ACTA SANCTORUM
Es la expresión
comúnmente utilizada hoy día para referirse a la mayor
recopilación de vidas y datos relativos a los santos, siguiendo el
orden del calendario, reunidas y publicadas por un grupo de
jesuitas, agrupados en una asociación llamada los bolandistas
(v.), por el nombre de su fundador.
1. Historia. La idea inicial, partió del P. H. Rosweyde, de
Amberes, que concibió el proyecto de investigar sistemáticamente y
publicar las vidas manuscritas de los mártires y santos,
desconocidas en su mayor parte y dispersas en diversas bibliotecas
de Bélgica y de toda Europa. Con este fin, trazó las líneas de
trabajo y el plan a seguir en un opúsculo titulado: Fasti
sanctorum quorum vitae in Belgicis bibliothecis manuscriptae
asservatur, Amberes 1607. Esta obra, junto con la publicación de
un conjunto de vidas de monjes (Vitae patrum, Amberes 1615),
extraídas de 25 manuscritos y cotejadas con 20 ediciones conocidas
en aquel momento, son consideradas como la primera piedra de las
A. S. A raíz de la muerte del P. Rosweyde, acaecida en 1629, el P.
J. Bolland reemprendió la labor, modificando el proyecto de su
predecesor, al extender el estudio a los santos de los que, no
poseyendo textos biográficos, se pudiera contar con testimonios
acerca de su culto. Desechó además la idea de publicar las vidas
separadas de la discusión crítica hagiográfica, prefiriendo
considerar la figura del santo como un todo orgánico, con
introducción, textos y comentario. Con ayuda del P. G. Henschen (o
Henskens) consiguió llevar a término el estudio de los santos de
los 15 primeros días de enero, publicando los dos primeros tomos
de las A. S. en 1643. Afortunadamente para los dos jesuitas, se
unió a ellos un tercer colaborador, el P. D. Papenbroeck (o
Papebroch), «el mayor ingenio de los bolandistas», que trabajó
intensamente en los santos de marzo y prosiguió con admirable
energía hasta los de junio, logrando, junto con sus colegas, la
publicación de 19 tomos de las A. S., que son la parte mejor de
toda la colección.
Pronto faltó el P. Bolland, que m. en 1665. La obra
prosiguió bajo la dirección de otros jefes (seniores), entre los
que destaca el P. Du Sollier (desde 1702) conocido por el volumen
sobre el Martyrologium Usuardi, que apareció como suplemento a los
volúmenes de junio; la recopilación aumentó posteriormente,
llegando hasta agosto, haciéndose algo pesada por las prolongadas
disquisiciones sobre los textos, en general menos cuidadas y que
debilitan críticamente esta parte de la colección. Bajo la
dirección del P. Stilting, todavía durante el s. XVII, las A. S.
lograron avanzar hasta el t. I de octubre, resintiéndose
desfavorablemente de las vicisitudes de la comunidad, en la que, o
por falta de salud o de vocación hacia la investigación, se fueron
sucediendo los' padres con excesiva frecuencia. A finales de
siglo, la supresión de la Compañía de Jesús por Clemente XIV (21
jul. 1773) tuvo graves repercusiones' en la sociedad de los
bolandistas. Éstos debieron trasladarse a la abadía de Caudenberg
en Bruselas; trasladó que causó pérdidas y dispersiones de la
biblioteca, hasta el punto de que, sólo con un gran esfuerzo, pudo
publicarse el t. IV de octubre. La nueva sede fue clausurada al
poco tiempo y la casa y la obra fueron suprimidas el 1 nov. 1788.
Los bolandistas trataron de salvar los manuscritos, la biblioteca
y la imprenta vendiéndoselas a los monjes premostratenses de la
abadía de Tongerloo, en la que se refugiaron.
Al terminar la Revolución francesa, que agravó la dispersión
y ruina de la obra, se hicieron gestiones con vistas a
reemprenderla; en Francia, bajo el ministro Guizot, se proyectó la
fundación de una sociedad hagiográfica con el propósito de dar fin
a la publicación de las A. S. en 1850. Reacciones y protestas de
los ambientes belgas tuvieron como consecuencia la reconstitución
de la sociedad de los bolandistas en Bruselas, que se alojó en el
Colegio de San Miguel en 1875.
Puede imaginarse lo difícil que fue reemprender la tarea,
después de una interrupción tan amplia, durante la cual se había
roto una larga tradición de trabajo y se habían destruido los
medios e instrumentos de estudio: listas, catálogos, manuscritos y
biblioteca. Esta fase de renacimiento está dominada por la figura
del P. V. de Buck (181776), experto arqueólogo y teólogo del conc.
Vaticano I, que supo imprimir al trabajo un ritmo vigoroso y
favoreció los estudios e investigaciones especiales, destinadas a
completar las A. S., p. ej., la edición crítica del Martirologio
jeronimiano. La llegada del P. De Smedt en 1876 supuso un giro
decisivo en la historia de la obra. Los últimos tomos del mes de
noviembre, p. ej. el quinto y el que contiene un comentario al
Martirologio jeronimiano, son el fruto de la nueva dirección, bajo
la cual las A. S., por lo riguroso de la investigación y la
seriedad crítica, pasan a figurar entre las obras más importantes
de la crítica histórica contemporánea. E. P. H. Delehaye fue un
digno sucesor; ingresó en la asociación en 1891 y la dirigió como
senior durante el trentenio 191141, convirtiéndose en uno de los
más fecundos y originales hagiógrafos de nuestro tiempo. Su labor
científica comprende los tomos de noviembre, numerosas
investigaciones diseminadas en las «Analecta Bollandiana»,
memorias y escritos diversos (más de 100), reunidos recientemente
en Mélanges d'hagiographie grecque et latine, Bruselas 1966; y
sobre todo una serie de estimables monografías acerca de los más
profundos problemas hagiográficos, que comprenden nueve volúmenes
de la colección Subsidia hagiographica, entre los que destacan los
consagrados al origen del culto a los mártires, y a las leyendas
hagiográficas (v. ACTA MARTYRUM). Han sucedido al P. Delehaye,
como directores de la asociación, el P. Peeters (194150) y el P.
Coens (desde 1950), que es el actual senior de los bolandistas.
2. Método de trabajo. Todos los bolandistas son miembros de
la Compañía de Jesús que, a la comunidad de vida religiosa, unen
el trabajo y la investigación en equipo en una misma casa. La
jerarquía de los asociados tiene a la cabeza un jefe como primus
inter pares (senior), ayudado por un procurador y un
bibliotecario.
La organización del trabajo adoptó un método capaz de
garantizar la publicación regular de las A. S. En el primer
periodo, el estudio de los santos se limitó a la hagiografía
griega y latina, dejando por el momento la oriental en otras
lenguas. El material era inmenso: 9.000 textos latinos, ya
publicados y anotados, para someter a análisis; 1.900 griegos aún
por examinar, junto con otras recopilaciones y colecciones de
hagiografía, como calendarios, martirologios, sinaxarios,
menologios, pasionarios y legendarios. Además convenía ampliar el
conocimiento de los textos consultando los impresos y manuscritos
existentes fuera de Bélgica. Por esta razón los padres Henschen y
Papenbroeck emprendieron en 1660 un largo viaje por Alemania,
Italia y Francia, deteniéndose especialmente en Roma, donde
pudieron consultar, además de las Bibl. Vaticana y Valliceliana,
numerosas colecciones particulares. En este viaje al que siguieron
otros en 1668, 1752, etc. pudieron reunir abundante material
transcribiendo escritos en parte o en su totalidad, con la ayuda
de expertos para los textos griegos. Así consiguieron más de 400
copias de manuscritos que enriquecieron los fondos de la
biblioteca, repertorios y abundante correspondencia informativa.
El orden del trabajo y la redacción de las A. S. procedían
así: se elaboraba en primer lugar una lista de los santos
conmemorados en cada uno de los días del calendario, investigando
exhaustivamente los martirologios y documentos litúrgicos, y
eliminando las conmemoraciones repetidas o equivocadas y los
santos duplicados o fuera de lugar. Se confeccionaban después dos
listas: una de los santos del día y otra de los praetermissi
(omitidos), es decir, de los santos que se trasladaban a otro día
o cuyo estudio se difería por falta de documentación. Luego se
escribía la vida del santo, extrayéndola de los documentos (acta
passiones, vitae), y redactando una edición crítica: durante el
primer periodo los bolandistas se limitaron a seleccionar el texto
mejor entre los pocos disponibles. Las acta en lengua griega se
presentaron en una traducción latina, ya existente o realizada por
ellos mismos, para los santos de los dos primeros meses del año,
ya que sólo en los tomos de marzo aparecieron los textos
originales. Cuando faltaban los documentos biográficos se
estudiaba la figura del santo, usando todo el material reunido
referente a su historia y culto (sylge critica). Los textos iban
acompañados de un comentario (commentarius previus) que trataba
del autor, época, lugar y autenticidad.
3. Edición de las «Acta Sanetorum». La colección de las A.
S. hasta el momento presente se compone, refiriéndose a la primera
edición, de los tomos siguientes:
Lugar de Meses Tomos Año impresión
Enero ... ... ... ... ... ... ... 2 1643 Amberes
Febrero ... ... ... ... ... ... 3 1658 »
Marzo ... ... ... ... ... ... ... 3 1668 »
Abril ... ... ... ... ... ... ... 3 1675 »
Mayo ... ... . ... ... 7 168088 »
Propy1aeum ad A. S. ... ... ... . ... 1688 »
Junio ... ... ... ... ... ... ... 7 16951717 »
Julio ... ... ... ... ... ... ... ... 7 171931 »
Agosto ... ... ... ... ... ... ... 6 173343 »
Septiembre ... ... ... ... ... ... 8 174662 »
Octubre ... ... ... ... ... ... 3 176570 »
2 178086 Bruselas 1 1794 Tongerloo 7 184583 Bruselas
Noviembre ... ... .. ... . .. 4 18871925 » Sinaxario de la Iglesia
de Constanti
nopla .. 1902 »
Comentarios al Martirologio.. jeroni.
miano ... ... 1931 »
Comentarios al Martirologio Romano. 1940 »
La segunda edición, impresa en Venecia (174370), posee 43 t.
y termina en el tomo quinto de septiembre; la numeración de las
páginas es idéntica a la de la primera edición, excepto en los
cuatro tomos de mayo. La tercera, impresa en París (18631870) por
V. Palmé, cuenta con 60 t. y llega hasta el 12 de octubre; la
paginación es diferente.
Tanto por el método, como por su valor crítico, la colección
merece ser dividida en dos partes, correspondientes a dos épocas
diversas. La primera transcurre de 1643 a 1883 y comprende los
tomos de los meses enerooctubre, que mantienen una relativa
uniformidad, aunque el valor de estas páginas no es del todo
homogéneo, resultando en ocasiones pesadas por causa de las
disquisiciones eruditas y no siempre pertinentes. En general, la
parte del commentarius, dedicada al culto del santo y que reúne
los testimonios litúrgicos y monumentales o de cualquier otro tipo
relacionados con la llamada gloria póstuma del santo, resultan
todavía hoy de gran utilidad. La segunda época, de 1883 a la
actualidad, comprende los cuatro tomos de noviembre, en los cuales
vienen estudiados los santos de los 10 primeros días del mes. Este
grupo ha sido estudiado de acuerdo con los nuevos principios de
crítica hagiográfica que introdujo el P. De Smedt en 1876: a)
publicar todos los textos hagiográficos localizables,
prescindiendo de su valor histórico; este principio había sido ya
enunciado anteriormente, pero nunca había entrado en vigor; b) la
edición crítica debe basarse en el conocimiento científico y el
análisis de todos los manuscritos, y debe tener en cuenta su
origen y grupo, aplicando los criterios de la moderna crítica de
textos. Se ha señalado que parecen pocos los cuatro tomos de
noviembre, los únicos publicados en la época neobolandista; pero
ello se explica si se tiene en cuenta la cantidad de trabajo que
tales exigencias críticas amontonan sobre la mesa de los
bolandistas, de lo que se deriva la aparente lentitud de la
publicación. También se ha señalado que el orden del calendario,
estudiando las figuras aisladas, no parece responder a una
mentalidad crítica y obliga además a repetir los temas y problemas
hagiográficos cada vez que éstos se presentan, en lugar de haber
sido tratados en conjunto, una sola vez o, al menos, en el
contexto más amplio de grupos de santos, pertenecientes al mismo
periodo o a un área hagiográfica común. Esta observación, aun
siendo justificada, no puede variar el método, ya emprendido, de
proceder según el orden del calendario. Además todavía no es
posible una consideración global de muchos problemas
hagiográficos, de los que no se tienen los conocimientos
particulares indispensables para cualquier labor de síntesis. Por
el contrario, el estudio de las figuras aisladas de los santos,
tiene la ventaja de proporcionar los materiales necesarios para un
futuro estudio global.
4. Otras publicaciones. El aumento del material de estudio
que supuso la nueva metodología del P. De Smedt, multiplicaba el
trabajo, haciendo más lenta la impresión de las A. S. Las
investigaciones especiales proporcionaron sin embargo importantes
resultados que, si bien no podían ser incluidos en las A. S.,
merecían por otra parte ser conocidos. Surgió así en 1882 «Analecta
Bollandiana», publicación periódica destinada a recoger ensayos
críticos, investigaciones parciales, textos inéditos y anotaciones
diversas que, como un anticipo del contenido de las A. S.,
ofrecían material auxiliar y básico y constituían, por sí mismos,
una sustancial contribución a la ciencia hagiográfica. La revista
consta ya de 84 vol. (18821966) y otros cuatro de índices (que
alcanzan hasta 1962). Por el mismo motivo surgieron otra serie de
iniciativas científicas y editoriales. Se publicaron numerosos
catálogos de códices hagiográficos de las bibliotecas de Bruselas,
París y Roma (Catalogi codicum hagiographicorum); se redactó una
valiosa lista de textos hagiográficos (Bibliotheca hagiographica
latina, graeca, orientalis); finalmente se han publicado también
algunos estudios monográficos que constituyen la colección
Subsidia hagiographica, que posee hasta el momento actual 42
números.
5. La crítica hagiográfica y las «Acta Sanetorum».
Corresponde a los bolandistas el mérito de haber dado forma y
dignificado esta ciencia. Nacidos y organizados en aquel momento
de esplendor del saber religioso que tuvo lugar durante el s.XVII
en Francia, Bélgica, España e Italia, sufrieron las
características de la época y se resintieron de la debilidad de la
crítica de entonces. Sin embargo, comprendieron la dificultad de
su empresa llena de exigencias y necesidades contrapuestas: por
una parte, seleccionar y entresacar lo auténtico de la intrincada
selva de leyendas, tradiciones y cultos abusivos, desordenada y
arbitrariamente desarrollados, acerca del sepulcro y reliquias de
los mártires; por otra, llevar a cabo tal operación sin ofender
los sentimientos, estratificados con el curso del tiempo, de la fe
y devoción populares.
A partir de la introducción en la hagiografía de los
principios críticos historiográficos, los textos literarios, los
testimonios del culto, los monumentos iconográficos y litúrgicos
sufrieron una criba y valoración conforme al programa enunciado en
aquel momento por León XIII a los estudiosos de temas históricos
(18 ag. 1883): «nihil f alsi audeat, nihil ver¡ non audeat». La
aplicación de este método ha podido dar la impresión de una
crítica exagerada (hipercrítica) o de una especie de corriente
iconoclasta que se abatiera sobre la devoción del pueblo hacia los
santos. Estamos seguros, a pesar de todo, de que sólo los no bien
informados pueden tener esta opinión al ignorar con qué cautela y
atención se procede en semejante tarea investigadora. Por otra
parte, es inadmisible la aceptación crédula y acrítica de todas
las historias y tradiciones populares referentes a los santos,
pues se corre el riesgo de hacer naufragar la religión en la
superstición. Con el fin de dotar definitivamente a la
investigación hagiográfica de un método seguro, H. Delehaye ha
establecido que deben correlacionarse los estudios sobre los
textos literarios con las investigaciones referentes a los
documentos del culto, aplicando el criterio según el cual la
existencia de antiguos testimonios de veneración es de importancia
fundamental, aunque no exclusiva en orden a la autenticidad del
mártir. Se trata de la doctrina llamada de las coordenadas
hagiográficas, cronología y topografía que, cuando pueden ser
establecidas con seguridad, fijan en la historia la figura del
santo (v. HAGIOGRAFÍA III, 1).
Mediante un procedimiento semejante es posible llegar a
encontrar los orígenes del culto. Hasta los s. IVV la celebración
de un mártir o de un santo, limitada por lo general al ámbito de
la iglesia local, se fijaba en el día del aniversario de su muerte
(depositio, dies natalis) y se señalaba en el calendario,
indicando el lugar donde se llevaba a cabo la conmemoración, el
mes y el día: así se hacía en Roma, Cartago y otras Iglesias
durante el s. III. Posteriormente, durante los s. VVI, dichas
celebraciones se reunieron en el Martirologio jeronimiano, que
incluyó numerosos calendarios locales procedentes de Italia,
África, España y la Galia, que han llegado así hasta nosotros (v.
ACTA MARTYRUM). De esta manera cuando, basándonos en los
documentos, logramos recomponer los datos antiguos del culto,
podemos afirmar que la auténtica figura del mártir queda también
reconstruida.
En resumen, la crítica hagiográfica practicada en las A. S.
analiza los diversos testimonios acerca de un mártir o santo con
el objeto de llegar a conocer la antigüedad de su culto, derivando
de ella, al mismo tiempo, su autenticidad. No siempre los
testimonios concuerdan y a menudo los textos literarios utilizados
pueden prevalecer sobre los datos referentes al culto. Pero las
«historias de los santos» que hallamos en tales textos, no deben
confundirse con la documentación, como tampoco el carácter
legendario de las passiones está en contraposición con el valor
histórico del santo: la historicidad del mártir no depende
necesariamente de la autenticidad de los documentos.
V. t.: HAGIOGRAFÍA; BOLANDISTAS; ACTA MARTYRUM.
BIBL.: II. DELEHAYE, A travers trois siécles. L'oeuvre des Bollandistes (16151915), Bruselas 1959; P. PETERS, L'oeuvre des Bollandistes, 2 ed. Bruselas 1961; S. PRETE, L'origine del'agiogralia: i Bollandisti, «Convivium» (1948) 380405; R. AIGRAIN, L'hagiographie, ses sources, ses méthodes, son histoire, París 1953; Repertorium Fontium historiae Medii Aevi, «Istituto Storico italiano per il Medio Evo», I, Roma 1962, 16 ss.
SERAFINO PRETE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991