DEFINICIÓN


Definir es poner en claro los límites, acotar, apartar, determinar algún concepto. Es una de las tareas fundamentales de cualquier labor científica o filosófica. Sin embargo, no hay acuerdo, ni mucho menos, sobre qué es lo que se hace al definir. Eso se debe a que el concepto de d. depende remotamente del concepto de realidad y más próximamente del concepto que se tiene acerca de cómo la mente humana alcanza la realidad. Por tanto, al lado del esquema clásico de la d. hay que examinar las controversias y debates más recientes.
     
      1. División de la definición. La filosofía tradicional dice que la d., la división (v.) y la argumentación (v.) son los modos de saber. La d. es una proposición que manifiesta algo desconocido o aclara algo confuso. Es, según Juan de S. Tomás, «oratio naturam re¡ aut termini significationem exponens». La d. de un significado, al explicitar ese contenido inteligible, emplea un término complejo como su expresión, lo cual es lo mismo que decir que dar un sinónimo no es igual que definir. En la tradición más pura, la d. se hace mediante el género próximo y la diferencia específica: es decir, se delimita una especie o clase de objetos por referencia al marco en el cual se coloca esa especie y, a la vez, por referencia a la peculiaridad que distingue a tal especie dentro de aquel marco.
     
      La d., puede ser nominal o real, según exprese el significado de una palabra o la naturaleza de la cosa respectivamente. Una d. nominal puede ser etimológica, o menos propiamente, por sinónimo, la d. nominal como tal, no dice nada de la cosa.
     
      La d. real da un concepto claro de la cosa, por sus principios. Esos principios pueden ser intrínsecos o extrínsecos. Una d. extrínseca explica la cosa por su causa eficiente o final: «Un reloj es una máquina que se usa para saber la hora», señala la causa final del reloj; «un pantano es un lago hecho por el hombre», aduce como causa eficiente al hombre. La d. es genética cuando explica cómo ha surgido la cosa a partir de su causa eficiente, p. ej., el cono es el cuerpo engendrado por un triángulo rectángulo al girar sobre un cateto. A veces, por el uso de las explicaciones genéticas, se cae en la falacia de reducir las cosas a sus orígenes, bien desde el punto de vista de la causa eficiente, bien desde el punto de vista de la causa material: p. ej., cuando se entiende todo fenómeno afectivo como sexual o se dice que un árbol no es más que el agua y el suelo que ha usado en crecer.
     
      La d. real intrínseca puede ser esencial o descriptiva. Una d. esencial enuncia los principios constitutivos de la esencia, bien físicos, bien metafísicos. Las partes físicas de algo son su materia y forma, p. ej., el hombre es un compuesto de cuerpo y espíritu. La d. esencial metafísica enuncia partes que no existen separadas en la naturaleza pero que son precisamente expresadas por el género próximo y la diferencia específica, p. ej., el hombre es un animal racional.
     
      La d. metafísica esencial consta del género próximo y la diferencia específica. Evidentemente no puede definirse de este modo lo que no está dentro de un género (p. ej., los predicamentos o géneros supremos aristotélicos), ni lo individual, por carecer de diferencia. El ser no puede definirse de ningún modo, pues ni siquiera es un género. Evidentemente no puede intentarse definirlo todo, porque se caería en círculo; algunas nociones deben admitirse como primitivas.
     
      La d. real descriptiva no presenta la esencia por sus principios constitutivos, sino por cosas que dependen de la esencia o que se suman a la esencia y que sirven para destacarla de todas las demás cosas. Una descripción puede ser por un proprium. (La propiedad, o propio entendido como predicable, es algo que sigue siempre o necesariamente a una esencia determinada y sólo a ella, como la risibilidad sigue a la racionalidad humana, en el ejemplo tradicional). También la d. descriptiva puede constar de un grupo de accidentes que uno por uno se encuentran en otras cosas, pero que todos juntos sólo se hallan en la esencia que se trata de definir, como, p. ej., «bípedo implume», en el caso del hombre.
     
      2. Leyes de la definición. La d. no puede ser ni más amplia ni más estrecha que lo definido. Es decir, que tiene que ser convertible con lo definido. No se puede definir el ocelote como «un felino», ni decir sin más que un sabio es «un profesor de filosofía».
     
      La d. debe ser más clara que lo definido. Un pensador de habla inglesa definió al conservadurismo más o menos como «el paradigma de las esencias hacia el cual tiende la sociedad».
     
      Lo definido no debe entrar en la d. De lo contrario tenemos una d. circular. Sería d. circular decir es «culpable» quien ha incurrido en culpa respecto de las normas morales o legales.
     
      La d. no debe ser negativa, porque no explicaría lo que la cosa es. Así, p. ej., es verdad decir que un europeo es un hombre que no es ni asiático, ni africano, ni americano, ni de Oceanía, pero no es la manera más eficaz de explicar qué es un europeo; todavía podría confundirse con un marciano. A veces, sin embargo, no podemos definir las cosas de otra manera. Es sabido que algunos teólogos insisten en la vía negativa como mejor medio de conocer a Dios. En un terreno más sencillo, la única manera de definir a una soltera parece ser «mujer no casada». Es decir, que hay conceptos que son de por sí indefinidos o, incluso, negativos. La d. debe ser breve. Este requisito es relativo, pero la excesiva complicación quitaría claridad a la d.
     
      La d. es buena o mala según obedece mejor o peor a las leyes aunque el mero cumplimiento formal de las leyes no garantiza que la d. sea verdadera, lo que es cometido de las ciencias particulares.
     
      3. Debate moderno. Muchos lógicos actuales no aceptan ni las reglas de la d. ni la anterior división de la d. Debe decirse, de todas formas, que no todas las reglas son de la misma importancia. Mientras alguna d. puede ser negativa (p. ej., lo profano es lo no-sacro), ninguna debe ser circular. Por otra parte, las raíces de la controversia actual son más antiguas. Si se es nominalista o conceptualista (v. CONCEPTUALISMO; NOMINALISMO; OCKHAM) no se buscan especies para definirlas porque se cree que no las hay. En este caso toda d. es nominal.
     
      No hay una terminología uniforme entre los modernos, pero intentaremos mencionar algunas maneras más comunes de definir. Naturalmente hay lógicos contemporáneos que, como los medievales, mantienen que algunas d. son nominales mientras que otras son reales. El debate surge al afirmar que únicamente son d. las reales o que toda d. es meramente nominal.
     
      En este sentido, por tanto, se puede distinguir entre quienes creen que la d. alcanza la esencia, como Sócrates, Platón, Aristóteles, los racionalistas, Hegel y los fenomenólogos. Otros sostienen que la d. es meramente arbitraria o prescriptiva: Éstos incluyen a Hobbes (v.), Russell (v.), W. V. Quine y Rudolf Carnap (v.). Otros sostienen que la d. es meramente conceptual o lingüística: entre éstos se cuentan Guillermo de Ockham, John Stuart Mil] (v.), G. E. Moore, y otros.
     
      Una versión extrema del esencialismo es la platónica, donde se supone que las cosas son copias de algún arquetipo. Esta teoría incurre en dificultades metafísicas, que Aristóteles intentó evitar, insistiendo en que (a esencia o forma es intrínseca a la cosa. Más tarde la escolástica intentó una síntesis afirmando a la vez que la forma es intrínseca, pero que es reflejo de una idea divina. Desde el punto de vista lógico, la teoría platónica del arquetipo hace muy fácil la comprehensión del acto de definir. Si se rechaza esta explicación por encontrar errónea su base metafísica, se puede llegar al extremo opuesto: esto es lo que en efecto hace Russell al pasar de un idealismo o platonismo juvenil a un voluntarismo o nominalismo maduro. El definir sería entonces estipular o prescribir arbitrariamente el sentido de una palabra. No habría, según el nominalismo, nada real que se pueda definir ya que toda la realidad es singular. En este caso, la d. no sería nunca verdadera o falsa sino en todo caso coherente. Finalmente, algunos autores afirman que definir es explicar el significado que una palabra posee, que se desea dar en un contexto (p. ej., cuando se da un sentido específico y más o menos nuevo a un vocablo dentro de una discusión filosófica).
     
      A veces, como en la ética de G. E. Moore, hay matices esencialistas. Se supone que al hablar de cómo la gente emplea el vocablo bueno se arrojará alguna luz sobre la bondad. Esta posición, sin embargo, nos remite al esencialismo. Si se pretende mantener la tesis puramente lingüística, se choca con la experiencia común de que hay veces en que definimos la realidad por referencia a cosas, la realidad -definimos vaca por las características que realmente poseen las vacas- y, si descubriésemos en ellas algo nuevo, cambiaría la d. De forma que parece ser que al menos algunas d. son reales.
     
      4. División moderna. Hay por lo menos nueve maneras de definir que se admiten en la lógica y los trabajos científicos modernos:
     
      1. La d. lexicográfica o convencional. Aun cuando no nos decidamos sobre su valor metafísico ni mantengamos, con los analistas lingüísticos, que agota nuestras posibilidades de definir, es evidente que algunas d. son información simplemente sobre el estado actual del idioma, sobre la manera o maneras en que la gente suele usar una palabra. Pero esto abre varias cuestiones: ¿esos hábitos normales de la gente dependen de la realidad o podemos definir simplemente con relación a otras palabras? Es evidente que el diccionario no es el lugar donde se decide estas cuestiones. En un diccionario del año 1900 tan d. era la de éter, que cayó en desuso poco después, como la de caballo que sigue igual.
     
      2. La d. estipulativa. En trabajos especializados, se suele estipular que algunas palabras recibirán un sentido especial dentro de la discusión. A veces se crea un neologismo para referirse a un concepto nuevo o más preciso que los anteriormente usados. Sustancia entre los filósofos suele recibir una d. más limitada y hasta cierto punto diferente de lo que tiene en el lenguaje común.
     
      3. D. por sinónimos: donde se nos informa que una palabra quiere decir lo mismo que otra: celtíbero quiere decir español; lusitano quiere decir portugués. La d. por sinónimos es el caso más puro de d. verbal.
     
      4. D. ostensiva señala o define enseñando o apuntando. Se define árbol para un niño indicando un árbol o varios árboles.
     
      5. La d. denotativa. Similarmente se puede citar un ejemplo (aunque no se indique algo físicamente): «Ser justo es pagar las deudas a tiempo». La d. denotativa echa mano de la extensión de un concepto igual que la ostensiva, pero la denotativa vale para objetos no materiales.
     
      6. La d. connotativa o analítica. Explica cuáles son las características esenciales de algo. Incluye a la d. esencial clásica. Pero d. analítica sería también la clasificación biológica o, incluso, la d. del oro como «metal maleable amarillo». Se discute si las d. biológicas son estrictamente esenciales en el sentido en que lo es la d. clásica de hombre: «animal racional».
     
      7. La d. sistemática. Da el significado de un término dentro de un sistema, es decir, exclusivamente por su contexto. Esta d. ha sido muy estudiada, ya que se usa en algunos sistemas lógicos, notablemente en los sistemas puramente formales. En este sentido, se relaciona el signo de implicación con los signos de alternación y de negación, sin necesidad de dar significado a éstas. Pero también la tabla de los elementos constituye un sistema; agua, dentro de ese sistema, se define como H2O.
     
      8. La d. genética. Como se mencionó arriba, hace referencias al origen. Una estalagmita es un depósito de carbonato cálcico hecho por el agua que cae del techo de una caverna. En los saberes técnicos tienen gran importancia las d. genéticas.
     
      9. La d. operacional. Reduce una cualidad a una operación o acción, p. ej., la temperatura se relaciona con el termómetro, o sea la expansión del mercurio. La longitud se relaciona con la operación de medir por medio de un metro. En física, según algunos filósofos, el electrón no es más que un trazo en una placa fotográfica (V. CARNAP; NEOPOSITIVISMO). Este último ejemplo revela toda una postura filosófica, ya que se puede entender que las d. de la ciencia son meramente operacionales; en ese caso, no tendrían sentido los conceptos teoréticos, excepto en la medida exacta en que se reducen a fenómenos directamente observables; no serían entidades las que no son observadas (como electrón, onda, etc.) sino algo como una técnica de ayuda a la memoria, un mecanismo de contabilidad para organizar nuestras observaciones sensoriales.
     
      Algunos autores, como Bochenski, simplifican esta división distinguiendo entre d. sintácticas, semánticas y reales. Las sintácticas se dividen en d. directas, implícitas, recursivas y por medio de un sistema axiomático. Las d. semánticas son o sintéticas (creadoras) o analíticas (lexicográficas).
     
      Las d. directas son las reglas por las cuales se puede sustituir una expresión por otra. Las d. implícitas son leyes donde el definiendum aparece en el seno de una proposición, especificando a continuación exactamente cuándo esa proposición es verdadera. En el ejemplo de Bochenski, «un hombre es heroico exactamente cuando realiza acciones que son moralmente buenas, muy difíciles y sumamente peligrosas»; ésta es una d. implícita de heroico -dando por conocidas las restantes palabras-Una d. es recursiva cuando consta de una serie de proposiciones, cada una de las cuales hace referencia a las anteriores. Una d. se realiza por medio de un sistema axiomático cuando depende de una serie de proposiciones independientes entre sí, bien directa, bien mediatamente. En este caso, el sentido de un signo depende de todo su contexto.
     
      La d. semántica no es una abreviatura como la sintáctica. La d. semántica analítica explicita un sentido ya dado de un signo. La d. semántica sintética da un sentido nuevo. Estas d. semánticas pueden tomar cualquiera de las cuatro formas ya mencionadas en conexión con las sintácticas.
     
      Bochenski habla de cuatro tipos de d. reales (algunas de las cuales ya mencionamos). Son la determinación de la esencia, de la causa, de las leyes de algún campo del saber y el análisis de un contenido. No se suele hablar de esencia fuera de la filosofía. Las restantes especies de d. real se encuentran en las ciencias.
     
      5. Discusiones verbales. A veces se suele restar importancia a alguna disputa diciendo que es una lis verborum, una mera discusión de palabras. Aun en el caso de no haber discusión real, puede ser importante aclarar el sentido de las palabras. Puede, sin embargo, existir la tentación de reducir toda discusión a cuestión de palabras, lo cual parece exagerado.
     
      Alguna vez incluso se puede cometer el sofisma de intentar ganar una discusión convirtiéndola en una cuestión verbal para definir las palabras de acuerdo con la posición propia. Así, p. ej., si al discutir las condiciones de la guerra justa alguien dijera «yo llamo justa exclusivamente a la guerra defensiva», con lo cual resolvería por d. uno de los puntos principales del debate.
     
      Según algunos neopositivistas, como Rudolf Carnap, los conceptos lógicos se definen por estipulación, es decir, por decisión, igual que se establecen las reglas de un juego. En este caso no habría problemas filosóficos reales, pero tampoco cabría discutir los verbales, ya que las d. serían de libre albedrío. Sólo cabría evitar la inconsistencia.
     
     

BIBL.: I. M. BOCHENSKI, Los métodos actuales del pensamiento, Madrid 1958; L. E. PALACIOS, Filosofía del saber, Madrid 1962; A. PFÁNDER, Lógica, Madrid 1933; J. STUART MILL, Sistema de lógica, Madrid 1937; R. ROBINSON, Definition, Oxford 1964; J. GREDT, Elementa Philosophiae Aristotelico-Thomisticae, 1, Barcelona 1953; H. L. SEARLEs, Logic -and Scientific Method, Nueva York 1956; R. ABELSON, Definition, en The Encyclopaedia of Philosophy, 2, 1967, 314-320; J. D. CARNEY y R. K. SHEER, Fundamentals of Logic, Nueva York 1964; J. DE S. TOMÁS, Ars Lógica, libro 2 de las Summulae, III, q. IV, 1,2.

 

JAMES G. COLBERT, IR.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991