CATEAU-CAMBRÉSIS, PAZ DE


La villa de C. C., situada en el distrito de Cambray, al N de Francia, da nombre a la paz que allí se firmó, los días 2 y 3 abr. 1559, entre España y Francia, principales signatarias, poniendo fin a la guerra que ambos países sostenían desde 1557 y cuya principal acción había sido la batalla de San Quintín (v.), un triunfo para las armas de Felipe II.
      Esta victoria española en punto tan neurálgico de la geografía francesa había dejado libre el camino hacia París. Si Felipe II no aprovechó ocasión tan propicia se debió, no sólo a su carácter, mezcla de prudencia y timidez a la hora de las grandes decisiones, sino especialmente al mal momento económico que atravesaba la hacienda española. Por Decr. de 1 en. 1557, el rey se había visto obligado a declarar la primera de las tres bancarrotas que había de sufrir la monarquía católica durante su reinado. De ahí que la guerra continuase con suerte indecisa y adoptase la forma de operaciones de desgaste más que de grandes acciones de conquista. Sólo pequeñas plazas de menor importancia (Ham, Le Chatelet1 Noyon, etc.) cayeron en manos de los españoles. Significó esto una pérdida de tiempo que posibilitó la recuperación del maltrecho ejército francés, ahora reforzado por las tropas del duque de Guisa que, en rápidas etapas, había salvado la distancia entre Roma y París.
      El a. 1558 se abre con un triunfo militar francés. La plaza fuerte de Calais es el último reducto inglés en tierra francesa, resto de un pasado medieval. Conquistada por Eduardo III en 1347, había permanecido en manos inglesas a pesar de los varios intentos de Francia por recuperarla. El 31 dic. 1557 el ejército de Guisa ataca Calais que, desprotegida y tras una débil defensa, se rinde el 6 en. 1558. No ha faltado quien haya visto en la fácil toma de Calais una consciente negligencia inglesa que haría caer la responsabilidad de tal pérdida sobre Felipe II, a la sazón rey consorte de Inglaterra. Tal vez fuese una maniobra política urdida por la oposición al gobierno de María Tudor. En las cartas del card. Granvela se pueden encontrar frecuentes alusiones a la traición que se perpetró en Calais.
      Los resultados del verano de 1558 fueron indecisos. La flota turca que, a petición francesa, se desplaza hacia el Mediterráneo occidental, pone en peligro las costas españolas, en especial Menorca. Dentro de España, los moriscos constituyen una masa de población fácil a la revuelta, a cualquier instigación que les venga desde fuera. A fin de junio, el duque de Guisa toma la plaza de Thionville. El mariscal de Termes se dirige hacia Flandes, con intención de penetrar por la zona de Dunquerque, pero se ve impedido por la acción de las armas espanolas. El conde de Egmont, con 3.000 jinetes, y el duque de Saboya, al frente de 15.000 infantes, lograron una resonante victoria en Gravelinas el 13 de julio.
      Sin embargo, la lucha no puede prolongarse. Ambos contendientes están agotados. Felipe II ve la absoluta necesidad de acabar con aquella guerra, a cuyos enormes gastos no puede hacer frente. El cronista Cabrera de Córdoba calcula un gasto de 200.000 escudos de oro al mes. Ni de los banqueros de los Países Bajos ni de España se puede obtener más crédito. La deuda contraída con los Fugger (v.), los famosos banqueros del Emperador, es también inmensa. El mismo rey urge que se inicien las negociaciones de paz; teme que la grave situación económica pueda conducir a la derrota.
      Otras causas de tipo político y religioso aceleran a su vez los preparativos de la paz. En Francia, también cansada y débil, se constituye un fuerte partido hugonote que supone un peligro no sólo para la unidad religiosa del país, sino para el mismo Estado, por el carácter antimonárquico de sus miembros. España empieza también a verse afectada por pequeños focos heréticos, de tipo luterano (Sevilla, Valladolid). Por otra parte, mueren varias personas claves de la escena europea y el panorama político se altera sensiblemente. Ese mismo a. 1558 desaparecen varios Habsburgos: el 18 de febrero, Leonor, reina viuda de Portugal y Francia, hermana de Carlos V; el 21 de septiembre muere en Yuste Carlos V; el 18 de octubre, su hermana María. Pero hay una muerte de especial trascendencia política, la de María Tudor (17 de noviembre), que pone en peligro la alianza anglo-española y hace posible la subida al trono inglés de Isabel, la hija de Enrique VIII y Ana Bolena. Si Felipe II apoyó a Isabel I en la sucesión a la corona e incluso hizo valer su influencia ante el Papa para que no lanzase sobre ella su excomunión, se debió a la necesidad que tenía de conservar la alianza inglesa. Sobre todo frente a la posibilidad de que María Estuardo de Escocia, casada con el delfín de Francia, pudiera ser también reina de Inglaterra y se estableciese un cerco hostil que aislase a los ya alejados Países Bajos. Hasta tal punto quería tener Felipe II a Inglaterra de su mano, que se comenzaron las negociaciones para un posible matrimonio con Isabel I, que aunque no fuese del pleno agrado del rey, podría tener positivas consecuencias, políticas y religiosas. Enrique II, preocupado ante tal posibilidad, prometió devolver Calais si la reina se casaba con persona del agrado francés. Dos meses de gestiones de los embajadores españoles en Londres no obtuvieron el resultado apetecido. Hay más engaño que verdad en las dilaciones de Isabel, cuya negativa termina por verse clara.
      Mientras tanto, se realizan preparativos para la paz. Antonio Perrenot de Granvela (v.), el futuro cardenal, es principal negociador. Se mueve también un activo servicio de espionaje de ambos bandos. Las conversaciones, comenzadas en la abadía de Cercamps (Doullens), han sido trasladadas a la villa de C. C. Por medio del condestable de Montmorency, prisionero de los españoles desde S. Quintín, se llega a un acuerdo sobre los plenipotenciarios que han de decidir y firmar la paz; por parte de España son: el duque de Alba, el príncipe Guillermo de Orange, Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, Granvela y Viglio, presidente del Consejo de Bruselas; por parte de Francia: el cardenal de Lorena, hermano del duque de Guisa, el mariscal de Saint André y el condestable de Montmorency, en libertad bajo su palabra de honor. El 2 abr. 1559 se firma un tratado de paz con Inglaterra y el 3 con España. Isabel I renuncia a Calais por un plazo de ocho años, mediante una indemnización de medio millón de escudos, si bien fue de hecho una cesión definitiva. España devolvió a Francia sus conquistas, entre ellas San Quintín, Ham, Chatelet, etc. Y Francia abandonó, a su vez, Thionville, Marienburg y otras plazas de Flandes, y, sobre todo, sus apetencias en Italia. La isla de Córcega fue devuelta a los genoveses, aliados y colaboradores de España. Enrique II depuso su ambición sobre Milán, tantas veces disputado con España. El Piamonte y Saboya volvieron a la soberanía de su duque, Manuel Filiberto. Sin embargo, Francia conservó cinco plazas fuertes en el Piamonte (Turín, Chivasso, Chieri, Pignerolly y Vilanova de Asti).
      La historiografía francesa ha calificado de desastrosa esta paz. Recién firmada, el duque de Guisa recriminaba a su rey por las cuantiosas pérdidas. Sin embargo, quizá se exageraba. Varios historiadores, entre ellos Braudel, han señalado que si Enrique II se avenía a tales cesiones y daba la espalda a Italia era para dedicarse con más soltura a sus intereses hacia Inglaterra, cuyo trono podría ocupar algún día su hijo Francisco, casado con María de Escocia. Por otra parte, la renuncia francesa a Italia no había sido total y las cinco plazas piamontesas eran fácil portillo a tierras italianas.
      La paz trajo consigo dos bodas, la de Felipe II con la joven Isabel de Valois, antes prometida al príncipe D. Carlos, que se celebró el 22 de junio en París, actuando por poderes el duque de Alba en nombre del rey; y la de Manuel Filiberto de Saboya con Margarita de Valois, hermana de Enrique II. Durante las celebraciones, el rey de Francia sufrió un accidente en un torneo y m. a los pocos días (10 jul. 1559). La monarquía de Felipe II alcanzó su punto culminante en C. C., que facilitó además la continuación del conc. de Trento.
     
      V. t.: FELIPE II.
     
     

BIBL.: M. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, La paz de Cateau Cambrésis, Madrid 1959; M. FORNERON, Le traité de paix fait á Cateau Cambrésis, París 1863; F. BRAUDEL, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México 1953.

 

M. ESPADAS BURGOS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991