CORINTIOS, EPÍSTOLAS A LOS


San Pablo (v.) visitó por primera vez Corinto (v.) entre mayo del a. 51 y mayo del a 52, durante su segundo viaje apostólico. Es el momento de la fundación de la iglesia o parroquia de Corinto (Act 18,118). Al principio de su tercer viaje Pablo dirige a los c. una carta (1 Cor 5,9: «Os escribí en mi carta...») que se ha perdido y que suele llamarse «precanónica». Establecido en Éfeso (v.) escribe la carta que conocemos bajo el nombre de Primera Epístola a los Corintios (1 Cór), nacida del deseo de Pablo de poner remedio a la situación que atormentaba la parroquia corintia.
      Situación de la iglesia corintia. San Pablo llegó a conocer la situación en que se encontraba la iglesia de Corinto, en primer lugar, por las informaciones que le proporcionaron «las gentes de Cloe» (1 Cor 1,11): a) que la comunidad cristiana se encontraba dividida, reclamándose unos de Apolo, otros de Pedro, otros de Pablo e incluso tal vez un cuarto grupo del mismo Cristo; b) que la carta «precanónica» había sido mi¡] interpretada: por error o por malicia habían visto en esta carta de Pablo una orden de evitar toda relación con los paganos de mala vida, y encontraban esta medida excesiva y exagerada en una ciudad tan corrompida; c) que se recurría a los tribunales paganos para arreglar las disputas entre cristianos; d) la emancipación del cristiano respecto a la ley de Moisés predicada por Pablo, había sido interpretada por algunos como independencia de toda ley: «todo me está permitido» (1 Cor 6,12 ss.) era su principio de acción, lo que conducía a la más espantosa corrupción.
      Esta información hizo comprender a Pablo el peligro que corría la comunidad corintia. Cuando ya se disponía a escribir, una delegación de la misma iglesia le trajo una carta (cfr. 1 Cor 7,1) en que la comunidad le consultaba sobre los asuntos siguientes: a) diversos problemas sobre el matrimonio y la virginidad; b) sobre los «idolotitos» o carnes inmoladas a los ídolos. Una parte de la carne de los animales sacrificados a los ídolos era vendida en el mercado. Era, pues, ordinario que un cristiano se encontrase con toda clase de carnes en los banquetes. ¿qué debía hacer?, ¿comerla?, ¿era eso un acto de idolatría?, ¿no comerla?, entonces las relaciones sociales con los conciudadanos no cristianos se hacían imposibles; c) sobre la importancia de los carismas (v.), ¿qué carisma es el más importante?Probablemente informado por la misma delegación, o a través de otros medios, Pablo llegó al conocimiento de nuevos abusos: a) la manera de comportarse las mujeres en las asambleas religiosas; b) desórdenes introducidos en la celebración de la Cena del Señor; e) algunas dificultades acerca de la resurrección de los muertos (si no era éste uno de los puntos consultados por la iglesia misma).
      Contenido de la 18 Epístola. Escrita probablemente en la primavera del a. 57, su autenticidad e integridad están fuera de duda. La carta responde a los problemas que existían en la parroquia corintia y que acabamos de enunciar. No es dogmática, como lo será la dirigida a los romanos, sino pastoral. Pablo responde a los problemas concretos que le presenta una comunidad. La solución parte siempre de principios que en la mayoría de los casos continúan siendo válidos; de ahí la actualidad y la utilidad para nosotros del escrito paulino.
      Las respuestas de S. Pablo son las siguientes: a) Las discordias partidistas son contrarias a la unidad de Cristo muerto por ellos y en cuyo nombre han sido bautizados (1,1116). La raíz del problema es una falsa apreciación del cristianismo por parte de la comunidad griega; consciente o inconscientemente se equipara a cualquiera de las sabidurías filosóficas que se exponen en el ágora de la ciudad. La sabiduría divina, que ha querido salvar al mundo por algo tan insensato como la Cruz de Cristo, confunde a la sabiduría de este mundo (1,1725); esa sabiduría ha actuado en Corinto eligiendo a los menos sabios, a los más débiles (1,2631). Pablo rehusó recurrir al prestigio de la palabra y de la sabiduría humana, presentándose como conocedor de una sola cosa: Cristocrucificado (2,14). Existe una sabiduría cristiana que es la sabiduría de Dios, muy distinta de la sabiduría humana; se adquiere con el Espíritu de Dios (2,616); supone un ahondamiento en la fe que todavía no poseen los corintios. Por eso Pablo se ha visto obligado hasta el presente a alimentarles, no con alimento sólido, sino con «leche» como a los niños (3,12). Y niños continúan siendo aún como lo prueban las discordias existentes: no han comprendido todavía la misión o papel de un apóstol. Y Pablo se lanza a explicarles lo que es el apostolado. Los apóstoles son servidores o colaboradores de Dios; no son los dueños o patronos de los cristianos: «todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (3,23; cfr. 3,323). El apóstol ha recibido todo de Dios; y Dios ha querido que el sacerdote viva despojado de todo y humillado, para evitar que los cristianos se gloríen en sus pastores (4,121) con detrimento de la Buena Nueva.
      b) Contra el incestuoso que vive con la mujer de SU padre (cap. 5) Pablo pronuncia la excomunión, que no tiene otro fin sino la corrección del culpable y su salvación eterna. Invita a la comunidad a que se deshaga del viejo fermento del pecado, porque los bautizados son ácimos inmaculados.
      c) El recurso a los tribunales paganos no debería existir, porque no deberían existir los asuntos que les nllreVCn a dar esos pasos. En efecto, los cristianos han sido lavados, justificados (cap. 6); han muerto al pecado, son miembros de Cristo (6,15) y no del pecado.
      d) La virginidad (v.) es preferible «por la necesidad presente» (7,26), «pero cada cual recibe de Dios su propio carisma» (7,7). A los casados recuerda que «la mujer no dispone de su cuerpo, sino el marido; igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer» (7,4). La indisolubilidad del matrimonio es reafirmada (7,1011 ): formula a la vez el llamado privilegio paulino (7,1215).
      e) El cristiano debe saber abstenerse de lo que es lícito, por caridad hacia los débiles (cap. 8). Esto es lo que hace Pablo: teniendo derecho a ser alimentado por la comunidad, como apóstol que es, renuncia a ese derecho v trabaja con sus manos (cap. 9). Un buen cristiano debe saber privarse incluso de lo lícito, como hacen los atletas, para conseguir la corona incorruptible (9,24 ss.). La historia de la salvación y concretamente el Éxodo nos enseñan que el hecho de ser favorecidos por Dios no es sinónimo de alcanzar irremisiblemente la meta (10,1 ss.). Aún rnás: los israelitas pecaron de idolatría y los corintios podrían pecar también de lo mismo ( 10,14 ss.).
      f) El velo de las mujeres. S. Pablo quiere que se mantenga esa costumbre como venida de Jerusalén (11,216). g) La preocupación por corregir abusos se muestra cuando habla de la celebración de la Cena (11,1734) que tenía lugar durante una comida fraternal o ágape (v.). Pero en vez de ser signo de unidad y de amor se había convertido en causa de desunión y desamor. Pablo les recuerda Cómo fue instituida la Eucaristía (v.) y la realidad de este rito.
      h) La ansiedad de los c. acerca de los carismas, que es causa de desunión, trata Pablo de calmarla enseñándoles: 1°, que todos los carismas provienen del mismo Espíritu, la diversidad procede de una fuente común y responde a las diferentes funciones de los distintos miembros del Cuerpo de Cristo (cap. 12); 211, lo importante es edificara la comunidad (cap. 14); por esta razón les habla,de la caridad (v.), superior a todos los carismas: expone su fecundidad y su influjo en la vida del cristiano, ya que dura eternamente (cap. 13).
      i) Sobre la resurrección: 1° El hecho. Negar la resurrección de los muertos (v.) es negar la resurrección de Cristo (v.) (15,13 y 16) «y si Cristo no ha resucitado, también es vacía nuestra predicación, y vacía nuestra fe» (15,14). Pero nosotros sabemos que Cristo ha resucitado y que también nosotros resucitaremos; su resurrección es la primicia de la nuestra (15,20). 2° El modo como se realizará la resurrección. Tendremos el mismo cuerpo, pero transformado; el cuerpo nacido corruptible, resucitará incorruptible, espiritual (15,4244).
      La visita «intermedia» a Corinto y la carta escrita «con lágrimas». Pablo permaneció en Éfeso unos tres años. Algún tiempo después de escrita la 1 Cor surgieron nuevas dificultades en el seno de la comunidad corintia, producidas por la predicación de los judaizantes (cfr. 2 Cor 11,22; v. JUDEOCRISTIANOS). Complicándose la situación cada vez más, Pablo aprovechó las buenas comunicaciones marítimas existentes entre Éfeso y Corinto para presentarse en la capital de Acaya. A esta visita se la suele designar como «intermedia» para distinguirla de la que narran Act 18, anterior, y de la anunciada en 2 Cor, que sería posterior.
      La visita de Pablo no produjo los efectos que el Apóstol esperaba. No redujo a los agitadores, ni se hizo con la situación; fue ultrajado y abandonó la ciudad aprisa y de mala manera. Llegado a Éfeso escribió una carta (cfr. 2 Cor 2,3.4.9.; 7,8.9.12) «con lágrimas y angustia de corazón» (2 Cor 2,4; cfr. 7,8 ss.). Sobre esta segunda carta perdida se ha especulado mucho. Nadie o casi nadie quisiera darla por perdida. Algunos creen encontrarla en los cap. 1013 de la llamada Segunda a los Corintios (2 Cor). Suelen fundarse en el cambio de tono existente en estos capítulos en relación con los precedentes; y en que el contenido de los cap. 1013 parece responder bien a la situación de la iglesia corintia en aquellos difíciles momentos de su existencia.
      Origen, autenticidad y unidad de la 2a Epístola. La 2 Cor, escrita por el a. 57, pocos meses después de la 1 Cor, nace en unas circunstancias y de unas causas que nos son prácticamente desconocidas. La autenticidad de esta carta ha sido prácticamente admitida siempre. No podemos decir lo mismo de la unidad: ¿es verdaderamente una única carta o algunos de sus capítulos formaron parte de otras cartas? Además de los cap. 1013, a los que ya nos hemos referido más arriba, suele hablarse también del cap. 9. Pero el valor de la epístola radica en los descubrimientos que el lector puede hacer del alma de S. Pablo. En medio de alusiones a acontecimientos que nos son desconocidos, fluye el brillante y vivo espíritu de un Pablo entregado completamente a la causa de Dios, surge el corazón del sacerdote que ama profundamente a sus hijos y está dispuesto a todo por asegurarles su salvación.
      En su estado actual, el único conocido por la tradición textual, la carta presenta tres partes distintas e inequívocas: parte apologética (1,127,16); la colecta por la iglesia de Jerusalén (8,19,15); parte polémica (10,113,10).
      Contenido de la 2a Epístola. La carta se abre con el tema del consuelo y del sufrimiento: unidos todos, apóstol y c., en el sufrimiento, lo estarán también en el consuelo. Esta introducción (1,311) marca la tónica de la primera parte de la epístola. Justamente ha hecho suponer una situación de sufrimiento moral de S. Pablo como situación vital en la que nace al menos esta primera parte, si no la carta entera. Pablo se encuentra ahora consolado y quisiera hacer partícipes de este consuelo a sus hijos. Siempre se ha conducido con sinceridad (1,12;2,17); la carta de recomendación y el certificado de su ministerioson los propios c. (3,13); y ésta es su confianza ante Dios (3,4). Pero no es autosuficiencia «sino que nuestra suficiencia viene de Dios» (3,5) que le ha constituido ministro de la nueva alianza; si el ministerio de la antigua alianza (v.) fue tan glorioso, qué no será el de la nueva (3,7 ss.). «Y nosotros todos, con el rostro descubierto, reflejando la gloria del Señor, nos transformamos en su imagen, cada vez con más gloria...» (3,18). «Pero tenemos este tesoro en recipientes de barro, para que se vea claramente que el poder (la fuerza) viene de Dios» (4,7). A la gloria del ministerio que proviene de Dios va unida la debilidad, la flaqueza, el sufrimiento del ministro que lleva la muerte de Jesús en el cuerpo, para que también la vida de Jesús se haga manifiesta en su cuerpo (4,10). El Apóstol reproduce el misterio de la MuerteResurrección de Cristo; como Cristo, muere para reproducir la vida en los cristianos (4,1112). «Sabemos que si se destruye esta casa terrenal en que acampamos, tenemos casa que existe por Dios, morada no hecha por manos, eterna, en los cielos» (5,1).
      En el cap. 5 se encuentra una bellísima página que es un magnífico resumen de la teología paulina: «El amor de Cristo nos apremia, considerando esto, que uno ha muerto por todos, y entonces, todos han muerto; y ése murió por todos a fin de que los que viven no vivan ya para ellos mismos, sino para el que murió y resucitó por ellos. Así, nosotros desde ahora, no conocemos a nadie según la carne... si uno está en Cristo, es nueva creación; desapareció lo antiguo, y mirad cómo ha surgido lo nuevo. Y todo viene de Dios, que nos ha reconciliado consigo por Cristo, y nos ha dado el ministerio de la reconciliación...» (5,1418). La iniciativa de la Redención (v.), que se encuadra perfectamente dentro de toda la historia de salvación (v.), proviene de Dios, el Padre. Jesús muriendo muestra su amor, o, si se quiere, su Muerte es efecto y expresión de su amor hacia' el Padre y hacia nosotros los hombres. Pero por la unión que existe entre nosotros y Cristo (lo que más tarde se llamará el Cuerpo Místico, v.), inaugurada en el Bautismo (v.), todos hemos muerto con Él y gracias a Él. Por tanto, todos tenemos que vivir para Él, es decir, cristianamente, como muertos al pecado y resucitados a la justificación (v.). Somos nueva creación; formamos parte del mundo recreado por Cristo.
      Somos espirituales, dirigidos por el Espíritu, y no carnales. A nuestra descendencia de Adán ha sustituido nuestra descendencia de Cristo. El apóstol es el embajador de Dios por medio de Cristo (5,20). El ministro de Dios se muestra tal en todas las circunstancias de la vida; esto deben comprenderlo los c. y aceptarlo (cap. 6), aceptar la situación en que se encuentran sus apóstoles (Pablo) y unidos a ellos llevar hasta el fin la santificación. Pablo parece preocupado a lo largo de toda la epístola en mostrar a los c. que la situación tan desagradable, juzgándola humanamente, en que se ha encontrado, no sólo no contradice al Evangelio, sino que es normal que el ministro de Dios tenga que pasar por esas tribulaciones. Los c. no deben sentirse humillados, sino hacer cuerpo con su Apóstol, y juntos alcanzarán la vida eterna (cap. 7).
      Con el cap. 8 empieza la segunda parte de la carta, dedicada a la colecta en pro de la Iglesia de Jerusalén. He aquí los motivos que S. Pablo aduce: 1°, «la liberalidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por amor nuestro, para que vosotros fueseis ricos por su pobreza» (8,9); 2°, «vuestra abundancia alivie la escasez de aquéllos para que asimismo su abundancia alivie vuestra penuria... no se trata de que para aliviar a los otros vosotros seáis reducidos a la miseria, sino de que haya equidad» (8,14 y 13); hábilmente apela, Pablo a un sentimiento muy griego: la igualdad; 3°, «el que escaso siembra, escaso cosecha; eJ que siembra con largueza, con largueza recogerá» (9,6); 4°, «este servicio no sólo remedia la escasez de los fieles, sino que les hace rebosar de acción de gracias a Dios, pues experimentando este suministro y la comunicación de vuestra largueza a ellos y a todos, glorifican a Dios por vuestra obediencia al evangelio de Cristo» (9,12 ss.); 5°, Pablo añade un motivo que atañe especialmente a los c.: probar a los macedonios que ha tenido razón al alabar el celo de los c. (9,25). En la Epístola a los Romanos, escrita pocos meses después desde Corinto, y refiriéndose a la misma colecta, añadirá un motivo más importante: la unión de la Iglesia; la limosna recogida entre los paganocristianos en favor de los fieles de la Iglesia de Jerusalén (de formación judeocristiana) será una prueba de la unión existente entre la Iglesia proveniente de la gentilidad y la proveniente de la sinagoga; así desaparecerá el peligro de separación entre ambas comunidades (cfr. Rom 15,2527).
      Con el cap. 10 entramos en lá parte tercera, polémica por su contenido y por los debates a que hemos aludido, que ha suscitado y suscita entre los exegetas. Si se leen con tranquilidad, se nota que en estos capítulos aparecen muchos de los temas, más o menos importantes, de la 1 Cor y de los cap. precedentes. La raíz de la polémica, o tal vez apología de sí mismo, que S. Pablo establece en esta última parte de la 2 Cor está fundada en un principio muy paulino: «... me glorío en mis debilidades, para que habite en mí la potencia de Cristo. Por eso me complazco en debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en opresiones por Cristo: pues cuando me debilito, entonces soy fuerte» (12,9 ss.). Pablo ha comprendido siempre que la acción de Cristo es verdaderamenté eficaz en las almas que se sienten débiles, pobres en el sentido del A. T.; no le han asustado por esa misma razón las persecuciones, etc., pues en todas esas debilidades humanas se manifiesta y llega a su plenitud la fuerza de Cristo. Es la paradoja cristiana. Pero los c. no lo han comprendido todavía, juzgan a lo humano, según la carne, según las apariencias; ahí está la razón de las discrepancias. Pablo se ve obligado a «gloriarse» a hablar «como un loco» y descubrirles así que también en él, Pablo, se dan toda esa serie de cosas humanamente, según la carne, tan atrayentes. Pero Pablo no se gloría de eso, revelaciones, etc., sino de la debilidad, porque es en la debilidad y no en el aparato externo, donde verdaderamente se manifiesta la fuerza del Cristo resucitado.
     
      V. t.: PABLO APÓSTOL, SAN; EPÍSTOLAS (S. E.); NUEVO TESTAMENTO.
     
     

BIBL.: Estudios introductorios : G. BORNKAMM, Die Vorgeschichte des sogenannten Zweiten Korintherbrieles, Heidelberg 1961; J. CAMBIER, La primera y La segunda epístola a los Corintios, en A. ROBERTA. FEUILLET, introducción a la Biblia, II, Barcelona 1965, 389418; L. CERFAUx, L'Église des Corinthiens, París 1946; A. FEUILLET, Paul 2. Corinthiens (les épftres aux), en DB (Suppl.) VII, París 1966, 170195; B. RIGAux, Saint Paul et ses lettres, ParísBrujas 1962; A. WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, Barcelona 1960, 280 ss.

 

J. CUNCHILLOS YLARRI.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991