Sacerdotalis Coelibatus
DPE
 

El 24 de Junio de 1967, dos años después de clausurado el Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI regaló a la Iglesia una Encíclica sobre el Celibato de los Sacerdotes. Dicho documento se divide en una Introducción y en dos partes, dedicadas a los aspectos doctrinales y pastorales del problema.

En la Introducción el Papa se hace eco de las objeciones que se manifiestan a propósito del celibato obligatorio para los candidatos al sacerdocio ministerial. Entre estas objeciones se señala el que no es una prescripción manifestada por Jesús en el Nuevo Testamento, que los Padres vivieron una situación muy diferente a la nuestra, la escasez de clero, las sombras e infidelidades en su vivencia concreta, parece ser una ley contra la naturaleza humana y, finalmente, el no ofrecerse una educación adecuada.

A pesar de todo ello, el Papa Pablo VI, ya desde la Introducción confirma la validez y el significado que encierra el celibato sacerdotal, aun reconociendo que es un don o carisma de Dios. Sus palabras vienen avaladas por una larga y fecunda tradición eclesial.

Ya en una primera parte quiere indicarnos expresamente los fundamentos doctrinales. Primero, desde una dimensión cristológica: Cristo mismo vive la virginidad y el celibato por el reino de los cielos como plenitud de amor. Desde la vertiente eclesiológica, el celibato muestra el amor total del sacerdote hacia la Iglesia. Y, cuando se fundamenta en el misterio de la Palabra y de los Sacramentos, el celibato se convierte en vida plena y fecunda, y en una total disponibilidad para el ministerio. Desde la dimensión escatológica, el celibato es un signo de los bienes celestiales que esperamos, avalado por toda una teología y vivencia continua en las Iglesias Orientales y Occidentales. En resumen, el celibato es un don que Dios concede si se le pide, el mundo necesita del testimonio célibe y, además de realizar plenamente a la persona, indica una mayor vinculación a Cristo y a la Iglesia.

En una segunda parte, se desarrollan los aspectos pastorales del tema. Se pide una adecuada formación para poder realizar una elección consciente. Incluso se admiten períodos de experimentación o crecimiento en el candidato hasta que se llegue a la certeza, en lo que humanamente es posible, de una donación total. Bien entendido que la vivencia del celibato debe cultivarse por los medios sobrenaturales, la intensa vida espiritual, el celo apostólico, el no exponerse a peligros innecesarios y la ayuda de la fraternidad sacerdotal.

El Papa lamenta las dolorosas deserciones en las que la Iglesia ejerce, al mismo tiempo, justicia y caridad. Pide a los obispos que estén cerca de todos sus sacerdotes, especialmente de los más jóvenes. Y pide, finalmente, la ayuda de todos los fieles y la protección de María para que los sacerdotes puedan vivir su celibato.

BIBL. - PABLO VI, Encíclicas, Edibesa, Madrid 1998, 217-182.

Raúl Berzosa Martínez