Pintor flamenco, más conocido en España por el Bosco, n. en Hertogenbosch
(Bois-le-Duc) ca. 1450; m. en la misma ciudad en 1516, según consta en el
Archivo de la Cofradía de Nuestra Señora que allí se conserva. En el s. XV
vivía en Hertogenbosch la familia Van Aeken, uno de cuyos miembros,
miniaturista, se supone abuelo del B. Con él, o con algún modesto maestro
local, debió dar sus primeros pasos en la pintura gótica, ya que
Hertogenbosch aún no debía estar influido por las nuevas corrientes
estilísticas.
Técnica y artísticamente, la obra del B. coincide con la de los
primitivos flamencos, en cuanto a minuciosidad, realismo y luminosidad en
el colorido, muy caracterizado este último por un rojo suavizado con
pinceladas blanquecinas. Sin embargo, su pintura se aparta de la tradición
flamenca, y en ello se ve su mayor originalidad, en sus modos de expresión
por medio de alegorías y símbolos cuya interpretación ofrece las grandes
dificultades reveladas en disparidad de criterios de los numerosos
investigadores de su obra. Esta forma de expresión es lógico suponerla
influida por el ambiente, costumbres, ideas, etc., de la época en que
concibió y realizó su obra. Época de carácter indeciso, inconcreto,
crítico, no sujeta a tendencias definidas y durante la cual, sin haber
desaparecido totalmente el mundo medieval, se inician nuevas ideas como
avanzada del mundo moderno. Época, también, de confusión religiosa durante
la cual empieza a gestarse la Reforma con la lucha dialéctica entablada
entre los humanistas, todavía dentro del credo de la Iglesia, pero ya con
leves matices de heterodoxia. Por su complejidad, estas circunstancias no
hacen fácil la traducción de los símbolos empleados por el B. si es que
con ellos quiso expresar, de algún modo, su propio juicio de la época. Por
otra parte, el intercambio de corrientes en esta encrucijada histórica,
entre el espíritu medieval y la nueva ideología, no pudo menos de
reflejarse en su pintura, como en tantos otros aspectos de su época. De
aquí la duda de si se inspiró para su obra en la tradición del arte
medieval, que expresaba pensamientos e ideas religiosas por medio de
símbolos, si bien aportando una personal originalidad, o si se valió de
este simbolismo medieval, tan familiar aún a sus contemporáneos, para
expresar las nuevas corrientes. Es probable que se conjugaran ambas
tendencias y que fueran la confusión de la época, la lucha entre la
tradición empeñada en sobrevivir y las nuevas ideologías afanosas de
imponerse, las que inspiraron, conjuntamente, la obra del B. Ahora bien:
¿por qué, lejos de escoger una forma de expresión comprensible, se valió
de los símbolos que dan tono original a su pintura? Quizá porque su juicio
fuera desfavorable a aspectos de aquella época y, por las circunstancias
de la misma, necesitó disfrazarlo; o porque esos símbolos, que ahora
parecen incomprensibles, no lo fueran para los hombres de su tiempo, como
no lo habían sido para los de la Edad Media.
En la obra del B. se encuentran escenas originalísimas, pero también
hay otras directamente relacionadas con modelos existentes en las
misericordias de los coros de las catedrales góticas, no sólo de
Hertogenbosch, sino de otras ciudades europeas: en España las de Zamora,
Plasencia, Ciudad Rodrigo y Toledo. Este mundo fantástico, estas sátiras
de la vida, que aparecen también en capiteles románicos y se reflejan en
literatura, grabados y expresiones populares de aquella época, es probable
despertaran en él el deseo de expresarlo en su repertorio de escenas
inspiradas unas veces en ideas de las Sagradas Escrituras y Evangelios
Apócrifos y, las más, en costumbres de su época.
Quizá no fuera aventurado atribuir a su obra un propósito educador,
si observamos que en libros místicos de entonces, como los de Ruysbroeck,
de igual modo que en el Kempis e incluso en la Biblia, encontramos
referencias a costumbres populares y a refranes basados en símbolos y
comprendidos, hasta bien finalizado el s. XVI, no sólo en los Países
Bajos, sino en toda Europa.
Otro de los aspectos más discutidos de la obra de este pintor es su
cronología, por los pocos datos que se conocen de su vida. Se consideran
como obras primeras las que revelan en su composición una mayor influencia
de la miniatura y del gótico, y tardías las que evidencian identidad con
las composiciones de los grandes maestros de Brujas y Amberes. Las mejores
de las obras del B. se encuentran en España, donde tuvieron gran
aceptación entre nuestros monarcas, desde la época de los Reyes Católicos,
quizá por la frecuente relación entre las cortes de España y Flandes. Esta
admiración por el B. llega al máximo durante el reinado de Felipe II, que
consigue reunir una magnífica colección, comprada a los herederos de
Felipe de Guevara.
El Mus. del Prado reúne la casi totalidad de la obra del B. en
España, siendo las más notables: La mesa de los pecados capitales,
considerada la primera en el orden cronológico y fundamental, por las
leyendas que ayudan a la comprensión de sus escenas, para la
interpretación del resto de sus obras; La extracción de la piedra de la
locura; El jardín de las delicias, quizá la que más viva polémica ha
suscitado en cuanto a su interpretación. Su primer comentarista fue, en
1605, fray José de Sigüenza en su Historia de la Orden de San Jerónimo;
considera El jardín de las delicias como obra moralista y, como tema
fundamental del tríptico en que se desarrolla, la «fresa» o «madroño», que
aparece profusamente, porque «apenas se gusta cuando es acabada como
ocurre con los placeres de la vida». Los Padres escurialenses Santos y
Ximénez, comentaristas posteriores, coinciden con el P. Sigüenza. En el s.
XVII, Butrón y Pacheco han calificado al B. de pintor «de caprichos
lascivos» y Quevedo, en su Alguacil endemoniado, de «descreído que encubre
bajo burlas su ausencia de fe».
En el s. XVIII desaparece el interés por la interpretación de la
obra del B. En nuestro tiempo ha vuelto a suscitarse, y autores tan
notables como Friedliinder, Tolnay, Baldass y otros, coinciden en su
sentido moralista, aunque difieren en las fuentes inspiradoras de su
simbología que, para unos, reside en textos medievales, en tanto que para
otros hay que buscarlas en la alquimia, etc. Recientemente se ha
interpretado su obra El jardín de las delicias como representación de la
herejía Adamita, resurgida en el s. XIV en el norte de Europa y que
alcanzó gran fuerza en los Países Bajos, donde se conocía con el nombre de
Hermanos y Hermanas del Espíritu Libre, que practicaban desnudos sus
cultos y creían que, al estar inspirados por el Espíritu Santo, éste les
libraba de la concupiscencia como pecado. Autor de esta interpretación es
W. Fraenger, quien, al considerar el tríptico como obra dedicada a este
culto, no ve la sucesión temática en el orden concebido por el B.: tabla
izquierda o Creación, tabla central o Pecado y tabla derecha o Infierno en
su clásico sentido de castigo eterno. Por el contrario, altera este orden
y considera la de la izquierda como Creación, la de la derecha Infierno,
pero no como castigo, sino como Purificación o Purgatorio y, finalmente,
la tabla central o Milenio, perfecto estado de la vida en comunidad sin
pecado en los placeres. Recientemente, el prof. Steppe ha encontrado
documentos de los que se deduce que los primeros propietarios del Jardín
de las delicias fueron Egelberto II, o su sobrino Enrique III, conde de
Nassau, casado con Da Mencía de Mendoza, pues, en 1517 (un año después de
morir B.) lo vio el card. Luis de Aragón en el palacio de los Nassau, en
Flandes. Y más recientemente Luzarches cree se pintó para la orden del
Toisón de Oro.
También en el Mus. del Prado se encuentran otros dos grandes y
notables trípticos: El carro de heno, cuya idea general está inspirada en
un proverbio flamenco inspirado, a su vez, en un pasaje de Isaías que
dice: «toda carne es heno y toda gloria como las flores del campo»; y La
Epifania, de gran belleza, que presenta como problema interpretativo de
más interés una figura que está en la puerta de una cabaña, y a la cual
unos interpretan como un miembro del séquito de los Reyes mientras que,
recientemente, Brandt Philip cree que es el Anticristo, fundándose en
documentos apócrifos del pueblo judío, muy convincentes. Las tentaciones
de s. Antonio, también del Prado, es un cuadro pequeño de gran belleza y
finura de ejecución. También de pequeñas dimensiones, pero de gran
calidad, son el s. Juan Bautista en el desierto (Mus. Lázaro Galdiano,
Madrid) y el s. Cristóbal (Col. privada, Madrid). En El Escorial se
conservan, entre otros, una magnífica Coronación de espinas y un Carro de
heno, réplica o copia de la época, de calidad inferior al del Prado. En el
Mus. de Valencia existen dos tablas, puertas de un tríptico, con temas de
la Pasión y que son copias hechas en el s. XVI de un original perdido.
Extensísima la obra del B., se le ha copiado e imitado mucho,
atribuyéndosele gran número de tablas. Muchas obras se consideran, por su
calidad, salidas de su mano o taller. Se encuentran repartidas por
numerosos museos y destacan: El Calvario y El Juicio Final, Mus. de
Bruselas; Las Bodas de Caná, S. Cristóbal y El Hijo Pródigo, Mus. Boymans
de Rotterdam; El Martirio de S. Juliana, s. Jerónimo y Paraiso e Infierno,
Palacio de la Señoría de Venecia; s. Juan Evangelista en Patmos, Kaiser
Friedrich Mus., Berlín; S. Jerónimo y Jesús con la Cruz a Cuestas, Mus. de
Gante; Adoración de los Reyes y Ecce Homo, Mus. de Filadelfia; Jesús con
la Cruz a Cuestas, Kunsthistorische Mus., de Viena; Coronación de Espinas,
National Gallery, de Londres; Natividad, Wallraft-Richartz Mus., de
Colonia; Juicio Final, Acad. de Viena; Tentaciones de S. Antonio, Mus. de
Arte Antiguo, de Lisboa.
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Jardín de las Delicias del Bosco, «Archivo Español de Arte» (1960); íD, El
grupo de la Cueva en el jardín de las Delicias del Bosco, «Archivo Español
de Arte» (1963); íD, El Bosco en España, Serie Artes y Artistas, Madrid
1965; íD, El jardín de las Delicias. A propósito de una copia temprana y
un tapiz, «Archivo Español de Arte» (1967); I. M. PITA, El Bosco,
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Eine Enführmunginseine geheime symbolik, Amsterdam 1957.
I. MATEO GÓMEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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