BAUTISMO. LITURGIA Y PASTORAL.


1. Concepto etimológico y real del bautismo. La expresión baptízein es un término técnico que significa inmergir en agua para lavar de algún modo una impureza ritual (v. i, 1). En la palabra b., el agua se sobrentiende siempre, lo que no se entiende tan inmediatamente es el modo de inmersión, ya que admite otros.
      El B. cristiano conecta directamente con el A. T. y se relaciona inmediatamente con el de Juan Bautista (v.). El B. cristiano es ante todo un salir a nuestro encuentro de Dios misericordioso, que perdona y justifica ante la conversión a la fe (Denz.Sch. 1528); por eso es el sacramento de la fe (v.), pues ésta es el resultado del B. (Denz.Sch. 780781). En este encuentro el término es doble: Dios y la Iglesia de una parte y el hombre de la otra, siendo por ello un rito de alianza y un sacramento de regeneración. Alianza con carácter matrimonial en cuanto al baño y a la maternidad de la Iglesia; se fortifica por el exorcismo (v.) y la unción (v.). La regeneración la significa naturalmente el agua, la fecundación la acción del Espíritu Santo, que lleva a la identificación con Cristo y consigue la verdadera regeneración de hijos adoptivos de la Trinidad. El hombre trae al B. su fe, pero para pedir ayuda en ella, y la Iglesia considera ya suyos, y concebidos en su seno, a los que se acercan a prepararse para el B., si bien sean dados a luz en 61 y allí admitidos al pacto eterno y salvador (v. II y III).
      2. Evolución histórica de la preparación y ritos bautismales. A. En la edad apostólica. No se tiene una codificación de lo que se exigía en la preparación al B. Desde luego se supone el arrepentimiento de los pecados y la práctica de los mandamientos, junto con una predicación para preparar la fe de adhesión al Reino de Dios presente en la persona de Cristo. La conversión supone ante todo una entrañable comunidad en torno a la mesa del Señor.
      Para el rito del B. es muy importante conocer el punto de partida, pues el B. ha permanecido con una sustancial unidad y continuidad, incluso ritual, desde la edad apostólica. «Cristo se entregó por la Iglesia para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra» (Eph 5, 26). «Hemos sido bautizados en un solo espíritu para constituir un solo cuerpo» (1 Cor 12, 13). Desde el principio, pues, se constata cómo la palabra ha acompañado siempre a un gesto, sea esta palabra una epiclesis (v.), una oración o una fórmula. A esta palabra va unido el gesto de la inmersión en el agua, con el sentido de rito de penitencia y purificación (Mc 1, 8; Mt 3, 11; Lc 3, 16; lo 1, 33; Act 19, 1.5; 2, 38; 22, 16). No consta con claridad el modo de este lavado, si es inmersión total o parcial. En el Jordán bien pudo ser inmersión total, pero se acumulan infinidad de indicios para afirmar que la inmersión total no es lo más normal. La misma palabra baño (1 Cor 6, 11; Eph 5, 26; Tit 3, 8) puede referirse a un baño total, pero ello no exige la inmersión de la cabeza. Se exige como ideal que sea agua viva, fluyente, lo que no quiere decir que se haga en ella una inmersión completa, sino más bien una inundación que viene de arriba, pues precisamente es el movimiento lo que distingue el agua viva de la muerta. Las denominaciones baptizare, mergere, tingere, tal como se hallan pronto reproducidas en las escenas bautismales de las catacumbas y sarcófagos, preferentemente respecto al B. de Cristo, nos indican que el bautizando se mete desnudo en el agua, independientemente de su mayor o menor profundidad, y recibe sobre la cabeza un chorro de agua, que por un momento le envuelve todo el cuerpo como un manto. No todas las conclusiones teológicas de S. Pablo y de los Santos Padres han de hacer imaginar un rito que las justifique literalmente. En general, es un baño de agua purificadora, y el movimiento para entrar y salir del agua es suficiente para la explicación teológica de la sepultura con Cristo, sin que sea necesaria la inmersión total, que aarece con continuas excepciones en los relatos de la edad apostólica.
      La presencia de la palabra es indiscutible no sólo para dar al B. de Cristo su distinción de los demás, sino como aceptación expresa de la persona y mensaje de Cristo. Esta palabra responde al término paulino de «confesión» (Rom 10, 10; 1 Io 2, 23; 4, 2), y es la palabra de vida que acompaña al baño del agua (Eph 5, 26). Respecto a las palabras precisas de la fórmula, y sea lo que sea del significado de la expresión «bautizado en el nombre del Señor Jesús» (v. iii, 1 y 2), se puede decir aquí que en el s. II son explícitas las fórmulas trinitarias, de acuerdo con Mt 28, 19.
      Conviene notar aquí que el carácter de lucha y pacto, exorcismos y renuncias, que tiene la preparación al B. en la tradición posterior, no es algo ausente, al menos en su raíz, de los testimonios del N. T., pues en él se da la teología del descenso a las aguas y del descenso a los infiernos con la consiguiente lucha y victoria sobre los poderes infernales. Asimismo, la catequesis de los dos caminos: DiosSatanás; luztinieblas; mundoReino de Dios; siglo presentesiglo futuro, son todos ellos conceptos del N. T.
      En cuanto al tiempo y lugar del B. hay gran amplitud e indiferenciación. El ministro no es exclusivamente un apóstol, pero sí se puede decir que se reserva al que dirige la comunidad. También el significado de la paternidad de Cristo hace que se prefieran los varones. Ante una persona a la que Dios ha llamado se establece un diálogo, se la prepara (unas horas o unos días) y se la bautiza sobre su confesión de fe en la persona y obra de Cristo.
      B. Evolución en los s. IIIIL Preparación. Aparece el catecumenado (v. CATECÚMENO) que en el s. iI, según testimonio de S. Justino (Apología J .a , 61, 2; 65, 1; 66, 1), no tiene un esquema muy desarrollado, y consiste en una enseñanza y, ya poco antes de la recepción del B., en la práctica de la oración y del ayuno (Didajé, VI, 4). En el s. III, conocido especialmente por el testimonio de S. Hipólito, el catecumenado es ya una institución estable, sobre todo por la necesidad de preparar y distinguir la iniciación cristiana (v.) de las de algunas sectas, especialmente de la iniciación pagana en los cultos mistéricos (V. INICIACIÓN, RITOS DE; MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS). En este tiempo se da al catecúmeno una enseñanza doctrinal y sacramental acerca del consejo de Dibs sobre los hombres, la historia de la salvación, el sentido de la comunidad y la fuerza en ella de la caridad.
      Al terminar esta fase del catecumenado se entra en una preparación litúrgica inmediata, que en el s. III es de duración breve y que nada indica que se circunscribiese al tiempo de la actual Cuaresma (v.): el que se va a bautizar deja el grado de catecúmeno para pasar a ser electo o competente (que en Oriente constituye el fotozimenato o iluminación). Comienza por recibir la disciplina del arcano, que no hay que entender como algo a mantener en secreto y conocer en secreto, pues no había en la cristiandad primera tales secretos, ya que las apologías y los mismos lapsos (v.) proclaman a plena luz toda la fe y usos de los cristianos; se trata tan sólo de recibir, al serles comunicadas oficialmente las realidades centrales del Bautismo y Eucaristía, y en orden a ambas, el símbolo de la fe y el Padrenuestro. No se trataba de temor a la profanación, sino de reverencia. Este tiempo empezaba en torno a la fiesta de Pascua (v.).
      A la entrada en este estado de competentes o iluminados se somete de nuevo a los bautizandos a un examen, para ver ante todo la práctica que han llevado en las obras de misericordia, y después de ello son ya elegidos y juzgados competentes para el B. En éste examen tienen gran importancia los que testifican y les llevan al B., que son los que garantizan su buen vivir. Después se les reúne para darles una enseñanza más especial sobre el Evangelio, no porque antes no lo conocieran, sino porque se hace de un modo ritual. Hay también un exorcismo y una imposición de manos en cada reunión. La mañana del Sábado Santo el obispo preside la reunión y hace el escrutinio: la imposición de manos, exuflación, signación en la frente, nariz y oídos. Vueltos a sus casas, por la noche regresarán al templo para velar escuchando las lecturas, y recibir los tres sacramentos de la iniciación. En este tiempo adquiere especial importancia la lucha contra el demonio y la exigencia en la práctica de virtudes ascéticas y morales. En orden a ella, la signación prebautismal, probablemente con óleo, tendría un valor exorcístico para entender mejor la promesa bautismal.
      El rito. Se hace en fuentes de agua corriente, limpia (quizá bendecida), bien en los campos, bien en las casas, y posteriormente en los baptisterios (v.); los bautizandos se despojan de los vestidos y las mujeres de sus adornos; se bendicen los óleos; renuncian triplemente al demonio; son ungidos totalmente con el óleo del exorcismo para que de ellos se aleje el demonio; reciben la triple ablución , bautismal simultaneada con la triple interrogación y confesión de fe en la Trinidad y la imposición de manos del ministro; son ungidos con el óleo de la acción de gracias; se visten de nuevo y pasan ante el obispo, para recibir por la imposición de manos el sacramento de la Confirmación. En Oriente, la unción posbautismal es ya la Confirmación.
      A finales del s. III se puede afirmar, pues, que ha entrado ya en Occidente el rito de la entrega (traditio) y devolución (redditio) del Credo y del Padrenuestro.
      C. Evolución en los s. IVV. El principal testimonio detallado de este tiempo es el de S. Agustín. Preparación. El catecumenado se sigue manteniendo. De África pasó a Roma el rito de la sal, que inicialmente no eran unos granos, sino alimento (pan) salado, y a ello corresponden las terminologías de la fórmula; signo de amistad y hospitalidad en el ambiente contemporáneo y bíblico, en el que la sal se toma como sinónimo de alimento (Lev 2, 13; Num 18, 19; 2 Par 13, 5) y también con el sentido de impedir la putrefacción de los alimentos; era por todo ello como un signo del manjar eucarístico. El catecumenado, relativamente breve en esta época, pues de los hebreos se dice que dure al menos ocho meses, se dedica a la práctica vigilada de los Mandamientos. Ya dentro de la Cuaresma se hacía el paso al grado de competentes, es decir, a simul petendo et ad unum aliquid appetendo, mediante un segundo examen de la condición moral de los catecúmenos, la inscripción del nombre y la oración. La instrucción se intensificaba en este tiempo en su aspecto moral; la doctrinal, como se sabe por S. León, consistía en numerosas sesiones para preparar la profesión de fe y la devolución del símbolo. La preparación sacramental era por los exorcismos y la oración (en Roma, estas oraciones y reuniones de los escrutinios se hacían el tercero, cuarto y quinto domingo de Cuaresma). La ceremonia de entrega del símbolo de fe (traditio) se iniciaba con una breve introducción, seguía la recitación ante los competentes del símbolo de la fe y una breve explicación de todo él hecha por el celebrante (en Roma, en el s. v, se hacía el quinto domingo de Cuaresma). A los ocho días era la devolución (redditio) a modo de prueba y ese mismo día recibían el Padrenuestro. Pero las devoluciones solemnes eran en la mañana del Sábado Santo para el Credo y en la Misa de la vigilia pascual para el Padrenuestro. En la mañana del Sábado Santo había una solemne reunión de escrutinio, con un último exorcismo; la unción con el óleo de los catecúmenos en los oídos, nariz y pecho con el E f f eta; la renuncia a Satanás y la recitación solemne por el elegido del Credo o símbolo de la fe.
      Por tanto, en este tiempo ya la atención se centra mucho más sobre _ los componentes que sobre los catecúmenos, debida a que disminuye su número.
      El rito. No se conocen mutaciones importantes en este tiempo sobre el esquema del s. III. Como se empieza a bautizar ya muy frecuentemente y con mayoría a los niños, los ritos se han adaptado algo a la condición de los niños, especialmente al ser la Iglesia la que responde de su fe. El modo sigue siendo la infusión muy abundante que moja todo el cuerpo y la fórmula triple de confesión trinitaria. La unción posbautismal sigue siendo claramente de carácter bautismal (no tiene que ver con la Confirmación).
      D. Evolución en. los s. VI-VII. La carta del diácono Juan de Roma a Senario de Rávena, de principios del s. VI, y los sacramentarios (v. LIBROS LITÚRGICOS), son los testimonios de esta época. Se puede afirmar que en el s. vi se empieza a suprimir claramente el catecumenado de larga duración, pues el ambiente ya más cristianizado lo hace menos necesario. Queda ya esencialmente la preparación ritual y sacramental de los exorcismos y escrutinios con el sentido de preparar el alma a la venida de Cristo, apartando la presencia del demonio. En la carta del diácono Juan a Senario los escrutinios son tres. Los competentes empiezan su preparación con la recepción del símbolo. En el sacramentario gelasiano, el catecumenado no aparece como tiempo de prueba, y agrupa sus ritos en la primera reunión de escrutinio (al que ya se da sentido de examen, escrutación, y no de acción interna de la gracia): inscripción del nombre, exuflación, signación, recepción de la sal, exorcismo sobre los elegidos. El segundo escrutinio tiene la estructura tradicional. El tercero se caracteriza por las entregas del símbolo de fe y del Padrenuestro, a las que ca. 550 se añade la emotiva entrega de los Evangelios, A su vez, las reuniones correspondientes pasan de los domingos a los días entre semana. Todo se justifica por la presencia ya preponderante o casi absoluta de niños, que no pueden dialogar, y la reunión no se considera apta para toda la asamblea del domingo.
      La evolución es rápida, y en la segunda mitad del s. vi se organiza la disciplina de las siete reuniones o escrutinios en orden al B. de niños. Después del tercer escrutinio, se insertan otros tres sencillos y el séptimo será el de la mañana del Sábado Santo, completando el número de siete conforme a los siete dones del Espíritu Santo. En una primera etapa, los escrutinios se hacen miércoles, viernes y sábados de la tercera y cuarta semana de Cuaresma, y sus Misas actuales aún responden a esta distribución. Posteriormente, sólo el primero y segundo se fijan el miércoles y sábado de la tercera semana, siendo los demás independientes de las Misas; en el tercero, se efectúa la entrega de los Evangelios. La devolución del símbolo sigue en la mañana del Sábado Santo.
      Contemporáneamente, la liturgia hispanovisigótica (confluencia de la oriental, africana y galicana) se caracteriza por una única inmersión, debido a la lucha contra el arrianismo, y esto motiva que sea en ella donde primero aparece la fórmula indicativa del B. en vez de las interrogaciones simultáneas a las tres inmersiones. Lo mismo ocurre en Oriente, ya desde finales del s. Iv, pues el rito oriental tiene la fórmula de la promesa antes del B., lo que quita fuerza a la confesión de la fe dentro de él. En la liturgia española, los exorcismos empezaban la segunda semana de Cuaresma, si bien no constituyen una unidad diferenciada; no aparece el catecumenado en cuanto tal, sino que el mismo periodo de los competentes se divide en catecumenado, con la imposición del nombre, y el de competentes con la recepción del símbolo, que se devolvía el Jueves Santo.
      E. Evolución en los s. VIIIIX. En la tradición franco romana, se manifiesta ya con claridad la desaparición de las reuniones de escrutinios. Existen las nociones de catecúmenos y competentes en los ritos, pero no indican periodos diversos de preparación. Nada impide pensar que fuesen ya ritos continuados, a poder ser dentro aún de la vigilia pascual. Es de notar que el rito continuado no supone innovación, pues siempre existió para los que no pudieron participar en los ritos separados.
      El B. y su preparación se desarrolla con este esquema: Catecumenado: nombre, exuflación, exorcismo, entrega de la sal. Comnetentado: entregas del símbolo, Padrenuestro y Evangelios; exorcismos. Bautismo: rito del ef feta, unción en el pecho y espalda; abjuración; pregunta sobre la fe; B. Conclusión: unción; vestido blanco; comunión en la Misa.
      La preparación al B. comprende sólo los elementos antiguos que no exigían respuesta, y pronto desaparecieron las devoluciones del símbolo, Padrenuestro y entrega de los Evangelios.
      F. Evolución en los s. XXVI. Si bien se distinguen las dos ceremonias para hacer un catecúmeno y competente y para bautizar, queda un solo escrutinio en una reunión del Sábado Santo, a la que se llama catequizatio, con los ritos del antiguo primer escrutinio. A partir del s. XI, se insiste en la conveniencia de bautizar a los niños quam primum, teniendo en cuenta su peligro de muerte (S. Tomás, Sum. Th., 3 q68 a3 adl), y se generaliza el actual esquema del B. de los niños, desapareciendo los ritos del catecumenado como algo distinto, salvo en la noche de Pascua en la que se pueden separar. Se generaliza la simple infusión del agua sobre la cabeza, siendo casi universal antes del s. XV, y desapareciendo toda forma de inmersión. Al neófito, desde el s.X, se le entrega una vela. Los niños comulgan del sanguis hasta el s. XII, posteriormente se les da sólo el vino de la ablución, suprimiéndose esto también en el s. XIV.
      Respecto al llamado óleo de los catecúmenos, con el que se realizan las unciones bautismales, v. ÓLEOS, SANTOS
      3. El rito actual del Bautismo de adultos. Queda estabilizado en 1614 y se debe en su estructuración a la obra del dominico A. di Castello (1523) y al card. J. A. Santori (1584?), que se movieron dentro de la tradición a partir del s. vi. Hacemos a continuación un comentario y análisis del rito actual siguiendo la estructura del ritual español para adultos de 1966:
      La preparación de toda la asamblea estaba antes sólo prevista para el sacerdote y está tomada de la Misa del tercer escrutinio y de oraciones gelasianas y francas; es precisa para vitalizar la asistencia de los fieles. Diálogo y catequesis: preguntando el nombre, este diálogo es ya una catequesis y respuesta a una primera predicación, yunto con una breve formación moral, que vienen del pontifical de la curia papal en el s. XIII. La renuncia al demonio y profesión de fe: literalmente se encontraba en el s. VII en el mismo acto del B.; en el rito actual, tomadas de la distribución del card. Santori, se hallan adelantadas, y no tienen mucho sentido, pues falta la correspondiente preparación. El soplo y el aliento: dos gestos que no aparecen en relación con el catecumenado sino con los oyentes, son gestos antiguos y en uso en Oriente; el soplo, sin fórmula, se halla en la carta del diácono Juan; el aliento se encuentra en una pontifical del s. XIII, es un gesto inusitado y sería signo de desprecio a Satanás; ambos se han tomado de Santori. La señal de la cruz en la frente y en el pecho: se dan ya en el sacramento gelasiano; corazón en la literatura bíblica se opone a cuerpo o materia, son redundantes, por tanto; en la frente: mente, y en el corazón: voluntad. La signación en cada sentido: junto con la signación del hombre todo (signo te totum) dice relación a la primitiva unción total que comenzaba el ministro principal y terminaban sus ayudantes, y que se remonta a los pontificales de los s. XI y XII; se encuentra así en Santori; los compiladores desfiguraron el sentido de la oración al traducir y añadir «conservando los comienzos de esta gloria admirable, que es tuya (de Dios)» que está claramente en relación con la frase siguiente «lleguen a la gloria de la regeneración»; por tanto, no se trata de la gloria de Dios, sino de la del bautizado. Este rito es de importancia fundamental, pues es el primer contacto de Cristo con el bautizando, y es para S. Agustín cuando la Iglesia los concibe en su seno como posesión de Cristo. Rito de la sal: es verdaderamente antiguo y sus fórmulas son galicanas y gelasianas; significa la prenda de la Eucaristía, la caridad de la comunidad que los hospeda dentro de ella, la preservación del pecado; contrapone el primum pabulum al cibum coelestem. El ceremonial de los exorcismos en tres etapas: corresponden a las reuniones de preparación al B. del grado de los competentes; es una acción de la Iglesia para ayudar mediante la gracia eficaz en el combate contra el demonio, es un deseo de acompañar al cristiano en la lucha posterior, más que una expulsión actual de Satanás; se encuentran ya en el sacramentario gelasiano, salvo la oración del segundo, que es del gregoriano; la invitación a rezar el Padrenuestro se encuentra ya en un testimonio del s. ix; el ritual de Santori da idénticamente el de los hombres, cuando son niños no se distinguen varones y hembras; las rúbricas prevén, a juicio del Ordinario, su reducción o también el rito continuado.
      Entrada en la Iglesia: la ceremonia y las fórmulas se encuentran ya en el s. XIII y en Santori; los adultos adoran en silencio; la recitación por todos del Padrenuestro y Credo son más bien una traditio que una redditio. Como última preparación se da un exorcismo: atestiguado ya desde el gelasiano. La apertura de los sentidos: la fórmula Ef feta y el ritual pertenecen a la más antigua tradición, realizándose en la mañana del Sábado Santo; la transcripción latina de la expresión appropinquavit (futuro) es inexacta, la verdadera es la que da el gelasiano appropinquavit (pasado), pues el juicio de Dios ya se dio (lo 12, 13; Mc 1, 15); esta unción se hizo a veces con óleo. La renuncia: después de una segunda interrogación del nombre, viene la triple renuncia, que originalmente fue única; la relación entre el nombre cristiano y el sacramento del B. es una costumbre tardía del medievo, pues no dice relación directa a él. La unción en el pecho y la espalda: tiene una fórmula que no es originalmente suya, pues realmente la renuncia y la unción son una unidad que debería tener la misma fórmula; Hipólito la coloca después de la renuncia, fuentes romanas del s. VIIVIII ponen la unción antes de la renuncia; el orden normal parece que debe ser: unción, renuncia, profesión de fe; la unción en la Antigüedad fue total, su sentido es resaltar el carácter de lucha de la vida cristiana (1 Cor 9, 2427; Phil 3, 1214; 2 Tim 4, 78; Iac 1, 12): «Has sido ungido escribe S. Ambrosiocomo un atleta de Cristo; como si fueras a entablar una lucha de este mundo has hecho profesión de entrar en combate» (De Sacramentis 2, 2, 4). La fórmula exorcística: cierra esta preparación inmediata y figura en este lugar sólo en tiempos recientes; ha sido tomada de Santori.
      Con la bendición del agua, y toda la teología del B. en ella contenida, se introduciría hoy también el B. El celebrante se pone ornamentos blancos; desde este momento el ritual sigue punto por punto el del card. Santori. Hay una nueva interrogación del nombre. La interrogación sobre la fe antes del B. se debió a la forma del B. de infusión, y sobre todo a la mayoría de niños; de todos modos, este planteamiento en el B. de adultos hace pensar que se tiene ya la fe y por eso se bautiza a alguien, cuando la realidad es que el B. da la fe; su formulación se debe al paralelismo de la triple renuncia y es una triple promesa de pacto o adhesión a Dios trino; se duplica así, en cierto modo, la recitación del símbolo ya hecha, y por eso aquí la profesión sería una redditio de la fe rectamente aprendida; la triple respuesta manifiesta también el sentido de colaboración del hombre a la gracia ex opere operato que da el sacramento de la fe. Dentro ya del rito, la infusión actual se refiere más directamente a una purificación, pero puede hacerse la inmersión. La unción que sigue al B. continúa siendo claramente bautismal.
      Respecto al B. como parte de la iniciación cristiana total de los adultos, aquí no urge decir nada; es allí (v. INICIACIÓN CRISTIANA) donde se estructura como en lugar propio todo el catecumenado.
      4. El rito actual del Bautismo de los niños. De acuerdo con el deseo del conc. Vaticano II (const. Sacrosanctum Concilium, 6270) se ha renovado también el rito del B. de niños; el 29 mar. 1970 se promulgó el nuevo rito, que, aprobado para España el 10 abril, entró en vigor el 24 jun. 1970. El ritual va precedido de una rica introducción doctrinal y pastoral. En el mismo rito hay una gran riqueza de contenido en los mismos formularios, aparte de la Palabra de Dios. La dinámica del rito está muy clara, y la misma acción sacramental se estructura en preparación, acción, complemento y perfección, como luego se detalla. Sus líneas pastorales fundamentales son: sentido del Pueblo de Dios (v.) como comunidad que recibe a los nuevos cristianos en su misma fe, cantando y orando por ellos; importancia de la participación ritual de los padres, antes, en y después del mismo rito; presencia del padrino como representante personal de la Iglesia, con responsabilidad de fe madura; importancia y sentido de la bendición del agua; inmersión o infusión, ambas con el mismo derecho de uso; se auspicia que no sólo sea una fiesta de la familia sino también de la comunidad parroquial; se aconseja su celebración en algunas fechas determinadas (vigilia pascual, domingos, etc.), pero se deja libertad para hacerlo en cualquier otro día. Responsables de la educación en la fe: la familia (catequesis previa y posterior, remota y próxima); la escuela; la parroquia sobre todo en suplencia de la escuela. El B. habrá de actualizarse a lo largo de la vida: en la Confirmación y primera participación de la Eucaristía; en la vigilia pascual; en el matrimonio, profesión religiosa, ordenación sacerdotal, aniversarios del B., ejercicios espirituales y jornadas de estudio.
      El B. de uno o de varios niños se estructura así (los textos son los mismos con la única diferencia del singular o del plural): Acogida: monición de felicitación por la nueva vida que por el B. se consuma en la vida sobrenatural de hijos de Dios; interrogación sobre el nombre y petición del B.; advertencia del compromiso de educación cristiana; signación del bautizando en la frente por el ministro, padres y padrinos. Liturgia de la palabra de Dios: una o varias lecturas, bien del A. T. bien del N. T., epístolas y Evangelios, con sus correspondientes salmos responsoriales y aclamaciones para el Evangelio; homilía; oración de los fieles con breve letanía; oración en silencio. Preparación del rito sacramental: oración del exorcismo y unción prebautismal en el pechn con sentido de fuerza para la lucha; bendición o invocación de Dios sobre el agua bautismal con la teología del B. en la historia de la salvación; renuncias y profesión de fe por los padres, padrinos y confirmación en la misma fe de los ministros y comunidad presente. Acción sacramental: triple inmersión o infusión, con la fórmula trinitaria. Perfección de la acción sacramental: unción en lo alto de la cabeza con el crisma, como incorporación al Pueblo de Dios en su dimensión de sacerdote, rey y profeta como el mismo Cristo. Complementación de la acción sacramental: imposición de la vestidura blanca, como a nueva creátura revestida de Cristo; entrega de la luz tomada del cirio pascual, para que los responsables de la fe recuerden su deber de iluminar al bautizado y prepararle para la vida eterna; rito del Ef feta, tocando sus oídos y boca para escuchar y proclamar la palabra de Dios. Conclusión del rito: acercamiento al altar y unión de B. y Eucaristía; rezo del Padrenuestro; bendiciones a la madre, padre y participantes.
      El Ritual prevé también la fórmula para el B. de urgencia y para recibir en la comunidad al niño ya bautizado de urgencia. Por lo que se refiere al tiempo de la administración del B. el Ritual en el n° 44 dice que es necesario tener en cuenta, en primer lugar, la salvación del niño, a fin de que no sea privado del beneficio del sacramento; después, otros elementos, entre ellos el estado de salud de la madre para que, en lo posible, pueda estar presente en la celebración. En consecuencia: a) si el niño se encuentra en peligro de muerte se le bautizará sin demora; b) el B. debe celebrarse dentro de las primeras semanas siguientes al nacimiento del niño; c) para no retrasarlo, es conveniente que los padres avisen al párroco, ya antes del nacimiento del niño, de su intención de bautizar a su hijo para que la celebración del sacramento pueda prepararse adecuadamente. Teniendo en cuenta la necesidad del B. para recibir la vida sobrenatural los padres tienen la obligación de bautizar a sus hijos «cuanto antes» (cfr. CIC, can. 770). Todo ello en orden a la grande y maravillosa realidad, misteriosa, en la que los hombres por la misericordia de Dios nacen a una vida nueva.
     

 

A. GONZÁLEZ FUENTE.

 

V. t.: INICIACIÓN CRISTIANA, PASCUA II; BAPTISTERIO. BIBL.: Fuentes: Didaché, en Padres Apostólicos, ed. D. Ruiz BUENO, Madrid 1965, 7798; S. JUSTINo, Apología la, en Padres apologistas griegos, ed. D. Ruiz BUENO, Madrid 1954, 182287; S. HIPÓLITo, La tradición apostólica, ed. B. BoTTE en La tradition apostolique de Saint Hippolyte, Münster 1963; TERTULIANO, De baptismo, en PL I, 17971224; S. AGUSTÍN, De catechizandis rudibus, en PL 40, 316; J. ASSEMANI, Codex liturgicus Ecclesiae universalis, II, 2 ed. París 1902; H. DENZINGER, Ritus Orientalium, I, 2 ed. Graz 1961; S. AMBROSIO, De sacramentas, ed. SOURCES CHRÉTIENNEs 25, París 1949; JUAN DIACONO, Carta a Senario, ed. A. WILMART, Ciudad del Vaticano 1933; Liber Ordinum, ed. M. FÉROTIN, París 1904; Liber Comicus, Maredsous 1893; Sacramentarium Gelasianum, ed. C. MOHLBERG, Roma 1960; Drdo Romanus XI, ed. M. ANDRIEU, en Les Ordines Romani, II, Lovaina 19311961; Le pontifical Romain au MoyenÁge, II: Le Pontifical de la Curie Romaine au XIII siécle, Ciudad del Vaticano 193841; A. CASTELLANi, Liber sacerdotalis, 1523; J. A. SANTORi, Rituale sacramentorum romanum, Roma l548?; Ritual de los sacramentos, texto oficial CELAM, Barcelona 1966.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991