Tema 3.8

PROYECTO DE EVANGELIZACIÓN
desde la E U C A R I S T Í A.
Etapa tercera

Por qué la mística contribuye al bienestar de las personas

O R A C I O N

(Se expone el Santísimo. Bien en la custodia o de otra forma adecuada).

A m b i e n t a c i ó n
“Para que nuestra vida sea iluminada
y penetrada por el misterio pascual”.

El efecto principal de la oración es la propia transformación. Aun cuando la orientación de la misma es Dios, el punto final, desde el deseo de Dios, parece ser el hombre. En la oración, la persona se torna más persona; crece en humanidad.

En este sentido, la oración desea ir más allá de ella misma. No se acaba en el tiempo que ella dura. Desea, también, ser vivida en nuestra vida ordinaria. Se trata de llegar a ser activos en la oración, y contemplativos en la acción.

La razón de nuestro vivir es ser plenamente humanos. Es bueno recordar aquí que la humanidad es, en nosotros, la forma de la divinidad. Cuando más auténtica es aquella (la humanidad) más transparentada se siente ésta (la divinidad).

Esta es la realidad que tenemos que vivir.

Por eso, la vida es otra dimensión que hemos de tenerla en nuestra consideración. En ella hemos de practicar nuestra atención. La rutina tiene que tener menos cabida en nuestro existir. El vivir conscientemente tiene que ir siendo, cada vez, más generalizado.

Así, despiertos, hemos de desarrollar nuestra acción como expresión de lo que somos en nuestro interior. De esta manera, nuestra vida llegará a ser prolongación de nuestras eucaristías.

Puede venirnos bien aquello que atribuyen a San Pedro Julián Eymard: “ se prensasen a un sacramentino, saldría una hostia”. En otras palabras: “se se amasase nuestra vida, tendría que saber a pan partido y repartido.

Lo que venimos diciendo muchas veces, no se trata de hacer nada para que esto suceda. Se irá haciendo por su propio dinamismo.

A nosotros, lo único que nos queda es la voluntad decidida de practicar la atención consciente en todo lo que hacemos y vivimos.

Esta es la verdadera ofrenda que estamos llamados a elevar al Padre. Es vivir, de esta forma la doxología final de la Plegaria eucarística: “Por Cristo, con El y en El, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

L e c t u r a  d e l  e v a n g e l i o

Primero, se lee en alto.

Después, cada uno lo lee a nivel personal cuantas veces sean necesarias hasta que haya algo que le llame la atención, le impacte, le diga algo. Y se va poniendo en común.

Cuando todos han terminado de expresarse, cada uno elige el “punto” en que va a concentrarse durante la oración. Puede durar unos veinte minutos.

(Como final, se puede dar la bendición del Santísimo, o, simplemente, se reserva o se cubre con un paño).

Terminada la oración, se puede intercambiar impresiones, experiencias, dudas, etc...

Dsepués se reparten las hojas del tema y se pueden leer en común. Mientras se va leyendo, se pueden comentar, presentar interrogantes, pareceres, etc...

POR QUÉ LA MÍSTICA
CONTRIBUYE AL BIENESTAR DE LAS PERSONAS

Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Hildegarda de Bingen: casi todos los grandes místicos sufrieron enfermedades, así que no parece que la mística, cure, sin más. Lo que sí es cierto es que las experiencias espirituales, igual que otros procesos mentales, tienen un efecto sobre el estado físico y psíquico. Pero las enfermedades que se deben a defectos genéticos no pueden evitarse o curarse meramente con prácticas espirituales.

Por este motivo la medicina alternativa está haciendo un gran esfuerzo para desarrollar nuevas formas de terapia para tratar el cáncer, en las que la meditación y la visualización desempeñan un papel relevante. Por ejemplo, el Doctor Simonton instruye a sus pacientes  para que visualicen que sus energías positivas ataquen y dominen la enfermedad.

Esto es explicable a partir de los “campos morfogenéticos”, campos a-causales, que son los responsables de cómo se ordena y configura la vida cósmica en los diferentes organismos. Tales campos existen no solamente en el ámbito de los diferentes seres vivientes, sino que también determinan y organizan la realidad entera. Y siempre surgen cuando la energía mental se concentra en una nueva estructura.

También se ha podido comprobar que hay personas e incluso grupos capaces de crear energías que curan y ayudan. Pueden abrirse a la energía divina, convirtiéndose en un instrumento de ellas. Cuanto más vacía y abierta esté una persona tanto más apropiada resultará como instrumento. Quien esté lleno de benevolencia y amor está creando un campo que ayuda, cura y crea orden. Se trata de una ley natural en un nivel más alto y no hace falta apelar a un Dios que está más allá.

Aunque tenemos que reconocer que la evolución aún no ha llegado al punto en el que cualquiera sea permeable a las energías curativas, pero esas energías existen para todos. Algunos parecen tener una relación natural con ellas mientras que otras adquirieron, solamente gracias a una larga práctica espiritual, la disposición interior para que esas energías pudieran obrar.

En el ser humano yacen ocultos muchos potenciales que aún no hemos descubierto y que, por ello, no hemos desarrollado porque no los necesitábamos para nuestra supervivencias inmediata. Están esperando a ser liberados y activados en el transcurso del desarrollo futuro de nuestra consciencia.

Las oraciones, por ejemplo, no causan un efecto porque Dios, maría o el ángel de la guarda escuchen mi oración en el cielo y luego reaccionen dando su ayuda, sino porque gracias a la ayuda de su imagen puede crearse un campo energético que consuela y cura. Esto ocurre no solamente en el ámbito cristiano sino también entre los budistas o los chamanes.

Desde el punto de vista de la mística, más importante que “enfermedad” o “salud” es el concepto de “estar sano”. “Estar sano” significa algo muy diferente que “tener salud”, siempre incluye aspectos psíquicos o espirituales. De modo que una persona “enferma” puede estar perfectamente “sana”, mientras que una persona que “tiene salud” puede no estar “sana”.

“Estar sano” significa haber comprendido el sentido de la vida e interpretarlo adecuadamente. La propia vida puede tener sentido aún cuando las circunstancias exteriores sean adversas. Por eso “estar sano” tiene una componente religiosa; se origina en el ámbito religioso porque solamente en él se revela la dimensión del sentido de la vida. El camino hacia ese estado no pasa necesariamente a través de lo que la persona llama felicidad. El camino de la sanación puede muy bien llevar a través del desamparo, de la enfermedad y de todo tipo de problemas.

La verdadera enfermedad es mucho más profunda que sus síntomas. Si no se tienen en cuenta las necesidades físicas básicas, la persona enferma. Pero también contrae una enfermedad si pasa por alto sus necesidades espirituales básicas. La tragedia consiste en que muchos ni siquiera son conscientes de sus necesidades espirituales básicas y, por eso, no conocen la causa de su dolencia. Refiriéndose a esta situación, Víctor Frankl habla de una “neurosis noogénica”, es decir, de una neurosis cuyas raíces se encuentran en el espíritu. Maslow la denomina “metapatología”.

Esto tiene sus consecuencias para la medicina.

Debería aprender de Sócrates. Platón le hace narrar en uno de sus diálogos que un joven, de nombre Charmides, le visitó quejándose de que su cabeza le pesaba siempre mucho al levantarse por las mañanas. ¿Y qué le recomienda Sócrates?: “Igual que no se debe curar la vista sin la cabeza, ni la cabeza sin el cuerpo entero, pues tampoco el cuerpo sin el alma; esto era también la causa por la que entre los griegos los médicos no estaban preparados para curar la mayoría de las enfermedades, por no darse cuenta de la totalidad a la que habría que tener en cuenta y en cuyo estado enfermo sería imposible encontrar alguna parte en buenas condiciones. Porque todo, dijo, tenía su origen en el alma, el mal y el bien”. Sócrates opina, pues, que no se deberían curar los síntomas de una enfermedad, sino a la persona entera.

La medicina va tomando consciencia del hecho de que una persona enferma es algo más que un coche averiado que necesita algunas piezas de recambio. Poco a poco, las enfermedades se van considerando síntomas de un estado general que afecta a los aspectos físicos y espirituales de la vida. A la par, se va extendiendo la convicción de que religiosidad y fe pueden influir grandemente en la curación.

En cuanto a la sicología, los esfuerzos terapéuticos van dirigidos exclusivamente a la estabilidad del “yo”; se quiere liberar al “yo” de impedimentos y complejos para que pueda funcionar en su entorno social. Pero esto no parece suficiente para una sanación auténtica. Carl G. Jung ya se dio cuenta de que la verdadera problemática del ser humano es mucho más profunda y se basa en su lucha por encontrar el sentido, lo que con mucha frecuencia resulta infructuoso. Por ello dice: “Entre todos mis pacientes que están más allá de la mitad de la vida, es decir, mayores de 35 años, no hay ni uno solo cuyo problema fundamental no sea el de la actitud religiosa. En el fondo, todos enferman en última instancia por haber perdido lo que las religiones vivas han dado a sus creyentes en todas las épocas, y nadie quedará realmente curado si no vuelve a encontrar su orientación religiosa, lo que, desde luego, no tiene nada que ver con la pertenencia a una confesión o iglesia”.

En el ejercicio de la meditación, se invita a los participantes a tratar con las cosas que surgen durante la misma. Nada se rechaza. “Míralo, acéptalo, permite que salga. No juzgues”. Se trata de aceptar, por ejemplo, la tristeza. Pero no revolcarse en ella constantemente. No la convirtamos en nada especial, nos pertenece, la miramos y luego volvemos al ejercicio de la meditación.

Lo que se intenta es practicar una atención plena, sin ninguna valoración, sin que nada nos domine. Hay que atravesar las emociones y el miedo, sin comentario, sin dejarse arrastrar, sin desfiguraciones, sin rechazos. Las emociones son como las nubes que atraviesan el cielo azul, quizás lo oscurezcan temporalmente pero luego desaparecen de la vista.

El no identificarnos con nuestros estados emocionales nos libera del egocentrismo y abre nuestra vista hacia nuestro ser auténtico. No tiene nada que ver con el rechazo o la represión. Cuanto menos nos identifiquemos con algo tanto menor será la fuerza que desarrolle. Esto no significa que dejemos de ser capaces de sentir sino, simplemente, que bajo los arrebatos de nuestra psique existe un núcleo que permanece incólume. Entonces ya no nos dominarán nuestras emociones, ya no nos llevarán de aquí para allá. Se transforman, se produce el sosiego.

La transformación consiste en crear una distancia interior hacia las emociones. Si alguien está rabioso, que lo esté, pero de una manera completamente consciente. La rabia no debe ahogar su consciencia. Si se está consciente de la propia rabia, ésta irá disolviéndose poco a poco. Es tonto seguir corriendo detrás de ella y vivirla. Lo mismo vale para el odio o la codicia: hay que aprender a mirarlos cara a cara, de forma muy despierta. Entonces uno queda libre y se da cuenta de que todas las emociones son solamente procesos que pasan como nubes por encima de nuestra psique.

Se trata de permanecer sin apegos, no agarrarnos a nada del mundo. Esto no significa que no podamos exteriorizar nuestras emociones. Los demás también pueden y deben notar nuestro estado de ánimo momentáneo. Pero hay una gran diferencia entre reaccionar mecánicamente frente a él o actuar como dueño de la situación.

(Tomado del libro “La ola es el mar” de Willigis Jäger; pág 185 – 202)

por José Cruz Igartua sss
Fuente: Religiosos Sacramentinos