| Nombre y orígenes. Transcrito del griego al castellano, c. (también celota 
      o zelota) significa «celoso» (en hebreo qanna, arameo qan `annayya, griego 
      zelotes), y es el nombre que designa una tendencia del judaísmo (v.) 
      dirigida a salvaguardar la pureza de la Ley. Durante el tiempo de la 
      dominación romana en Palestina (v.) los c. constituyeron un fariseísmo 
      fanático en el campo político (F. Josefo, De bello judaico, I1,13,2ss.; 
      Antiquitates judaicae, XX,8,5). Un testimonio del historiador judío Flavio 
      Josefo (v.) muestra su característica principal: «Judas el Galileo 
      introdujo una cuarta secta, cuyos miembros están de acuerdo en todo con 
      los fariseos (v.), excepto en el amor indomable a la libertad, que no les 
      deja soportar sino a Dios como señor y maestro. Ellos desprecian los 
      diversos géneros de suplicios y muerte de sus parientes, y no reconocen a 
      ningún hombre por señor» (Antiq. ¡ud. XVIII,1,6). Los c. son conocidos 
      principalmente a través de las narraciones de F. Josefo, probablemente 
      parcial en sus apreciaciones, pues escribe para los romanos, buscando su 
      halago y simpatía. Hay también indicios de los c. tanto en el N. T. (Mt 
      11,12; Le 6,13; Act 1,13; Me 15,7), como en los escritos rabínicos (P. 
      Aboth 6,3c; M. Sanh IX,6tb; Sanh 82a).
 El movimiento c. tiene su raíz en el nacionalista de los Macabeos 
      (v.) y de los asideos (v.), y también en la reacción de ciertos medios 
      piadosos contra la política de los Asmoneos (v.). Con el ideal de vivir el 
      «celo de Dios» a ejemplo del sacerdote Finees (Pinéhas, Num 25,7ss.), que 
      animado por ese celo tomó una lanza para extirpar la maldad de entre sus 
      hermanos, los c. quieren también implantar el Reino de Dios (v.) por medio 
      de la lucha político-mesiánica para liberar al pueblo de enemigos y 
      extranjeros (cfr. Jub 30,5ss.; Test Lev 5,3; 1 QH 2,15 y .14,4; 1 QS 
      9,21ss.; II Bar 66,5). El origen del movimiento no se puede indicar con 
      exactitud (F. Josefo, Antiq. jud. XVI,6,3ss.), pero se puede afirmar que 
      forma parte de los movimientos mesiánicos de Teudas y judas el Galileo 
      mencionados en los Hechos de los Apóstoles (cfr. Act 5,34-39; v. 
      MESIANISMO). F. Josefo los asocia, aunque las fechas no son precisas. Las 
      rebeliones de los c. pueden remontarse al tiempo del nacimiento de Jesús, 
      con ocasión del censo de Cirino, o a pocos años después. En efecto, 
      Arquelao, en el a. 4, reprime una revuelta en Jerusalén, antes de su viaje 
      a Roma para recibir la investidura de manos de Augusto. Después, Sabino, 
      procurador de los bienes de Augusto en Siria, va a Jerusalén para valorar 
      los bienes de Herodes, suscitando oposiciones y revueltas en todo el país. 
      El movimiento de Judas el Galileo, y el de un fariseo llamado Saddoq, 
      puede incluirse entre ellas. Sabino, ayudado por Varo, realizó una fuerte 
      represión, llegando a crucificar dos mil rebeldes.
 Actividad celota. El movimiento y actividad de los c. es ya más 
      conocido después de la muerte de Herodes Agripa, en que Roma restaura el 
      gobierno palestino por procuradores (44-66). Cuspio Fado (44-46), según F. 
      Josefo (Antiq. jud. XX,97ss.), tiene que enfrentarse al falso profeta 
      Teudas. El movimiento rebelde crece durante la gestión de Ventidio Cumano 
      (48-52) (F. Josefo, De bello jud. 11,12,3ss.), que apoya a los samaritanos 
      en su lucha con los judíos. Pero Agripa 11, rey de Calcis, que ha sido 
      nombrado inspector del Templo, goza del favor de Roma; Umidio Cuadrado, 
      legado romano en Siria, visita Jerusalén, y Cumano es enviado a Roma y 
      deportado por el emperador Claudio (a. 52). Las revueltas de los c. 
      aumentan. El procurador Antonio Félix (52-60) ha de enfrentarse al 
      fanatismo de los c. y reprimir sus actos de bandolerismo (De bello jud. 
      132,b; Antiq. jud. XX,8,3ss.). Pero el movimiento gana cada vez más 
      adeptos, y sus partidarios continúan las acciones subversivas. Porcio 
      Festo (60-62), ante quien compareció S. Pablo (v.) preso, actúa con 
      firmeza (De bello jud. 11,14,1; Antiq. jud. XX,8,10); pero, después, la 
      poca energía de Luceyo Albino (62-64) da ocasión a que el movimiento se 
      recrudezca, encaminándose a la catástrofe.
 En la época del procurador Gesio Floro (64-66), nombrado por 
      influencia de Pompeya, esposa judía de Nerón, el levantamiento celota 
      adquiere mayor fuerza (De bello jud. 11,15,3ss.; Antiq. jud. XX,11,1). En 
      el verano del a. 66, el procurador crucifica a varios judíos en Jerusalén, 
      y surgen movimientos de revuelta en Galilea v en todo el país; Floro se ve 
      obligado a abandonar la ciudad, que es atacada por Cestio Galo y éste 
      sufre graves pérdidas. Los insurrectos gobiernan Jerusalén. Nerón (v.), en 
      su majestuoso viaje por Grecia, designa a Vespasiano (v.) y a Tito (v.) 
      para restablecer el orden en Palestina. Al frente de 60.000 hombres 
      reconquistan Galilea en el a. 67 (entre sus prisioneros está el adulador 
      F. Josefo). Entonces se inicia la fase final del movimiento de los c., que 
      con su poco hábil política y su fanatismo, atrae la cólera romana, 
      llegando a la destrucción de Jerusalén (v.) en el a. 70.
 Destacan en esta última fase los c. acaudillados por Eleazar ben 
      Simón (De bello jud. 11,20,3), y principalmente los mandados por Juan de 
      Gíscala (o. c., 11,21,1) quien, huyendo de la represión romana en Galilea, 
      organiza la rebelión contra los invasores (o.c.,11,22,1; IV,3,llss.). En 
      medio de gran agitación, e incluso terror, los c. comienzan también una 
      lucha fratricida entre ellos (o. c., II,17,18ss.; IV,5,l,ss.). Vespasiano 
      ocupa en el a. 68 las llanuras marítimas. Los c. se separan en tres 
      facciones, al mando de Juan de Gíscala, Eleazar ben Simón (o.c., V,1,4; 
      3,1) y Simón ben Giora, que, con ayuda de sicarios (c. que usaban 
      corrientemente el puñal corto, llamado sica por los romanos), esperaba la 
      lucha en Jerusalén. En el a. 69 Vespasiano domina Judea, y, en el 70, 
      Jerusalén. Los c. que salvan la vida huyen hacia el desierto refugiándose 
      en Herodión, Masada y Maqueronte (o. c., VI-VII). Una última tentativa de 
      rebelión se da, con el emperador Adriano, en los a. 132135 encabezada por 
      Simón Bar Kokeba, pero es igualmente vencida (o. c., lV,7,3; VII,6,1-4).
 Celotes en el Nuevo Testamento. Uno de los Apóstoles de Jesús, 
      Simón, tiene el sobrenombre Zelotes (Le 6,15; Act 1,13), y en otros sitios 
      Cananeo (Me 3,18; Mt 10,4: en arameo qan'anayya) que deben entenderse 
      ambos como «celoso, diligente» (v. SIMÓN CANANEO). O. Cullmann ha 
      pretendido mostrar influencia de los c. entre los discípulos de Jesús (los 
      sobrenombres Bar Yónah e Iscariote de otros dos discípulos se explicarían 
      también así). Sin embargo, Jesús rehúsa el activismo político y subversivo 
      de los c. (Mt 4,8; Me 10,42ss.; lo 6,15ss.; 10,1ss.). El episodio del 
      tributo al César afecta a una cuestión esencial planteada por los c. (Mt 
      22,16); la acusación de los judíos a Jesús de subversión contra el César 
      (lo 19,12.21) presupone el ambiente creado por los celotes. En Act 21,20 
      la palabra c. designa en cambio a los judoo-cristianos (v.), celosos de la 
      Ley.
 
 V. t.: FARISEOS; PALESTINA 1,2 Y III.
 
 
 BIBL.: W. R. FARMER, Maccabees, 
      Zealots and Iosephus, Nueva York, Londres 1956; M. SIMON, Les sectes 
      juives au temps de Iésus, París 1960; B. REICKE, Neutestamentlich 
      Zeitgeschichte. Berlín 1964. Cfr.: «Dieu Vivant» XXI, p. 156-158; H. A. 
      BRONGERS, en «Vetus Testamentum» XIII (1963) 269-284; G. BAUMBACH, en «Theologische 
      Litteratur Zeitung» 90 (1965) 727-740.    LUIS B. GORGULHO. Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 
      1991 |