Alabanza
Biblia

 


La alabanza es la -> respuesta propia del hombre frente a los hechos de Dios. No debe entendérsela como dádiva con la que el hombre corresponde a Dios, sino como dádiva que Dios pone en boca del hombre (Sal 40,4). El sentido de la existencia humana es la alabanza divina (Sal 6,6; 30,10; 88,llss; 115,17), porque sólo los vivos pueden alabar a Dios. La alabanza a Dios no debe cesar nunca; de ahí que el orante suplique a Yahveh que no le empuje al sheol, pues encuentra el sentido y contenido de su vida en alabar y celebrar a Dios.

Israel ha respondido a los hechos salvíficos de Yahveh y los ha mantenido despiertos en la alabanza festiva de la actualización central. Ha celebrado a Yahveh sobre todo como Dios poderoso, siempre presente y presto a intervenir para ayudar. La alabanza es la respuesta de -> Israel a la acción salvadora de Yahveh, tal como fue cantada en el canto de María, hermana de Moisés, compuesto bajo el impulso del recuerdo y la experiencia inmediata de la aniquilación de los egipcios y la liberación del pueblo de Israel en el paso del mar: «Cantad a Yahveh, pues se cubrió de gloria, arrojando en el mar caballo y caballero. Mi fortaleza y mi canción es Yahveh. Él, mi Dios, yo le glorifico». (Éx 15,1s). Estas frases indican hasta qué punto han influido en Israel estos hechos y cómo reconoce su dependencia de Yahveh y le alaba como autor de su existencia. La forma primitiva de un himno histórico es evidentemente el credo de Dt 26,5s, en el que se enumeran los hechos de la atención graciosa que Yahveh dedica a Israel. De parecida manera enumeran los salmos (Sal 13,6; 77,16ss; 105; 114; 135) los hechos de Yahveh en favor de Israel y exhortan a la gratitud y la alabanza. Incluso las oraciones que toman como motivo de su meditación las negativas y caídas del pueblo (Sal 106), o de un individuo particular (Sal 78), se convierten en alabanza, porque destacan la gracia y la misericordia de Yahveh. Son confesión del predominio divino de la gracia, pues la comunidad sabe que se halla «bajo el furor de la ira de Dios» (Esd 10,14). El que ora da la razón, en todas las circunstancias, a Yahveh y le reconoce como su Señor (Sal 51,19). Cuando el orante particular se pone ante Dios para darle gracias, alaba la mano salvadora de Yahveh, que el hombre ha experimentado en su vida personal (Sal 31,15s). Y lo que es vivencia personal suya, lo quiere publicar ante los demás (Sal 30,13; 35,18; 40,10s).

Por otro lado, se alaban también la obra creadora de Dios y su dominio ordenador en la naturaleza. Yahveh ha puesto orden en el caos (Sal 104, 7; 74,13s; Job 26,10ss). Bajo su palabra imperiosa nacen las maravillas de la creación (Sal 33,6.9). El universo entero está gobernado por las acciones de Yahveh. Yahveh crea, guía, conserva todo; determina el discurso del tiempo con poder soberano y, a la vez, bondadoso. La creación depende de él, pero, al mismo tiempo, está abierta hacia él; sin él, perece sin remedio (Sal 104). El hombre sólo puede responder a la transparencia del Dios creador inserta en el mundo con gozosa alabanza. En la alabanza se afirma y reconoce a Dios (Job 1,11), de acuerdo con la significación hebrea del verbo alabar.

En el Nuevo Testamento se encuentran -> himnos y cantos de alabanza que nacieron probablemente de la liturgia de la primitiva Iglesia y constituyeron un elemento importante de la predicación apostólica. Junto a los tres grandes himnos de alabanza del Evangelio de Lucas (-> Magníficat, -> Benedictus, Nunc dimittis, Lc 2,29-32) se nos han transmitido las alabanzas de la antigua Iglesia en algunas cartas particulares (cf. Ef, Col, Heb) y en el Apocalipsis. Especialmente el Apocalipsis de Juan permite conocer que se consideraba la alabanza constante como la auténtica forma existencial de la comunidad (modelada de acuerdo con la liturgia celeste permanente). Cuando se habla de «cánticos inspirados» (Ef 5,19), debe tenerse bien presente que no se trata aquí únicamente de iniciativas humanas, sino que, con su alabanza, el hombre se abre a la realidad de Dios. Jesucristo, en su vida y en su obra, se ha convertido en alabanza perenne de Dios (cf., p. ej., Mt 11, 25-27) y también en este aspecto pide que se le imite. La vida del hombre debe convertirse en alabanza de Dios en Cristo. -> Acción de gracias.