Tema 3.4

PROYECTO DE EVANGELIZACIÓN
desde la E U C A R I S T Í A.
Etapa tercera

La contemplación: el camino esotérico olvidado por los cristianos

O R A C I Ó N
(Se expone el Santísimo. Bien en la custodia o de otra forma adecuada)

A m b i e n t a c i ó n

“Esta oración forma parte de la misión”.

El camino contemplativo es la respuesta a una vocación, a una llamada. Desde nuestra perspectiva, pensamos que el ser humano está esencialmente orientado. Es decir, está encaminado en una dirección determinada. De ahí aquella frase de San Agustín: “mi corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”.
 

La persona humana, desde su nacimiento, está “atraída” por el Trascendente, por Dios. Nos ocurre lo que a los peces: cuando están en la playa, instintivamente se mueven en dirección al agua. Ella les atrae; hacia ella caminan; a ella la buscan.

Responder a nuestra vocación es nuestra primera misión.

Nuestra respuesta en el ejercicio orante tiene unas dimensiones que van más allá de nosotros mismos. Una persona en oración es un centro de energía que se expande. Lo mismo que cuando tiramos una piedra en el lago, al tocar el agua, crea un círculo, y ése, otro más amplio, y ése, otro, etc... también el orante genera unas ondas que van influyendo en zonas más amplias de las que pensamos.

Antiguamente, se decía que una iglesia en un pueblo era algo así como un pararrayos porque les defendía del mal. Hoy tenemos que decir que un centro de oración es una central de energía que favorece la elevación del nivel de conciencia de las personas. Algo así como la emisión de unos sonidos especiales que posibilitan la finura auditiva.

De ahí que no es justa la crítica que se hace, a veces, a las monjas contemplativas cuando no encontramos sentido a su vida ante la cantidad de problemas y necesidades que existen en el mundo.

El hecho de llevar a cabo la oración de manera pública, ante la gente, es también parte de nuestra misión.

Por un lado, estamos dando testimonio de nuestra entrega a Dios por medio de la oración. Por otro lado, nuestro estar ahí en actitud contemplativa, indica que nos encontramos ante Alguien mayor que nosotros, que nos emboba y nos llena con su ser. Lo mismo que el humo nos percata de la existencia del fuego, nuestro estar ahí indica que nos encontramos ante una presencia única. Y todo esto lo pueden captar quienes nos contemplen.

Pero, en el fondo, lo que nos tiene que animar a una oración pública es el servicio que podemos realizar al manifestar, con nuestra práctica que la oración merece la pena, es capaz de llenar de sentido nuestra vida, y que se puede hacer.

L e c t u r a  d e l  e v a n g e l i o

Primero, se lee en alto.

Después, cada uno lo lee a nivel personal cuantas veces sean necesarias hasta que haya algo que le llame la atención, le impacte, le diga algo. Y se va poniendo en común.

Cuando todos han terminado de expresarse, cada uno elige el “punto” en que va a concentrarse durante la oración. Puede durar unos veinte minutos.

(Como final, se puede dar la bendición del Santísimo, o, simplemente, se reserva o se cubre con un paño).

Terminada la oración, se puede intercambiar impresiones, experiencias, dudas, etc...

Después se reparte las hojas del tema y se pueden leer en común. Mientras se va leyendo, se pueden comentar, presentar interrogantes, pareceres, etc...

LA CONTEMPLACIÓN:
EL CAMINO ESOTÉRICO OLVIDADO POR LOS CRISTIANOS

Como cristianos tenemos que volver a darnos cuenta que la religión se basa en la experiencia originaria de los así llamados fundadores, que trasladaron sus experiencias en palabras. Primero estuvo la experiencia, luego la palabra, filtrada por la personalidad del sabio correspondiente. La meta verdadera de todas las religiones consistía en conducir a las personas a esta experiencia originaria, y las palabras debían suponer simplemente una ayuda para ello.

Resulta vergonzoso que las ciencias y la psicología transpersonal de nuestra época hablen más que la teología del ámbito que existe más allá de nuestra razón. El científico Bohm escribe: “Lo que está realmente vivo en los seres vivientes es la energía del espíritu, y ella no ha nacido, ni morirá”.

Advierte Zukav, científico americano y Premio Nobel que se ha dedicado sobre todo a las investigaciones en el campo subatómico: “No se sorprendan ustedes si en los programas universitarios de la física del siglo XXI figuran clases de meditación”. No ocurrirá lo mismo en la teología. La palabra misticismo no se menciona en el catecismo. Mientras que las ciencias están descubriendo un parentesco entre sus experiencias fronterizas y los caminos esotéricos de oriente, el camino esotérico cristiano ha quedado en el olvido.

La diferencia no se encuentra tanto entre las diferentes religiones – o sea, el budismo, el cristianismo, el islam y el hinduismo, por citar tan sólo las religiones más relevantes -, sino entre la espiritualidad esotérica y exotérica. “Esoterismo” tiene su raíz en la palabra griega “esoteros” = dentro, en el interior, iniciado. “Exoterismo” tiene su raíz en la palabra “exoteros” = popular, comprensible a los laicos. Pero utilizamos aquí el término esoterismo no en el sentido de iniciados o de personas que pertenecen a un grupo esotérico. Y con el término exoterismo no me estoy refiriendo a los no iniciados o los que están al margen.

Denominamos exoterismo una espiritualidad que se basa exclusivamente en escrituras, dogmas, ritos o símbolos; mientras que denominamos esoterismo a aquella espiritualidad que va enfocada a la experiencia y considera en esta meta también el sentido de la religión. O sea, una persona esotérica no es pues una persona con una consciencia elitista, sino alguien que se ha encaminado a experimentar lo divino en sí mismo y en todo.

Todas las religiones han buscado y enseñado caminos cuyo fin consiste en conducir hacia la experiencia inefable de aquello que enuncian las Sagradas Escrituras. La diferencia fundamental no radica en las pedagogías y ritos de las diferentes religiones, sino en la espiritualidad esotérica y exotérica de dichas religiones.

En la Edad Media, el camino de la contemplación fue enseñado como meta de la oración cristiana en general. La pedagogía de la oración distinguía entre tres formas diferentes, según Osuna: 1º la oración vocal, 2º la oración meditativa, 3º la oración contemplativa.

Los místicos no consideran la meditación como contemplación, sino como un ejercicios de oración donde se activan la razón, los sentidos y la voluntad. La meditación se ocupa de contenidos de la consciencia, con imágenes, palabras, metáforas o a través de la naturaleza.

En cambio, la contemplación es solamente posible cuando se han aquietado la razón, la memoria y la voluntad. Todas las potencias del alma son pasivas en la contemplación, al orante la sucede algo.

La contemplación sobrepasa la confesión, porque la confesión se utiliza en el sentido de un credo, de una fe determinada, establecida, como por ejemplo catolicismo, budismo, hinduismo, etc. La mayoría de las veces la religión va unida a la pretensión de ortodoxia, sobre todo en las religiones teístas. Pretenden poseer la certeza y la única verdad.

Los místicos cristianos han sufrido siempre por el hecho de tener que conciliar sus experiencias con las declaraciones dogmáticas de la institución. Frecuentemente, el místico no pudo decir lo que experimentaba porque solamente le era permitido experimentar lo que estaba en concordancia con la pedagogía de la iglesia. Asimismo, Juan de la Cruz y Teresa de Jesús entraron en conflicto con la Inquisición; los místicos experimentan a Dios de una forma diferente.

Juan de la Cruz da mucha importancia a la guía de almas. Cree que cuando alguien carece de dirección espiritual “será como el árbol que está solo y sin dueño en el campo, que, por más fruta que tenga, los viadores se la cogerán y no llegará a sazón” (Avisos, 5).

Asimismo Tauler está muy apenado por el hecho de que los no-cristianos conozcan el camino al propio fondo del alma mejor que los cristianos. Pues en uno de sus sermones declara: “Un maestro pagano, Proclo, comenta: En tanto que el hombre se ocupe de las imágenes que están entre nosotros y se entretenga con ellas, nunca llegará a ese fondo. Se cree que se trata de una superstición cuando se dice que ese fondo está en nuestro interior: Que un pagano haya entendido esto y haya caído en la cuenta, estando nosotros tan alejados y tan poco parecidos a ellos, eso significa deshonra y vergüenza para nosotros”.
Los monjes cristianos conocían desde siempre diferentes formas de practicar la contemplación que se explican brevemente a continuación:

1. El ejercicio con la respiración.

Desde siempre ha existido el acceso al abismamiento por medio de la respiración. En un libro que trata de la vida de oración de los monjes de la iglesia oriental, titulado Filocalía, se lee: “Ya sabes, hermano, cómo respiramos: inspiramos y espiramos. Sin ello la vida no es posible. Cuando estés en tu celda, recoge tu mente, átala a tu respiración, por la que entra en ti el aire, fuérzala por tu inspiración hacia tu centro y déjala allí. Pero no de una manera quieta y vaga, sino con la siguiente oración: ´Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí´. De eso deberás ocuparte siempre, sin cesar”.

2. El ejercicio de la sentada.

Los monjes cristianos conocían asimismo el ejercicio de sentarse tranquilamente por espacio de mucho tiempo, y el ejercicio continuo que seguía a lo largo del día de la vida cotidiana. La Filocalía aconseja sentarse en una silla baja y, después del ejercicio de la noche, acostarse con la oración; “Acuéstate con la oración de Jesús durante cinco o seis horas”.

3. Largos períodos de práctica ininterrumpida.

Sobre esta práctica nos instruye Casiano, un monje que nos refiere la vida de oración de los ermitaños y cenobitas del desierto. Recomienda utilizar una frase corta: “¡Oh, Dios, ven en mi ayuda, apresúrate a socorrerme!”. La oración de este verso “deberá repetirse constantemente, en la adversidad y en las circunstancias favorables. Digo que el empleo de este verso se hará ininterrumpidamente en tu corazón. Cuídate de no dejarlo durante ninguna actividad o servicio, y tampoco en el camino. Repítelo a la hora de dormir y de comer, así como cuando tengas que hacer tus necesidades”.

4. El ejercicio con la palabra.

También la práctica con un sonido es bien conocida en la tradición de la oración cristiana. El autor de la “Nube del no-saber” aconseja el empleo de una palabra para recoger la consciencia, y recomienda que ésta sea corta. Por ejemplo: Jesús, Cristo, shalom.

Las instrucciones básicas de todos los místicos coinciden en esto: Hay que dejar de pensar; ni las ideas más devotas nos adelantan en el camino. Asimismo, hay que desprenderse de todo sentimiento devoto.

Concluyendo, diremos que la experiencia mística se oculta tan profundamente en la existencia humana que se resiste a cualquier intento de transmitirla. De ahí el frecuente reproche de que el misticismo sea enemigo de la razón que va de la mano de un orgullo elitista de iluminación. Pero, si a pesar de ello, se vierte la experiencia en palabras, resulta muy difícil que sea aceptada por personas exotéricas, ya que escapa al intelecto. La gran mayoría no la aceptará por este motivo. Y como la Institución es la más fuerte, las personas esotéricas tuvieron que sufrir en las religiones teístas, y muchas no só fueron excomulgadas, sino también encarceladas y quemadas.

La religión es comparable a la luna, que ilumina la Tierra pero recibe su luz del sol. En sí misma, la luna carece de fuerza; su brillo es tan sólo el reflejo del sol. Si la luna se coloca entre la Tierra y el sol ocurre un eclipse de sol, y en la Tierra reina la oscuridad. Lo divino se puede comparar con el sol: ilumina la religión para que ésta brille para las personas y les acompañe en la oscuridad de su búsqueda. Pero en cuanto la religión se toma demasiado en serio, colocándose entre Dios y la persona, entonces oscurece a Dios y se produce un “eclipse de Dios”.

La verdad que es común a todos yace en el núcleo de todas las religiones. La religión es comparable a una vidriera. Quedará oscura si no es iluminada por una luz detrás de ella. Esa luz originaria en sí es invisible, pero gracias a la vidriera recibe una estructura y será comprensible para toda persona. Pero nunca deberíamos olvidar que la vidriera no es lo último, sino la luz que hay detrás.

(Tomado del libro “En busca de la verdad” de Willigis Jäger, pág 247-275)

por José Cruz Igartua sss
Fuente: Religiosos Sacramentinos