Apóstol
Biblia


La palabra apóstol procede del griego popular y se encuentra raras veces en la literatura griega. El vocablo alude más bien al mundo del lenguaje semítico. En éste, la raíz shalah tiene un significado lleno de contenido: enviar con pleno poder. El Nuevo Testamento puede mencionar a varios hombres «enviados»: los -> doce, Pablo, Santiago, el hermano del Señor, diversos misioneros y mensajeros de la primitiva Iglesia (p. ej., Bernabé). Pero aplica también la pa-labra a los profetas del Antiguo Testamento (Lc 11,49), a los que enseñan errores (2Cor 11,5: casi seguramente por ironía) y al mismo Jesús (Heb 3,1). Todos ellos tienen en común que se les considera como mensajeros de Dios, encargados de llevar a cumplimiento, con su poder, determinadas tareas. En este punto, el uso lingüístico neotestamentario se da la mano con la definición veterotestamentaria de los -> profetas, a los que se re-conocía también como -> mensajeros de Dios. En la mentalidad rabínica, este servicio de mensajero se entendía como representación. El comisionado actúa en nombre del que comisiona y debe ser considerado igual que éste último. El enviado por alguien se identifica en cierto modo con el que le envía (cf. Jn 13,16). Apóstol es, por tanto, título de una función, cuyo origen se encuentra en el uso lingüístico de la Iglesia. Al producirse en la segunda generación cristiana (aproximadamente a partir del 70 d.C.) un creciente proceso de institucionalización de la comunidad eclesial, también el título de apóstol quedó afectado por el proceso y pasó a ser una designación técnica del ministerio singular de los doce, entendido de una manera excepcional, como servicio dotado de autoridad singular.

En los Evangelios hallamos tres expresiones para designar a los hombres que seguían a Jesús: los -> doce, los -> discípulos y los apóstoles. La expresión apóstol se reserva, estrictamente hablando, a los hombres de la primera generación cristiana en los que concurren las siguientes circunstancias:

a) Los apóstoles saben que han sido elegidos por Jesús (Lc 6,13ss), pero al mismo tiempo saben que esta elección se remonta al Padre, de quien el mismo Jesús se considera enviado (Mt 10,40) y por cuyo encargo actúa (Mt 28,18). Es el Resucitado quien envía a los apóstoles (-> Misión apostólica); Matías es elegido para sustituir a Judas Iscariote mediante la suerte (decisión divina); Pablo recibe el mandato del mismo Señor, en el camino de Damasco. Su vocación se justifica por la aparición del resucitado. El apóstol no ha sido llamado por los hombres.

b) Los apóstoles han sido comisionados por el mismo Dios a través de Jesucristo y conciben su ministerio, de acuerdo con el modelo del siervo de Yahveh (Mc 10,35-45), como servicio a Dios. En cuanto colaboradores de Dios (1Cor 3,9) tienen derecho a reclamar la obediencia de las comunidades (Rom 15,18). Su -> ministerio es, ante todo, un servicio (Act 20,24), que llevan a cabo por encargo divino y con divino poder (Jo 20,23). Al igual que el ministerio de Jesús, también el de los apóstoles puede pasar desapercibido o ser, incluso, despreciado (1Cor 4,9-13). El ministerio apostólico como servicio ha sido destacado sobre todo por Pablo (2Cor 10,13) en su polémica con los "superapóstoles" gnósticos (-> Gnosis). Estos intrusos pretendían poner en duda el apostolado de Pablo, porque le faltaba la autoridad de la primera comunidad. Pablo responde aludiendo al encargo recibido del Señor crucificado y resucitado y a los padecimientos de su existencia apostólica como una predicación directa de Cristo. Su Evangelio se apoya en su ministerio apostólico, con el que se identifica.

c) Como mensajeros dotados de poder y autoridad, los apóstoles predican el -> mensaje, el -> Evangelio de -> Jesús, del -> Cristo. No defienden una doctrina humana (2Cor 2,17), sino que hablan con la conciencia de que pronuncian, como representantes, la -> palabra definitiva de Dios (2Cor 5,20).

En virtud de este mismo poder llevan a cabo la eucaristía, el bautismo y la imposición de manos, fundan y dirigen comunidades, armonizan puntos de vis-ta, solucionan polémicas, ejercen funciones judiciales y ofrecen señales maravillosas del poder de Dios (Act 28,3-6).

d) El ejemplo personal de los apóstoles significa para las primeras comunidades cristianas una realización plástica y evidente de la vida cristiana (1Tes 1,6). Imitando el ejemplo de su padre espiritual (1Cor 4,14-17), una comunidad puede estar segura de andar por el camino de Cristo y de ser miembro auténtico de su --> cuerpo.

e) Los puntos de vista antes mencionados indican que los apóstoles son el fundamento de la Iglesia (Ef 2,20) entendida como el nuevo Israel (Gál 6,16), es decir, como cumplimiento del encargo original y universal del pueblo elegido respecto del mundo entero. Por eso, el campo de trabajo de los apóstoles es, bajo la dirección de Pedro (Mt 16,18-19), el mundo entero (Mt 28,19). Los =doce= forman el número perfecto de Israel y, en su calidad de jueces de los últimos tiempos, pondrán al descubierto la culpa del Israel infiel (Mt 18,29).

f) Dado que ellos fueron constituidos personalmente por Cristo como enviados de Dios (Jn 21,15-18), su ministerio tiene una singularidad irremplazable («época apostólica", cf. Mc 5,14). En cuanto seguidores e imitadores plenamente responsables de Cristo en su ministerio apostólico, procuran que el fundamento apostólico de la Iglesia se manifieste clara, concreta y constantemente y tenga siempre plena validez (Mc 3,14). Por este motivo delegan a ciertos hombres, que continúan una parte de su ministerio apostólico (palabra, sacra-mento, gobierno de la Iglesia, 1Tim 4, 14), a los que imponen la obligación de prestar constantemente este ser-vicio (2Tim 2,1s). Aquí es donde se ha dado el paso lógico del -> carisma personal de un apóstol al ministerio de régimen en la Iglesia (obispos).

Por lo que atañe a las personas concretas de los apóstoles, la tradición posapostólica las ha conservado de una manera inequívoca: son apóstoles, en efecto, los doce mencionados por su nombre en las listas de apóstoles (por ejemplo, Lc 6,13-16), con la única excepción de Pablo. Éste es el «apóstol que no viene de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos» (Gál 1,1, encabezamiento de la carta). A Pablo se le reveló el Hijo, mediante una intervención directa de Dios, para que le anunciara entre los paganos (Gál 1,16). Su apostolado es el despliegue de aquella revelación que le eligió, bajo la expresa aprobación de los primeros apóstoles (Gál 2,1ss). Los apóstoles —también Pablo—, son el fundamento sobre el que se alza la Iglesia apostólica, se vinculan con el Antiguo Testamento (las doce tribus de Israel) y, como colegio apostólico, constituyen la forma primera y originaria del colegio de los obispos. El apostolado de estos doce hombres, que establecían ya en la glesia primitiva el lazo histórico con las palabras y los hechos de Jesús, fueron testigos de su -> resurrección (es decir, anunciaban su obra redentora), que difundieron y ampliaron la actividad mesiánica de Jesús, primero como colaboradores (Lc 9,1-6) y más adelante como representantes independientes, es algo irrepetible que no admite sucesores directos. Pero dado que ya desde el principio (cf. Act 6,6) delegaron a algunos cristianos como -> colaboradores suyos, con encargo de continuar y difundir el kerygma apostólico, convirtieron el apostolado en una tarea permanente para toda la Iglesia y en todos los tiempos.

Si hoy nosotros nos designamos miembros de la «Iglesia apostólica., confesamos con ello nuestra fe en la redención por Jesucristo tal como fue expuesta ante la primitiva Iglesia por los apóstoles (en cuanto enviados de Dios por Jesucristo, colaboradores de Dios, mensajeros dotados de poder, modelo y forma de la Iglesia, fundamento del nuevo Israel y responsables de cara al futuro). La primitiva Iglesia recibió esta fe de labios de los apóstoles, la transmitió, la fundamentó y garantizó de este modo la continuidad de la cristiandad y del cristianismo. Al igual que los cristianos de la primitiva Iglesia, también nosotros hemos sido llamados al -> seguimiento de Jesús, es decir, a escuchar el mensaje apostólico del Nuevo Testamento y la predicación de la Iglesia; al aceptar la fe, nos sabemos en cierta manera delegados para participar en la tarea de representación (apostolado) que se da en todos los tiempos. Debemos orientar nuestra existencia hacia el mensaje salvífico y responder, desde nuestro propio puesto y libremente, sea carismáticamente o en virtud de un ministerio oficial —ya en el servicio de la Iglesia o en el mundo, ya expresamente o en silencio— a la llamada que ha llegado hasta nosotros. Si es que ha de tener algún sentido seguir afirmando que también hoy son los apóstoles el fundamento de la Iglesia; si ser apóstol significa representar a Cristo y su salvación, entonces el ministerio apostólico debe ser realizado por toda la Iglesia. La Iglesia entera debe hacerse responsable de esta tarea y no sólo los sacerdotes, los obispos, el clero o los funcionarios laicos. Sólo desde una perspectiva histórica y unitaria del ministerio apostólico recibe cada ministerio particular y cada ser-vicio concreto su peculiaridad y justificación; sólo así se administra fielmente la herencia apostólica.