AGRICULTURA
DOCTRINA SOCIAL CRISTIANA.
Impropiamente se
viene denominando cuanto se refiere al sector primario con la
palabra agricultura. Pero en la precisión necesaria de lenguaje,
para nuestra época tecnificada, conviene aplicar la palabra
agrario, como genérica, abarcando las ramas agrícola, ganadera y
forestal.
En un principio el hombre se dedicó a las actividades
forestales, explotando los bosques para obtener leñas, materiales
de construcción y ciertos útiles para su habitáculo, la caza o sus
luchas. Después, cuando logró domesticar algunos animales, el
hombre se hizo ganadero; nómada primero, cuando la ganadería
trashumaba buscando pastos y agua, y afincado, más tarde, en
terrenos fértiles que podían mantener el ganado a lo largo del
año. El hombre se hizo, por último, agricultor, cuando aprendió
una técnica que le permitía cultivar las tierras más ricas, en las
que se asentó e instaló definitivamente. Durante siglos hubo una
pugna sorda entre los que cultivaban como agricultores y los que
pastoreaban sus ganados. Caín y Abel los simbolizaron desde los
tiempos bíblicos. 1. Auge y decadencia de la ganadería. A lo largo
de un periodo considerable de la Historia; la nobleza, los
dignatarios del clero, ciertas órdenes religiosas, los reyes,
poseyeron grandes núcleos de ganado que pastaban libremente en sus
dominios. La tierra la labraban los campesinos cuando obtenían
autorización de quienes poseían grandes extensiones, aunque
también existían dominios comunales propiedad de pueblos con
cartas o fueros reales donde los campesinos cultivaban sus tierras
y mantenían ganados de su pertenencia.
En España, desde el s. XIII al XVIII la ganadería (v.) gozó
de gran protección. El Concejo de la Mesta (v.) fue un modelo de
organización que permitió al país conservar el monopolio mundial
de la lana merina. Pero los privilegios otorgados a los rebaños de
ovejas perjudicaron con frecuencia a los campesinos que cultivaban
tierras. El advenimiento de la dinastía de los Borbones, que
aportó las ideas liberales de la época, fue el momento de la
revancha de la agricultura, que representaba el progreso y la
libertad frente a la ganadería y los bosques amparados por
privilegios seculares, sin haber evolucionado su explotación y
detentados por señores o abades poderosos que se enfrentaban a los
mismos monarcas. Se suprimió el Concejo de la Mesta, salieron de
España rebaños de merinos adquiridos por otros países, el arado
roturó praderas de finos pastos y el hacha derribó árboles
centenarios. Éste fue el principio de la decadencia ganadera
española, y el de las talas inexorables que resecaron regiones
enteras, originando un proceso de erosión del suelo en la España
montañosa, al tiempo que desaparecieron poco a poco los pastos.
El progreso ha traído de la mano una técnica científica y
económica que preconiza fomentar los pastizales, repoblar los
baldíos y los montes. Y, sobre todo, aumentar la producción de
carne que la elevación del nivel de vida de la población exige
como alimento preferido, dando de lado al trigo, los garbanzos o
las patatas. Lo que quiere decir que, en gran parte, la a. se va a
convertir en subsidiaria de una moderna ganadería, que ya no
asolará sembrados de pobres campesinos, pues el ganado no saldrá
de sus cercas y establos pertenecientes a unos granjeros que han
de formar, en gran parte, la nueva clase campesina.
2. Inmovilismo agrario. El principal inconveniente para un
enfoque claro y con perspectivas de futuro, en las cuestiones
económicas y sociales del sector agrario, estriba en el
inmovilismo del sector desde hace siglos hasta muy recientemente.
Esto origina que se planteen los problemas socioeconómicos
partiendo de unas bases que ya no tienen solidez real, aunque, por
inercia, la tengan aparentemente. El inmovilismo agrario ha
perdurado, mientras en otros sectores de la economía tenía lugar
la revolución industrial, con el consiguiente cambio de concepción
de la propiedad, de la empresa, de los precios, de los salarios y
de las condiciones de vida. El progreso material, originado por
esa revolución industrial, va implicado con una nueva técnica
científica y un entendimiento distinto de la economía.
Forzosamente tiene que cambiar de signo, también, el inmovilismo
agrario, y pasar el sector por un proceso evolutivo rapidísimo que
le coloque a la par con los otros sectores económicos. Esto ha de
ocurrir por ley natural, pese a todas las rutinas ancestrales y a
las presiones reaccionarias, y esto está ocurriendo de forma
soterrada y anárquica, muchas veces, dando lugar a
contradicciones, colapsos y desajustes que provocan los
innumerables problemas que aquejan al sector agrario, el cual está
padeciendo una verdadera revolución que muchos no comprenden en lo
económico y en lo social. Revolución insoslayable que es preciso
entender dónde terminará para proceder con acierto mientras dura,
e ir sentando unas bases sanas y viables para el futuro.
Hasta ahora, el principal problema social, en el campo,
giraba alrededor de la propiedad de la tierra. Repartir la tierra
era el objetivo de toda reforma agraria (v.), pues ello
significaba repartir la riqueza del país. Esto aún puede ser
válido en algunos países muy subdesarrollados de Sudamérica, p.
ej., pero no lo es así en los desarrollados donde la renta agraria
representa entre el 4% y el 14% de la renta nacional y la
población agraria es de un 4% a un 25% de la población total. En
la enc. Populorum Progressio dice Paulo VI: «una reforma agraria
improvisada puede frustrar su finalidad».
3. Moderna explotación agraria. La transformación que está
teniendo lugar en la moderna explotación agraria hace que la
tierra sea un factor más de la empresa, siendo necesarios
igualmente: un capital circulante de importancia y unos
conocimientos técnicos bien distintos a los rutinarios que han
bastado durante siglos. La propiedad de la tierra, sin los otros
factores, no resuelve el problema de una mejor distribución de la
riqueza, objetivo social reiterado en textos pontificios.
Rerum Novarum (RN), 33; Quadragesimo Anno (QA), 57, 58, 61,
62; Radiomensaje de Pentecostés de 1941 (RmP), 13, 16, 17; Mater
et Magistra, 54, 69, 73, 74, 79, 114, 117, 121, 125; Populorum
Progressio (PP), 9, 21, 22, 23, 29, 33; Discurso de Paulo VI a los
campesinos colombianos.
Si una empresa agraria ha de estructurarse como una empresa
industrial o de servicios modernos, no cabe imaginarla a escala
artesanal, que es lo que representa la explotación familiar
actualmente. Una excepción pueden ser los cultivos frutihortícolas
en zonas templadas y muy fértiles donde el cuidado de los frutos
ha de ser personal y manual, en un trabajo de tipo artesano. Pero
es necesario hacerse a la idea de que la futura explotación
familiar tendrá que ser mucho más extensa de lo que es hoy día,
tanto en secano como en regadío, si se quiere que la familia rural
tenga un nivel de vida semejante al de cualquier familia
'trabajando en una población. Y esa explotación familiar agraria,
el nuevo granjero, ha de estar suficientemente capitalizada y
contar con una técnica moderna que sólo se adquiere mediante la
formación profesional proporcionada por una escuela.
Como es natural, si se suman esos tres elementos necesarios
en una explotación familiar de esta índole, el capital que
requiere resultará, en muchas ocasiones, excesivo para las
posibilidades de una familia rural. Por eso, actualmente, se
considera como una solución conveniente la fórmula del
arrendamiento (v.) que evita la inmovilización de una masa
dineraria en tierra, más rentable como capital circulante empleado
en compra de ganado u otras necesidades. Igual que una familia
dedicada al comercio no es propietaria, generalmente, del local
donde está establecida.
En la figura del moderno granjero con 200 6 500 Ha. de
tierra propia o arrendada se ha de simbolizar esa explotación
familiar cuya existencia es objetivo importante en la doctrina de
la Iglesia (RN, 33; QA, 56, 59; MM, 142, 143; RmP, 24, 25).
La mayor parte de los trabajadores campesinos y de los
terratenientes siguen aferrados al inmovilismo y piensan en
consecuencia: los unos soñando con ser propietarios de la pequeña
parcela, los otros creyendo que podrán' seguir disfrutando de su
propiedad en la misma forma que lo hicieron sus antepasados. Pero
las necesidades de la moderna a. y ganadería y el condicionamiento
económico y técnico hacen imposible la viabilidad de cualquier
explotación agraria en la que su extensión, o la falta de
profesionalidad del empresario, no permiten producciones a precios
rentables y competitivos.
4. Empresa agraria. El encarecimiento progresivo de la
tierra, salvo en algunas regiones muy subdesarrolladas y poco
habitadas, la capitalización y la tecnificación necesarias en toda
explotación moderna están modificando profundamente el sentido de
la propiedad rústica, transformándolo en un nuevo entendimiento
que es el de la empresa agraria. En este cambio de mentalidad ha
influido poderosamente el ejemplo industrial y mercantil con la
espectacular expansión que les ha proporcionado la fórmula
empresarial de la sociedad anónima. Y no es sólo la visión externa
del éxito material de este tipo de empresas lo que ha influido en
lo más avanzado de la clase campesina, sino, también, la
penetración de grandes empresas industriales y mercantiles en el
sector agrario, que han originado dominaciones abusivas de
aquellas en la posición económica, y aun humana, de muchos
empresarios rurales. Por eso es necesario cuidar este proceso de
transformación del antiguo labrador o ganadero en moderno
empresario, para evitar que, al socaire, se puedan crear
situaciones capitalistas condenables.
Al transformarse el labrador o ganadero en empresario de
nuestro tiempo, debe cambiar también su entendimiento social
anterior en uno nuevo capaz de lograr la máxima integración de
cuantos trabajan en la empresa. La fórmula integracionista de la
participación tiene ya precedentes en muchas explotaciones
agrarias. Pero si el moderno empresario campesino ha de resolver
muchos problemas sociales agrarios, es posible que individualmente
no pueda hacer frente a otros, ni tampoco sea suficientemente
fuerte para emprender tareas mercantiles o industriales que
debería abarcar, aunque haya algunas fuertes empresas agrarias
basadas en grandes unidades de extensión los llamados latifundios
(v.) capaces de realizar este ideal de producción agropecuaria
altamente rentable y competitivo. Para lograr esto ha de ser im.
prescindible ir a formas de asociación entre aquellos empresarios
campesinos, y las cooperativas pueden ser sus mejores armas.
Siempre que se forme, profesionalmente, la cantidad necesaria de
gerentes para regirlas.
5. Paridad de. nivel de vida. Con la elevación del nivel
cultural en el sector agrario, que ha de provocar el nuevo
empresariado rural, es posible que se alcance esa paridad de nivel
de vida entre cuantos trabajan en el campo y los que tienen su
empleo en las ciudades. Éste es un deseo expresado múltiples veces
en encíclicas y otros textos de la Iglesia, pero hasta ahora la
realidad es que aumenta el desnivel en vez de acortarse. El
individualismo campesino y la falta de capacidad para organizarse
son las principales causas que impiden hacer valer su fuerza al
sector agrario, como masa de población y como potencia económica.
Un mayor grado cultural y una madurez en la forma de plantear sus
reivindicaciones económicas, utilizando además organizaciones
asociativas o cooperativas, pueden ser los medios eficaces para
lograr esa justa aspiración de gozar del mismo sistema de vida en
el medio rural y en los núcleos importantes de población.
A la paridad se llega por dos caminos paralelos. Uno es la
realización de obras públicas que mejoren las condiciones de vida
en pueblos y alquerías, tales como abastecimiento de aguas,
alcantarillado, comunicaciones, energía eléctrica, centros de
enseñanza y formación profesional. El otro es que los precios de
los productos que obtiene el campesino sean remuneradores, de tal
forma que sus ingresos anuales resulten equiparados con los de
aquellos habitantes de las ciudades que tengan una categoría
similar, bien por el volumen económico de sus respectivas
explotaciones, como por la categoría técnica y profesional. No hay
que olvidar que para muchos modestos campesinos la venta de los
productos que obtienen equivale a su salario.
No puede darse mayor injusticia que establecer niveles
inferiores, en la Seguridad Social (v. SEGURIDAD SOCIAL III) y en
los salarios (v. SALARIO iv) para los trabajadores campesinos que
para los industriales o de los servicios. Pero si esto se
establece por los organismos estatales, es un implícito
reconocimiento de que el empresario agrario no tiene los mismos
ingresos que el industrial o el de cualquier otro negocio ajeno al
campo. Este principio, aceptado como normal hasta ahora, no puede
seguir vigente en una sociedad que aspire a la justicia social (v.
JUSTICIA Iv). Los que desempeñan su actividad en el sector agrario
no deben quedar sacrificados para que puedan llevar un mejor
sistema de vida los que trabajan en otros sectores económicos.
Existen países en los que el Estado no regula exigentemente
una política de salarios. Y en esta línea de liberalismo económico
sin freno también se dejan los precios de los productos en
absoluta libertad. En estos casos surgen abusos cometidos por los
empresarios con sus trabajadores, pagándoles salarios que les
obligan a llevar una vida infrahumana. Esos Estados y esos
empresarios quebrantan gravemente sus obligaciones sociales, y
agravan aún más la inferioridad económica y social del sector
agrario.
6. Población campesina. Esta descompensación entre el nivel
de vida de los distintos sectores de un país es el origen de las
migraciones violentas que tantos problemas causan. El trasvase de
población del sector agrario a los otros es necesario, pues
también la disminución de la población campesina es otro elemento
que puede influir en que se alcance la paridad. Sin embargo, una
emigración sin medida, aunque pueda parecer beneficiosa en aquel
sentido, no lo es realmente, pues la renta por cabeza del sector
agrario aumentaría al disminuir los que en él trabajan, si el
producto o renta agraria subsistiera igual. Pero si emigran los
mejores y los jóvenes, la producción puede resentirse y, más aún,
si la mecanización no sustituye al mismo ritmo esa masa que
abandona el campo precipitadamente.
Esto no quiere decir que el sector agrario en España y,
sobre todo en Sudamérica, deba seguir conservando su población
actual. Forzosamente deberá ir reduciéndola hasta llegar a esos
porcentajes de los países desarrollados a los que antes se ha
hecho mención. La técnica moderna, con su mecanización, permite a
un hombre atender, hoy en día, extensiones infinitamente mayores
que hace unos años; la productividad (v.) exige mayor rendimiento
en el hombre, o sea, disminución de hombres para el mismo trabajo;
el especializado trabajo moderno se ha de pagar más caro que la
antigua peonada. Todo ello quiere decir que el desarrollo (v.
DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL) de un país trae consigo un sector
agrario con reducida población, pero esta necesaria reducción debe
hacerse de manera planificada y no de modo anárquiCO (V.
PLANIFICACIÓN).
La aceleración histórica no permite tiempos muertos para
buscar soluciones pausadas; las soluciones han de ser aplicadas,
en esta época, con rapidez y modernidad. A los jóvenes actuales no
se les puede retener en el campo, porque no les atraen ni el ritmo
ni las condiciones de vida que en 61 existen. No es fácil retener
a los jóvenes en el ambiente rural que se les ofrece en esta época
histórica. Afortunadamente son ambiciosos, independientes, y
quieren vivir su vida debido a la personalidad que poseen. La
sobriedad y limitación de posibilidades que encuentran en el campo
(y por qué no decir también que muchas veces se enfrentan con la
mezquindad y la sordidez); la inexorable autoridad paterna, que
persiste inmóvil en un entendimiento familiar ya sobrepasado; la
visión, en el cine, de otro mundo más abierto y libre. Todo ello
no opera en favor de una atracción de los jóvenes hacia el medio
rural cuando tienen ya una tendencia a la huida. Y, sin embargo,
es imprescindible hallar una solución para impedir la actual
desbandada, pues el desarrollo del sector agrario, en España, no
puede lograrse sin ellos.
Es necesario, para romper con el inmovilismo agrario que
traba muchos impulsos, contar con hombres capaces de enfocar los
problemas con nueva mentalidad. Que no se muestren propicios a
renunciar a tantas cosas necesarias al hombre de nuestro tiempo,
«porque el campo no da para lujos», sino que obliguen al campo a
dar lo que necesitan. Que rompan una insolidaridad económica
ancestral, para llegar a fuertes asociaciones profesionales (v.
ASOCIACIONES In). Que promuevan entre ellos a los que han de ser
dirigentes de esas asociaciones. Que estén prestos a incorporar
nuevas técnicas, después de analizarlas con capacidad profesional.
Que tengan sentido comercial moderno. Y que amen y se entreguen a
la tierra y su familia como lo hicieron sus padres y sus abuelos
por generaciones y siglos.
Textos pontificios referentes a:
La propiedad. RN, 11; RmP, 13, 22; MM, 43, 109, 115, 119,
121; PP, 23, 24.
La explotación familiar. RN, 9, 33; MM, 112, 114; QA, 45;
RmP, 22, 23, 24.
El arrendamiento. QA, 64, 65.
La empresa. QA, 103, 106, 107; MM, 3540, 82, 85, 86, 91,
141143; PP, 25, 28.
La participación. MM, 9196; PP, 28.
La asociación. RN, 34, 35, 39; QA, 29, 7987; Discurso de Pío
XII del 11 mar. 1945; MM, 22, 37, 53, 5967, 8590, 146149; PP, 33,
38.
La paridad. QA, 100109; RmP, 12, 13, 16, 17; MM, 70, 74, 79,
123126, 128, 129, 132136; PP, 9, 60.
Los salarios. RN, 33; QA, 5, 58, 59; RmP, 6, 20, 21; MM, 31,
33, 6879, 135, 136.
Los precios. QA, 75; MM, 137140; PP, 57, 58, 60. El
desarrollo. RN, 33; QA, 49; MM, 70, 94, 112, 122152; PP, 5, 15,
29, 32, 33, 34, 41.
Los jóvenes. PP, 10, 11.
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CONDE DE MONTARCO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991