ANAXIMANDRO


Discípulo y sucesor de Tales en la Escuela de Mileto, de la que fue jefe hacia la mitad del S. VI. N. en Mileto, vivió ca. 610-609 y 547 a. C. No sabemos nada preciso sobre su vida. Es el primer autor de escritos filosóficos en Grecia, con su obra en prosa que se ha titulado más tarde Peri Physeos (Sobre la Naturaleza), de la que se ha conservado sólo un pequeño fragmento. Poseemos, sin embargo, un cierto número de pasajes de los doxógrafos (escritores que han referido las opiniones de los filósofos antiguos) que permiten hacerse una idea suficientemente precisa de su sistema y de su filosofía. Además de filósofo fue también político, matemático y, sobre todo, geógrafo y astrónomo. Es tal vez la personalidad más eminente de los milesios. Ofrece una concepción general del universo que prescinde de elementos míticos, y sus ideas influirán considerablemente en los siguientes presocráticos. Es también el verdadero iniciador de la astronomía griega. Su cosmología, perfeccionada por los pitagóricos, Platón y Aristóteles, servirá de base a la explicación del mundo que será admitida hasta Copérnico. Como todos los milesios, A. busca el principio (arjé) de todas las cosas; fue él, por lo demás, el primero que introdujo este término de arié. Lo hace consistir, no en el agua o en algún otro elemento determinado, sino en lo que llama infinito (ápeiron). Ha habido muchas discusiones y poco acuerdo acerca del significado preciso de este término. Parece ser:
      l) Lo que no es un elemento determinado, lo indefinido o indeterminado (aóriston), que, permite comprender la derivación de todas las cosas como determinación de esa sustancia primordial indeterminada. No parece que deba entenderse como una mezcla confusa de los distintos elementos en la cual esté cada uno comprendido con sus cualidades peculiares, sino más bien como la materia indefinida en la que aún no se han diferenciado los elementos, que está privada de toda determinación. En este sentido pronuncia lo que será la materia primera de Aristóteles. Tal vez es una forma milesia del mito hesiódico del Caos, anterior a los dioses, a la tierra y al cielo, del mismo modo que la tesis de Tales (el agua como principio) se refería a una antigua cosmogonía; pero en ambos casos es presentada de una manera no mítica. A. es el primero en plantearse el problema del proceso a través del cual las cosas se derivan de la sustancia primordial. Tal proceso es la separación. La sustancia infinita está animada por un movimiento eterno en el que se separan los contrarios. Por medio de esta separación se engendran infinitos mundos, que se suceden según un ciclo eterno. Del mismo proceso de separación procede la distinción de los elementos y la formación de todas las cosas. Esta doctrina influirá más tarde en Anaxágoras.
      2) La sustancia única primordial tiene también el sentido de lo infinitamente grande, la cantidad infinita de materia, lo ¡limitado, que abraza todas las cosas. Surge así la oposición entre la sustancia primordial infinita e indeterminada y los mundos finitos y determinados, que influirá en los posteriores presocráticos. De aquí procede la tesis de A. de la existencia simultánea - no sólo sucesiva, como ya se ha visto- de una pluralidad infinita de mundos: solamente en relación con infinitos mundos parece concebirse la infinitud de la sustancia primordial, que lo abraza y trasciende todo.
      3) El infinito es también lo que gobierna a los mundos. No es, pues, sólo sustancia, sino también ley. Todas las cosas que proceden de la sustancia primordial se disuelven en ella cuando terminan el ciclo que tienen impuesto por una ley necesaria. Cada una tiene señalado el tiempo de su nacimiento, de su duración y de su fin. Esta ley cósmica necesaria no es concebida como necesidad ciega, sino como norma de justicia, que tiende a restablecer la unidad entre los contrarios. El predominio en la lucha entre los contrarios iguales equivale a una injusticia. Así, el calor comete una injusticia en verano y el frío en invierno. Pero la reparación de todos los desequilibrios y el restablecimiento de la igualdad cósmica se verifica mediante la ley cíclica que preside el nacimiento y la destrucción de los seres y que hace retornar las cosas a su primer principio. Según Jaeger, esta idea del eterno retorno es la idea fundamental de A. Se expresa en el único fragmento que conservamos de su obra: «De donde proviene el nacimiento de las cosas, de allí proviene también su corrupción por necesidad. Deben pagarse recíprocamente la expiación y la pena de su injusticia, según el orden del tiempo» (Diels, 12 B l). La ley de justicia que Solón consideraba predominante en el mundo humano, ley que castiga la prevaricación y la prepotencia, se convierte en ley cósmica que regula el nacimiento y la muerte de los mundos y de las cosas. La injusticia fundamental, que todos cometen y deben expiar igualmente por necesidad, es la rotura de la unidad del infinito homogéneo, la separación por el nacimiento, que engendra la diversidad y el contraste; y esta injusticia se expía con la muerte o el retorno a la unidad. Esta idea, muy extendida entre las civilizaciones orientales, desempeñará un papel de primer plano en la filosofía griega.
      4) El infinito es eterno y sin vejez (sin movimiento); sin principio, que sería su límite; es inengendrado e indestructible o inmortal, porque toda generación y corrupción tienen un término; comprende en sí todas las cosas sin ser abarcado por ellas; es ley de justicia; es, por tanto, de carácter divino.
     
     
     

BIBL.: F. LÜTZE, Uber den cípeiron Anaximanders, ein Beitrag zur richtigen Auffasszíng desselbeiz als inateriellen Prinzips, 1878; l. Neuzäusv,?,, Disseytcitio de Anaximandri Miles¡ natura infinita, 1879; L. OTTEN, Ayzaximander aus Milet, 1912; CH. H. KAHN, Anaxii7zander and the Origins of Greek Cosmology, 1960; P. SELIGMAN, The «Apeiron» of Anaxi ai7der: A Study in the Origin and Fuiictioii of Metaphysical Ideas, Londres 1962; V. t.: bibl. citada en MILETO, ESCUELA DE; PRESOCRÁTICOS.

J.M. ARIAS AZPlAZU.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991