CAYETANO (Tomás de Vio)


De nombre de bautismo Santiago (Giacomo), pero universalmente conocido por Cayetano (Gaetano, derivado de Gaeta, Italia, donde nació). Apasionamiento por el estudio, austeridad de costumbres y celo por la reforma interna de la Iglesia, son tres notas características de la vida de este celebérrimo teólogo, y cardenal, dominico, que ejerció profundo influjo en la Teología posterior.
      Datos biográficos. N. el 20 feb. 1468; ingresó en la Orden dominicana en 1484, tomando el nombre de Tomás; estudió en Nápoles, Bolonia y Padua, y en seguida comenzó a enseñar en Padua, Pavía, Milán y Roma, hasta que fue elegido superior general en 1508. León X lo nombró cardenal. Durante el saco de Roma (v.) sufrió muchos vejámenes. M. en Roma el 10 oct. 1534, cuando se pensaba en él como sucesor de Clemente VII.
      Su participación en los grandes acontecimientos de la Iglesia comenzó a partir de su elección para superior general. Pidió insistentemente al papa julio II la convocatoria de un concilio ecuménico, el 18°, que llegó a reunirse: conc. V de Letrán (1512-17). León X nombró a C. legado suyo en Alemania, con vistas a resolver la crisis provocada por las nuevas doctrinas de Lutero (v.). Los procedimientos de C. fueron suaves, pero resultaron ineficaces en medio de la tremenda confusión de problemas religiosos y políticos que caracteriza el nacimiento de la reforma (v.) luterana. Ejerció también otras legaciones pontificias en países de Europa oriental. Con relación a España, se pueden señalar dos hechos. Dio la licencia para el viaje a América de los primeros dominicos que se trasladaron al nuevo continente, en 1510. Intervino decisivamente en la elección de Carlos I como emperador de Alemania: candidato preferido por León X, C., con gran habilidad, logró reunir para él los votos de todos los electores; Carlos I, ya emperador (1519), se lo agradeció en una carta desde Barcelona.
      Actividad reformadora. Como Superior general, C. promovió eficazmente el movimiento de reforma de su Orden. Para ello, aparte de los medios estrictamente espirituales, impulsó el estudio de la verdad sagrada, convencido de que la promoción científica de los religiosos era un firme apoyo para todo lo demás. Sus palabras en el Capítulo General de Génova (1513) se han hecho célebres en la historia de la Orden (v. DOMINICOS): «Gócense los demás de sus prerrogativas: en cuanto a nosotros, si no sobresalimos por la ciencia sagrada, hemos acabado con la Orden». Este carácter un tanto intelectual de la reforma promovida por C. explica su singular severidad frente a cualquier forma de falso misticismo. Siendo ya cardenal, se interesó vivamente por los problemas relativos a la reforma de la Iglesia en general. Su participación directa en los acontecimientos que acompañan el origen del luteranismo lo colocaba en buena situación para comprender lo que había de razonable en las aspiraciones luteranas y lo impulsaba a procurar que la reforma se encauzase por buen camino. Repetidas veces manifestó a León X y a Clemente VII su pensamiento sobre la urgente necesidad de reforma comenzando por la cabeza de la cristiandad.
      Obras y doctrina. Aun absorbido desde los 40 años por graves responsabilidades de gobierno, es asombroso el número de sus escritos; algunos investigadores han llegado a señalar hasta 114 títulos, no todos publicados. Pueden catalogarse en varios grupos, además de discursos y cartas. Entre los escritos filosóficos, destacan diversos comentarios a Aristóteles, el comentario al De ente et essentia de S. Tomás, y, principalmente, la obra De nominum analogía (Sobre la analogía de los vocablos, Pavía 1498, Roma 1952). Entre los escritos teológicos, destaca el comentario a la Suma de S. Tomás (1507-20), del que se han hecho numerosas ediciones totales o parciales; la última y mejor es la que se encuentra en la ed. crítica de la Suma de S. Tomás (v.) llamada ed. leonina. Escribió también numerosas obras relacionadas con el incipiente luteranismo, como, p. ej., diversos tratados sobre las indulgencias (De indulgentiis, Roma 1517; De thesauro indulgentiarum, Ausburgo 1518; De acquirendis rursum indulgentiis, Ausburgo 1518; etc.), sobre la Misa, sobre la Confesión, sobre el Papa; etc. Como expositor de la S. E., escribió comentarios a diversos libros del A. T., a los cuatro Evangelios y a las Epístolas de S. Pablo.
      En líneas generales, las obras filosóficas corresponden a la primera etapa de su actividad literaria, iniciada en 1493. Las obras teológicas, salvo un comentario inédito al libro de las Sentencias (1493-95) y algunas otras de menor importancia, proceden de los a. 1507 ss. Con el comienzo de la crisis luterana, C. dedica preferentemente su trabajo a comentar la S. E. y escribir los diversos opúsculos sobre las verdades más directamente impugnadas por las nuevas tendencias.
      Mentalidad. Su curiosidad intelectual casi insaciable, muy semejante a la de S. Tomás, en quien vio siempre no sólo el modelo, sino también el maestro indiscutible de su propio pensamiento, le dio un estilo que hoy calificamos de muy abierto; salvo en un punto particular: la actitud que adopta frente a Escoto, polémica por lo general y, en consecuencia, cerrada. Es preciso reconocer que Escoto (v.) polemiza exageradamente contra S. Tomás; por ello, era casi inevitable que C., al comentar los escritos de S. Tomás, se viese arrastrado a una constante impugnación de Escoto. En lo demás, se muestra un escritor muy personal y sereno, ansioso únicamente de profundizar en las verdades sobre las cuales escribe. Armoniza maravillosamente el método y las formas de razonamiento con las exigencias internas de la verdad estudiada.
      Característico es su sentido y espíritu crítico, del que da pruebas en sus comentarios a S. Tomás y a la S. E. No disponía de los adelantos históricos y técnicos de hoy; pero resulta un auténtico representante del método histórico aplicado a un mejor esclarecimiento de la verdad. Comentando a S. Tomás, hace notar repetidas veces su progresivo avance en las distintas obras en que estudia un mismo tema; de aquí deduce consecuencias acerca de la cronología de las mismas; emplea frecuentemente la expresión se ipso doctior, para significar que el Santo, con el tiempo, mejoró su pensamiento. En sus comentarios a la S. E., p. ej., intuyó el especial género literario de los primeros capítulos del Génesis, en los cuales se juntan datos históricos con meditaciones del autor sagrado; vio también las dificultades de atribuir a S. Marcos el final del segundo evangelio. El incipiente luteranismo planteó graves problemas exegéticos y C. tuvo el singular mérito de haber adoptado la postura conducente a su adecuado estudio. Sin embargo, su contribución a los estudios bíblicos pertenece más al orden del método que al de la investigación directa de los problemas. Dedicado tarde a estos temas, no logró dominarlos en profundidad; pero su gran lección, la del método y de la postura mental, que hubiese podido dar extraordinarios frutos, quedó casi olvidada hasta tres siglos y medio después.
      Doctrina. En el campo filosófico es célebre la doctrina de C. sobre la analogía (v.) que después encontró un fuerte opositor en Suárez (v.); modernamente S. Ramírez ,(v.) le hizo también importantes reparos a diversos puntos (En torno a un famoso texto de Santo Tomás sobre la analogía, «Sapientia» 8, 1953, 166-192). Durante los primeros años de enseñanza, C. tuvo que enfrentarse en Padua con el averroísmo de Pomponazzi que negaba la existencia de un alma individual y, consiguientemente, su inmortalidad (V. AVERROíSTAS LATINOS). En cuanto al tema concreto de las posibilidades de la razón para demostrar esa inmortalidad, C. no parece haberse expresado siempre de modo enteramente claro en sus escritos; también se ocupó extensamente de este tema en el conc. V de Letrán. Otra doctrina típica de C. es la que se refiere a la distinción, en los seres racionales, entre naturaleza singular (o individualizada) y persona, y al modo concreto como él entiende la constitución de esta persona, tratándose del hombre y del ángel (cfr. G. Fraile, o. c. en bibl. 400-408; v. t. PERSONA I).
      En Teología, C. es ante todo un comentador de S. Tomás, cuya doctrina sigue fielmente, exponiéndola con gran profundidad. No es posible ni siquiera un intento de resumen. Como ejemplos de especial actualidad señalemos que insiste en la función que el Romano Pontífice tiene en la proposición de la fe, considerando dicha función no precisamente como un requisito jurídico, sino como una auténtica mediación que el Papa ejerce en cuanto Vicario de Cristo. La caridad, dice cuando trata de esta virtud, durante la vida presente se halla como en estado violento, porque, según su propia naturaleza, apetece una quietud y una plenitud que sólo puede darse en la bienaventuranza. La Iglesia, impulsada por esa caridad, se siente peregrina, mientras camina por la tierra. Importante es lo que dice acerca de la transformación de la vida humana por Jesucristo, que da nuevo sentido a todas las cualidades y aspiraciones del hombre.
      C., contemporáneo de Vitoria (v.), tuvo idéntica intuición que éste, en orden a renovar la enseñanza de la Teología. Los dos comprendieron que era necesario sustituir el viejo libro de las Sentencias, de Pedro Lombardo (v.), por la Suma teológica de S. Tomás, como obra básica para la explicación escolar de los alumnos y para la contemplación e investigación de los teólogos profesionales. El esplendor teológico del s. XVI, sobre todo en la Escuela salmantina (v. SALMANTICENSES), está vinculado, en parte notable, a este hecho.
     
      V. t.: ESCOLÁSTICA II, 4; TOMISMO; DOMINICOS I; LETRÁN, CONCILIOS DE; LUTERO Y LUTERANISMO I, 3.
     
     

BIBL.: A. Cossío, Il Cardinale Gaetano e la rijorma, Cividale 1902; P. MANDONNET, Cajétan, en DTC 2, col. 1313-1329; VARIOS, Iubilaris commemoratio Cardinalis Caietani, «Angelicum» (no especial) Roma 1934; VARIOS, Cajétan, «Rev. Thomiste» (no especial) 39, París 1934-35; E. GILSON, Cajétan et 1'humanisme théologique, «Archives d'Histoire doctrínale et littéraire du Moyen-áge» 30 (1955) 113-136; A. COLUNGA, El Cardenal Cayetano y los problemas de Introducción bíblica, «La Ciencia Tomista» (CT) 18 (1918) 21-32; ID, El Card. Cayetano expositor del A. T., CT 18 (1918) 281-290; ID, El Card. Cayetano escriturario, CT 20 (1919) 43-50; V. CARRO, Cayetano y la tradición teológica medieval en los problemas de la gracia, CT 54 (1936) 288-311, 55 (1936) 5-32 y 260-285; ID, Cayetano y la tradición teológica medieval: fuentes de la misma, CT 56 (1937) 231-242; J. ALFARO, Lo natural y lo sobrenatural. Estudio histórico desde Santo Tomás hasta Cayetano, Madrid 1952. Para más información, pueden verse 'las intr. a ed. modernas de diversas obras de C.; acerca de ellas v. G. FRAILE, Historia de la filosofía, III, Madrid 1966, 398-399.

 

A.BANDERA GONZÁLEZ..

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991