CATEQUISTAS


Catequista en sentido amplio es toda persona que se ocupa de la enseñanza elemental de la doctrina cristiana, principalmente a los niños, y también a jóvenes y adultos; por su oficio lo es principalmente el párroco, al que ayudan religiosos y seglares; pero también lo son padres y maestros, profesores, etc. A lo largo de la historia presentaremos a los catequistas más destacados, sus obras e instituciones, para terminar con la formación y actuación de los catequistas.
      1. En la Edad Antigua. Sin pretender abarcarlos todos, señalaremos los más célebres. En Oriente, Clemente de Alejandría (v.), Orígenes (v.), S. Cirilo de Jerusalén (v.) y S. Gregorio de Nisa (v.), de ellos se ha tratado al hablar de los Catecúmenos (v.). En Occidente destaca S. Agustín (v.), que escribió una obra al diácono Deogracias (400), De Catechizandis rudibus (PL 40,309-348), en que explica el modo de dar la primera instrucción a los adultos convertidos, siguiendo la Historia Sagrada, y después los Novísimos y la Moral. No preconiza S. Agustín para toda la catequesis el método histórico, sino que también usa el sistemático en la obra Enchiridion ad Laurentium sive de Fide, Spe et Charitate, en que explica el Credo, el Padrenuestro y algo de Moral (PL 40,231290). En De Fide el Symbolo, explica el Credo, frase por frase y refuta las herejías (PL 40,181-196). En el De Symbolo, Sermo ad Catechumenos, explica brevemente todos los artículos del Credo por su orden (PL 40, 627-636). En el libro cuarto, De Doctrina christiana, trata de la elocuencia y modo de enseñar, sin aludir a la Historia de la Salvación (PL 34,89-122). Varios de sus sermones son catequesis a los Catecúmenos o neófitos (Sermo 228: PL 38,1101-02; Sermo 353: PL 39,1560-63) y siempre sigue el orden lógico, no el histórico. Muchos otros Padres de la Iglesia escribieron obras, homilías y sermones con finalidad preferentemente Catequística. En la vida de S. Eloy (PL 87,524-550), Obispo de Noyon (588-659), encontramos un resumen de la predicación Catequística con que se exhortaba a los fieles en esa época.
      2. En la Edad Media (S. VIII-XIV). S. Bonifacio (v.), apóstol de Alemania (675-754), nos da idea de la instrucción dada al pueblo en sus sermones (PL 89,843872). Los catequistas eran los padres en la familia y los sacerdotes en el templo; desde muy antiguo eXIstió el examen de catecismo previo al matrimonio para que los padres pudiesen enseñar la doctrina a sus hijos. Las escuelas del Imperio Romano fueron poco frecuentadas por los cristianos y desaparecieron con la invasión de los bárbaros, por lo cual el III Conc. Ecuménico (Constantinopla 680) mandó a los sacerdotes con cargo pastoral que estableciesen escuelas en los pueblos. La Iglesia empezó a ocuparse oficialmente de los niños en la época de Carlomagno (768-814; v.), en la que se renovó la cultura y se crearon por todas partes escuelas parroquiales y monacales, donde se enseñaba a leer, escribir, y sobre todo, la religión. El conc. de Cloveshow (747) mandaba a los sacerdotes que supiesen de memoria el Credo, Padrenuestro, las oraciones de la Misa, los Sacramentos y que los explicasen al pueblo. El deber de padres y padrinos de explicar la doctrina cristiana a los niños lo recuerdan el conc. de Maguncia (831) y el de Orleáns (913). El inglés S. Beda (v.) el Venerable (672735), en carta a un obispo, le recuerda lo que deben enseñar los sacerdotes: el Símbolo de los Apóstoles y la oración dominical (Epist. 2: PL 94,659).
      Con el progreso de la Teología encontramos en la Edad Media una catequesis cada vez más sistemática, centrada alrededor de las tres virtudes, fe, esperanza v caridad. Con el s. XII empieza la elaboración del manual de Catecismo, tal como nosotros lo conocemos, siguiendo el orden que ya usaba S. Agustín para la instrucción del pueblo. Un autor desconocido compuso un resumen de catequesis en forma de diálogo, que se atribuyó al inglés Alcuino (ca. 735-804; v.): Disputatio puerorum per interrogationes et responsiones (PL 101,1097-1144), en que trata de la creación, de Dios, del A. T., del N. T., de la Misa, y al fin explica el Credo y el Padrenuestro. A Honorato de Autun se le atribuyó (ca. 1100) la obra Elucidarium sive Dialogus de Summa totius Christianae Theologiae (PL 172,1109-1176) que explica la Teología en forma de preguntas que hace el discípulo y de respuestas que da el maestro. El libro va destinado principalmente a los catequistas, sigue el orden del Credo, Moral y Novísimos, insiste en la Eucaristía contra la reciente herejía de Berengario (v.); esta obra fue la base de la enseñanza en la Edad Media, se tradujo a muchas lenguas y de ella quedan muchísimos manuscritos. Fulberto de Chartres (m. ca. 1029) tiene una carta para instruir a los principiantes acerca de los sacramentos (Epist. 5: PL 141, 196-204). Bonizón de Plasencia (m. 1089) escribió un Libellus de sacramentas (PL 150,857-866). Hugo de San Víctor (ca. 1098-1141; v. SAN víCTOR, ESCUELA DE) es un autor que tuvo mucha influencia en los escritores posteriores, la principal de sus obras teológicas es De Sacramentis christianae fidei (PL 176,173-618); equivalente a un catecismo explanado es el Septenario: De quinquies Septenis seu Septenarüs (PL 175,405-414); este modo de agrupar la materia en siete divisiones se utilizó mucho para facilitar el recuerdo de memoria.
      El conc. de Tréveris (1227) mandó a los sacerdotes que explicasen los artículos de la fe y los diez mandamientos. luan Peckham, arzobispo de Cantorbery, convocó el conc. de Lambeth (1281) que mandó a los sacerdotes explicasen al pueblo un Catecismo parecido al nuestro en su contenido (Mansi 24,410-413). El conc. de Valladolid (1322) estableció que los párrocos tuviesen escritos en las iglesias, en latín y en lengua vulgar, los artículos de la fe, mandamientos, sacramentos, vicios y virtudes, y que los explicasen al pueblo los domingos de Cuaresma y en las fiestas principales (Mansi 25,698). El célebre conc. de Tortosa (1429) quiso que los fieles conociesen el Credo, la oración, los Mandamientos, pecados y Novísimos y que se hiciese de ello un catecismo breve, para explicarlo varias veces al año (Mansi 28,1147-48). Un poderoso auXIliar de la catequesis en la Edad Media fue ron las vidrieras, esculturas y pinturas de las catedrales, que fomentaban la devoción y enseñaban al pueblo de un modo intuitivo.
      Santo Tomás de Aquino (v.) predicó en la Cuaresma de 1273 unos sermones en Nápoles, cuya materia se conserva en los Opúsculos 111-VII, sobre los Mandamientos, Sacramentos, Padrenuestro, Ave María y el Credo (ed. Vives, t. 27, París 1875, p. 144-229). Son una exposición lógica, sencilla, clara y bíblica, que presenta sistemáticamente la doctrina como un todo orgánico; estos Opúsculos fueron la trama de la catequesis hasta fines del s. XVI. La Doctrina pueril de Raimundo Lulio (ca. 1275; v.) es un verdadero Catecismo en forma expositiva para los padres y educadores, un tratado completo sobre la educación cristiana de los niños. El Catechismus Vauriensis se debe a la decisión del conc. de Lavaur, cerca de Narbona, en 1368; se sirve de los Opúsculos de S. Tomás y expone largamente lo que se ha de creer, esperar y amar, termina con los Sacramentos (Mansi 26,484-493). f. Gerson (1362-1428; v.), canciller de la Univ. de París y catequista, afirmaba que, en su época de gran confusión, la reforma de la Iglesia debía comenzar por la instrucción cristiana de la juventud. Compuso L'ABC des simples gens, una especie de Catecismo; el Opus tripartitum, en que trata del Credo, Mandamientos, Confesión y buena muerte, es un predecesor del Catecismo de Trento que se usó en Francia para la enseñanza; el obispo de Mans en 1507 mandó a sus curas que tuviesen un ejemplar de esta obra impreso en latín y en francés. También escribió De parvulis ad Christum trahendis, una exhortación a dar la instrucción religiosa. En Inglaterra no estuvo descuidada la enseñanza religiosa: S. Edmundo Rich, arzobispo de Cantorbery (1180-1240) fue un celoso catequista; su sucesor luan Peckham, que ya hemos citado, mandó que los sacerdotes explanasen al pueblo en inglés cuatro veces al año el Credo, Mandamientos, las virtudes y los Sacramentos; el card. Thoresby, arzobispo de York, para facilitar el cumplimiento de estas disposiciones, publicó en 1357 un Catecismo en latín y en inglés, Lay Folks Catechism. A S. Antonino de Florencia O.P. (1389-1459) se le atribuye un verdadero catecismo: Libretto della dottrina cristiana, que circuló primero manuscrito y luego impreso en Venecia (1473).
      3. En la Edad Moderna. Con la aparición de la imprenta (1440) se facilitó mucho la enseñanza y se comenzaron a editar textos no muy diversos de los actuales. La obra de Guido de Montrocher, Manipulus curatorum (Zaragoza 1475), tuvo numerosísimas ediciones latinas y fue como el Catecismo de los párrocos hasta que apareció el Catecismo Tridentino en 1566. El primer Catecismo impreso en alemán en 1480 fue el Christenspiegel (Espejo del cristiano) del franciscano Theodorico de Münster o Kólde, del que se hicieron 130 ediciones. En la época del Renacimiento, al aumentar las escuelas dirigidas por laicos, se notó una disminución de la instrucción religiosa, por lo cual el Conc. V de Letrán (v.) mandó el 5 jun. 1514 que todos los maestros instruyeran a sus alumnos en las disciplinas humanas y también en las religiosas, Mandamientos, Credo, cantos sagrados y vidas de santos y que en los días de fiesta no les enseñaran otra cosa que -la fe y la moral y procurasen que sus alumnos asistiesen a la Misa, predicación y oficios divinos (Mansi 32,881).
      Los protestantes se dedicaron a la enseñanza religiosa de los niños y a difundir sus herejías con catecismos impresos, que empezaron a aparecer a partir de 1522. Lutero (v.) en 1529 publicó un Catecismo pequeño y otro mayor, el Enchiridion en alemán y en latín; Calvino (v.) publicó el suyo en francés en 1537, otro catecismo calvinista se publicó en Heidelberg en 1563. En Inglaterra el primer Book (v.) of Common Prayer (1549) tenía también un breve catecismo; en 1647 salió el catecismo presbiteriano de Westminster.
      a) La Congregación de la Doctrina Cristiana (CDC). El Renacimiento causó un grave decaimiento espiritual en Europa y una gran ignorancia religiosa, que contribuyó a la difusión del protestantismo (v. REFORMA); pero la Contrarreforma (v.) suscitó notables catequistas y movimientos diversos encaminados a consolidar la obra del Conc. de Trento; tales fueron la CDC, los jesuitas, escolapios, paúles, etc. La CDC debe su nombre a S. Carlos Borromeo (v.), pero tuvo su origen en Milán, con el sacerdote Castellino da Castello (m. 1566), que dirigía una escuela con ayuda de seglares para remediar la ignorancia religiosa; hacia 1537 compuso un Interrogatorio, o resumen de la doctrina que se debía enseñar y se imprimió más tarde. No sólo fue fundador de escuelas para niños y niñas, donde se les enseñaba ante todo el Catecismo y también a leer y escribir, sino que fue el creador de la Compañía de la Doctrina Cristiana, sociedad organizada y jerárquica, compuesta de sacerdotes y seglares, sujetos a una Regla (1547); a él corresponde el mérito de la organización y difusión de sus escuelas desde el norte de Italia hasta Roma, a las que dio la dirección durante 30 años. Marcos de Sadis Cusani (m. 1595) era un piadoso seglar que perteneció a la Compañía de la Doctrina Cristiana de Milán, consagró su fortuna a difundir la enseñanza catequística y continuó esta obra en Roma, donde estableció hacia 1560 dicha compañía, dedicándose a la enseñanza del catecismo en las iglesias, por las casas y en las calles. El año 1562, en que Pío IV les concedió la iglesia de S. Apolinar, se suele considerar como la fecha de la fundación de la CDC; sacerdotes y seglares acudían los domingos a las escuelas, que más tarde se convirtieron en diarias. En 1596 fueron aprobadas unas Constituciones en Roma análogas a las de Milán. Hacia 1570 se dividieron en dos ramas: una la de los religiosos, PP. Doctrinarios, que querían consagrarse por entero a la catequesis; Cusani se hizo sacerdote en 1586 y los dirigió hasta su muerte. La otra fue la rama seglar, la Cofradía o Congregación de la Doctrina Cristiana (CDC), pero en perfecta unidad con la Compañía. En 1601 tenía la Compañía 78 escuelas en la ciudad de Roma. San Pío V, 6 oct. 1571, recomendó la CDC; Paulo V, 6 oct. 1607, la elevó a Archicofradía; Benedicto XIV, 9 mar. 1746, la estableció en la iglesia de S. María del Pianto; S. Pío X, 15 abr. 1905, determinó que se estableciese en todas las parroquias para que los párrocos tuviesen catequistas seglares; el CIC (1917) dice que los Obispos procuren establecerla en todas las parroquias; y Pío XI, 12 en. 1935, le da la primacía sobre las demas asociaciones (v. t. ii, 3B). (M. Sauvage, Catequesis y laicado, I, Madrid 1963, p. 325-364).
      b) Época de Trento. El Conc. de Trento (v.) para remediar la ignorancia del pueblo y conservar la unidad de la fe, determinó que se publicase un Catecismo para uso de los párrocos, 5 abr. 1546. Eminentes teólogos trabajaron en su elaboración bajo la dirección de S. Carlos Borromeo; se publicó en tiempos de S. Pío V: Catechismus ex Decreto Concilii Tridentini ad parochos, Roma 1566. Es la gran obra del Concilio, que explica clara y sólidamente las verdades católicas. En cuanto a autoridad y primacía teológica está por encima de todas las obras semejantes, ha sido muy recomendado por los Papas y Obispos para que los catequistas tomen de él la genuina doctrina de la Iglesia. Expone en orden sistemático el Credo, Sacramentos, Mandamientos y la oración (P. Martín Hernández, Catecismo Romano, Madrid 1956; otra edición muy difundida es la de A. Machuca Díez, en latín y castellano, Madrid 1901, con reediciones hasta nuestros días por Gregorio del Amo y Magisterio Español).
      S. Carlos Borromeo (v.) fue el apóstol del catecismo de niños y adultos y un modelo en la lucha contra la ignorancia religiosa y la penetración del protestantismo en Suiza e Italia; dio a la CDC una organización parroquial y diocesana perfecta; a él se debe la supervivencia de la obra de Castellino. Cuando llegó a la diócesis de Milán en 1566 halló 15 escuelas de catecismo, dirigidas por la CDC; a su muerte, 18 años más tarde, eran 740; elevó esta Cofradía a la máXIma sistematización dándole sabias constituciones y reglas (Acta Ecclesiae Mediolanensis, t. 2, Padua 1754, p. 730-772).
      c) Jesuitas. S. Ignacio de Loyola (v.), su fundador en 1540, es el autor de los Ejercicios Espirituales, que graban profundamente en el alma las verdades religiosas y promovió la catequesis. S. Pedro Canisio (v.) escribió un triple catecismo en latín, traducido en seguida al alemán. El emperador Fernando I lo impuso en sus Estados, y Felipe II en los Países Bajos. En total ha tenido más de 400 ediciones y ha sido traducido al menos a 12 lenguas. Publicó: (1) El Catecismo mayor (1555), Summa doctrinas christianae, para los centros superiores, obra muy rica en doctrina que destaca los puntos atacados por los protestantes, pero se abstiene de toda polémica, con unas 2.000 citas de la Escritura y 1.200 pasajes de los Santos Padres; Pío IX dijo que había sido compuesto con tanta exactitud, claridad y precisión que era el más a propósito para instruir a los pueblos en la fe cristiana (2) El Catecismo mediano o pequeño (1558), Parvus Catech:smus, destinado a los jóvenes, es el que alcanzó mayor éXIto. (3) El Catecismo mínimo (1556) con 59 preguntas para los niños. El card. S. Roberto Belarmino (v.) compuso por orden de Clemente VIII una Dottrina cristiana breve (Roma 1597), que tuvo más de 350 ediciones y fue traducida a 58 lenguas; en 1598 publicó una explicación: Dichiarazione piú copiosa della dottrina cristiana, en que expone el Credo, Mandamientos, Sacramentos, virtudes, pecados y Novísimos. Clemente VIII lo puso de texto en los Estados Pontificios y el Conc. Vaticano 1 quiso redactar un Catecismo universal según el modelo de Belarmino. En España y América han sido muy divulgados los Catecismos de Ripalda y Astete, breves formularios que condensan la doctrina que debe exponer el catequista; Jerónimo de Ripalda (1535-1618) publicó su catecismo hacia 1591, de esta obra se han catalogado más de 700 ediciones; el Catecismo del P. Gaspar Astete (15371601) puede ser anterior a 1593 y ha tenido más de 600 ediciones.
      4. Por países. Sudamérica. El arzobispo de Lima, S. Toribio de Mogrovejo (v.), fue un nuevo Borromeo para América; en el III Conc. Provincial de Lima se determinó la publicación de un catecismo, que compuso en castellano el P. José de Acosta S. J. (v.), y fue traducido al quechua y al aymará: Doctrina cristiana y catecismo para instrucción de los indios (Lima 1585). Debe ser el primer libro impreso en Lima. S. Toribio mandó hacer un catecismo mínimo para los rudos, que fue el que se difundió en la práctica.
      Francia. César de Bus (1544-1607) fue un catequista de los niños al que se unieron otros sacerdotes, con los que fundó los PP. Doctrinarios en Aviñón, aprobados por Clemente VIII en 1597, después se dedicaron a la enseñanza en los colegios. J. Ollier (1608-57), sacerdote, catequista y fundador de los Sulpicianos (v.), fue párroco de la parroquia de S. Sulpicio, con más de 150.000 almas y una de las peores de París, pero la transformó enteramente por medio de los catecismos en los que empleó a los seminaristas de S. Sulpicio; más tarde se plasmó el método catequístico de S. Sulpicio. S. VIcente de Paúl (1585-1660; v.), fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, se preocupó por la instrucción religiosa de los pobres y campesinos por medio de las Misiones Populares, en las que el pueblo se aprovecha más con los catecismos que con los sermones. S. Juan B. de la Salle (1651-1719; v.) fundó los Hermanos de las Escuelas Cristianas (v.) para instruir a los niños en las escuelas y enseñarles el catecismo. Claudio Fleury (1640-1723), historiador francés, publicó en 1679 el Catéchisme historique; para hacer más asequibles las fórmulas usadas, quiere que la narración preceda a la explicación del dogma y de la moral (Catéchismes, 11, Migne, París 1842, col. 5-152). F. Dupanloup (1802-78; v.) se distinguió como catequista en París y como gran educador, fue obispo de Orleáns y publicó L'Oeuvre par excellence ou Entretiens sur le Catéchisme (París 1868), en la que expone el método de S. Sulpicio.
      Alemania. B. Overberg (1754-1826) fue un renombrado catequista, director de la Escuela Normal de maestros y autor de un Catecismo y de una Historia Bíblica que alcanzó un centenar de ediciones. A. Winter, en su Catequética religioso-moral (1811), presenta una grave desviación por la orientación que da a la moral, la desestima del elemento sobrenatural y de la Revelación. José Deharbe S. I. (1800-71) publicó el Catecismo católico (1847) en cuatro grados y después lo completó con un Catecismo explicado en cinco tomos; es un resumen de Teología, de sólida doctrina, exacto, ordenado, breve y claro, que se basa en el de Canisio. Se usó para la enseñanza en muchos países de Europa y América y se tradujo a 15 lenguas; estos Catecismos explicados y los formularios no presentan las lecciones ya preparadas, sino el material con el que el catequista ha de disponer la lección conforme a las normas de la Catequética (v.). F. Knecht (1839-1921), obispo auXIliar de Friburgo, publicó una obra traducida al español, Comentario práctico de Historia Sagrada, Barcelona 1955, muy valiosa por sus comentarios doctrinales y prácticos; dice que la Historia Bíblica no es la base de la enseñanza católica, sino el Catecismo propuesto por el magisterio de la Iglesia, aunque el conocimiento de la Historia es muy conveniente para completar la doctrina. Otro catequista importante fue Ignaz Schuster (v.).
      Italia. Hay que citar en primer lugar al español S. José de Calasanz (v.), que fue miembro de la CDC en Roma, y en 1617 fundó los PP. Escolapios (v.), en cuyas escuelas la principal asignatura es el catecismo. Miguel Casati, obispo de Mondovi, publicó en 1765 un Catecismo, primera tentativa de texto único para varias diócesis de Italia, y que S. Pío X, con algunas modificaciones, lo prescribió para Roma en 1905. Juan B. Scalabrini (v.), obispo de Piacenza durante 30 años, fue un apóstol del catecismo, por cuyo medio renovó la diócesis, también fue el catequista de los emigrantes italianos a América; fundó la revista II Catechista Cattolico en 1876 y abrió la serie de los Congresos catequísticos con el de Piacenza en 1889. S. Pío X (v.) fue un celoso catequista durante toda su vida, publicó la enc. Acerbo nimis (15 abr. 1905) y prescribió para Roma su Catecismo en 1913. El erudito Pío XI (v.) fue catequista, creó en Roma un Secretariado catequístico para la Iglesia universal (Orbem catholicum, 29 jun. 1923), dio sabias disposiciones en el Próvido sane (12 en. 1935; v. II, 2 B) y recomendó muchas veces la catequesis en sus discursos, como también lo han hecho los Papas posteriores. El papa Pío XII mandó reunir en Roma el Congreso Catequístico Internacional, 1950. El card. Pedro Gasparri (v.) publicó en Roma (1930) el Catechismus catholicus, fruto de seis años de trabajo; presenta la regla de la doctrina católica, no la exposición del tema que debe preparar el catequista; completa el texto con notas sobre las fuentes y textos del magisterio de la Iglesia.
      España. S. Antonio María Claret (1807-70; v.), misionero y catequista, encomendó a los claretianos (v.) como medio principal para salvar las almas la enseñanza del catecismo, estableció en Cuba la CDC. Enrique Ossó (1840-96) fue director de los catecismos de Tortosa y fundador de la Compañía (v.) de Santa Teresa. Andrés Manjón (1846-1923; v.) fue un célebre pedagogo y fundador de las Escuelas del Ave María en Granada. Manuel González (1877-1940), arcipreste de Huelva y obispo de Málaga y Palencia, fue un catequista popular. Daniel Llorente (1883-1971), obispo de Segovia, ha sido catequista, escritor y director de la Revista Catequística (1910-36) y autor de valiosas obras catequísticas. En el campo de la organización parroquial destacó la Catequesis de S. Nicolás en Bilbao, dirigida por Jesús González, que la describió en la obra: Lo que puede y debe ser un Catecismo, Bilbao 1939.
      Otros muchos nombres de diversos países habría que citar aquí. Mencionemos sólo el del norteamericano Leo J. Trese (m. 1970) que, además de capellán en centros universitarios y de escribir durante muchos años una columna semanal que reproducían todos los periódicos católicos de EE.UU.., ejerció sus labores catequéticas en la Confraternity of Christian Doctrine, especialmente en la diócesis de Detroit. Otros nombres pueden verse en PREDICACIÓN Il.
      5. Época escolar y actual. Hasta fines del s. XVlll los Estados no se preocuparon mucho de crear escuelas e imponer la asistencia obligatoria. La catequesis se implantó entonces también en la escuela pública, alcanzando más intensidad y mayor número de niños; aunque la catequesis en la escuela tiene siempre el peligro de convertir la educación religiosa en una asignatura meramente informativa, sin entregarse a Dios.
      Actualmente, para los niños, se tiende a integrar el Catecismo de fórmulas resumidas de la doctrina con un manual cristocéntrico, siguiendo más o menos el llamado método de Munich y de la escuela activa (v. III, 2c y 3), con utilización de la Biblia y de la Liturgia. El catequista debe anunciar y transmitir siempre el mensaje y doctrina de salvación, el designio de Dios de salvar a todos los hombres por medio de Cristo, centro de la enseñanza, pidiendo la conversión a Dios. Así el Catecismo francés (1947), de Boyer y Quinet (1879-1961), que sigue el orden del Catecismo Romano: Credo, Novísimos, Gracia, Oración, Sacramentos, Virtudes y Mandamientos. El Catecismo católico de Alemania (1955), obra principalmente de K. Tillmann, expone: Credo, Sacramentos, Oración, Virtudes, Mandamientos y Novísimos.
      6. Formación de los catequistas. a) Legislación. Se halla, al hablar del Magisterio de la Iglesia, en CIC, can. 1.322-1.383. El obispo es el principal responsable de la catequesis en la diócesis, cuyo ministerio de enseñar «sobresale entre los principales deberes del Obispo» (Conc. Vaticano II, Decreto sobre los Obispos, n. 12 y 14). El principal deber del párroco y de los sacerdotes (can. 1.330-32) es difundir la doctrina de Cristo en la parroquia y en la escuela. «El deber de enseñar al pueblo cristiano, al cual están obligados todos los sacerdotes, especialmente los que tienen cura de almas, es el primero y principal de todos los deberes» (S. C. de Seminarios, 8 sept. 1926: AAS 18, 1926, 453). Los religiosos y religiosas deben cooperar eficazmente a la catequesis en sus escuelas, formar catequistas en sus colegios y ayudar al clero en la enseñanza religiosa (Orbem catholicum y Provido sane; S. C. de Religiosos, Carta Quantum homini, 25 nov. 1929: AAS 22, 1930, 28-29). En la familia los padres han de ser los primeros y más eficaces catequistas de sus hijos (can. 1.113). Los maestros en las escuelas públicas y privadas, como mandatarios de la Iglesia y de las familias, deben enseñar el catecismo a los niños católicos (can. 1.372-83). Hay que citar aquí la ene. Divini illius, de Pío XI (31 dic. 1929: AAS 22, 1930, 73-81). Los seglares son invitados a enseñar y cooperar a la catequesis en la CDC, la Acción Católica, Legión de María, etc. (can. 1.333).
      El catequista para desempeñar bien su función necesita recibir una triple formación: espiritual, doctrinal y pedagógica en cursos parroquiales o en escuelas de catequistas. Especialmente los seminaristas han de recibir una esmerada formación catequística, comenzando por el Seminario menor (can. 1.364). Diversas disposiciones romanas inculcan la importancia de esta formación para los candidatos al sacerdocio (CIC, can. 1.365; S. C. de Seminaristas, Carta Quod catholicis, 28 ag. 1929: AAS 22. 1930, 146-148; y Carta de la S. C. del Concilio L'Istituzione, 4 jun. 1964; v. t. III, 1).
      b) Centros de formación. La Escuela de catequistas puede ser un paso decisivo para desterrar la ignorancia religiosa. Las materias recomendables para su formación son: Dogma, Moral, Gracia, Sacramentos, Ascética, A. T., N. T., Historia Eclesiástica, Liturgia, Apologética, Doctrina social cristiana, Misiones de infieles, Didáctica, Oratoria, Catequética, Organización catequística, Prácticas, Psicología educativa, Pedagogía, Historia de la catequesis, Canto y Dibujo. Existen Institutos Catequísticos Superiores para investigar en el campo catequístico y formar directores, profesores y especialistas. Así, p. ej., el Centre International d'Études de la Formation Religieuse de Bruselas, que publica la revista «Lumen Vitae», y otros en París, Munich, Manila, Quebec, Salamanca-Tejares, etcétera. Desde 1955 el Consejo Episcopal Latino-Americano (CELAM), continuando en el esfuerzo para remediar los daños de la ignorancia religiosa y del materialismo, ha fundado diversas Escuelas e Institutos Superiores de Catequética (Santiago de Chile y Manizales en Colombia). V. t. EDUCACtóN RELIGIOSA.
      7. Actuación de los catequistas. Los catequistas seglares donde más destacan es en las Misiones, en las que ejercen múltiples oficios pastorales, además de la enseñanza religiosa. Preparan las conversiones de los paganos, enseñan el catecismo a los catecúmenos y neófitos y suplen al misionero; deben llevar una vida piadosa superior al común de los fieles. Los hay de diversas clases: elementales y superiores, voluntarios y pagados. No sólo son necesarios por la escasez relativa de sacerdotes, sino porque actúan muy eficazmente sobre la masa. Antes que clero indígena hay que preparar catequistas porque ellos son los que forman las familias cristianas de las que brotarán las vocaciones.
      Los Papas se han preocupado por la formación de los catequistas en las Misiones y los han recomendado. Pío XI en la ene. Rerum Ecclesiae, 28 feb. 1926 (AAS 18, 1926, 78); Pío XII, ene. Evangelii Praecones, 2 jun. 1951 (AAS 43, 1951, 514) y Juan XXIII, ene. Princeps pastorum, 28 nov. 1959 (AAS 51, 1959, 855). Una especial alabanza les tributó Pío XII en el discurso al II Congreso de Apostolado seglar, mencionando su ejemplaridad y eficacia (AAS 49, 1957, 937). En 1965 el conc. Vaticano II en el Decreto sobre las Misiones, n. 17, alaba la obra de los catequistas, desea que se formen en escuelas de catequistas y que se les dé a los que se entregan a esta enseñanza la justa retribución. En el sur de la India es célebre el centro de Tindivanam, fundado en 1921 por el P. Duffy como Escuela Normal para formar Catequistas-Maestros que reciben un sueldo por razón de la escuela.
     
      El papel de los padres y la familia siempre será insustituible en la educación religiosa y moral cristiana. Junto a ellos, con el mayor desarrollo de la educación en general en los diversos países, catequistas y profesores de religión, además de cristianos rectamente formados en el dogma y en la moral lo mismo que en la piedad y en la lucha ascética personal, deben ser buenos pedagogos y profesionales de la enseñanza, para lo que necesitan adecuada preparación; de ellos puede decirse que son las grandes columnas de la Iglesia, cuyos nombres están escritos en el cielo (Le 10,20).

     
     

BIBL.: Historia: A. BOYER, Catéchistes, en Catholicisme, 2, 657-661; E. MANGENOT, Catéchisme, en DTC 2,1895-1968; T. B. SCANNELL, Doctrine Christian, en The Catholic Encyclopedia 5,75-88; G. TESTORE, Catecismo, en Enciclopedia Cattolica 3,1118-1125; Dix années de travail catéchétique dans le Monde, París 1960; A. ETCHEGARAY, Historia de la Catequesis, Santiago de Chile 1962; D. LLORENTE, Tratado Elemental de Pedagogía Catequística, Valladolid 1965.-Formación: A. BOYER, Catéchistes volontaires, «Lumen Vitae» 1 (1946) 375-390; ¡D, La Formation chrétienne des catéchistes, París 1954; G. FRUMENTO, La Catechesi nei Documenti della Santa Sede, Roma 1965; D. DOMÍNGUEZ S. J., Formación catequística de los seminaristas, «Sal Terrae» 20 (1931) 33-52; S. RIVA, Come si diventa Catechista, Brescia 1962; «Rivista del Catechismo», no 5 Brescia 12 (1963); F. TONOLO, Manual de la Catequista, Barcelona 1943.-Misiones: D. S. AMALORPAVADAS, Les Vicaires laiques du Misionnaire, «Les Missions Catholiques» (1963) 258-286; íD, Tindivanam, «Lumen Vitae» 19 (1964) 142-153.

 

 

A. ZULUETA MARIGORTA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991