Filósofo y teólogo de los s. iI-III y uno de los principales impulsores de
la teología alejandrina (V. ALEJANDRÍA VI y APOLOGÉTICA II, 1).
Vida. Tito Flavio Clemente n. ca. 150. Aunque S. Epifanio de
Salamina (v.) da como lugares posibles de su nacimiento Alejandría y
Atenas (Panarion, 32,6: PG 41,552), la mayor parte de los autores se
inclinan por Atenas como su ciudad de origen. La cultura y estilo
literario de C. confirman esta hipótesis. Perteneciente a una familia
pagana, recibió la clásica educación griega. Así lo confirma Eusebio de
Cesárea (Demonstratio Evangelica, 11,2,64: PG 21,121), y puede deducirse
de lo que C. afirma de sí mismo en Pedagogo, 1,1 (PG 8,249a). Durante su
juventud realizó un largo viaje impulsado por el ansia de saber: visitó
Italia, Siria, Palestina y Egipto. Su conversión al cristianismo parece
haber tenido lugar durante este viaje, iniciado quizá con esta
preocupación. En Stromata 1,1 (PG 8,700), enumera algunos de los maestros
que escuchó durante este viaje, guardando para todos ellos un agradecido
recuerdo. Las enseñanzas de estos maestros, sin embargo, no lograron
aquietar sus ansias de verdad absoluta. Confiesa que su inteligencia y
corazón se aquietan totalmente en Egipto al encontrar un maestro,
ciertamente cristiano: «Tras encontrar al último (maestro), el primero en
realidad por su poder, descansé tras haberlo hallado en Egipto, donde
estaba oculto. Esta verdadera abeja de Sicilia, recogiendo las flores de
los profetas y apóstoles, engendró en los ánimos de quienes le escuchaban
un conocimiento sincero e incorruptible» (ib.). Eusebio (Historia
Eclesiástica, VI,11,2: PG 20,541) identifica esta «abeja siciliana» con
Panteno (v.). Dicha identificación no parece fuera de dudas, si bien es
verdad que entre Panteno y C. eXIstieron con el correr de los años
estrechos lazos de amistad y docencia.
La trayectoria moral de C. es muy parecida a la de S. Justino (v.).
Se acerca al cristianismo pidiéndole, sobre todo, una visión más clara de
Dios, que ya ha desesperado de encontrar en la filosofía pagana. Al mismo
tiempo queda atraído por la pureza de la moral evangélica y por la armonía
con que, a la luz de la fe, aparecen resueltos los problemas relativos al
hombre y su destino. Parece probable que su llegada a Alejandría tuvo
lugar ca., el 180. Allí fue alumno de Panteno. Debió tener, además, otros
maestros en su formación cristiana, ya que menciona con frecuencia (p. ej.,
en Stromata 11,15: PG 8,1005) a ancianos presbyteroi cuyas enseñanzas ha
recibido de palabra y de las que no quiere apartarse. Es probable que
estas enseñanzas estuviesen constituidas en gran parte por tradiciones
judeo-cristianas. A la muerte de Panteno, ca. el 200, C. desarrolló su
actividad docente como director de la escuela catequética alejandrina, de
iniciativa privada (v. ALEJANDRÍA VI). Es posible que por estas fechas
recibiese el sacerdocio que él mismo parece atribuirse en Pedagogo 1,6 (PG
8,296a). En Alejandría tuvo entre sus alumnos a Alejandro, más tarde
obispo de Cesárea y, finalmente, de Jerusalén, que fue más tarde su amigo
y protector, y a Orígenes (v.), que le sucedió en la dirección de la
escuela. Ca. el 202-203, abandona Alejandría a causa de la persecución de
Septimio Severo, dirigida especialmente contra las comunidades
eclesiásticas florecientes y contra las actividades encaminadas a ganar
nuevos adeptos. Parece ser que se retiró a Capadocia. Eusebio (Historia
Eclesiástica, VI,11: PG 20,544) recoge una carta de Alejandro, por
entonces obispo de Cesárea, recomendando a C. a la Iglesia de Antioquía.
En ella dice que C. ha prestado inestimables servicios a la Iglesia de
Cesárea. Su muerte ocurrió antes del a. 216, ya que por estas fechas,
Alejandro, que ocupaba la sede de Jerusalén, escribió a Orígenes hablando
de C. como ya muerto (cfr. Eusebio, Historia Eclesiástica, VI,14: PG
20,553).
Obras. Eusebio (Historia Eclesiástica, VI,13: PG 20,548) proporciona
el siguiente catálogo: «Ocho libros de Stromata (tapices), que llevan este
título: Stromata de las memorias gnósticas, según la verdadera filosofía
de Tito Flavio Clemente. También son numerosos los libros llamados
Hypotyposeis, donde cita nominalmente a Panteno como su maestro y donde
expone sus explicaciones de las Escrituras y sus tradiciones. Se le debe
también un libro de Exhortación a los griegos (Protréptico), tres libros
del Pedagogo, y otro libro titulado, ¿Qué rico se salvará' Después, un
escrito sobre la Pascua, tratados sobre el ayuno, sobre la calumnia; un
libro de exhortación ti la paciencia dedicado a los nuevos bautizados, un
libro titulado Canon eclesiástico o Contra los judaizantes, dedicado al
obispo de Alejandría». De estas obras han llegado hasta nosotros las
siguientes:
Protréptico o Exhortación a los griegos (PG 8,49-246). Apología
análoga a las demás del s. II. Está compuesto de tres partes: una
introducción que ensalza a Cristo como maestro del mundo nuevo: Cristo es
el nuevo cántico al que es necesario prestar atención; Él, que eXIstía
antes que todo y por quien fueron hechas todas las cosas, ha aparecido con
la vestidura del pedagogo para educar a los hombres; una parte central, en
la que ataca a la filosofía griega por no haber sabido determinar la
esencia de Dios, aunque reconoce que algunos filósofos, Platón
especialmente, han dicho muchas verdades con respecto a Dios; y una parte
final en la que exalta la revelación del Logos y las admirables riquezas
de la gracia divina.
Pedagogo (PG 8,247-684). Continuación de la obra anterior. Supone C.
al pagano convertido a raíz de su exhortación anterior y se dispone a
introducirlo en la doctrina y la vida de los cristianos. Es ésta, pues,
una obra de iniciación al cristianismo. Comienza recalcando que los nuevos
convertidos deben ser dóciles al divino Pedagogo: Cristo es el educador de
los nuevos redimidos, que, siendo hombres nuevos, han de aprender las
nuevas formas de su conducta; dedica largo espacio a este nuevo
comportamiento. C. aparece aquí como un moralista sereno, optimista; pide
a los nuevos cristianos que no renuncien a sus amigos de antes, ni a todos
los goces, sino que no se sumerjan en ellos; parece muy influenciado en
estos detalles de moral por los estoicos. Termina la obra con un himno a
Cristo, el gran Pedagogo, posible oración de alabanza de la Iglesia de
Alejandría y uno de los primeros poemas cristianos. A esta obra debía
suceder una tercera, el Maestro, en la que explicaría los caminos de la
gnosis, de la perfección cristiana, a los ya iniciados por el Pedagogo (cfr.
Pedagogo 1,1: PG 8;249-252). Parece ser que esta última obra no llegó
nunca a redactarse.
Stromata (PG 8,685-1382; 9,9-602). Dividido tradicionalmente en ocho
libros, es una miscelánea en que se tratan las más diversas cuestiones; de
ahí su nombre: stromata (tapices). El libro 1 expone el derecho apostólico
de predicar la verdad; esto es, además, voluntad del mismo Cristo.
Describe a continuación las cualidades de prudencia y criterio que deben
existir en quien ejercita la docencia. Estudia, finalmente, las relaciones
de la Revelación con la cultura profana, manteniendo la antigüedad y
superioridad de aquélla sobre la filosofía griega. Los libros IPIV tratan
de la fe y las virtudes concebidas como un conjunto, como un edificio
sólido y armónico. Presenta la gnosis cristiana como superior a toda otra
gnosis. Los libros V-VI están fundamentalmente constituidos por la
exposición de los errores del pensamiento griego sobre la naturaleza
divina. El libro VII está dedicado a trazar los rasgos que caracterizan la
perfección cognoscitiva y moral del verdadero gnóstico. El libro VIII está
formado por fragmentos y apuntes no desarrollados, que no añaden nada
nuevo a lo ya tratado en los libros anteriores y que más bien podrían
considerarse como apuntes para elaborar la obra.
¿Qué rico se salvará? (PG 9,603-652). Homilía sobre Mc 10,17-31
(pasaje del joven rico). Se propone demostrar que también los ricos pueden
salvarse; ya que sólo son excluidos del Reino de los cielos los pecadores.
Las riquezas son, en sí mismas, indiferentes; lo importante es su uso. Es
también una exhortación al desprendimiento y a la limosna.
Extractos de Teodoto (PG 9,651-698). Florilegio de frases tomadas de
este célebre gnóstico perteneciente a la escuela de Valentín con
anotaciones del mismo Clemente. Es la fuente principal para conocer hoy el
pensamiento de Teodoto.
Églogas proféticas (PG 9,697-728). Pequeño conjunto de notas y
pasajes de diversos autores que, al parecer, son apuntes del mismo C. para
elaborar sus obras.
Hypotyposeis (PG 9,743-750). Debía consistir principalmente en
reflexiones y comentarios de pasajes escogidos de la Sagrada Escritura,
bastantes de los cuales escandalizaban a Focio (cfr. Bibliotheca, 109: PG
103,384). Algunos fragmentos se encuentran en la Historia Eclesiástica de
Eusebio (libros I, II y VI). De las demás obras se conservan fragmentos
muy pequeños.
Doctrina. C. puede ser descrito como un «buscador de la verdad», un
intelectual, un partidario de que el pecado es consecuencia de la
ignorancia. No sólo conoce la S.E. y la casi totalidad de la literatura
cristiana de su tiempo, sino que posee una vasta formación ateniense, como
prueban las citas de más de 360 autores profanos que encontramos en sus
obras, aunque sean muchas de ellas tomadas de florilegios. Uno de los
pensamientos más queridos para C. consiste en que el cristianismo viene a
ser la aureola de todas las filosofías, el nuevo saber, la nueva cultura,
donde todas las demás encuentran su plenitud, unidad y limpieza de
errores. Cristo aparece repetidamente como el definitivo pedagogo de la
humanidad. La visión de C. es unitaria y profundamente optimista: Dios
mismo dio a los griegos la filosofía, a los judíos la Ley y a los
cristianos se dio a sí mismo, entregándoles la plenitud de la verdad, en
cuya plenitud se encuentra la salvación. A esta concepción optimista se
unen su afán apostólico, su empeño en convertir a los paganos, su
preocupación por educar. A pesar de sus tendencias intelectualistas, C. es
ante todo y sobre todo un moralista, un pedagogo, un misionero. El
primitivo periodo teológico a que pertenece, y su debilidad por la
alegoría y los símbolos, dan lugar a que en bastantes cuestiones sea
difícil conocer con exactitud su pensamiento.
Dios. Es inexpresable y está por encima de todo nombre y de todo
concepto. El uso de la analogía y de los símbolos está justificado
precisamente por este carácter absolutamente trascendental de la Divinidad
(Stromata, V,11: PG 9,108-109). Sin embargo, en todas las inteligencias
humanas, sobre todo en las de los sabios, actúa una oculta fuerza divina
que les lleva hacia el descubrimiento de un Dios único, no engendrado e
inmortal (Protréptico, 6: PG 8,173). En todos los pueblos ha eXIstido la
intuición o el barrunto de la existencia de un Ser Supremo, aunque su
conocimiento de este ser fuese incompleto y aproXImativo (Protréptico, 9:
PG 8,193-196). Afirma que no sólo la existencia de Dios, siüo algunos de
sus atributos pueden conocerse a través de las criaturas. Dos le
impresionan fundamentalmente y le sirven para sus fines apologéticos: Dios
es, al mismo tiempo, infinitamente justo e infinitamente bueno. La
justicia divina está fundamentada en su bondad, dice, saliendo al paso de
la herejía de Marción (v.) que tenía por inconciliables bondad y justicia
e introducía un dualismo entre el Dios del Antiguo Testamento y el del
Nuevo (cfr. Pedagogo 1,9: PG 8,353).
Teología trinitaria. C. recoge las líneas fundamentales de la
doctrina ortodoxa. Invoca expresamente a la Trinidad (Stromata, V,14: PG
9,156), considera al Verbo como verdaderamente Dios (Protréptico, 10: PG
8,228) y concibe su generación como eterna y sin comienzo: anarchos (Stromata,
VII,2: PG 9,409). Todo ha sido creado por Dios a través del Logos, imagen
viva del Padre, Hijo de Dios. Al mismo Logos es atribuida la actividad
providencial sobre todo el mundo ejercida con el ministerio de los
ángeles. El mundo ha recibido la revelación natural y la sobrenatural por
medio del Logos, ya que sólo el Hijo, conforme a Mi 11,27, conoce al Padre
y a Él pertenece revelarlo (Protréptico, 6: PG 8,173). Así, el Logos se
halla extendido en todo el universo, y de su luz participan todas las
inteligencias. El Espíritu Santo aparece asociado al Padre y al Hijo y
recibiendo la misma veneración (Pedagogo, 1,6: PG 8,300).
Cristología. En cuanto a la encarnación, afirma que el Verbo tomó
carne para librarnos de nuestros pecados (Protréptico, 9: PG 8,258-259);
una carne tomada del seno de María, carne sensible y, por tanto, sujeta a
la muerte (Stromata, VI,15: PG 9,349). Algunas afirmaciones un tanto
inexactas en torno a la naturaleza del cuerpo de Cristo, como que se
mantenía por una fuerza superior, independientemente de todo alimento (cfr.
Stromata, VI,9: PG 9,292), hacen pensar que, si bien no se le puede
calificar como Boceta, rozó peligrosamente el docetismo (v.).
Soteriología. La sangre de Cristo tiene auténtico valor redentor; es
ella la que interpela por nosotros (Pedagogo, 1,6: PG 8,305). Ser
cristiano equivale a nacer de nuevo, engendrado en el dolor de Cristo
(Pedagogo, 1,6: PG 8,300). C. tiene un gran cariño al concepto de
«economía de la salvación» entendido como una coherente y paulatina
intervención de Dios en la historia para salvar y educar a los hombres.
Existe un solo orden salvífico que Dios ha ido manifestando
progresivamente.
Sagrada Escritura. A. T. y N. T. guardan entre sí una estrecha
unidad; ambos son obra de Dios por medio del Hijo (Stromata, 11,6: PG
8,964). La S. E. es de inspiración divina (Protréptico, 9: PG 8,200);
mientras que los sabios paganos escriben bajo el influjo de la luz
natural, los hagiógrafos están bajo la influencia divina, son los órganos
de la voz divina (cfr. Stromata, VI,18: PG 9,401). De ahí que la seguridad
que nos da la S. E. sea superior a toda otra certidumbre humana (Stromata,
11,4: PG 8,941). Considera incluida dentro del único orden salvífico a la
filosofía, que fue preparación para que los paganos pudiesen recibir la
sabiduría de Cristo. Por eso la llama Diatheke, testamento otorgado por
Dios a los gentiles (Stromata, VI,4: PG 9,261).
Antropología y moral. El hombre está creado a imagen y semejanza de
Dios. C. concibe la semejanza como un ser misterioso y sobrenatural, como
una unción de complacencia existente en el alma humana habitada por el
Espíritu Santo (Stromata, IV,18: PG 8,1235). Éste es el destino del hombre
creado a imagen de Dios: realizar en sí mismo la semejanza divina. C.
concibe la moral como una ascética, como una ascensión gnóstica. Distingue
entre fe y gnosis, entre simples fieles y gnósticos o perfectos. La fe es
comienzo elemental, principio dinámico para la vida eterna. La gnosis es
un conocimiento superior de esa misma fe, lo que podríamos llamar una fe
ilustrada (cfr. Stromata, VI,14: PG 9,332). Fe y gnosis no se contraponen,
sino que se complementan. La gnosis clementina no está constituida por
tradiciones y especulaciones esotéricas, corno la gnosis herética. Es, en
primer lugar, una ciencia de las Escrituras, una elaboración científica de
la que no está ausente el amplio uso de la filosofía; es, al mismo tiempo,
una búsqueda de la perfección moral, el desarrollo vital de una fe
firmemente vivida. Es la caridad el término de la ascensión gnóstica, una
caridad que es también theoria, contemplación (v.). El gnóstico, por su
unión amorosa con Dios, llega a la verdadera apatheia, impasibilidad (cfr.
Stromata, IV,6: PG 8,1252). Este estado descrito por C. no debe ser
confundido con la insensibilidad pagana, sino como libertad de espíritu,
confianza en el Creador, serenidad, constante dominio de las pasiones (cfr.
Stromata, VI,9: PG 9,293). El gnóstico ha de ser al mismo tiempo mundano y
supramundano (kosmikós e hyperkosmikós), su sobriedad, p. ej., no le
impedirá ser sociable (cfr. Stromata, VII,7: PG 9,452). Aunque la
verdadera y definitiva patria del gnóstico sea el cielo, ha de considerar
el quehacer terreno como una tarea que le ha sido impuesta por Dios (Stromata,
VII,7 y 8: PG 9,449-475).
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Schariltsteller der ersten drei Jahrhunderte (Corpus Berolinense), vol.
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MEHAT, Étude sur les «Stromates» de Clément d'Alexandrie, París 1966.
**AU
L. F. MATEO SECO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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