curso de Economía moderna, 16 ed. Madrid 1968, cap. 4 y 19-21; A. MARSHALL, Principios de Economía, Madrid 1948; J. CASTAÑEDA, Lecciones de teoría económica, Madrid 1968, lec. 14-18; M. FRIEDMAN, Teoría de los precios, Madrid 1966, cap. 2; G. J. STIGLER, La teoría de los precios, Madrid 1968, cap. 3 y 14; S. WEINTRAUB, The Foundations of the Demand Curve, «American Economic Rev.» XXXII (septiembre 1942) 538-552; E. J. WORKING, ¿Qué demuestran las funciones estadísticas de demanda?, en G. J. STIGLER y K. E. BOULDING (ed.), Ensayos sobre la teoría de los precios, 3 ed. Madrid 1968, 91-108; H. SCHULTZ, The Theory ano Measurement of Demand, Chicago 1938; G. J. STIGLER, Notes on the History of the Giffen Paradox, «Journal of Political Economy», XL (abril 1947) 152-156; J. AITCHISON y J. A. C. BROWN, A Synthesis of Engel Curve Theory, «Rev. of Economic Studies» XXII (1954), 35-46. En G. J. STIGLER y K. E. BoULDING (ed.), o. c., 490-495, puede verse bibl.

 

ANTONIO ARGANDOÑA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991