ALFA Y OMEGA
Sentido de esta
expresión. La frase «alfa y omega», tomada materialmente, designa
la primera y la última letra del alfabeto griego. Tomada en
sentido metafórico, puede tener diversas significaciones. En el
Apocalipsis, p. ej., se dice por tres veces que Dios y Jesucristo
son el alfa y la omega (Apc 1, 8; 21, 6; 22, 13). Y, como explica
el mismo autor sagrado en dichos textos, la expresión significa
que Dios y Jesucristo son «el comienzo y el fin» (Apc 1, 8), «el
primero y el último» (Apc 22, 13), «el que es, el que era, el que
viene, el todopoderoso» (Apc 1, 8). En Apc 22, 13, Jesucristo se
aplica a sí mismo claramente estos títulos divinos que ya antes (Apc
1, 8; 21, 6) habían sido atribuidos a Dios. En efecto, la
expresión Yo soy el alfa y la omega es propia del Apocalipsis
(v.), pero la idea se encuentra ya en el A. T., en donde Yahwéh
dice por Isaías: «Yo soy el primero y el último» (Is 44, 6; cfr.
43, 10). Cristo, al proclamarse el a. y la o., afirma
evidentemente su divinidad, atribuyéndose los títulos que dan los
profetas al Dios verdadero, del que procede toda vida y al que
todo retorna. Cristo, pues, es Dios, igual al Padre y, por
consiguiente, tiene poder para mantener sus promesas y sus
amenazas. Puede, además, juzgar a los hombres como Señor soberano
de toda la creación. El Apocalipsis todavía explica y aclara más
el concepto de «el primero y el último», implícito en la fórmula
a. y o., recurriendo a la expresión «el que es», nombre que el A.
T. da al Dios de Israel, completándola con la frase «el que era y
el que viene» (Apc 1, 8). Esta última expresión, «el que viene»,
que hace referencia a la Parusía (v.), une a la afirmación de la
trascendencia y perfección ontológica de la divinidad, la de su
acción por la que consuma la historia de la realidad creada. La
expresión «el primero y el último» se encuentra en el A. T., como
ya dijimos (cfr. Is 41, 4; 44, 6; 48, 12), pero el traductor
griego de Isaías, no atreviéndose a dar a Dios el apelativo de
último, recurre a una perífrasis: «no hay otro Dios fuera de mí»,
«yo soy por los siglos de los siglos». En cambio, el Apocalipsis
emplea el texto en su tenor primitivo, tal como lo hará el
rabinismo.
La literatura cristiana antigua ve expresada en la frase «Yo
soy el alfa y la omega», la divinidad de Cristo y la trascendencia
divina, en sus atributos de infinidad, eternidad, causalidad
(eficiente y final) universal, de la que procede toda vida (v.
DIOS Iv, 3). En este sentido decía el poeta Prudencio:
«A et St cognominatus: ipse fons et clausula Omnium, quae
sunt, fuerunt, quaeque post futura sunt». También Tertuliano (De
monogamia, c. 5: PL 2, 935) y S. jerónimo (Contra jovinianum, lib.
I: PL 23, 237) lo interpretan en este mismo sentido. Los
cristianos de los primeros siglos se sirvieron de este símbolo del
Apoca, lipsis para expresar el acto de fe en la divinidad de su
Maestro,, escribiendo o grabando en las tumbas y en las iglesias
antiguas el A y la fZ a ambos lados de la cruz: AifZ, y también
acompañando al chrismon o monograma de Cristo ADft. La liturgia ha
conservado también el recuerdo de este famoso símbolo y da al
mismo tiempo un comentario que, si bien a veces no corresponde a
su significación primitiva, resulta por lo demás interesante. En
la liturgia mozárabe es donde encontramos más alusiones. P. ej.,
en el Breviario mozárabe se halla esta oración: «A et fi, initium
et f inis, Deus et homo, inf initus et praefinitus; in quo et
principium Deitatis, et ultimum sentitur humanitas, excedens omnia,
vivificans cuncta, et continens universa, miserere nobis qui manes
et nobis appares...» (cfr. PL 86, 176). Y algo después encontramos
en el mismo Breviario mozárabe una antífona y una oración sobre el
A y la ft (cfr. PL 86, 182). En el Libellus orationum mozarábico,
la oración es seguida de la siguiente bendición: «Benedicat nobis
A et ft cognominatus, omnipotentis Dei Patris unigenitus f ilius:
qui est initium et finis, ipse vos secum victores adtollat...». El
Misal mozarábico nos ofrece igualmente otra oración post nomina en
el domingo antes de Epifanía (cfr. PL 85, 225). La abundancia de
oraciones sobre el símbolo A y 11 en la liturgia mozarábica tal
vez se explique por el hecho de que, en esta Iglesia, el
Apocalipsis parece ocupar un lugar más importante que en las demás
liturgias. Por eso mismo, los Padres y escritores españoles han
comentado más veces estos pasajes del Apocalipsis.
Origen de la expresión. La designación simbólica de la
divinidad por medio de la primera y de la última letra del
alfabeto griego pudiera ser una imitación de procedimientos
semejantes empleados por los rabinos. Éstos conocen varias
combinaciones de la primera y de la última letra del alfabeto.
Así, p. ej., «observar la Ley (Torah) desde el alef hasta la tau»,
significaba observar toda la Ley. En el s. iii d. C. nos es
conocido el sistema alfabético de Atbash que alternaba la primera
y la última letra (aleftau), la segunda y la penúltima (betshin),
la undécima y la duodécima (kaflamed). Este y otros sistemas
parecidos se corresponden con los sistemas alfabéticos de la
astrología helenística. En la literatura rabínica también se dice
que el sello de Dios es el 'emet, es decir, «la verdad, la
fidelidad, la firmeza», porque dicha palabra está compuesta de la
primera letra del alfabeto hebreo (Alef='), de la mediana (M) y de
la última (T). Los testimonios más antiguos que poseemos de este
procedimiento son del s. III d. C., pero probablemente sea más
antiguo. La interpretación alfabética de «verdad» es claramente
judaica y hace referencia a Is 44, 6. La Shekinah («Presencia»),
es decir, Dios, era designada por los cabalistas como el aleftau.
También en el helenismo se encuentran símbolos alfabéticos. Los
helénicos indicaban con las letras del alfabeto griego las
festividades religiosas de los egipcios y las 12 constelaciones
del zodiaco. Y todo el sistema indicaba también el universo, el
cosmos, el Aión. La expresión de S. Juan Yo soy el alfa y la omega
pudiera tener relación con esta mística helenística de las letras.
Sin embargo, es probable que el autor del Apocalipsis haya tomado
el simbolismo no directamente del helenismo, sino indirectamente a
través del pensamiento palestinense o judío, como parece
demostrarlo la alusión a Is 44, 6, en conformidad con la
especulación rabínica, y el hecho de que siga el sentido del texto hebreo de Isaías y no el de la versión de los
Setenta.
BIBL.: F. DoRNsEIFF, Das Alphabet in Mystic und Magie, 2 ed. Leipzig 1925, 17 ss., 122 ss.; H. CHIRAT, AA (AlphaOmega), en Catholicisme, I, París 1948; G. KITTEL, AA, en Theologisches Wórterbuch zum N. T., I, 2; A. SKmNJAR, Ego sum A et A «Verbum Dominin 17 (1937) 1020; I. SALGUERo, Apocalipsis, en Biblia Comentada, VII, Madrid 1965, 334, 528, 543.
I. SALGUERO GARCÍA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991