CERDO. EN LAS RELIGIONES NO CRISTIANAS.


La importancia del c. en el pensar mítico religioso de los pueblos se subraya desde el más temprano neolítico, como animal relacionado, en un horizonte agrario, con la diosa madre (v. DIOS 11, 2); y los poderes ctónicos y telúricos (cfr. FERTILIDAD II; NATURALEZA, CULTO A LA; MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS). Prueba de ello es el c. encontrado en Tepe Sarab (Irán), del sexto milenio a. C. junto con una figurilla de una posible deidad materna (Venus de Tepe Sarab). No es extraño ver a dioses prehistóricos acompañados por c. En sus orígenes el c. se asimila al jabalí (Sus Scrofa), objeto de rituales de fertilidad, que en Grecia se considera vinculado a Demeter y, entre los semitas, a Adonis. A. H. Krappe ha sugerido que dioses del Próximo Oriente como Adonis, antes de su antropo morfización pudieran adoptar, bajo la forma de c., un carácter totémico (v. TOTEMISMO). Por otro lado, en el mundo ¡lirio y proto-indoeuropeo, hay indicios de un culto ctónico, con c. o jabalíes como exvotos.
      El c., como animal lúbrico, aparece en el mundo clásico vinculado a Venus (v.), cuyo amante es muerto a dentelladas por los colmillos de un c. o un jabalí. En la especulación pitagórica, los hombres sensuales son metamorfoseados en c., aplicándoseles el epíteto, como gentes que se abandonan a toda clase de excesos. En la mitología griega es asimismo conocido el jabalí del monte Erymanto de Arcadia, muerto por Hércules en el tercero de sus trabajos. En la leyenda de Meleagro, el jabalí es un símbolo infernal. Son corrientes las representaciones del diablo bajo la forma de c. Según una creencia popular sueca, el jabalí se aprovecha del sueño del Sol (v. SOL II) para matarle. En muchas mitologías (hoy en Melanesia), las defensas del jabalí simbolizan la Luna (v. LUNA II). En otras, sirven al héroe solar para abrirse paso en el alba. En otras leyendas, el c. lunar es sacrificado por las mañanas con motivo de las nupcias solares, pero por la tarde su dentellada causa la muerte del héroe.
      En muchos pueblos primitivos el c. es sacrificado ritualmente para propiciar la lluvia; si es de color negro (Timor), se dedica a la diosa Tierra (v. TIERRA V). Si es de color rosa se dedica al dios Sol. A veces el cadáver del c. se utiliza para prácticas adivinatorias en relación con la cosecha del arroz en la isla Célebes. 1. G. Frazer (o. c. en bibl.) ha apuntado una serie de rituales de todo el mundo, por los que el verraco es considerado «espíritu del grano» y sacrificado ritualmente. En las tesmoforias helénicas (época de la siembra) era costumbre sacrificar en memoria de Eubuleos (el porquerizo testigo del rapto de Persefone por Plutón) algunos c., que eran ofrendados a serpientes habitantes de las cavernas.
      En el antiguo Egipto eJ c. era animal tabú, pero se comía sacralmente. Por lo general se le creía portador de la lepra. El consumo de la carne de c. ha dado origen a diversas prescripciones higiénicas en el Islamismo (v.), fruto de ideas más antiguas que también se vislumbran en el A. T. (Is 65,4 censura ásperamente comer carne de c.; quizá como Is 63,3, es una reprobación del sacrificio de c. en las religiones de misterios). El c. en Nueva Guinea es ofrecido en sacrificio, con motivo de ritos de iniciación (v.), a cierto monstruo mítico.
     
      V. t.: ANIMAL IV.
     
     

BIBL.: J. FRAZER, The Golden Bough, 3 ed. Londres 1913; P. L. ZAMBOTTI, I Balcani e L'Italia nella Preistoria, Como 1954; R. DE VAux, Le sacrifice de porcs en Palestine et dans 1'Ancien Orient, en Festchrift Eissfeldt, Berlín 1958, 240-265; H. HAAG, Cerdo, en Diccionario de la Biblia, Barcelona 1963, 322.

 

J. M. GÓMEZ TABANERA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991