CATEQUESIS. CATEQUESIS EN GENERAL.


1. Concepto y terminología relacionada. Se suele llamar c. a la enseñanza oral, elemental y metódica de la Doctrina Cristiana a los niños, o a los que la desconocen, pero también comprende una mayor profundización posterior, y la misma enseñanza, dirigida a los fieles adultos. La palabra c. viene del griego katejein, que significa resonar, enseñar, y también dar la instrucción cristiana (Lc 1,4). Del acto de enseñar pasó a significar la formación cristiana, que comprende la instrucción y la práctica de la vida cristiana. Catecismo significa toda enseñanza elemental por preguntas y respuestas, especialmente de la doctrina cristiana, y también el libro-resumen que la contiene y el lugar donde se imparte. Función profética es la enseñanza de la palabra de Dios llevada a cabo por Cristo, los Apóstoles, los Profetas del A. T. y la Iglesia (V. MAGISTERIO ECLESIÁSTICO; IGLESIA III, 5). Kerygma (v.) es el primer anuncio de la salvación por Cristo a los paganos, a fin de que crean y se conviertan; su núcleo central es la predicación de la pasión, muerte, resurrección y glorificación de Cristo Redentor; a esta primera evangelización, suele preceder a veces una pre-evangelización que prepara al hombre en el terreno intelectual y moral para que acepte la revelación. Después viene la c. a los fieles para comunicarles un conocimiento más profundo del dogma y de la historia de la salvación con miras a la vida cristiana. Historia de la Salvación es el plan de Dios para salvar al hombre por medio de Cristo (v. SALVACIóN II y III); es la actuación de Dios en los hechos del A. T., del N. T. y de la Historia de la Iglesia hasta la consumación de los siglos. La formación completa del cristiano abarca no sólo la c. sistemática, sino también la Historia de la Salvación, la Liturgia y la práctica de la vida cristiana.
      El conc. Vaticano II, en su Declaración sobre la educación cristiana (n° 2), resume con claridad los fines, objetivos e importancia de la educación cristiana, de la que la c. es uno de los medios, el primero (ib., n° 4) «Todos los cristianos, que en virtud de la regeneración por el agua y el Espíritu Santo han llegado a ser nuevas criaturas y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana. La cual no persigue solamente la madurez de la persona humana antes descrita, sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad (cfr. lo 4,23), ante todo en la acción litúrgica, formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad (Eph 4,22-24), y así lleguen al hombre perfecto, a la edad de la plenitud de Cristo (cfr. Eph 4,13), y contribuyan al crecimiento del Cuerpo místico. Conscientes, además, de su vocación, aprendan a dar testimonio de la esperanza que hay en ellos (cfr. 1 Petr 3,15) y a ayudar a la configuración cristiana del mundo, mediante la cual los valores naturales contenidos en la consideración integral del hombre redimido por Cristo contribuyan al bien de toda la sociedad. Por lo cual, este sagrado Concilio recuerda a los pastores de almas la obligación gravísima de disponerlo todo de forma que los fieles disfruten de esta educación cristiana, y en primer lugar los jóvenes, que constituyen la esperanza de la Iglesia» (ib., n.º 2).
      2. Historia y legislación. A) La Ley de Moisés se enseñaba oralmente y Jesucristo siguió esta tradición (Sermón del monte, Mt 5; de la Cena, lo 14 a 17; etc.) y al fin envió a sus Apóstoles a predicar (Me 16,15); de lo cual se sigue la primacía de la enseñanza oral del enviado sobre la lectura aun sagrada. Ni Cristo escribió, ni dio tal misión a sus Apóstoles; sino que los envió a predicar de viva voz (v. I). La c. en la Edad Antigua se daba en el Catecumenado (v.) y en la Misa. A los germanos y eslavos, convertidos en masa, se les instruía durante pocas semanas antes del Bautismo y después se completaba la instrucción. Nos consta que los hijos de los cristianos se bautizaban desde niños ya en tiempo de los Apóstoles, como se deduce del hecho de que en varias ocasiones se bautizasen todos los de una familia o casa (cfr. Act 10,1-48; 16,15 y 16,32-33), y en general de toda la doctrina neotestamentaria sobre la necesidad y eficacia del Bautismo (v. BAUTISMO II-IV); otro testimonio sobre lo mismo tenemos en el año 252 en S. Cipriano (Epist. 59: PL 3,1015). Los padres eran responsables de la educación cristiana de los niños bautizados; más tarde aparece también la figura del padrino con cargo de dar instrucción cristiana al niño. La formación de los bautizados se continúa con las lecturas y homilía de la Misa (V. HOMILÉTICA; PALABRA DE DIOS III; PREDICACIÓN) y otros medios de instrucción y catequesis.
      En la Edad Media, los padrinos daban la instrucción religiosa a los niños; después se añadió el padrino de la confirmación, cuya primera mención data de un Sínodo de París del año 829. En la época de las Cruzadas (10961270) se multiplicaron las escuelas, en las que el maestro era el encargado de enseñar la religión; los párrocos y los clérigos la enseñaban en el templo y en la escuela.
      En la Edad Moderna, el conc. de Trento estableció que los párrocos, además de la homilía, expliquen al pueblo todos los domingos lo que deben saber para salvarse (ses. 5a, c. 2 De Reform.: Mansi 33,30-32) y después manda que instruyan a los niños diligentemente al menos los domingos y días de fiesta (1563, ses. 24a, c. 4 De Reform.: Mansi 33,159). En los siglos siguiéntes se tuvo la c. al pueblo los domingos, pero con poca asistencia cuando era fuera de la misa; la c. a los niños se les daba en la escuela o en una c. parroquial, la práctica y los resultados dependían mucho del director.
      B) Los tres principales documentos sobre c. son: a) Benedicto XIV, const. apostólica Etsi minime, 7 feb. 1742 (Bullarium Romanum 25, 136-140); b) S. Pío X, enc. Acerbo nimis, 15 abr. 1905 (ASS 37, 1904-05, 613-625); c) Pío XI, S. C. del Concilio, Decreto Provido sane, 12 en. 1935 (AAS 27, 1935, 145-154). Este Decreto es considerado como el documento más importante que existe sobre la c.; para su preparación se hizo una encuesta entre todos los Obispos del mundo (1925-32), y se trabajó en su elaboración durante dos años. Trata de la importancia de la c., necesaria a niños y jóvenes; si la fe languidece es porque se descuida la c. Las dificultades pueden provenir de la negligencia de los padres, de la escuela sin religión, de los matrimonios mixtos, de los espectáculos y de la difusión del ateísmo. Los remedios serán que los Obispos y párrocos promuevan la c., les ayuden los religiosos, los padres, los maestros y los seglares; que en cada parroquia se establezca la Cofradía de la Doctrina Cristiana, que funcionen el Secretariado Catequístico Diocesano, los visitadores, el Día del Catecismo y que se formen catequistas idóneos, especialmente en la Acción Católica y en los colegios de los religiosos («Rivista del Catechismo» 9, Brescia 1960, n. 3-4; L. Pavanelli, De Catechizandis... Italis, Turín 1938).
      Junto a estos documentos se puede mencionar la ya citada Declaración Gravissimum educationis sobre la educación cristiana (28 oct. 1965: AAS, 1966, 728-739), del conc. Vaticano II. Aunque no entra en detalles concretos de organización o legislación (y en este sentido se puede decir que no supera a los documentos que acabamos de citar), sienta bases de fondo y da orientaciones fundamentales, que han de tenerse en cuenta en toda c., mencionando y tratando de la responsabilidad de los pastores de almas, de los padres, educadores en general, el Estado, escuelas, universidades, etc. Después la Sagrada Congregación para el Clero ha publicado el Directorium Catechisticum Generale, Vaticano 1971 (cfr. Bibl.), con las orientaciones fundamentales sobre c. para todo el mundo.
      3. Organización parroquial y diocesana. A) Se debe atender a la c. de niños, jóvenes y adultos:
      a) Los niños necesitan una triple formación religiosa: familiar, escolar y parroquial. Si la familia no vive la religión y no colabora con la formación cristiana de los hijos, muchas veces se malograrán los esfuerzos de los catequistas, por lo cual se debe preparar también a los padres para que sean catequistas del hogar, pues los años más decisivos para la vida pueden ser los que preceden a la entrada en la escuela. Con palabras graves ha insistido en ello el conc. Vaticano II (Decl. Educ. crist., n° 3). El colegio que desee educar ha de trabajar más en la educación de los padres que en la de los alumnos (reuniones para los padres antes de la primera comunión, charlas, coloquios, etc.). Lo que dicen los padres a sus hijos se les imprime en el alma mucho más que lo que oyen a los extraños. La experiencia muestra que la perseverancia 'del niño queda asegurada cuando los padres viven la religión.
      Respecto a la c. escolar, la Iglesia procura obtener en todas las naciones por medio de los Concordatos (v. DERECHO CONCORDATARto) que la Religión católica se enseñe a los niños católicos en todos los centros oficiales y privados, no sólo en la enseñanza primaria, sino también en la media y superior (CIC can. 1.372-1.383, y Pío XI, enc. Divini illius, 31 dic. 1929, AAS 22, 1930, 73-86). La Iglesia no permite sin especiales cautelas la asistencia de los católicos a escuelas en las que no se enseña religión, por los daños que esta educación produce en los niños (CIC can. 1.374). En algunas naciones, como en España según la Ley de Moyano (9 sept. 1857) y el Concordato español (27 ag. 1953, art. 27: AAS 45, 1953, 644-646), los maestros aprobados por el Obispo enseñan el Catecismo en la escuela, a la que además acudirá el sacerdote una vez por semana. En otras partes los maestros no enseñan religión, pero admiten en la escuela al sacerdote o catequista, o conceden un día libre a la semana para que los niños se instruyan en religión.
      La c. parroquial es totalmente necesaria, aunque en la escuela se dé instrucción religiosa, así lo declara la S. C. del Concilio en sus Cartas de 31 mayo 1920 (AAS 12, 1920, 299-300) y del 23 abr. 1924 (AAS 26, 1924, 287289), y el Provido sane establece que cada parroquia tenga su Escuela de Catecismo, es decir, que se dé la c. en forma de verdadera escuela, con plan, programas, profesores, control, secciones, material, locales, etc. Un buen medio para, además de atraer a los niños, continuar en casa su formación cristiana es la Biblioteca infantil circulante, con libros adecuados a su edad.
      Se puede adoptar un Plan cíclico-concéntrico, de modo que ya desde pequeños adquieran una idea de conjunto de la doctrina cristiana, en cuatro Grados durante 10 años (5-14): Preparatorio: párvulos (5 años). Inferior: Catequesis bíblicas (6-7 años). Medio: Credo y N. T. (8 años); Sacramentos, Oración y N. T. (9 años); Mandamientos y A. T. (10 y 11 años). Superior: Dogma, Hist. de la Iglesia (12 años); Moral e Hist. de la Iglesia (13 años); Gracia, Sacramentos y Liturgia (14 años). Se empieza por la Historia narrativa, luego se alterna el Catecismo con el N. T. y con el A. T., y en el grado superior se profundiza el catecismo, alternando con la Historia de la Iglesia, vidas de santos y Liturgia. Catecismo e Historia se pueden exponer en clases distintas, lo que ayuda mucho a la claridad; habrá «concentración». relacionando la explicación del Catecismo con la Historia y la Liturgia, y al revés; pero otros quieren una mayor fusión y menos fronteras de separación. En la práctica se suele establecer un Plan y programa en armonía con los cursos escolares, de suerte que las diversas materias y profundización de la doctrina vayan a la par con los demás estudios.
      b) Los jóvenes, en la época de los 14 a 21 años están en la edad más importante para su formación religiosa, porque de aquí depende en gran parte la orientación de toda su vida. Dar por terminada la instrucción y formación religiosa a los 13 años, sería dejarla manca y condenarla casi a la esterilidad, porque el niño no es capaz de comprender cabalmente las verdades sublimes del cristianismo, ni se ha enfrentado todavía con los verdaderos problemas de la vida; es preciso continuarla en la adolescencia y juventud. La enseñanza y formación religiosa de los jóvenes han de afrontarla las parroquias y demás instituciones católicas con decisión y constancia. Se les debe repetir la materia del Catecismo en otras formas, insistiendo en puntos principales a partir de diversos temas, como vida de oración y lucha ascética personales, moral, apologética, historia reciente de la Iglesia, misiones. culto, doctrina social cristiana y preparación a la vida familiar, sin dejar de profundizar en las verdades del Credo.
      Entre los posibles medios para dar c. o instrucción religiosa a jóvenes, se puede recordar aquí el Oratorio festivo, al estilo de los Salesianos; se debe a S. luan Bosco (v.) que publicó el Reglamento en 1852. La intención del santo fue recoger los muchachos más abandonados para enseñarles el catecismo los domingos, formarlos en las prácticas religiosas y proporcionarles diversiones adecuadas; el Fundador fue un apasionado por la enseñanza del Catecismo y para ello quiso difundir por todas partes sus Oratorios festivos por medio de los Salesianos (v.) y de las Hijas de María AuXIliadora (v.)
      En las diversas ramas de Enseñanza Media se calcula que hay unos 100 millones de jóvenes estudiantes en todo el mundo, con tendencia a un rápido incremento, pero la Iglesia sólo ejerce su influencia sobre un número limitado. La Religión se enseña en los colegios de la Iglesia y en algunos centros privados; a veces también en los centros del EstaJu. según sean las tendencias de los Gobiernos. En la práctica hay mucha variedad respecto al horario, materias que se cursan y preparación de los profesores (Circular de la S. C. del Concilio Nel Concordato, 21 jun. 1930: AAS 30, 1930, 395-400). Respecto a la enseñanza religiosa en las Universidades y Escuelas Superiores, el Vaticano II dice: «El Santo Concilio recomienda instantemente que se promuevan las Universidades y Facultades Católicas, convenientemente distribuidas por los diversos lugares de la tierra», y desea que eXIstan institutos o cátedras de Teología para seglares en todas las Universidades (Decl. educ. crist., n. 10). Dado que los universitarios ocuparán en general puestos de responsabilidad en la sociedad, debe atenderse con particular esfuerzo a su formación religiosa y moral con cursos teológicos, así como a su asistencia y formación espiritual práctica por medio de los necesarios capellanes, etc.
      c) La gran batalla que ha de dar la Iglesia es vencer la ignorancia religiosa de los adultos, de la que dijo Pío XII en un discurso a la Acción Católica, 7 sept. 1947: «Esta ignorancia ha de ser combatida, extirpada, vencida. Esta misión corresponde en primer lugar al clero» (AAS 39, 1947, 427). La lucha contra la ignorancia religiosa es cuestión de vida o muerte para la Iglesia y la sociedad. Puede mencionarse el ejemplo que dejó en esto a todos los eclesiásticos S. Pío X, que de 1903 a 1911, a pesar de las gravísimas ocupaciones del Pontificado, solía bajar los domingos al patio de San Dámaso para explicar al pueblo romano el Catecismo y el Evangelio. Lo mismo hacía en el barrio del Transtevere su Secretario de Estado, el card. Merry del Val. La c. a los adultos es más importante que la construcción de templos, que las asociaciones piadosas y que todas las obras de cultura y de promoción social. Todo este ramaje se secaría si se marchitase la Fe por falta del riego continuado de la instrucción religiosa. Un Plan decenal de materias para adultos podría ser éste: 1° año, A. T.; 2°, N. T.; 3°, Dogma; 4°, Moral y Ascética; 5°, Sacramentos y Derecho Canónico; 6°, Oración, Liturgia y Apologética; 7° y 8°, Historia de la Iglesia y Vidas de Santos; 9°, Historia reciente de la Iglesia y Misiones de infieles; 10°, Doctrina social cristiana y cuestiones referentes al apostolado que han de hacer los seglares. La c. de adultos puede tener varias soluciones teóricas: c. semanal, cursos intensivos, c. a domicilio, etc.
      La c. semanal a los adultos es la que está preceptuada por la Iglesia (CIC can. 1.332, 1.345), aun dentro de la Misa, si no se puede instruir al pueblo de otra forma; en este caso los Obispos dispondrán la combinación de la Homilía dominical con la enseñanza catequística.
      Más eficaz que esa c. semanal, breve y discontinua, es el Curso intensivo, dado en cuaresma o en otra época del año (CIC can. 1.346), que en Ostuni (Italia) comprende de 60 a 70 lecciones de una hora de duración, todos los días de labor seguidos, dado en un salón o en el templo; cada día repite tres veces el mismo tema a distintos auditorios homogéneos de personas, divididas en grupos, a cargo de un responsable que procura la asistencia.
      También se practica la c. a domicilio para familias que viven muy lejos del centro parroquial, o donde escasea el clero, o para gentes de mentalidad muy ajena a la Iglesia (la usan mucho los protestantes que, según sus estadísticas, le dedicaron en Roma en 1955 más de un millón de horas). Se forman grupos de cinco familias más o menos, y a cada grupo se le asigna un catequista, que las visita en particular semanalmente. Los catequistas se reúnen una vez por semana para preparar el tema que expondrán cada día a una familia (cinco familias por semana), a base de narración, explicación y aplicación, juntando además la intuición y la oración. Este sistema, usado p. ej. en Guatemala, puede tener grandes ventajas, porque el catequista se pone en contacto íntimo con la vida de familia y atiende a sus problemas. Algo semejante se puede hacer con la c. por correspondencia (v. CATECúMENo 3) y por la radio, que pueden llegar sin compromisos a los menos adictos, pero necesitan después el calor de una persona viva que los complete.
      B) La Congregación de la Doctrina Cristiana (CDC) es una de las ruedas principales de la organización de la c. parroquial (CIC can. 1.333). El can. 711 del CIC y el Provido sane quieren que se establezca en todas las parroquias; sus socios activos serán los seglares que cooperan a la enseñanza, luego vienen los asociados, que les ayudan con oraciones y limosnas, y por fin los agregados, niños y adultos que reciben la enseñanza religiosa. En ella pueden distinguirse los reclutadores que visitan las casas y consiguen alumnos para los cursos de niños y adultos, los profesores que enseñan, los ayudantes, los que atienden a la instrucción de los padres, a los fieles adultos, a los no practicantes y a los acatólicos. El papa Pío XI declaró a S. Carlos Borromeo y a S. Roberto Belarmino patronos de la CDC, el 26 abr. 1932 (v. iv, 3a).
      Prueba de que la CDC es una institución perfectamente válida en nuestra época es su admirable funcionamiento en Estados Unidos, donde a los niños católicos, que asisten a las escuelas no católicas, da dos horas por semana de catecismo y un curso de 60 lecciones en vacaciones. La Iglesia en Estados Unidos ha considerado la c. como la ocupación primordial de Obispos, clero y religiosos; así han pasado de 1.600.000 católicos en 1851 a 41 millones en 1960, con ayuda de la CDC y de la escuela parroquial. La diócesis de Newark, cerca de Nueva York, con sus 905.000 católicos en 1949, tenía inscritos en la CDC 32.000 catequistas elementales y 21.000 para la enseñanza media, más 6.000 monjas; el párroco, sin suscitar estos ejércitos, poco podría hacer.
      La fundación del Secretariado Catequístico Diocesano (SCD) la recomienda a los Obispos el Provido sane, con el fin de promover la enseñanza religiosa en toda la diócesis; este Secretariado ha de ser punto clave de la enseñanza religiosa a niños y adultos en la diócesis. Su finalidad principal es establecer la Escuela de Catequistas, promover la CDC en las parroquias, impulsar la enseñanza religiosa en la escuela y en la enseñanza media, organizar la c. de adultos, el Día del Catecismo, proveer de materiales a las c., vigilar las diversas actividades catequísticas, formar catequistas en el seminario, conseguir los medios económicos necesarios para la formación y sueldo de los catequistas, tanto del clero como seglares, etc. La S. C. del Concilio hizo suyas las conclusiones del Congreso Catequístico tenido en Roma, 24-26 jun. 1947, en las que se trata de las actividades de este Secretariado, de la CDC, de la organización escolar de la c. parroquial, de la enseñanza en las escuelas elementales y medias y de la c. de adultos.
     
      V. t.: EDUCACIÓN RELIGIOSA; CATECÚMENO; CATEQUÉTICA.

     

BIBL.: General: DE BRETAGNE Guy, Pastorale Catéchistique, París 1953; 11 Catechismo oggi in Italia, Turín 1960; N. FoURMIER, Esigenze attuali della Catechesi, Brescia 1963; 1. HOFINGER S. J., Catequesis y Misiones (Eichstádt), Vitoria 1962; J. HONORE, Directorio de Pastoral Catequética para las diócesis de Francia, Bilbao 1967; L. LENTNER, Katechetisches Wárterbuch, Friburgo 1961; S. RIVA, Catequética Pastoral, Salamanca 1966; C. Ror, Méthode Pédagogique de CEnseignement du Catéchisme, París 1938; J. NICET F. S. C., Misión del Catequista en la Iglesia, Madrid 1962; M. SAUVAGE F. S. C., Catequésis y Laicado, Madrid 1963; F. TONOLO, Catechetica Pastorale, Asti 1957; Oú en est l'enseigmenement religieux?, París 1937.-Documentos: G. FRUMENTO, La Catechesi nei Documenti della Santa Sede, Roma 1965; J. USHER, Legislación actual de la Iglesia en Catequesis, Tejares 1963; el Directorium Catechisticum Generale de la Santa Sede de fecha 18 mar. 1971 ha sido publicado en castellano por Ed. Magisterio Español S, A. con el título Catequesis: Directorio General Catequístico.-Niños y jóvenes: L. CULTART, Pedagogía religiosa de los adolescentes, Madrid 1961; G. NoSENGO, Didattica della Religione nella Scuola Media, Roma 1963; E. PEÑA, La Enseñanza de la Religión en el Bachillerato, Madrid 1962; P. RICALDONE, Oratorio Festivo, Madrid 1944.-Adultos: J. ALEO, La Catequesis de Adultos (Ostuni), «Cristo al Mundo» 5 (1960) 164-179; A. ZULUETA S. J., El milagro de Ostuni, «Catequética» 7 (1966) 193-204.-CDC : Manual of Parish Confraternity of Ch. D., Paterson 1961; The Confraternity comes of Ages, Paterson 1965.-SCD: A. ALESSI, La Missione Pastorale della Chiesa, Turín 1955; A. ZULUETA S. J., El Secretariado Catequístico Diocesano, «Sínite» 6 (1965) 185-220.

 

 

A. ZULUETA MARIGORTA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991