Dramaturgo y escritor español, conocido fundamentalmente por sus obras de
teatro, que renuevan los principios estéticos que regían en el s. XIX.
Vida y obras. N. en Madrid, el 12 ag. 1866, en el seno de una
familia de la alta clase media. Su padre fue médico afamado. Estudia el
bachillerato en Madrid. Empieza y abandona la carrera de Derecho, dejando
fama de mal estudiante. En 1893 escribe Versos y Cartas de mujeres, obra
esta última muy bien acogida por el público y la crítica.
Su primera pieza dramática es El nido ajeno (1894), donde se pueden
encontrar casi todas las virtudes y defectos de su teatro. Sigue con Gente
conocida (1896), La comida de las fieras (1898), La gata de angora (1900),
Lo cursi (1901), La gobernadora (1901), Amor de amar (1902), etc. En 1903
escribe La noche del sábado, donde apunta ya una de sus notas
características: la sátira social con matices irónicos, dirigida casi
siempre contra las clases superiores. Esta pieza abre otra línea a su
teatro: la tragedia de ambiente d'annunziano y el tono modernista y
retórico. En 1905, a raíz del estreno de Los malhechores del bien, se le
critica de anticlerical, y él comenta: «he dicho bien claro que no soy
creyente, yo quiero el Arte libre de toda influencia sectaria». Aparte de
su obra dramática, cultiva el periodismo: dirige La vida literaria y
publica crónicas en El Imparcial.
El 9 dic. 1907 se estrena en Madrid Los intereses creados. Por
excepción dentro de su teatro, la acción se sitúa en el s. XVII y aparecen
los personajes de la comedia del arte italiana (Polichinela, Arlequín,
Pantalón, etc.). Su argumento es como sigue: Leandro, por consejo de su
amigo Crispín, se hace pasar por un gran señor y cuando los dos
aventureros no pueden satisfacer sus deudas, consiguen salvar la situación
logrando que sus acreedores, para cobrar, exijan al rico Polichinela la
boda de su hija con el enamorado Leandro. Se simboliza aquí la astucia
mundana y el amor ideal, que unidos triunfan en un mundo mediocre, en el
que importan más los intereses que los afectos. Sus aciertos de diálogo,
psicología y sátira moral son múltiples.
Pasa temporadas en Aldeancabo (Toledo), donde observa tipos que le
sirven para sus dramas rurales. Con Señora Ama (1908) incorpora el mundo
rural castellano. Dominica, prototipo de mujer fuerte, es capaz de salvar
su matrimonio con comprensión y bondad. En la misma dirección escribe La
malquerida (1913), honda tragedia, en que otra mujer fracasa ante la
pasión incestuosa de su segundo marido y de su hija. Los trazos sombríos
de estos dos dramas contrastan con el tono general de su teatro. Escribe
también obras dedicadas a los niños: Ganarse la vida (1909), El príncipe
que todo lo aprendió en los libros (1909) y El nietecito (1910). En 1912
se le nombra miembro de la R. A. de la Lengua.
Pérez de Ayala le criticaba duramente, considerando su obra nociva
para el teatro. M. de Unamuno dice, sin embargo: «soy uno de los que creen
que nuestro Benavente no tiene quien le supere como autor dramático». En
1922 la hostilidad de la crítica española llega a su grado máximo, y B.
decide hacer un viaje por América. Con él, iba una compañía teatral,
dirigida por Lola Membrives. Ese año se le adjudica el Premio Nobel de
Literatura. De Hispanoamérica pasa a Estados Unidos, donde La malquerida,
estrenada con el título The passion flower, le dio gran popularidad. De
nuevo en España, recibe numerosos honores oficiales: «hijo predilecto» de
Madrid, Gran Cruz de Alfonso XII y la de Alfonso X el Sabio, Medalla de
Oro del Trabajo, etc. Sigue escribiendo comedias, hasta llegar al número
total de 165.
M. en Madrid el 14 jul. 1954. Otras obras de B. son: Al natural
(1903), La princesa bebé (1906), La fuerza bruta (1908), La escuela de las
princesas (1919), La ciudad alegre y confiada (1916), Una señora (1920),
Pepa Doncel (1928), De muy buena familia (1931), Santa Rusia (1932), La
infanzona (1945).
Es de justicia reconocer en B. un mérito indudable: se atreve a
escribir a contrapelo de los gustos vigentes, transforma al público y
luego le suministra lo que éste apetece. El punto de apoyo de sus sátiras
es la buena moral burguesa. Su obra, muy vasta, toca todos los géneros:
desde el sainete hasta la tragedia, sin desdeñar el teatro musical.
Cronológicamente, su aparición en escena coincide con el apogeo
echegarayesco, pero frente al tono grandilocuente y los temas
aparentemente trascendentes, B. impone con rapidez un tono nuevo,
conversacional y distinguido, y unos tipos vulgares, cuyos conflictos no
tienen por lo general nada de extraordinario. Pero la novedad de su teatro
no consiste solamente en esto, sino en un nuevo arte de hacer comedias.
Características del teatro de Benavente. Sus piezas suelen ser de
tres actos, con unidad temporal en cada uno de ellos. La mayor parte de su
producción es costumbrista, rehuyendo las estridencias de la tragedia; son
comedias de puro goce de conversación intelectual, con un lenguaje burgués
que hiere suavemente a la aristocracia; son las tradicionalmente llamadas
«comedias de salón».Se distingue de sus compañeros de la generación del
98, en que ataca a un solo sector de la sociedad, y más por motivos
morales que estéticos, sin rozar apenas lo histórico y lo político.
El actor, habituado en el ciclo anterior á la declamación violenta,
a las grandes conmociones, tiene que adaptarse al tono suave en que casi
todo se dice a media voz; la entidad artística de la pieza se somete al
efecto inmediato sobre el público. De esto surge un nuevo tipo de técnica,
caracterizada por la distribución estratégica de escenas efectistas a las
que subordina el movimiento dramático y dialógico. Estas escenas
culminantes no guardan necesariamente relación principal con la acción
dramática, sino que pueden ser secundarias. Muchas veces un párrafo bien
medido y calculado basta para sostener el efecto y el interés de una
unidad parcial. Las escenas en que se condensa la acción pueden ser pocas
en cada acto, el resto se reparte entre descripciones de ambientes o de
tipos y discreteos intelectuales o morales. Es lo que llama Torrente
Ballester «la técnica del escamoteo», que él considera nefasta. Su
negatividad consiste en la sistemática sustitución de la acción por la
narración o la alusión, y el escamoteo de los momentos dramáticos, que
siempre acontecen fuera de escena, o entre un acto y otro. Carecen, pues,
sus obras de actos activos; el acto cuando no contiene una narración
consiste en una descripción, en la reproducción de una situación no
dinámica de la realidad actual.
Al cobrar lo escenográfico importancia sustantiva, el suceso que se
desarrolla dentro de talo cual escenario debe componer un cuadro, antes
que un movimiento. Cambia, por tanto, el concepto jerárquico del
personaje, que al no tener necesariamente relación con el argumento
básico, se justifica como un ingrediente del cuadro. Es, pues, un
instrumento; su caracterización, cuando existe, se intenta por acumulación
de detalles externos o anecdóticos, y a veces, se hace desde fuera, por
definiciones de otros personajes. Los modos típicos de hablar, antes
relegados al sainete, cobran una importancia desmesurada, hasta constituir
muchas veces el elemento fundamental de la caracterización. El personaje
no es un ser apasionado, activo, ni siquiera sentimental, sino pensante,
pero no con pensamiento propio, sino con el que le presta el autor.
Los temas son de actualidad política, social, moral, literaria,
etc., pero no en lo profundo sino en lo superficial. Son sus puntos de
partida los acontecimientos más o menos triviales que han aparecido en la
prensa; el autor incorpora tipos conocidos, frases de éxito, situaciones
concretas, etc. La materia de este teatro es la misma que la de las
secciones fijas de los periódicos. El diálogo es el elemento primordial de
su teatro, es el fin artístico de la obra. La maestría de B. en el diálogo
es indudable, cualquiera que sea el número de los personajes en el
escenario. El diálogo es digno, chispeante, conceptista, cuando se
mantiene en el terreno del discreteo, la salida ingeniosa, la sátira o el
chiste; pero se vuelve ridículo hasta caer de lleno en la cursilería,
cuando la situación exige gravedad, sentimiento o pasión.
Significación de Benavente. Según Lázaro Carreter y Correa Calderón,
B. fue uno de aquellos jóvenes rebeldes de fin de siglo, pero de fondo
burgués. Comenzó fustigando a la burguesía, pero se le rinde hacia 1920.
Los críticos jóvenes le acusaron ya de «ñoño» y conservador. Sus afanes
estetizantes le aproximan al modernismo, y ciertas actitudes críticas a la
generación del 98; pero al tener que desarrollar su obra inmediatamente en
contacto con el público, no pudo realizar un arte puro en una u otra
dirección. Ejerció sobre el teatro español un efecto saludable, pues
barrió los residuos de la grandilocuencia y enseñó al público a
interesarse por conflictos menos aparatosos, tratados con intimidad e
ingenio, con cáustica mordacidad muchas veces. Predica además una sana y
fácil ideología de sinceridad, abnegación y amor, y si bien es cierto que
a veces cae en un insufrible sentimentalismo, su teatro es sobrio, hábil y
elegante. Quizá excesivamente literal izado en la forma, más discursivo
que pasional.
BIBL. : I. BENAVENTE, Obras
completas, Madrid 1959; M. MA- CHADO, Un año de teatro, Madrid 1914; R.
PÉREZ DE AYALA, Las máscaras, Madrid 1918; F. DE ONFS, Jacinto Benavente,
Nueva York 1923; W. STARKIE, J. Benavente, Oxford 1924; A. BERENGUER
CARISOMO, Crítica dramática, Buenos Aires 1934; I. VILA SELMA, Benavente,
fin de siglo, Madrid 1952; I. SÁNCHEZ ESTEVAN, J. Benavente y su teatro,
Barcelona 1954; F. C. SAINZ DE ROBLES, Jacinto Benavente, Madrid 1954; G.
TORRENTE BALLESTER, Teatro español contemporáneo, Madrid 1957.
P. ORTUÑO AZNAR.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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