Ortodoxia y ortopraxis
DPE
 

SUMARIO: 1. Definición de conceptos. -2. La difícil armonía ortodoxia-ortopraxis. - 3. Aportaciones de la "teología secular" - 4. El depósito de la fe y su interpretación. - 5. La ortopraxis del cristiano. - 6. Criterios pastorales.

El descubrimiento del sentido de la vida, de la verdad de las cosas y de lo bueno éticamente hablando, es una de las aspiraciones de la humanidad. Se trata de los aspectos que afectan a la persona en su totalidad; por lo mismo, en su conocimiento deben estar implicadas todas las capacidades de la persona humana. Pensamiento y acción son dos aspectos relacionados e interdependientes, uno remite al otro y no se puede prescindir de ninguno de ellos. ¿Cuál de ellos es el mejor camino para llegar a la verdad? ¿A cuál de ellos damos prioridad? Más que un planteamiento intelectual debemos hacer un planteamiento existencial: lo importante es la creación de condiciones que permita un aprendizaje y una vivencia integral, sin que ninguno de los polos, el pensamiento y la acción, quedan excluidos o minusvalorados.

1. Definición de conceptos

Por ortodoxia entendemos la recta doctrina o creencia; con ello nos referimos a la expresión precisa con que un grupo de personas manifiesta sus convicciones y principios. Esta formulación funciona como una cosmovisión que nos permite leer la realidad de forma global y coherentemente relacionada. Por ejemplo, en el Credo que profesamos aparecen jerarquizados y relacionados Dios, el hombre, el mundo y la historia; el dinamismo con que estos elementos se organizan y entrelazan contienen una visión que permite a los creyentes mirar al pasado, al presente y al futuro con sentido. Los símbolos, los credos, los dogmas, etc., expresan una serie de verdades estructuradas alrededor de una verdad fundamental que no se puede alterar, pues de ella depende la identidad y la unidad en el grupo que la profesa. Al servicio de la ortodoxia está la autoridad que vela para que su contenido no quede alterado, al tiempo que mantiene la comunión en el grupo.

Por ortopraxis entendemos la recta práctica; hace alusión a las acciones y proyectos que inciden en la realidad y la transforman conforme a un ideal que se formula como lo mejor para todos. La ortopraxis implica la inserción en la realidad que se quiere transformar, la clarificación de valores que se quieren promover, la formulación de alternativas de vida que se desean afianzar, y la decisión de tácticas y estrategias que posibiliten alcanzar los objetivos propuestos. La encíclica OA de Pablo VI nos ofrece a los cristianos un esquema valioso para leer y transformar la realidad conforme a las exigencias de la fe y los valores evangélicos.

Tanto la ortodoxia (credos e ideologías) como la ortopraxis (contestación, disidencias y luchas revolucionarias) pueden funcionar de forma absoluta e impedir no sólo un sano pluralismo, sino el mismo ejercicio de la libertad personal y el respeto a la dignidad humana; fácilmente para conseguir un fin bueno se llegan a arbitrar medios impropios por su sentido coercitivo y violento. El Evangelio nos recuerda la importancia del respeto a la persona en su dignidad y en todos los derechos humanos; uno de los más preciados es el de la libertad de conciencia y de pensamiento, juntamente con el de la libertad religiosa

2. La difícil armonía ortodoxia-ortopraxis

En la historia de la Iglesia, desde muy pronto, en los siglos VII y VIII la teología y la pastoral fueron caracterizándose cada vez más por una formulación doctrinal preocupada sobre todo por la ortodoxia. La cultura de la Edad Media, la Contrarreforma y los problemas de la relación de la Iglesia con el Mundo Moderno han prolongado en el tiempo la importancia de los contenidos y la fidelidad a la autoridad eclesial.

En el ejercicio de magisterio, en la evangelización, en la relación fe-cultura, en la relación con otras religiones y con los pueblos indígenas, en la convivencia con grupos o personas con otra forma de pensar, etc, se han dado, junto con muchos testimonios de gran sensibilidad evangélica, otras actitudes impositivas y excluyentes. En la petición de perdón de la Iglesia (12-111-2000) por los errores del pasado, que el Papa Juan Pablo II ha hecho de forma significativa con palabras y con gestos, se contiene la confesión por las culpas históricas; en relación con el tema que nos ocupa se sintetizaron en las intervenciones de los diferentes cardenales: el "recurso a métodos no evangélicos en el sin embargo debido compromiso en defensa de la verdad"; "los pecados que han lastimado la unidad del cuerpo de Cristo y herido la caridad fraterna"; las responsabilidades de "no pocos cristianos en los pecados cometidos contra el pueblo de la alianza" (los judíos); "por las palabras y actitudes a veces sugeridas por el orgullo, el odio, la voluntad de dominio sobre los otros, la enemistad hacia los seguidores de otras religiones y hacia los grupos sociales más débiles como los emigrantes o los gitanos"; los que han sido "ofendidos en sus derechos humanos, a las mujeres humilladas y marginadas con excesiva frecuencia"; y a las "víctimas de los abusos, por los pobres, los marginados, los últimos, los no-nacidos suprimidos en el seno materno".

Todos estos ejemplos son una expresión de cómo el seguimiento de Jesús, la misericordia de Dios y la caridad evangélica han quedado propuestas prácticamente por una imposición de la verdad sobre todo error o discrepancia. También hoy los cristianos confesamos nuestras responsabilidades por los males presentes: "frente al ateísmo, a la indiferencia religiosa, al secularismo, al relativismo ético, a las violaciones del derecho a la vida, al desinterés ante la pobreza de muchos países, no podemos no preguntarnos cuál son nuestras responsabilidades" (JUAN PABLo II, Jornada del Perdón). En la bula Incarnationis Mysterium hay una frase clave: "purificación de la memoria" como un elemento que no puede faltar en el Gran Jubileo. En la homilía de la Jornada del Perdón Juan Pablo II dijo: reconociendo la "maravillosa mies de santidad, ardor misionero y total dedicación a Cristo y al prójimo, no podemos no reconocer las infidelidades al Evangelio en las que han incurrido nuestros hermanos, especialmente durante el segundo milenio.

Pedimos perdón por las divisiones que se han producido entre los cristianos, por el uso de la violencia que algunos de ellos han utilizado en el servicio a la verdad y por las actitudes de desconfianza y de hostilidad adoptadas entonces frente a los seguidores de otras religiones".

3. Aportaciones de la "teología secular"

La tesis IX de Feuerbach dice: "Hasta ahora los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras; lo que ahora importa es transformarlo". A partir de esta afirmación se desarrolla la convicción de que el conocimiento de la realidad, del hombre y del mundo sólo es posible por la acción. El marxismo proclama que lo mejor es lo que facilita un praxis que consiga lo que pretende: la transformación de la realidad, pues el "sentido" de las realidades humanas se descubre por la praxis. Y concluye afirmando que el único criterio de verdad, metodológicamente hablando, es la praxis. En nuestros días Althusser postuló la teoría como forma de la praxis.

La teología descubre también la importancia de la praxis como "lugar teológico". El Vaticano II en la constitución Dei Verbum desarrolla plenamente la revelación como historia "mediante acciones y palabras" relacionadas entre sí; los patriarcas, la liberación de Israel de la esclavitud, el camino hacia la tierra prometida, los profetas, etc. marcan hitos históricos de la autocomunicación de Dios. "Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas" (CEC 52).

Desde las primeras páginas del A.T. la fe bíblica tiene que ver con la justicia y la solidaridad, pues Dios se revela liberando de la esclavitud de Egipto (Ex. 20,2; Dt. 5,6). Jesucristo es la manifestación plena y definitiva de Dios como amor, misericordia y reconciliación. Cristo viene para cumplir la voluntad del Padre que consiste en "elevar a los hombres a la participación de la vida divina" (LG 2). "Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra "el germen y el comienzo de este Reino" (LG 5) (CEC 541). La veracidad del conocimiento de Dios está en el cumplimiento de sus mandamientos, amar al prójimo (1 Jn. 2, 9-10); es un amor que incluye el amor al enemigo y el dar la vida por el hermano.

Las llamadas "teologías de la praxis" han desarrollado el compromiso de los cristianos con la transformación de la realidad para que la humanidad sea en mayor medida una familia de hermanos; esta pretensión intuye y anticipa lo que estamos llamados a ser cuando Dios sea "todo en todos". "Sabemos bien que hasta el presente la humanidad entera sigue lanzando un gemido universal con los dolores de su parto. Más aún: incluso nosotros, que poseemos el Espíritu como primicia, gemimos en lo íntimo a la espera de la plena condición de hijos, del rescate de nuestro ser, pues con esta esperanza nos salvaron" (Rom. 8, 22-23). La vida del cristiano está en medio de la historia de la humanidad hasta que este mundo sea el Reino de Dios, esperamos "un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia" (2 Pe 3, 13). El camino es lento y lleno de esfuerzos, pero tendrá su final. En ese momento seremos "examinados del amor" (Mt. 25, 31-46).

4. El depósito de la fe y su interpretación

El depósito de la fe ("depositum fidei") contenido en la Palabra de Dios y en la Tradición se ha confiado a la totalidad de la Iglesia. "Fiel a este depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la Eucaristía y la oración, y así se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida" (DV 10). Los obispos, en comunión con el sucesor Pedro, son los responsables de interpretar la palabra de Dios oral o escrita. "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del E. Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV 10). El pueblo de Dios no puede equivocarse en "cuestiones de fe y de moral"(LG 12); y la investigación teológica profundiza en la inteligencia y compresión de la verdad revelada (GS 62,7; 44, 2; DV 23; 24). Magisterio, pueblo de Dios y teólogos, contribuyen de manera diferente y complementaria al conocimiento y vivencia de la fe; el ministerio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiada al Papa y a los obispos en comunión con él.

5. La ortopraxis del cristiano

Los cristianos somos "hijos de Dios" (Jn. 1, 12; 1 Jn. 3, 1) y "partícipes de la naturaleza divina" (2 P 1, 4); esta vida la recibimos por medio de los sacramentos. El don del E. Santo nos da la luz y las fuerzas que necesitamos para llevar una "vida digna del Evangelio de Cristo" (Flp. 1, 27). Como Jesús, estamos llamados a hacer la voluntad del Padre y a ser "perfectos como el Padre celestial es perfecto" (Mt. 5, 48). El vivir concreto de cada cristiano y comunidad es la oportunidad para ir configurando las palabras, actitudes y comportamientos a los "sentimientos que tuvo Cristo" (FIp. 2, 5). Como orientaciones, el CEC a partir del texto de Rom. 6,4, en el apartado de la "vida nueva" en Jesucristo propone: una catequesis del Espíritu Santo, maestro de la vida interior, una catequesis de la gracia, una catequesis de las bienaventuranzas, una catequesis del pecado y del perdón, una catequesis de las virtudes humanas, una catequesis de las virtudes teologales, una catequesis del doble mandamiento de la caridad (Decálogo) y una catequesis eclesial ("comunión de los santos" e intercambio de "bienes espirituales").

6. Criterios pastorales

La persona de Jesús es la perfecta síntesis del logos (conocimiento, verdad) y del ethos (práctica, compromiso). Jesús de Nazaret es el Mesías de Dios y el Siervo Sufriente, el Maestro y el que lava los pies a los apóstoles, el Hijo de Dios y el que está cerca de los pequeños y pecadores, el que hace la voluntad de Dios y comprende la fragilidad humana, el que habla del Reino de los cielos y tiene los pies en la tierra, el que tiene todo el poder y da la vida por todos, el que ama hasta el final y no pone ninguna condición.

La pastoral debe considerar a la persona en su totalidad para poder hacer una evangelización liberadora; al tiempo, respetará los ritmos de maduración de las personas y los procesos de maduración de la fe. La iniciación cristiana aborda de manera armónica y relacionada la fe, la moral evangélica, la liturgia y los sacramentos, el sentido comunitario de la fe, y la presencia comprometida. La formación para el compromiso sociopolítico pasa por un conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia, la reflexión y el discernimiento para hacer una aplicación adecuada en las exigencias de la fe en cada situación histórica.

El diálogo académico y la fluida relación fe y cultura son otras de las exigencias del binomio ortodoxia-ortopraxis. Supone una mirada llena de amor y un talante positivo y esperanzado en que Dios sigue actuando en la historia. El reforzamiento de un talante testimonial y martirial, al estilo de los profetas y los santos, es hoy más necesario que nunca; la tarea del cristiano consiste en traducir en nuestro mundo cómo el amor de Dios nos lleva a dar la vida por los demás, y a encarnar los valores que manifiestan que muestra esperanza, en definitiva, está en la vida eterna.

Jesús Sastre