FILOSOFÍA ORIENTAL.


La diversidad de razas, de culturas, de formas religiosas en Asia no impide que exista un pensamiento filosófico común, subyacente a todas las formas culturales, y que se le podría definir como perteneciente típicamente a este inmenso continente; esta concepción del mundo totalitario impregna las diversas modalidades asiáticas del pensamiento y las caracteriza claramente. Vamos a estudiarlas pasando revista a los principales conceptos que forman la base común.
      Metafísica. Las investigaciones metafísicas, espirituales místicas, impregnan todo el pensamiento tradicional de Asia, que puede definirse como una totalidad teocéntrica donde lo profano es absorbido por lo sagrado. En las diversas religiones semíticas, en el hinduismo y sus múltiples formas, en las religiones de Extremo Oriente, la sensibilidad del asiático está determinada por su metafísica, siempre con un fin religioso. Por otra parte, Asia es la tierra de origen de todas las grandes religiones del mundo. Pero lo que caracteriza a las formas religiosas de Oriente es el hecho de que la filosofía constituye frecuentemente un importante elemento que la sitúa por delante de los dogmas y de los ritos. Estas investigaciones del ser tienen la misma altura que en la ciencia occidental: se proponen descubrir la realidad última de la existencia, no solamente de los seres humanos, sino de todas las formas de la existencia utilizando las técnicas psicológicas, pues este descubrimiento es esencialmente un hecho intuitivo, subjetivo, interior.
      La concepción del ser que se tiene en Asia es difícil de asimilar, ya que no cabe en nuestras categorías mentales habituales; los conceptos de monoteísmo, politeísmo, panteísmo y ateísmo que en Occidente se oponen unos a otros vigorosamente, en el pensamiento de Asia son fácilmente complementarios, puesto que se les considera como verdades parciales que corresponden a diferentes planos de la conciencia, jerarquizados en valor, pero todos auténticos y válidos en sus esferas respectivas. El asiático es monoteísta en su filosofía, politeísta en su adoración, panteísta en los detalles de su vida corriente. Los sistemas filosóficos de Asia admiten a la vez un ser inmanente, trascendente, interior, según su «punto de vista», su darshana en término hindú; por esta metafísica, se trata de trascender la unicidad, así como la multiplicidad de lo sagrado. Los panteones hindúes, chinos, japoneses están repletos de millones de dioses; aunque basándose en un monoteísmo filosófico fundamental, Asia conoce una inmensa multitud de entidades y de fuerzas extrahumanas distintas, que son otros tantos dioses. En tales condiciones, se comprende que las teologías asiáticas, de una extremada complejidad y de una sutileza infinita, bordeen, sin grandes dificultades, prácticas populares muy simples.
      Sincretismo filosófico. El pensamiento asiático jamás considera completo y definitivo el conocimiento que puede tener un individuo o un grupo sobre los problemas metafísicos y las grandes categorías filosóficas; las fronteras dogmáticas que separan las diversas filosofías religiosas están mucho menos firmemente delimitadas que en Occidente. En Asia existe un intenso y constante deseo de sincretismo filosóficoreligioso, particularmente sensible en la India y China. De ahí que resulte a la vez una tolerancia extrema que va hasta la asimilación y un cierto fanatismo por parte de grupos de intelectuales que creen haber realizado la única síntesis filosófica completa y definitiva.
      Las categorías de tiempo, de espacio y de causa. El mayor obstáculo para la comprensión de Asia es que nosotros queremos aplicar las categorías kantianas del entendimiento; ahora bien, hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los asiáticos no admite nuestros conceptos sobre estas categorías. Ello proviene de que el filósofo de Asia considera la visión sensorial del mundo como parcial, engañosa y, frecuentemente, falsa. El pensamiento hindú, chino y japonés admite la irrealidad del mundo y lo que Occidente llama realismo no tiene gran relación con la verdadera realidad; según las filosofías asiáticas, es más bien una servidumbre a las apariencias, a la vez inexactas e incompletas, que falsean hasta la misma naturaleza de esta realidad. Las leyes de la causalidad sólo intervienen a partir de un cierto nivel, de lo que resulta que existen sucesivos grados de verdad: se pasa de una verdad «menos alta» a otra verdad «más alta».
      Este sentimiento de una continuidad ilimitada, más cualitativa que cuantitativa, se encuentra también en la noción del tiempo y del espacio; sin embargo, no se trata de una forma de clasificación, sino de un flujo continuo, de una verdadera continuación. Asia conoce muchas categorías de tiempos, entre ellas la que nosotros llamamos «el tiempo psicológico»; el mazdeísmo admite un tiempo «eterno, sin origen» y un tiempo «limitado, de larga dominación»; la India admite un «tiempo histórico» y un «tiempo puránico», así como la concepción de un «tiempo cíclico», de un eterno volver con manifestaciones recurrentes, periódicas. En el asiático existe una conciencia continuada de la identidad entre el tiempo y el espacio individuales y cósmicos; en la India, la unidad base del tiempo, mátrá, es un latido del corazón; en el Islam, es el tiempo que se tarda en recitar la azara 112 del Corán. La casi totalidad de los asiáticos no semitas admite la reencarnación, lo que prolonga la noción del tiempo individual, aunque más allá de la existencia corporal; el tiempo es una forma particular dentro de un estado de conciencia en el que el ser humano se encuentra y, por esta razón, en Asia se considera que el tiempo y el espacio forman un conjunto indisoluble.
      La continuidad que señalamos en los conceptos asiáticos del tiempo y del espacio, tiene naturalmente importantes repercusiones en Asia sobre los conceptos de la causalidad. Dándose la multiplicidad de planos que coexisten en estrecha unión unos con otros, la causa de un acontecimiento frecuentemente no se encuentra en un solo plano donde este acontecimiento se nos ha hecho aparente. Si se le encontrase sería evidentemente imposible llegar a separar la relación de la causa y el efecto; las filosofías de Asia eluden estas dificultades buscando las correspondencias y los símbolos. Exigen la existencia de una Causa primera, única, origen de toda la manifestación cósmica y que es el substratum de la unidad esencial de todo lo que es. Las correspondencias de causalidad, en Asia, son por tanto muy complicadas por esta multiplicidad de planos donde el concepto de identidad entre el macrocosmos y el microcosmos permite buscar en el universo las profundas causas que afectan al ser humano, como consecuencia de una endásmosis permanente. Inversamente, las acciones individuales intervienen directamente sobre la suerte del mundo. La multiplicidad de la causalidad es ciertamente responsable de lo que parece constituir el fatalismo asiático. Las leyes del karma (v.), en la India, las acciones realizadas en las vidas precedentes, determinan las responsabilidades y los efectos de las causas pasadas. Por ello resulta un sentimiento permanente de total sumisión al destino, dueño de las causas y de los efectos.
      Lógica. Hay que admitir que la lógica aristotélica o cartesiana no existe en Asia bajo su forma occidental. Las lógicas asiáticas son casi completamente irreducibles a la nuestra y, por ello, no pueden expresarse con nuestra terminología. El principio de contradicción (v.) y el principio de causalidad (v. CAUSA) no poseen ni uno ni el otro el dominio atribuido a las reglas directrices; tienen poco valor en la filosofía de Asia No sólo las antinomias no asustan a las filosofías de Asia, sino que admiten que los extremos se complementan. La creencia en la existencia de una verdad objetiva en el mundo de los fenómenos está poco extendida en Asia. La verdad es un concepto relativo que difiere según los planos de la conciencia.
      Para la cuestión de las relaciones entre filosofías orientales antiguas y filosofía griega, v. ANTIGUA, EDAD IV.
     

 

J. ROGER RIVIÉRE.

 

BIBL.: J. ROGER RIVIÉRE, El pensamiento filosófico de Asia, Madrid 1960; E. SYLVESTER, Sobre la índole del hombre, Buenos Aires 1945; P. MASSON OURSEL, La filosofía en Oriente, Buenos Aires 1947; N. SAKURAZAWA, Príncipe unique de la philosophie et de la science d'Extréme Orient, París 1931; CHUANG Tzu, Wisdom of the East, Londres 1906; M. K. GANDHI, Indian philosophy, Londres 1952; H. vox GLASENAPP, La philosophie indienne, París 1951; S. RADHAKRISHNAN y P. T. RAJU, El concepto del hombre, México 1964.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991