Biografía. Célebre escritor y dramaturgo ruso. Nieto de un siervo
acomodado, que compró su emancipación y fue administrador de fincas; hijo
de un comerciante de tercera guildíya (gremio, corporación), n. en
Taganróg, 17 en. 1860, tercero de seis hijos. Su padre, devoto y músico,
aunque obtuso y rudo, formó con sus hijos un magnífico coro de Iglesia,
pero los educaba con dureza, y Ch. buscó una escapatoria en la risa:
divertía a la familia imitando con talento a los clientes del bazar
paterno; don de observación y humor se afinarían luego en espectáculos de
aficionados y una revista manuscrita, El tartamudo. Cursa en la guimnaziya
(instituto), ridiculizada en Un hombre en un estuche, 1898, el
bachillerato hasta 1879. Su familia, después de una quiebra (cfr. La
desgracia, 1886), se traslada a Moscú, donde Ch. se reúne con ella,
compartiendo los mayores apuros, e ingresa en la Facultad de Medicina.
Se aparta de la política y, como «papá y mamá tienen que comer»,
empieza, desde 1880, a colaborar en revistas humorísticas, con los
pseudónimos de Antosha Chejonte y otros. Al principio, la brevedad exigida
le obliga a «suprimir lo mejor», pero el aprendizaje vale, y Ch. llega a
condensarlo todo. Así va creando en las letras rusas la narración corta,
eco de Mérimée (v.) y Maupassant (v.). En 1884, acabada la carrera, ejerce
cerca de Moscú y publica su primera recopilación: Cuentos de Melpomena;
Cuentos abigarrados (1886), con Tristeza, El cazador, etc.; éste llama la
atención de A. Suvorin, director del Novoye Vremya, y Ch. cambia las
revistas humorísticas por el mayor periódico de San Petersburgo, de
tendencia gubernamental. Suvorin será su gran amigo y editor. Siguen otras
recopilaciones: Al anochecer y Palabras inocentes (1887), Relatos (1888).
Se nota un gran cambio: contenido más profundo, tono serio y suave.
Por último, Ch. aborda el teatro; después de unas comedias, El oso
(1888), La petición de mano (1888), escribe para el Teatro Korsh de Moscú
un drama, Ivanov, inspirado en la vida desordenada de su hermano
Alejandro; el estreno (1887) da lugar a un escándalo, pero la obra
triunfa. Ch. hace varios viajes: a la isla Sajalín, lugar de deportación
de los criminales (1890), que da Los ladrones, En el destierro, Gusev, La
isla Sajalín (1891); más tarde a Viena, Italia, Francia, ora solo, ora con
Suvorin; finalmente, al Cáucaso y Crimea. En 1892 se compra una finca,
Mélijovo; toma parte en la lucha (cfr. La esposa) contra el hambre y el
culera; dejando el Novoye Vremya, ayuda a los pobres, construye escuelas,
no sin las mismas decepciones que L. N. Tolstoi. Su profesión empieza a
pesarle: quita tiempo y fuerzas a su verdadera vocación.
Ch. escribe La gaviota, contra los simbolistas, «decadentes» y su
lenguaje hermético (v. SIMBOLISMO); resulta una obra teatral lírica,
extraña. Su estreno en San Petersburgo (1896) es «un escándalo sin
precedente». Pero el reestreno (1898) en el Teatro Artístico de Moscú (MJAT),
creado especialmente para Ch., obtuvo un triunfo clamoroso. Alcanzan allí
gran éxito Tío Vania (1899), Tres hermanas (1901), El jardín de los
cerezos (1904), en las que aparece Olga Knipper, esposa del autor desde
1901, en los principales papeles femeninos. Ella no abandona su profesión,
como atestigua Ch.: «Ni tú ni yo somos culpables de no vivir juntos, lo es
el demonio, que puso bacilos en mí y amor al arte en ti». En efecto, desde
1894, su estado de salud es inquietante; padece grave hemoptisis en 1897.
Muerto su padre (1898), Ch. vende Mélijovo, abandona la medicina y
se instala en Yalta (1899). Ha alcanzado la cima de la gloria: es alabado
y adorado. Sus méritos son reconocidos por la Academia Imperial de
Ciencias; está de moda hablar y escribir «a lo Chejov». Pero la
tuberculosis progresa; después de las ovaciones por El jardín de los
cerezos (17 en.), se marcha solo a Yalta; en mayo, sale con su esposa para
la Selva Negra, donde muere, en Badenweiler, el 2 jul. de 1904. Es
enterrado en Moscú, no sin que la ironía del destino gaste bromas pesadas
al antiguo maestro de la risa: sus restos mortales llegan en un vagón
«Para ostras frescas», mientras que las personas y autoridades oficiales
presentes en la estación para rendirle los últimos honores siguen, por
equivocación, el convoy fúnebre, con banda militar, del general Keller,
héroe de la guerra ruso-japonesa.
Análisis de su obra. Ch. se típicamente fin de siglo (del xix ruso).
Humorista ingenioso, echó mano de lo cómico de situación, sazonado con
chistes, apellidos extraños (Sr. Ladráez, el sacristán Puertinfierno, Sra.
Malolides) y lenguaje sabroso, propio de cada condición social. Luego,
busca lo cómico en los defectos humanos y pierde la risa. Continuador del
realismo (v.), describe lo cotidiano, ni muy bueno, ni muy malo, mezcla de
cómico y trágico; denuncia, sin odio, la mediocridad burguesa, la
superficialidad aristocrática, el egoísmo general: melancolía,
aburrimiento, inutilidad suscitan el ansia de renovación para una vida
mejor, p. ej., La esposa, La novia, 1903.
Por último, Ch. pinta paisajes y hasta personas de alta
espiritualidad. Cuadros copiados del natural, campo y ciudad: muchos casos
lamentables, pero también faenas de labranza, peregrinaciones,
solemnidades religiosas, que r: spiran un intenso amor al terruño, al
pueblo ruso y sus tradiciones. Los campesinos de Ch. no son todos
groseros, borrachos, supersticiosos; entre los carreteros de una caravana
(La estepa, 1888), Dimov es el grandullón pendenciero; Vasia, un salvaje;
Emilián, el antiguo cantor de iglesia, que dice durante un alto: «
¡Hermanos, entonemos algo divino! »; el viejo Pantelei confiesa que «Dios
le oyó en el peligro» y que no hay nada peor que «la muerte arrogante»
(sin arrepentimiento). Si Aksinia es satánica, Lipa y su madre son
auténticas cristianas (El barranco, 1901). Tales tipos positivos se
ajustan a la idea eslavófila del «pueblo portador de Dios». E incluso la
gente más degradada por el crimen o el vicio tendrá en Ch. la «chispa de
Dios», que Dostoievski (v.) descubría en La casa de los muertos.
Significación política y religiosa. No es fácil precisar sus ideas
políticas y religiosas. Le representan a menudo como izquierdista y
descreído, pero su obra literaria, por ser objetiva, no da información
suficiente, mientras la correspondencia y sus cuadernos abundan en
contradicciones. Ch. se de tendencia humanitaria, pero sin ideas políticas
definidas, ni incluso simpatía hacia la democracia, sino más bien lo
contrario: «La mayoría, la masa quedará siempre estúpida... » (Cuadernos
de notas). A algunos personajes de ideas avanzadas les dibuja antipáticos,
vagos o cortos, mientras al clero, p. ej., le presenta como bueno, bien
intencionado, a veces sumamente culto. Durante un tiempo, Ch. comparte las
ideas de Tolstoi, pero no conviene al positivista, amante del lujo y el
gozo intelectual: En el destierro y La sala n° 6 (1892) marcan el fin de
esta tendencia. Algunos críticos deducen de Uvas espinas que Ch. era
enemigo de la propiedad privada, pero olvidan que él mismo fue
propietario. Tampoco conviene prestar a la aventura de La novia una
intención política.
Para Ch., «No son los escritores los que tienen que resolver
problemas tales como el de Dios». El de su fe es complejo. La clave parece
darla una marcada diferencia en sus cartas, según que estén dirigidas a
amigos y conocidos o a sus familiares: allí expresa ideas: las del
escritor renombrado, del médico materialista; aquí, sentimientos, los del
Ch. íntimo: se habla abiertamente de Dios y del dualismo «ideas y alma».
Como Dostoievski, Ch. se debate entre fe y racionalismo, pero mientras el
primero, en una poderosa síntesis, acaba por someter su razón a la Verdad
absoluta, Ch., menos penetrante, se queda vacilando entre pensamiento y
sentimiento (cfr. El estudiante, 1894).
Valoración estética. El arte de Ch. se explica, en parte, por su
génesis: todo un drama en una instantánea, con sólo un principio y un fin,
sin movimiento (sus obras teatrales se asemejan a las de Ibsen). De ahí
sus medios de expresión: impresionismo y contrastes. Pero hay más: Ch.
sabe evocar la atmósfera de un paisaje, su espiritualidad, acoplando
fenómenos naturales con cosas o intenciones humanas, o lo real con lo
imaginario, como Gogol (v.). Melómano, recurre a la música y demás
impresiones acústicas allí donde las palabras no bastan: escenas con
música, canto en lontananza, ruidos que subrayan o resumen la situación,
p. ej., los hachazos en el final de El jardín de los cerezos. La
sensibilidad auditiva penetra su estilo y da una tierna musicalidad a la
frase, . con cadencia prosódica, generalmente de tres pies; las
narraciones se terminan como obras musicales. En resumen, menos filósofo
que artista, Ch., de gran humorista, llegó a ser un magnífico poeta en
prosa.
BIBL.:Fuentes: A. CHEJOV, Cuentos
completos, 5 ed. Madrid 1968; Novelas completas, Madrid 1967; Teatro
completo, Madrid 1964 (pról. de J. LóPEZ PACHECO). Estudios: E. SALGADo
GómEz, Chéjov, el médico escritor, Barcelona 1968; S. LAFITTE, Tchékhov
par luí-méme, París 1955; D. MAGARSHAK, Chekhov, a Life, Londres 1952; N.
I. NÉMIROVSKY, La dramática vida de A. Chejov, Buenos Aires 1961; N.
TOUMANOVA, Anton Chekhov, the Voice of Twilight Russia, Nueva York 1937;
C. GRABHER, A. Cechov, TurínRoma 1929; S. BALUJATYI, Die Tschechov-Forschung
seit 1918, en Zeitschrift für Slavische Philologie, IV, Leipzig 1927; E.
Lo GATTO, A. Cechov e il crepuscolo di una grande letteratura, en Studi di
letterature slave, I, Roma 1925; W. GERHARDI, A. Chekhov: A critical study,
Londres 1923.
RURIK DE KOTZEBUE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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