ANAMNESIS


En sentido literal, esta palabra griega, que se usa para designar una parte u oración de la Misa, significa «conmemoración», «reminiscencia», «recuerdo». En sentido amplio, cualquier recuerdo de los beneficios de Dios puede llamarse a. Así, toda bendición (v.) ascendente lleva consigo un recuerdo, una a., de las maravillas obradas por Dios en beneficio del hombre. Pero, en sentido estricto, se llama a. la parte de la anáfora (v.), plegaria eucarística o canon de la Misa (v.), que sigue inmediatamente a la consagración, enlazando de alguna forma con el mandato del Señor, o con la aclamación del pueblo; así, en el Canon romano, empieza con las palabras Unde et mentores, en la liturgia bizantina Memneménoi oun; y en liturgia galicana recibe el nombre de post mysteria, así como en la liturgia hispánica el de post pridie.
      Este elemento de la anáfora se encuentra en la Misa en todas las familias litúrgicas católicas (v. RITO, 1), si bien con diversa estructura; p. ej., entre los sirios se dirige a Cristo, y en vez de fórmulas de oblación se usan fórmulas de acción de gracias. Esta presencia constante de la a. en todas las fórmulas anafóricas hace pensar que, entendida en sentido general, como recuerdo de la pasión-muerte-resurrección de Jesucristo, y como oblación al Padre del sacrificio, pertenece a la liturgia primitiva o canon apostólico. Su origen serían las mismas palabras de Jesús: «Haced esto en conmemoración mía» (eis ten emen anamnesin) (Lc 22, 19). La Iglesia, con fidelidad total, cumple el mandato del Señor, repitiendo las palabras y los gestos de la institución; y, además, expresa en la a. el sentido profundo y su actitud espiritual: «Por eso, Señor, nosotros tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la pasión gloriosa de Jesucristo...» (Canon romano).
      Sentido de «memoria». El sustrato bíblico de la palabra a. recuerda ante todo un conjunto de ideas relacionadas, ligadas con formas verbales y nociones que se derivan de la raíz hebrea zkr, cuya significación fundamental se traduce generalmente con los mismos términos que la palabra griega a. Pero hay que tener en cuenta que aquí «recordar» no ha de entenderse como un proceso introvertido, con el que evocamos un acontecimiento o una persona del pasado, sin compromiso alguno por nuestra parte; en general, cuando el uso bíblico recuerda, significa que el pasado es traído hasta el presente, y que de esta manera se convierte en impulso para hacer algo, ahora. No se trata de trasladarse al pasado, sino, al contrario, trasladar el pasado al presente, para que en éste resulten eficaces sus implicaciones. Este sentido del recuerdo se verifica también cuando se trata de un acto ritual que se hace como memorial (le-zikkaron), con todas las consecuencias que esto supone para el sentido significativo del rito (cfr. p. ej., Ex 12, 14). De hecho, cuando Cristo celebró la Cena con los discípulos (v. CENA DEL SEÑOR), estaba realizando un memorial, y al cambiar de sentido, por su Palabra, los gestos de aquel rito, quiso que los discípulos lo repitieran precisamente en el sentido que 1;1 les había dado; Jesús les mandó repetir aquello como memorial suyo. De ahí que la palabra a. se traduzca más por «memorial» que por «recuerdo», para evocar más directamente las particularidades del término en el sentido bíblico y litúrgico.
      En la parte de la anáfora en que se hace a., la Iglesia proclama su recuerdo, en la fe, del misterio salvador de Cristo. Este misterio se expresaba siempre centrado en la muerte del Señor (cfr. 1 Cor 11, 26). Ya en la anáfora de la Tradición Apostólica (s. Iu) se le une la mención de la resurrección; desde el s. iv, aparecen referencias a la ascensión y a la parusía. En Siria se conmemora toda la economía salvadora de Cristo. En realidad, estas frases de a. son la expresión de la fe de la Iglesia en el misterio que celebra: la repetición de la Cena, memorial del misterio salvador de la cruz, suscita su recuerdo, y de ello brota la a. envuelta en la acción de gracias. En la fe, la Iglesia también acepta que la celebración del memorial supone el actualizar y proclamar, pues en la Eucaristía (v.) es Cristo mismo quien representa su misterio pascual (su muerte y resurrección).
      Sentido de «ofrenda». Con gran sentido lógico, la a. contiene, junto a la proclamación del memorial, la actualización de la ofrenda: la Iglesia expresa con ello el sentido sacrificial más propio de la Cena del Señor. Cristo, en efecto, ha dejado a la Iglesia un sacrificio visible, tal como requiere la naturaleza humana; pero este sacrificio es el memorial del único y definitivo sacrificio de Cristo al Padre, en la cruz, que se hace presente aquí y ahora de forma incruenta, aplicándose sus frutos; Él mismo, el Señor, realizó por primera vez este memorial en la Cena, anticipando en esta forma incruenta el sacrificio de la cruz (cfr. Conc. Tridentino, sesión XXII, cap. 1). Esta concepción de la Eucaristía como memorial sacrificial es la que acentúan documentos recientes del Magisterio de la Iglesia (cfr. Instrucción Eucharisticum mysterium, 25 mayo 1967: AAS 59, 1967, 539-573). Aquí hay tal vez una cierta base de consensus ecuménico, expresado parcialmente en la IV Asamblea del Consejo mundial de las Iglesias, en Upsala (1968). El Canon romano es uno de los que mejor expresan el carácter sacrificial de la celebración eucarística, subrayando, la relación con la a.: «... te ofrecemos, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo, pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación».
      Otros sentidos. Sentido escatológico. Puesto que se recuerda el misterio de salvación hasta que el Señor vuelva, la a. encierra una referencia al retorno del Señor en la gloria (v. PARUSÍA; JUICIO UNIVERSAL). De hecho, el memorial litúrgico es, de por sí, un alimento de la esperanza del pueblo; el recuerdo de.las maravillas de Dios, actualizadas en el hoy por la celebración de la Misa, aseguran una plena fidelidad de Dios a su promesa. Recordar algo a Dios es tanto como asegurar su intervención. De ahí que el sentido original de 1 Cor 11, 26, incluya un elemento de finalidad; la traducción más exacta es: «hasta que se realice el término: su venida». Sentido profético. Al celebrar la Cena, la Misa, «anunciamos» la muerte del Señor. Esta proclamación se realiza por el mismo hecho de celebrar la Eucaristía, pues cuando la comunidad se reúne en asamblea (v.) para celebrar el memorial, constituye un signo, una señal, para toda la humanidad. En la a. se expresa la conciencia que tiene la Iglesia de constituir el signo del misterio pascual, de una manera que compromete a la humanidad entera, pues toda la humanidad está abocada, como último destino, a encontrarse con Cristo en su retorno (v. IGLESIA III, 4 y 5).
      Sentido de acción de gracias y de súplica. Así como el Canon romano subraya el sentido de oblación y de memoria, otras a. orientales destacan más los aspectos de acción de gracias -como consecuencia de la memoria-, o de súplica de misericordia, al recordar la parusía.
      La anamnesis en las recientes plegarias eucarísticas romanas. Las tres plegarias eucarísticas aprobadas por la Sagrada Congregación de Ritos, decreto de 23 mayo 1968 (Preces Eucharisticae et Praefationes, Typis Polyglottis Vaticanis 1968), presentan muestras variadas de a. En la plegaria eucarística II se conservan prácticamente los textos de la anáfora de la Tradición Apostólica, con ligeras adaptaciones, pero la fórmula anamnética es la misma. Únicamente se le han añadido, siguiendo la S. E., a la palabra «pan» la determinación «de vida», y la palabra «cáliz» se ha precisado con los términos «de salvación». En las a. de las plegarias eucarísticas III y IV, encontramos estas características: a) se ha expresado de modo explícito la espera en la última venida del Señor; b) se ha explicitado el carácter sacrificial de la Eucaristía, indicando que Cristo es el objeto directo y primero de la ofrenda; e) se ha añadido el elemento de acción de gracias, para completar el de memoria. Como característica común de estas plegarias eucarísticas tenemos la intervención del pueblo, en forma de aclamación, después de la narración de la institución: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. iVén, Señor Jesús!» Esta aclamación es propiamente una a., con la cual el pueblo hace, como lo hará después el celebrante en el interior de la anáfora, su memoria y acto de fe en el misterio que celebra (v. ACLAMACIÓN I11). La plegaria eucarística 1 es el rico y tradicional Canon romano, que es la que debe usarse más normalmente y que es superior a las otras. V. t.: MISA; EUCARISTÍA III; ANÁFORA.
     
     

BIBL.: F. CABROL, Anamnése, en DACL 1, 1879-1896; B. BOTTE, Problén:es de l'anamnése, «Journal of ecclesiastical historyn 5 (1954) 16-24; O. CASEL, Faites ceci en mémoire de moi, París 1962. v. t. la Bibl. de ANÁFORA y ALISA.

P. TENA GARRIGA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991