Reproducimos una carta que Giorgio Chevelard, de la Asociación Charles Péguy, ha enviado a la revista Piensaunpoco.com

 30/11/2001

He leído el artículo del Dr. Wil van den Bercken, historiador de las universidades de Utrecht y Nimega sobre que este ''conflicto internacional no es de carácter religioso''. No discuto sus razones, con quien estoy bastante de acuerdo. Pero su afirmación de que ''hay más puntos de unión que discrepancias'' entre Islam, Judaísmo y Cristianismo me mueve a algunas consideraciones.

Es bien cierto que el valor de Dios único y trascendente (concepto abundantemente perdido por el hombre común occidental) es común a las tres religiones y es un valor muy grande.

Pero el genio del cristianismo es la encarnación: quien dice que es lo mismo es que aún no la ha entendido, con todo el respeto. Es el encaje de lo eterno en lo temporal, y de lo temporal en lo eterno, como dice Péguy. Porque es realmente un ''escándalo'': un Dios que se hace hombre como yo, y entra como actor en la historia; y no solo, si no que acepta morir por mi y morir en cruz. Un amor tan grande no lo logramos ni imaginar: dar la vida por la obra de Otro y dar la vida por unos ''pecadores''.

A partir de aquí Cristo es el Señor del tiempo y del espacio, o sea también de la historia (Alfa y Omega) y me alcanza a mi hoy, como hace 2.000 años en Galilea, a través de una compañía humana.

A partir de aquí todo es positivo, porque todo es ocasión de reconocer su Presencia: el objetivo de la vida no es la vida (que me vaya bien, que no sufra), si no darla, porque Cristo ha resucitado y ha vencido la muerte. Y esto es algo que acontece HOY: Él es la esperanza de mi vida, que se hace humana solo si la entrego. El judaísmo es el pedagogo, como dice San Pablo. El Islam es la ''vuelta atrás'' por este escándalo de la encarnación. Ambas son religiones hermanas por la trascendencia de Dios, y me siento más cercano a un musulmán que se arrodilla de verdad ante su Dios que a un ''tibio'' que frente a ''problema'' de Dios, de la vida, de la muerte, del dolor, de la felicidad, sólo sabe decir ''Si, pero...bueno no sé...''. Hay que ''decidirse'' por Dios, por esto nos ha hecho libres (o sea, capaces de abrazar la verdad, lo que corresponde a nuestro deseo). Por esto la libertad religiosa es el fundamento de todas las demás.

Los cristianos no podemos perder la memoria de lo que somos, la memoria de Cristo, de lo que hizo y lo que es: por piedad hacia nosotros, hacia el mundo y hacia Él.

''El protagonista de la historia es el mendigo: el corazón del hombre mendigo de Cristo y Cristo mendigo del corazón del hombre''.