Tema 1.2

PROYECTO DE EVANGELIZACIÓN
desde la E U C A R I S T Í A.
Etapa primera

UNA GRAN CENA EN CASA DEL FARISEO SIMÓN
(Lc 7,36-50)
(Que no me escandalice en otro
lo que yo también soy:
un pecador)

Contenidos a comunicar

“Un fariseo invitó a Jesús a comer.... En esto, una mujer, una pecadora pública....se puso detrás de Jesús junto a sus pies....Al ver esto el fariseo que lo había invitado, pensó para sus adentros: ´Si éste fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando..´”.

Este segundo relato relaciona la eucaristía con la reconciliación y demuestra que la
Eucaristía requiere que quienes se arrepienten se acojan mutuamente.

Presenta a un fariseo que rechaza lo que debiera ser el resultado inmediato de la
auténtica conversión (metánoia) y perdón: la reconciliación.
La actitud y conducta del fariseo contrastaba con la de una mujer, una pecadora
que había aceptado la llamada de Jesús, se había arrepentido y se hizo presente.

Quienes aceptan realmente la llamada de Jesús, quienes se arrepienten y son perdonados,
se acogen mutuamente, sin pensar en su pasada condición pecadora.

Contexto

(Se reparte la página 8 entre los asistentes)

Este relato está situado en el ministerio galileo de Jesús, dentro de la sección introducida por la llamada, la elección y la designación de los Doce.

El propósito de la cena en casa de Simón es explicar detallada y exactamente lo que significa para la Iglesia ser establecida como la comunidad de los Doce.

El signo de la nueva familia cristiana era su comida, un acontecimiento que cuestionaba hasta el menor rastro de división y falta de hospitalidad. La comida cristiana implicaba una tremenda inversión de los valores aceptados.

Al creerse justos, los fariseos y los escribas están ahora hartos, pero habrán de padecer hambre. Al reconocerse pecadores, los recaudadores de impuestos tienen hambre ahora, pero serán saciados. (“Dichosos los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados” 6,21ª. “Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre” 6,25ª).

Con el relato del fariseo que amaba poco y la mujer que amaba mucho, Lucas demuestra que, en efecto, “la sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos”. Lucas, también, destaca el papel de las mujeres dentro de una Iglesia constituida como la comunidad de los Doce.

A la mesa en casa de un fariseo (Se lee 7,36-38)

En casa de Leví, Jesús había invitado a los fariseos y a sus escribas a reconocer su necesidad personal de conversión. Al aceptar comer en casa de un fariseo, Jesús mostraba solidaridad con él y con sus invitados, lo mismo que la había mostrado  con Leví, el recaudador de impuestos, y los suyos.

Aparece una mujer. Observamos que esta mujer lleva un frasco de alabastro, como expresión del gran respeto de la mujer por Jesús el profeta.

La mujer se acercó a Jesús desde la pared y se puso a sus pies.
La expresión “estar a los pies de alguien” significa ser discípulo de alguien. Hace referencia a la postura personal y espiritual de alguien con respecto a un maestro respetado, y nada tiene que ver con la postura física.
La misma imagen aparece más tarde, en el mismo evangelio, en la descripción de María, dentro del relato de Marta y María.

Si estar a los pies de Jesús era símbolo de que la mujer era una discípulo, de ello se sigue que también eran figurados su llanto y el hecho de que mojara los pies de Jesús con sus lágrimas, los secara con sus cabellos los besara y los ungiera con el perfume. La mujer ponía de manifiesto que era algo más que una discípula corriente. Su conducta indicaba que estaba sumamente entregada.

La reacción del anfitrión de Jesús (Se lee el texto 7,39)

Como participante en la historia, el fariseo permaneció ciego al significado simbólico de dicho gesto. El lector que capta el significado, percibe inmediatamente la enorme diferencia cualitativa entre el discipulado representado por la mujer y el representado por el fariseo.

Lo que mueve a Jesús a responder es la reacción del fariseo ante el gesto de la mujer, no el gesto como tal.

Sintiendo nuestro corazón

Hay personas a las que me costaría admitirlas en este grupo. ¿POR QUÉ?
A qué tipo de personas me costaría admitirlas en este grupo?
(se va contestando en alta voz y las respuestas se apuntan en un encerado)

La respuesta de Jesús

Jesús centra nuestra atención en el principal personaje de la historia, su anfitrión, el fariseo. Primero le contó una parábola acerca de dos personas endeudadas, para concluir luego con una pregunta a Simón. (Se lee 7,41-43)

La parábola de Jesús sobre un acreedor que perdona deudas pone de manifiesto la índole personal de las deudas en el Nuevo Testamento. Pagar y perdonar deudas no era cuestión de mera justicia. Más bien, dado que el contraer una deuda le ponía a uno en situación de deuda personal, las deudas nunca se podían saldar plenamente.
Podían ser perdonadas por el acreedor, pero entonces el que era eximido contraía una deuda permanente de gratitud.

En la parábola de Jesús, dicha gratitud se expresa en forma de amor. Cuanto mayor es la deuda perdonada, tanto mayores son el agradecimiento y el amor mostrados. Como respondió Simón el fariseo, cabía esperar que el grado de amor fuera proporcional a la deuda perdonada. (Se lee 7,44-47)


Metido Simón en la parábola, Jesús le ayuda a interpretarla como su propia historia personal. Llamando la atención de Simón sobre la mujer, Jesús contrastó la generosa acogida que le había brindado ella con la mezquina acogida que le había dispensado Simón.

Al fariseo se le perdonó poco; por eso mostraba poco amor. Quizá era que tenía menos cosas por las que ser perdonado. Pero más probable era que se arrepintiera menos, por lo que también se le perdonaba menos, y por eso mostraba menos amor que la mujer.

No es que el amor de la mujer llevara al perdón de sus pecados o lo provocara, sino que su amor derivaba del hecho de estar perdonada. Al habérsele perdonado mucho, amaba mucho.

Jesús termina con una frase general (no dirigida sólo a Simón). Lo cual indica que en ella nos incluye a todos. De ese modo, todos quedamos unidos a Simón en el interior de la parábola y somos invitados por Jesús a interpretarla como nuestra historia personal.

Simón el fariseo represente así a cada uno de los cristianos. Jesús se dirige a todos los miembros de las comunidades lucanas y a todo lector del evangelio, cuyas actitudes y conducta quedan personificadas por el fariseo Simón: todo aquel (es decir, todo cristiano) que se niega a acoger y a dejarse reconciliar con quien se ha arrepentido y ha sido perdonado.

Jesús se dirige a la mujer (Se lee 7,48-50).

Jesús habla a la mujer y relaciona su arrepentimiento, perdón y amor con su fe y el contexto más amplio
de la salvación y la paz.

En las comunidades lucanas era perfectamente normal que las mujeres estuvieran presentes en la mesa con Jesús y los demás discípulos. Lo importante es que la mujer era reconocida como pecadora. Para el fariseo, quien es pecador una vez lo es siempre. El arrepentimiento no cambiaba nada con respecto a la vida de alguien en la comunidad o a su participación en la fracción del pan.
Jesús invita al fariseo a acoger a la mujer a la mesa como una discípula que se ha arrepentido y ha sido perdonada. La generosa expresión de amor de ella demostró que era mejor discípula que el fariseo, aun cuando él recibía en su casa a la comunidad para la fracción del pan.

El banquete en casa de Leví, la primera comida en la historia lucana de los orígenes de la eucaristía, abordaba el aspecto más básico de la eucaristía en relación con la vida de la Iglesia: el de la metánoia. La eucaristía es un llamamiento a la metánoia y un ofrecimiento de perdón. La comida en casa de Simón el fariseo aborda otro aspecto muy básico de la eucaristía, aspecto directamente derivado de la metánoia y el perdón eucarísticos: la reconciliación. Por su misma naturaleza, la eucaristía es un sacramento de reconciliación por el que se llama proféticamente a todos cuantos participan en ella, a todos los invitados al banquete, a ser uno en el amor.

Siempre que se celebra, el banquete eucarístico es un acontecimiento de evangelización, una llamada a la metánoia. Además, siempre que se celebra, la eucaristía es también un acontecimiento de reconciliación, una llamada a mar al otro en paz.

Acto simbólico

Cada miembro va pasando por delante de una jofaina, y el sacerdote le pone agua en sus manos diciendo:
“Que Dios te ayude a mar al otro en paz”
Y el miembro borra una de las características apuntadas antes en el encerado.

Recitamos juntos:
LA EUCARISTÍA ES RECONCILIACIÓN

Los que van a misa no son mejores que los otros;
más bien sería al revés.
Los cristianos no son elegidos entre los primeros,
sino entre lo últimos.
Jesús no creó la Eucaristía para los buenos,
sino para los pecadores.
Los invitados a la Eucaristía
no son los que no tienen necesidad de nada,
sino los que tienen necesidad de todo.
La Eucaristía no es para los que están hartos,
sino para los que tienen hambre.
La Eucaristía no es para los que ya han llegado,
sino para los que aún están en camino.
La Eucaristía no es una recompensa;
la Eucaristía es Dios que ama.

 (Jean Debruynne)

CONTEXTO DE LA COMIDA EN CASA DE SIMÓN EL FARISEO

6,12 – 8,56 Establecimiento de la comunidad de los Doce

  Elección y nombramiento de los Doce 6,12-16
  Ministerio y Sermón del llano 6,17-49
  Curación del esclavo de un centurión  7,1-10
  Resurrección del hijo único de una viuda  7,11-17
  Jesús y Juan el Bautista  7,18-35

  Una comida en casa de Simón el fariseo (7,36-50)
  7,37-38 Una mujer que es discípula
  7,39 Jesús, ¿un verdadero profeta?
  7,40-47 El perdón, fuente de mucho amor
  7,48-50 Reconciliación, fe y salvación.

  Mujeres que seguían a Jesús con los Doce 8,1-3
  Parábolas, su finalidad y explicación 8,4-18
  La tempestad calmada  8,19-21
  La verdadera familia de Jesús 8,22-25
  Curación del endemoniado geraseno 8,26-39
  La hija de Jairo; la hemorroísa   8,40-56

por José Cruz Igartua sss
Fuente: Religiosos Sacramentinos