Evangelización
DPE
 

SUMARIO: 1. Precisión terminológica. -2. Fundamentación teológica. - 3. Historia de la evangelización. - 4. Documentos oficiales sobre la evangelización. - 5. Naturaleza de la evangelización. - 6. Las etapas del proceso evangelizador. - 7 El contenido esencial de la evangelización. - 8. Las mediaciones de la evangelización. - 9. Orientaciones pastorales.


En la etapa postconciliar el concepto de evangelización es el que mejor expresa tanto el conjunto de la misión de la Iglesia como el contenido fundamental de la misma. En el décimo aniversario del Concilio y en la tercera Asamblea General del Sínodo de los Obispos, el Papa Pablo VI reflejaba estas preocupaciones nucleares: ¿cómo acercar el mensaje cristiano en la sociedad moderna al hombre de hoy?; ¿cómo hacer para que el evangelio sea la fuerza que aliente la solidaridad humana?; y ¿qué métodos utilizar para que el Evangelio sea más eficaz? Y en este ciclo histórico "la Iglesia, ¿es más o menos apta para anunciar el Evangelio y para inserirlo en el corazón del hombre con convicción, libertad de espíritu y eficacia?" (E.N.4).

1. Precisión terminológica

Evangelio significa "buena nueva" y evangelizar hace referencia "al hecho de anunciar la buena noticia"; también significa la recompensa que recibía el mensajero por la buena noticia que traía. En el mundo secular tiene que ver con las victorias militares y con los beneficios concedidos por el emperador en la celebración de acontecimientos significativos de su reinado. El cristianismo habla de "buena noticia" para referirse a la encarnación del Verbo y para denominar a algunos escritos del Nuevo Testamento, los Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas, y Juan.

En los escritos paulinos Evangelio es la buena noticia de que Dios nos ha salvado y reconciliado en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Cada uno de los evangelistas acentúa algún aspecto de la evangelización: Marcos insiste en la historia de Jesús como el contenido del Evangelio; Mateo subraya la proclamación del Reino que hace Jesús; Lucas se sitúa en la perspectiva del anuncio del Evangelio como buena noticia para los pobres, pequeños y excluidos; y el evangelista Juan presenta a Jesús como el Camino la Verdad y la Vida para la humanidad y la importancia de ser sus testigos.

En la plenitud de los tiempos Dios Padre envió a su Hijo para anunciar y realizar la salvación del género humano; Jesús de Nazaret constituye un grupo de discípulos para que continúen su misión. En Pentecostés envía al Espíritu Santo que constituye a los discípulos en Apóstoles (Mc 3,14, Mt 10, 2.5; Lc 6,13); éstos predican a Jesucristo como el Señor y Salvador.

2. Fundamentación teológica

La persona de Jesús, su testimonio y misión constituyen el fundamento de la misión evangelizadora de la Iglesia y de los cristianos. Recordemos las palabras de Jesús en la sinagoga: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres" (Lc 4, 18; cf. Is 61,1). Para esto ha sido enviado el Mesías (Lc 4,43) y "es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades" (Lc 4, 43). Jesús de Nazaret es el primer evangelizador y la referencia básica para todos los evangelizadores; El es el Evangelio de Dios concretado en sus palabras, gestos, actitudes, y acontecimientos de su vida.

Para Jesús lo central de su mensaje y el horizonte de su vida es el anuncio del Reino o reinado de Dios; todo lo demás es relativo (Mt 5, 3-12), y se nos dará "por añadidura" (Mt 6,33).

En los evangelios ocupa un lugar amplio e importante todo lo relacionado con el Reino: es que consiste, cómo se manifiesta, la felicidad del que lo acoge (Mt 5,3-12), las actitudes para pertenecer a El, cómo se construye, cuál es su ley (Mt 5-7), los mensajeros del Reino (Mt 10) y la perseverancia hasta el final (Mt 24-25).

El Reino es don gratuito y misericordioso del Padre que salva y libera al hombre de toda opresión; es invitación a encontrarse con Dios, a acoger su auto-comunicación y de amarle con todo corazón, con toda el alma y con todo el ser. Esta manera radicalmente nueva de vivir el encuentro con Dios y con lo humano es posible por la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, y se consumará al final de los tiempos (1 Tes 5,1-2). "Esta gracia y misericordia de Dios, cada uno debe conquistarla con la fuerza ("el reino de Dios está en tensión y los esforzados lo arrebatan" (Mt 11,12; Lc 16,16), dice el Señor), con la fatiga y el sufrimiento, con una vida conforme al evangelio, con la renuncia y la cruz, con el espíritu de las bienaventuranzas (E.N.10).

Estos dinamismos se sintetizan en la conversión como cambio interior que lleva a una nueva forma de pensar y de actuar; esta renovación no viene por el esfuerzo moral en primer lugar, sino por la acogida de Jesús y su Evangelio en la vida. El signo más evidente de la llegada del reino está en que "los pequeños, los pobres son evangelizados, se conviertan en discípulos suyos, se reúnen 'en su nombre' en la gran comunidad de los que creen en él" (E.N 12). El gran aliento del corazón de Jesús consistió en hacer la voluntad del Padre: "reunir en uno todos los hijos de Dios que están dispersos" (Jn 11.52). Los que se sienten seguidores de Jesús, hijos de Dios y hermanos son constituidos por la fuerza del Espíritu Santo en comunidad evangelizadora (1 Pe 2,9).

Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa" (E.N.14). La Iglesia surge de la persona y de la misión evangelizadora de Jesús y de los Doce y es enviada por el Señor Resucitado a evangelizar hasta su segunda venida (Mt 28,19).

La comunidad apostólica continúa la presencia y la acción salvadora de Jesús de Nazaret muerto y resucitado (LG. 8; A.G. 5). Los Hechos de los Apóstoles nos hablan del dinamismo misionero de las primeras comunidades: su presencia, el modo de vivir, la Palabra y el Pan compartido, la caridad, el testimonio profético y la itinerancia. Todo ello es presencia de Jesucristo y del reino de Dios que cuestiona a sus contemporáneos, y se hace por la predicación profética y el ofrecimiento de la salvación.

3. Historia de la evangelización

Las comunidades del Nuevo Testamento y los primeros evangelizadores proclaman, a judíos y paganos, el kerigma, cuyo contenido fundamental es que Jesús de Nazaret, Mesías de Dios, fue crucificado pero ha resucitado, y sentado a la derecha del Padre es constituido Señor y Salvador para cuantos creen él Él y se convierten. El que había proclamado la buena noticia es proclamado ahora como Evangelio. Como fruto de la expansión misionera se da la primera inculturación de la fe en el ámbito judío, en el ámbito pagano y en la diáspora judía. Poco a poco se va estructurando la doctrina (didajé). que constituye el depósito de la fe que se enseña a los que movidos por primer anuncio (kerigma) comienzan un camino de descubrimiento de la persona y el mensaje de Jesús en el seno de las comunidades. Este itinerario culmina en la adhesión plena a Jesucristo y en el Bautismo.

En el último tercio del siglo primero se inicia la evangelización de Hispania por la Bética; a comienzos del siglo IV se celebra el Concilio de Granada presidido por Félix, obispo de Guadix y asisten cerca de veinte obispos y otros tantos prebísteros en representación de unas cuarenta comunidades que en el siglo 11-111 se habían ido formando. A partir del siglo IV Hispania fue evangelizada en casi todos sus territorios.

Con la conversión de Constantino y la declaración del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, se produjo un aumento grande en las conversiones. Al final del siglo II se había establecido el catecumenado (J. A. JUNGMANN, Katechumenat, en Lexikon für theologie und Kirche, VI, 51-54). Según Hipólito a comienzos del siglo III el catecumenado duraba tres años y eran admitidos los que superaban un examen sus intenciones y comportamientos morales. "Los admitidos se llamaban catecúmenos quienes tomaban parte en la liturgia de la palabra, en la oración y en sus reuniones propias. Volvían a tener otra prueba después de una larga etapa y, una vez admitidos, se convertían en electi o competentes. Diariamente recibían una instrucción acompañada de una imposición de manos y de un exorcismo; eran bautizados en la noche pascual, después de una última imposición de manos, conjuración del demonio, soplo, signación y unción con el óleo del exorcismo. Al salir de la inmersión recibían el crisma, se vestían de blanco y entraban en el templo, donde el obispo les imponía las manos, ungía con óleo de acción de gracias y sellaba su frente" (C. FLORISTÁN, Para comprender la evangelización, Verbo Divino, 1993, 17).

El catecumenado de los primeros siglos tiene cuatro etapas: la etapa misionera para suscitar la primera adhesión a Jesucristo y la conversión inicial, la etapa catecumenal para la fundamentación y sistematización de la fe, así como "probar" al candidato, la etapa cuaresmal para prepararse a los sacramentos de la iniciación que se recibían en la vigilia pascual, y la etapa mistagógica en la que se hacía una catequesis de la vida sacramental. En este proceso la comunidad cristiana tenía una presencia y actuación apadrinante, pues acogía, pedía por los catecúmenos, les daba ejemplo de vida y los recibía como miembros plenos después del Bautismo. El catecumenado decae progresivamente hasta desaparecer en la medida que se generaliza el bautismo de niños y la eclesiología de cristiandad.

En la Edad Media las preocupaciones de la Iglesia se van polarizando en la lucha contra los infieles (Cruzadas) y en la persecución de los herejes (Inquisición). La formación catequética y la predicación de caer en unos momentos en que aparecen los lenguas romances y la gente sencilla ya no entiende el latín. En el medievo el término misión se emplea en la teología trinitaria para hablar de las misiones de las divinas personas; lo relacionado con el anuncio y mantenimiento de la fe es denominado con los términos apóstol y apostolado (cf. JOAN GUITERAS, Evangelización, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo 1999, 857).

El Papa Alejandro VI concede a los reyes de España y a Portugal el cristianizar a los pueblos que han descubierto; esto es el comienzo del Patronazgo Real de Indias creado en 1508. La Santa Sede empieza a relacionarse con estos países para los asuntos eclesiales después de la independencia de la corona española. En los siglos XV- XVII hubo enfrentamientos entre los misioneros dominicos, franciscanos y jesuitas y los encomenderos que sometían a los indígenas en todos los aspectos. El dominico obispo de Chiapas, P. Bartolomé de Las Casas refleja en sus escritos esta problemática. También aparecían los primeros catecismos empleando diferentes recursos pedagógicos para poder ser comprendidos por los indígenas.

La evangelización de los pueblos de América tuvo un carácter de adoctrinamiento según correspondía a la eclesiología de cristiandad de estos siglos; las reducciones de Paraguay (jesuitas) y de California (Fray Junípero Serra) fueron un modelo distinto y revolucionario, pues se basaban en la vida de comunidad, en la formación integral de la persona en el empleo de recursos variados y creativos. En 1511 Fray Antonio de Montesinos denunció proféticamente la violencia y tiranía con la que los encomenderos trataban a los indígenas. Esta misma actitud fue mantenida por Bartolomé de las Casas convertido a una nueva actitud habiendo sido el mismo encomendero durante doce años; después fue ordenado sacerdote, se hizo dominico y fue obispo de Chiapas (Méjico) "La obra evangelizadora de la Iglesia en América Latina es el resultado del unánime esfuerzo misionero de todo el pueblo de Dios. Ahí están las incontables iniciativas de caridad, asistencia, educación y de modo ejemplar las originales síntesis de evangelización y promoción humana de las misiones" (Puebla n. 9).

Hay quienes se sitúan desde los que padecieron una forma de evangelización y tienden "hacia la actitud crítica y la memoria penitencial transformadora de un pasado hecho de luces y sombras" (Conferencia de Religiosos de Colombia, Formación en la Nueva >evangelización, Bogotá, 27). A modo de síntesis de la evangelización española en América citamos estas palabras de C. Floristán: "En definitiva, la historia debe enseñar a los creyentes a rechazar lo equivocado o injusto y a reconocer lo acertado o evangélico. De este modo se podrá desarrollar una "nueva evangelización", bajo el signo de la liberación que integra y supera, —sin suprimir—los logros de la primera evangelización, llevada a cabo bajo el signo de la sujeción" (C. FLORISTÁN, o. C., 32).

A partir del siglo XVI se desarrolló en la Iglesia un fuerte espíritu misionero; de muchos sitios partían misioneros enviados a Iglesias cristianas necesitadas de apoyo, de nueva evangelización o amenazada por la herejía. El término misión se utiliza para designar las misiones apostólicas en el exterior de la Iglesias europeas; en 1622 se crea la Congregación de Propaganda Fidei (ahora se llama Congregación para la evangelización de los pueblos).

En 1625 Vicente de Paúl funda la Congregación de la Misión, formada por sacerdotes cuyo carisma y ministerio son las misiones populares y las misiones extranjeras. En el siglo XIX hay un nuevo resurgir misionero unido al fenómeno de la colonización. Después de la Primera Guerra Mundial se da un resurgimiento de lo nacional con la revalorización de las propias culturas y religiones en los países de misión; esto conlleva unos nuevos planteamientos y sensibilidades que, poco a poco, orientarán de otra forma la actividad misionera de la Iglesia.

En 1911 se funda el Instituto Internacional de Investigaciones Misionológicas; en España, en los años 1920-1930, J. Benlloch, arzobispo de Burgos, y el jesuita J. Zameza son los impulsores de la misionología en una doble línea: hacia fuera (misiones que implanten la Iglesia) y hacia dentro para propiciar la conversión y el Bautismo. Después de la segunda Guerra Mundial, los procesos de descolonización propiciado por las Naciones Unidas llevan a la Iglesia a un nuevo planteamientos de las misiones; la incipiente renovación bíblica, litúrgica, social, etc., previa al Concilio Vaticano II ayuda a descubrir que toda la Iglesia es sujeto y objeto de misión y que hay que dejar de tutelar a la Iglesia del Tercer Mundo.

En uno y otro lugar se siente Europa como país de misión; J. Cardijn (1924) funda la JOC para la evangelización del mundo obrero, y H. Godin e Y. Daniel publican un libro en el país vecino titulado "France, pays de mission?". Y con estos planteamientos alientan el surgimiento de la parroquia como comunidad misionera en determinados ambientes descristianizados. Se produce cierta tensión en la relación entre evangelización y sacramentos. En 1958 se publica en Francia la revista Evangéliser; en Tubinga el profesor Arnold, profundiza en el sentido del anuncio del Evangelio en cada lugar y situación y el papel de la iglesia y de las mediaciones eclesiales.

El Concilio Vaticano II aportó una nueva teología de la misión en el decreto Ad Gentes; las sugerencias de las Iglesias en países de misión fueron decisivas para este nuevo enfoque. La teología de la misión fundamenta a ésta en la Trinidad, en la persona de Jesús y en el mandato misionero que nos dejó; en consecuencia, las clásicas misiones se sitúan dentro de la única misión de la Iglesia, y la importancia del catecumenado y la comunidad y el compromiso con los pobres en la misión pastoral de la Iglesia. La acción de la Iglesia necesita una presencia encarnada, testimonial, profética y dialogante.

La Conferencia Latinoamericana de Obispos de Medellín (1968) relaciona claramente evangelización y liberación. El tema de la evangelización también fue abordado por la Iglesias africanas (reunión de Kampala de 1969), asiáticas (Bangkok 1973) y por el Consejo Ecuménico de las Iglesias (Upsala 1968). El cuarto Sínodo de Obispos (1974) abordo este mismo tema, y Pablo VI publica en 1975 la Exortación Evangelii Nuntiandi, documento referencia) para todos los demás documentos, pastorales del magisterio pontificio y episcopal.

En 1979 •la Conferencia Latinoamericana de Obispos en Puebla aborda la situación actual y el futuro de la evangelización. Juan Pablo II (1990) publica Redemptoris Missio para tratar los grandes ámbitos de la misión de la Iglesia: los que no conocen a Cristo, las comunidades de fe madura y viven, y los países de viejos cristiandad que necesitan ser reenvagelizados L.G, A.G, E.N, y R.M suponen un corpus doctrinal de una gran importancia para entender el nuevo planteamiento: el paso de las misiones a la misión de la Iglesia y la evangelización en el mundo contemporáneo.

4. Documentos oficiales sobre la evangelización

A partir de la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes (Madrid, 13-18 de septiembre de 1971), la evangelización ocupa el primer lugar entre las preocupaciones de la Iglesia española.

A la encuesta preparatoria respondió el 85% de los sacerdotes diocesanos, y en la asamblea participaran 79 obispos, 171 sacerdotes con voz y voto y 117 observadores, entre los que se encontraban varios laicos. En la asamblea se tomó conciencia del momento socio-eclesial que se vivía, y de la urgencia de una " pastoral misionera" con lo que conlleva de opción por los pobres y de superación de un sacramentalismo fácil y masivo. La Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi de Pablo VI (1975) fue muy bien acogida, ayudó a los nuevos planteamientos de la evangelización y se ha tenido, desde entonces, como un texto referencial. En 1979 Juan Pablo II publica la Exhortación Catechesi Tradendae con la finalidad de reforzar la "solidez de la fe y de la vida cristiana" (n. 4).

En 1982 el Papa Juan Pablo II visita España y la Conferencia Episcopal publica en 1983 "La visita del Papa y el servicio de la fe a nuestro pueblo"; también en el año de 1983 la Conferencia Episcopal nos ofrece el documento "Catequesis de la Comunidad" muy importante por el tratamiento que hace del proceso evangelizador y la ubicación de la catequesis dentro de él. En 1985 como continuación del anterior los obispos elaboran el documento sobre "El catequista y su formación".

En 1985 tienen lugar dos acontecimientos esenciales de gran importancia; nos referimos al congreso "Evangelización y hombre de hoy" en el que participan 1533 delegados de 65 diócesis y 51 obispos. El lema del Congreso fue: "Por una presencia evangelizadora de los cristianos en la actual sociedad española".

El segundo acontecimiento tiene lugar en la XVII Asamblea Plenaria de Episcopado que aprueba la instrucción pastoral "Testigos de Dios Vivo" sobre el ser y la misión del cristiano en la sociedad española del momento.Al año siguiente ven la luz dos documentos más que con el anterior forman una trilogía: "Constructores de la paz" y "Los católicos en la vida publica"; también en 1986 tiene lugar el Congreso de Catequistas con más de un millar de participantes.

En 1987 la Comisión Episcopal del Clero nos ofrece el texto "Sacerdotes para evangelizar"; el proyecto pastoral de la Conferencia Episcopal para el trienio 1987-90 tiene como título: "Anunciar a Jesucristo con obras y palabras".

En 1988 se celebra el congreso sobre "Parroquia evangelizadora" al que asisten cerca de mil delegados y treinta obispos en representación de las 30.000 parroquias de España; se afirmó que sólo en 10%-15% de las parroquias eran evangelizadoras, y un 30% de las parroquias ofrecían algunos rasgos evangelizadores. El plan pastoral de la Conferencia Episcopal para el trienio 1990-93 lleva como título: "Impulsar una nueva evangelización".

La Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis publica en 1990 "Orientaciones para la Catequesis de Adultos"; en 1991 la Conferencia Episcopal elebora las "Orientaciones de Pastoral de Juventud"; que son desarrolladas por la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar en el documento "Jóvenes en la Iglesia", cristianos en el mundo. Proyecto de Marco de Pastoral de juventud (1992).

En el año 1993 la Congregación para la evangelización de los Pueblos publica una "Guía para la Catequistas" en la que se tratan de manera sistemática y existencial los objetivos principales de la vocación, la identidad, la espiritualidad, la elección, la formación, las tareas misioneras y pastorales, la remuneración y la responsabilidad del pueblo de Dios hacia los catequistas, en la situación actual y en perspectiva de futuro" (n. 1).

En 1992 la XXV Jornadas Nacionales de Delegados Diocesanos de Catequesis dan lugar al texto "El Sacerdote y la Catequesis". En el trienio1993-1996 se insiste en la importancia del Catecismo de la Iglesia Católica como instrumento al servicio de la fe, de la tradición y de la unidad.

En 1997, veintiséis años después del Directorio General de Pastoral Catequética, la Congregación para el Clero publica el nuevo Directorio General para la Catequesis que incorpora las aportaciones de los documentos que se habían ido aplicando sobre la evangelización y la catequesis; se parte del concepto de evangelización como el "conjunto de la acción de la Iglesia" (DGC 46) y se extiende en el tratamiento del proceso de evangelización y de sus etapas, para desarrollar ampliamente la etapa propiamente catequética.

En el documento reciente sobre la Iniciación Cristiana (1998), la Conferencia Episcopal desarrolla los fundamentos teológicos de la iniciación, los lugares eclesiales de la iniciación y las dos funciones pastorales (catequesis y liturgia) de la iniciación.

En 1998 la Comisión Episcopal del Clero publica "La formación pastoral de los Sacerdotes según `Pastores dabo vobis"; tiene dos partes: la primera dedicada a la formación pastoral del sacerdote para que lleve adelante una pastoral actual, creíble y eficaz; la segunda parte está dedicada al discernimiento pastoral. Esta visión de conjunto es fundamental para comprender el concepto de evangelización, así como el lugar propio y cometido especifico de cada una de las acciones evangelizadoras en relación con las otras. "Evangelizar. constituye, en efecto, la dicha y vocación de la Iglesia, su Identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa" (E.N. 14).

Para que la Iglesia pueda evangelizar necesita evangelizarse primero a sí misma por la conversión y la renovación permanente; es decir, debe encontrar en si misma el depósito que ha recibido del mismo Cristo. La Iglesia unida inseparablemente a Cristo envía a los evangelizadores porque ella misma ha sido enviada; ni la Iglesia ni los enviados por ella y en su nombre son dueños de lo que transmiten; en consecuencia, la fidelidad al depósito recibido como buena noticia marcará la acción evangelizadora de la Iglesia.

5. Naturaleza de la evangelización

En la línea de LG, GS y AG, Pablo VI en EN dice que la acción evangelizadora es una realidad "rica, compleja y dinámica" (n. 17) y que es necesario "abarcar de golpe todos sus elementos esenciales" (n. 17). Estas características provienen del mensaje del Evangelio del Reino que "trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos" (n. 18). "El Reino toma en cuenta las culturas, tanto para las condiciones de su anuncio como para su edificación; el reino de Dios pretende alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los módulos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación" (n. 19).

Reconociendo el fondo cristiano de nuestra civilización, en nuestra cultura la ruptura entre la cultura y el Evangelio es una realidad constatable en muchos aspectos de la vida familiar, económica y política. La evangelización pide como requisito previo el testimonio de las comunidades cristianas y de sus miembros; hasta que nuestros compañeros de trabajo, nuestros vecinos y amigos no se sientan interpretados por el modo creyente de enfocar los problemas y de darles una respuesta concreta, la evangelización difícilmente se abrirá camino.

Además del testimonio profético es necesario la evangelización explícita; "no hay evangelización verdadera mientras se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas del Reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios" (n. 22). Este anuncio comprende el kerigma, la predicación y la acción catequética. El anuncio no es un fin en sí mismo, pues busca la adhesión afectiva, personal y comunitaria a la persona de Jesús, a su mensaje y a su causa; la adhesión a Jesucristo es también adhesión a la "vida nueva" del Reino, y se manifiesta por la pertenencia activa a la comunidad eclesial y a la participación en los sacramentos que alimentan la vida cristiana.

Los diferentes elementos de la evangelización están mutuamente relacionados, son complementarios, y se integran en un conjunto que es mucho más que la suma de todos ellos.

6. Las etapas del proceso evangelizador

La Iglesia tiene la "plenitud de los medios de salvación", pero teniendo en cuenta la situación de cada persona procede de manera gradual (AG 6b). El decreto AG trata con precisión el proceso de evangelización: la presencia testimonial y dialogante (nn. 11-12), el primer anuncio, la llamada a la conversión y la propuesta cristiana (n. 13), el catecumenado de la iniciación cristiana (n. 14) y la participación en la comunidad ministerial y sacramental (nn. 15-18). De esta manera se inicia la Iglesia en un sitio concreto y se ayuda a crecer y a madurar a las comunidades cristianas. El proceso evangelizador, por consiguiente, está estructurado en etapas o "momentos esenciales": la acción misionera para los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequético-iniciatoria para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros en el seno de la comunidad cristiana. Estos momentos, sin embargo, no son etapas cerradas: se reiteran siempre que sean necesarios, ya que tratan de dar el alimento evangélico más adecuado al crecimiento espiritual de cada persona o de la misma comunidad D.G.C. 49.

La acción misionera tiene que ver con las preguntas referentes al sentido de la vida, la experiencia de las limitaciones y contradicciones de la condición humana, la ubicación de la pregunta religiosa y la conversión inicial; cuando la persona y el grupo tienen estas inquietudes la propuesta de Jesús y del discipulado es mejor comprendida y aceptada.

La etapa catecumenal tiene un carácter de fundamentación y sistematización; para ello inicia al catecúmeno en la historia de salvación, en los valores evangélicos, en la celebración cristiana y en la vida de la caridad. El objetivo de esta etapa es la conversión radical a Jesucristo como sentido de la vida. "Este 'sí' a Jesucristo, plenitud de la Revelación del Padre, encierra en sí una doble dimensión: la entrega confiada a Dios y el asentimiento cordial a todo lo que El nos ha revelado. Este sí es posible por la acción del Espíritu Santo" (D.G.C. 54).

La etapa pastoral educa de manera permanente en la fe y en la comunión paterna; esta etapa ayuda. a madurar la síntesis fe-vida en la comunidad cristiana por el cultivo de la espiritualidad y la maduración del compromiso vocacional desde la vida teologal. "El bautizado, impulsado siempre por el Espíritu, alimentado por los sacramentos, la oración y el ejercicio de la caridad, y ayudado por las múltiples formas de educación permanente de la fe, busca hacer suyo el deseo de Cristo: "Vosotros sed perfectos como el Padre celestial es perfecto" (Mt. 5,48). Es la llamada a la plenitud que se dirige a todo bautizado" (D.G.C. 56,d).

7. El contenido esencial de la evangelización

"Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a su enviado Jesucristo" (Jn. 17, 3). La evangelización busca el encuentro personal con Él y la adhesión confiada al Dios revelado en Jesucristo; este sí a Jesucristo tiene un contenido propio y específico que afecta a todos los aspectos importantes de la vida. Las dos dimensiones son necesarias, están relacionados y debe ser explícitamente educados.La evangelización explicita al amor gratuito y universal de Dios auto comunicado en la persona de Jesucristo por la acción del Espíritu Santo. Es evangelizado aquel que reconoce en sí mismo y en todo lo que existe la acción creadora de Dios que nos ha creado a "su imagen y semejanza" y nos ha llamado a una vida que no tiene fin; este Dios creador es Padre que nos ha hecho a todos hermanos, es decir iguales y servidores de los otros.

"La presentación del ser íntimo de Dios revelado por Jesús, uno en esencia y trino en personas, mostrará las implicaciones vitales para la vida de los seres humanos, confesar a un Dios único significa que "el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal" (CEC 450). Significa también que la humanidad, creada a imagen de Dios que es "comunión de personas", está llamada a ser una sociedad fraterna, compuesta por hijos de un mismo Padre, iguales en dignidad personal. Las implicaciones humanas y sociales de la concepción cristiana de Dios son inmensas. La Iglesia, al profesar su fe en la trinidad y anunciarla al mundo, se comprende a sí misma como "una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (D.G.C. 100). Lo nuclear del mensaje evangelizador es la salvación en Jesucristo; este don del Padre nos libera del pecado y nos lleva a participar de la misma vida divina pues nos hace "hijos en el Hijo". Jesús nos hace presente la cercanía absoluta de Dios, su misericordia entrañable, nos da la filiación divina y nos promete la vida que no tiene fin. Todo esto comienza aquí y ahora, pero tendrá su plenitud en el reino de los cielos, pues la humanidad camina hacia la casa del Padre.

"La evangelización no puede menos de incluir el anuncio profético de un más allá, vocación profunda y definitiva del hombre, la continuidad y discontinuidad a la vez con la situación presente" (EN 28).

El contenido de la evangelización nos dice Pablo VI en EN debe afectar a la existencia entera (personal, relacional y estructural) y ser un mensaje de liberación para millones de personas y pueblos enteros que apenas subsiste en situaciones infrahumanas. En consecuencia, la conexión entre evangelización y promoción humana tiene lazos antropológicos, teológicos y de caridad (cf. EN 31).

La concepción de persona que conlleva el anuncio del Reino habla del "hombre entero" (incluida la dimensión trascendental) y tiene una finalidad religiosa: el encuentro con el Dios del reino y su justicia. La evangelización no será auténticamente liberadora Si olvida o descuida presentar la salvación en Jesucristo "No es suficiente instaurar la liberación, crear el bienestar y el desarrollo para que llegue el reino de Dios" (EN 35).

Desde la óptica cristiana, los aspectos temporales de la liberación deben hacerse desde motivaciones de fe y de caridad, sin prescindir de la dimensión espiritual y en el horizonte de la salvación (cf. EN 38).

La evangelización debe tener en cuenta las circunstancias culturales, históricas y sociales; la encarnación de Jesucristo en unas condiciones concretas es la referencia obligada de la acción evangelizadora de la Iglesia, "llamada a llevar la fuerza del Evangelio al corazón de la cultura y de las culturas" (C.T. 53). No es algo superficial sino el intento de que el Evangelio llegue a lo más profundo de las personas y de las culturas; esto no es posible si al mismo tiempo no se asumen todos los valores que ya existen en las diferentes civilizaciones. Con el discernimiento apropiado hay que incorporar "el lenguaje, los símbolos y los valores de la cultura en que están enraizados los catecúmenos y catequizandos" (D.G.C. 110).

El mensaje cristiano debe ser presentado en toda su integridad y autenticidad, pero de manera gradual y adaptada, como lo vemos en la pedagogía de Dios. "En la primera evangelización, propia del precatecumenado o de la precatequesis, el anuncio del Evangelio se hará siempre en íntima conexión con la naturaleza humana y sus aspiraciones, mostrando cómo satisface plenamente al corazón humano" (D.G.C. 11; cf CT 29).

Esta referencia a la experiencia a los anhelos del corazón humano y a la aspiración a la libertad y felicidad que el ser humano busca sobre todas las cosas, se tendrá presente en todas las etapas del proceso evangelizador. "se puede partir de Dios para llegar a Cristo, y al contrario; igualmente se puede partir del hombre para llegar a Dios, y al contrario. La adopción de un orden determinado en la presentación del mensaje debe condicionarse a las circunstancias y a la situación de fe del que recibe la catequesis" (D.G.C. 118).

8. Las mediaciones de la evangelización

La Iglesia entera es la que ha recibido del maestro el mandato de ir por el mundo entero y anunciar el evangelio; "la evangelización es un deber fundamental del pueblo de Dios" (AG 35). Evangelizar es un "acto eclesial" y hay que evangelizar enviados por la Iglesia en comunión con ella y en su nombre; ningún evangelizador se puede considerar dueño de lo que realiza (cfr EN 60).

Ahora bien, la Iglesia universales se hace presente en cada una de las Iglesias particulares con todos sus elementos constitutivos, pues la Iglesia universal se manifiesta como "Cuerpo de las Iglesias" (LG 23b). La misión de la Iglesia es única, pero se realiza en tareas diversas, lo cual de a laevangelización una gran riqueza de forma y cauces. Y todo ello dentro de la comunidad cristiana concreta que realiza de forma histórica el don de la comunión, que es fruto del Espíritu Santo. "La 'comunión' expresa el núcleo profundo de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares que constituyen la comunidad cristiana referencial.

Esta se hace cercana y se visibiliza en la rica variedad de las comunidades cristianas inmediatas, en las que los cristianos nacen a la fe, se educan en ella y la viven: la familia, la parroquia la escuela católica, las asociaciones y movimientos cristianos, las comunidades eclesiales de base... Ellas son los `lugares' comunitarios donde la catequesis de inspiración catecumenal y la catequesis permanente se realizan" (DGC. 253). El mandato de evangelizar se refiere en primer término a los obispos en comunión con el Papa; a los obispos están unidos los presbíteros que "obran en nombre de Cristo" como pastores del pueblo de Dios, predicadores y ministros de los sacramentos. Es muy elocuente la perspectiva de Pablo VI en la exhortación EN cuando dice hablando de los obispos y presbíteros: "Lo que constituye la singularidad de nuestro servicio sacerdotal, lo que da unidad profunda a la infinidad de tareas que nos solicitan a lo largo de la jornada y de la vida, lo que confiere a nuestras actividades una nota especifica, es precisamente esta finalidad presente en toda acción nuestra: anunciar el evangelio de Dios (1 Tes. 2,9)" (68).

Los religiosos evangelizan por su testimonio de vida que se convierte en "predicación profética al expresar disponibilidad, dedicación preferencial a los más pobres y creatividad en sus obras de apostolado. Lo propio de los laicos cristianos está en vivir la vocación en medio de las tareas temporales: la política, la económica, las diferentes profesiones, la familia, los medios de comunicación el arte, etc. Ahí tratan de construir el Reino siendo fermentos de nueva humanidad; evangelizan eficazmente al "poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo" (EN 70).

Al actuar de esta manera manifiestan el sentido trascendental de la vida humana que tiene a Dios como origen, fundamento y meta. A ser creyente se aprende, en gran medida, en la propia familia, "Iglesia doméstica" (LG 11; AA 11), pues a través de las relaciones que en ella se dan se puede explicitar los valores evangélicos, la comunión y el servicio que constituyen lo esencial de la comunidad eclesial. Por las propias características de la familia, si esta funciona bien, es donde se da en mayor medida el que todos los componentes evangelizan y al mismo tiempo son evangelizados. Los medios por lo que se puede evangelizar en nuestro mundo son muy variados; él básico y fundamental es el testimonio de verdad y coherencia. "¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís? Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación. Sin andar con rodeos, podemos decir que en cierta medida nos hacemos responsables del evangelio que proclamamos" (EN 76).

El testimonio evangelizador pide hoy, más que nunca comunidades cristianas en la línea del Vaticano II, encarnados en la realidad concreta, en diálogo con el mundo mundo, con talante profético y en actitud empeñativo-transformadora desde el compromiso con los más necesitados. Las comunidades eclesiales de base son destinatarios y agentes importantes de evangelización al servicio de las comunidades más grandes (cf. EN 58).

Desde el testimonio de vida se evangeliza por la predicación utilizando adecuadamente los medios de comunicación social, la liturgia de la palabra, la catequesis en sus diferentes modalidades (edades, situaciones especiales, mentalidades, ambientes, contexto socio-religioso y contexto socio-cultural), la celebración de los sacramentos que manifiesta la intrínseca relación entre la Palabra y la liturgia, y una sana religiosidad popular.

Los laicos también pueden desempeñar ministerios no ordenados según los carismas que de Dios han recibido y que son discernidos y acogidos en las comunidades cristianas. La concreción de estos ministerios se hará con estos tres criterios: la iluminación que nos aportan las primeras comunidades cristianas, las necesidades de la Iglesia y del mundo, y el sentido de comunión eclesial. El dinamismo misionero y comunitario de la Iglesia depende en gran parte del número de laicos, vocacionados y formados, que desempeñen los siguientes ministerios: ayuda a necesitados, evangelización de alejados, acogida en las comunidades, responsables de movimientos apostólicos, concientización social, servicio de la Palabra, catequistas, animadores de la oración y la liturgia, animadores comunidades, servicio misionero, acompañamiento personal, responsables de formación teológico-pastoral, animación de Escuelas de Formación Socio-política, preparación de líderes cristianos, etc.

Los medios, los destinatarios y los agentes de evangelización constituyen tres realidades amplias y complejas. El peligro es la dispersión y el trabajo no convergente; la planificación pastoral de conjunto se impone para poder integrar de forma armónica y relacionada todas estas mediaciones dentro del proceso evangelizador al que tenemos que servir. Conviene recordar que las habilidades personales, los medios técnicos y los recursos humanos no suplen la acción del Espíritu Santo que es quien alza los corazones a la gracia mantiene la comunión eclesial y alienta la vida evangélica. El evangelizador que es dócil a la acción del Espíritu Santo vive con ilusión, alegría y esperanza; la acomodación burguesa de muchos cristianos, el cansancio y el desinterés de nuestros evangelizadores es lo que más perjudica la evangelización del mundo actual.

9. Orientaciones pastorales

- Evangelización liberadora. Supone la superación de una evangelización doctrinal y kerigmática sin encarnación concreta, La evangelización liberadora parte de una Iglesia que vive en horizonte del Reino de Dios y que busca la liberación total e integral de la persona con la fuerza del que se siente que Cristo Resucitado sigue acogiendo, sanando, reconciliado y salvando, para que el mundo sea más acorde con el proyecto de Dios Padre.

- Los pobres son evangelizados. La buena noticia del amor de Dios se ofrece a todos los hombres como don y como tarea; el Reino anunciado por Jesús nos ayuda a concretar las actitudes, dinamismos y exigencias con las que vivir lo humano. Algo es muy importante: los pobres son los destinatarios privilegiados del amor de Dios. No es posible ser evangelizados sin volver los ojos y las manos a tantos hermanos que sufren. "La civilización del amor" es el horizonte de la nueva evangelización de la Iglesia.

- Necesidad de comunidades evangelizadas y evangelizadoras. La credibilidad del Evangelio depende en gran medida de los creyentes que personal y comunitariamente encarnen lo que dicen creer y vivir. Los dos grandes retos que tiene la fe en nuestra cultura son la indiferencia y la pobreza. ¿Cómo aportar el sentido realizador que Dios da a la vida humana? ¿Cómo responder a la convicción profunda de que somos iguales e hijos de un mismo Padre? Para que estas dos cuestiones están presentes en las acciones evangelizadoras se necesitan comunidades que hayan incorporado a su modo de trabajar y de vivir los valores del Evangelio. En el mundo en el que estamos esto significa su modo alternativo de vida que pone por lo concreto: casa, tiempo, uso de dinero, toma de decisiones, fines de semana, etc. En caso contrario, seguiremos afirmando cosas que no tienen referencias significativas.

- La evangelización es un proceso de conversión. Como proceso que es tiene punto de partida y de llegada, así como un itinerario que se estructura en diferentes etapas. Los procesos avanzan a través de experiencias que iluminan el interior, nos resitúan en lo cotidiano y nos empujan a cambiar los comportamientos. En el proceso cristiano de conversión se pasa por momentos significativos: el cuestionamiento de la situación que se vive, la pregunta por el sentido de la existencia, la actitud de búsqueda, el interés por la persona de Jesús, la necesidad de cambiar, el seguimiento de Jesús, la adhesión afectiva a Él como opción fundamental, la profesión de fe (renuncio y creo) y el crecimiento espiritual hacia la santidad. ¿Qué tiene que pasar por dentro de las personas para que esto sea posible? ¿Cómo alentar grupal y personalmente este camino? Únicamente lo puede acompañar el educador de la fe que haya hecho este mismo proceso de maduración.

- Evangelización y creación de comunidades maduras. La finalidad de la acción evangelizadora y especialmente en la etapa catequética, es poner a la persona en relación de comunión e intimidad con la persona de Jesucristo. Esto se hace en el seno de la comunidad cristiana que termina incorporando como miembros a los que se han encontrado con Jesucristo y han optado por Él como sentido de la vida. Esta finalidad se logra a través de las tareas fundamentales de la etapa catecumenal del proceso evangelizador: el conicimiento de la fe, la celebración de la liturgia y los sacramentos, los valores evangélicos y la oración. El D.G.C. añade a estas tareas otras dos: la formación para la vida comunitaria y la iniciación a la misión. Estas tareas son necesarias, están relacionadas, se apoyan mutuamente y se viven en la comunidad cristiana que actúa como sustento y alimento de la vida de fe en el día a día. En la medida que las comunidades se nutran de creyentes con-vertidos y maduros, en esa medida serán comunidades convocantes por su testimonio y capacitadas para acoger y acompañar a otros en el proceso de maduración de la fe.

- Importancia de la etapa misionera. El punto de partida del proceso evangelizador es la situación de las personas a las que se quiere evangelizar; en la etapa misionera se realiza la convocatoria, y del resultado de esta depende el número de personas que harán el discipulado y ter-minarán en una presencia eclesial activa y comprometida. ¿A quiénes convocar? ¿Cómo convocar? La situación es extra-ordinariamente plural y exige creatividad en las respuestas; conviene recordar que la convocatoria no es un momento puntual únicamente; por el contrario, es un talante de toda la acción pastoral de la Iglesia, y una etapa que termina cuando el grupo cuaja como tal y sabiendo a qué es convocado. Además, cada vez necesitamos más convocar de persona a persona, de tú a tú por la invitación directa: "ven y verás", dirigida a aquellos con los que nos relacionamos en los diferentes ámbitos donde transcurre lo cotidiano.

- Momentos cualitativos en el proceso evangelizador. Nos referimos a aquellas experiencias que tiene un carácter estructurante de la personalidad cristiana, y que impulsan la maduración en la fe. Los tres más importantes son la conversión, la eclesialidad de la fe y la disponibilidad vocacional. Están íntimamente relaciona-dos pero tienen su tiempo en los procesos de fe; también están muy relacionados con las etapas del proceso evangelizador. Cuando un grupo de personas está haciendo un proceso, la vinculación al mismo, el interés en hacer este camino y el llegar hasta el final del mismo, tiene mucho que ver con lo que vaya sucediendo en el interior de la persona y los horizontes de sentido que en ello vislumbre. Los momentos cualitativos suponen un salto en la línea de maduración que recompone lo anterior y proyecta lo siguiente; esta característica hace que la maduración dependa de experiencias fundamentales que en mutua relación constituyen el hilo conductor del proceso evangelizador.

- El paradigma de la acción misionera de la Iglesia. "Dado que la `misión ad gentes' es el paradigma de toda la acción misionera de la Iglesia, el catecumenado bautismal a ella inherente es el modelo inspirador de su acción catequizadora. Por ello conviene subrayar los elementos del catecumenado que deben inspirar la catequesis actual y el significado de esta inspiración" (D.G.0 90). Supone que los evangelizadores debemos tener muy en cuenta: la importancia de la "función de iniciación", que toda la comunidad es responsable y corresponsable de la evangelización, la centralidad del misterio pascual, la necesaria inculturación de la fe y la gradualidad de la educación de la fe como proceso formativo.

- Desentrañar el significado de los sacramentos que se han recibido. Alimentar la fe, consolidar la esperanza y alentar las obras de caridad es tarea que debe ocupar toda la existencia del creyente, pues la vida teologal es el manantial de la espiritualidad cristiana. En el itinerario de la iniciación cristiana, después de la confirmación se habla del "tiempo de mistagogia" para profundizar el significado de los sacramentos recibidos y ver cómo éstos configuran la vida de los bautizados y confirmados. Esta tarea es para siempre, pero necesita un tiempo intensivo donde se ayude al iniciado a encontrar en la comunidad eclesial el alimento cotidiano de la fe por la Palabra, los sacramentos y el compromiso con el Reino. Para muchos jóvenes este período es vital pues de él dependen dos cosas: la continuidad o no en la comunidad cristiana, y el que los adolescentes que se preparan a la confirmación tengan la referencia de grupos y comunidades juveniles que manifiestan cómo ser joven en la Iglesia y cristiano en el mundo. La identidad y la madurez cristiana tiene mucho que ver con haber descubierta el sentido eucarístico de la vida cristiana.

- Evangelización de los jóvenes y vocación. "Por pastoral de jóvenes entendemos toda aquella presencia y todo un conjunto de acciones a través de los cuales la Iglesia ayuda a los jóvenes a preguntarme y descubrir el sentido de la vida, a descubrir y asimilar la dignidad y exigencias del ser cristiano les propone diversas posibilidades de vivir la vocación cristiana en la Iglesia y en la sociedad y les anima en su compromiso por la Construcción del Reino" (OPJ 14).

La fe madura tiene que ver con el hacer la voluntad de Dios en la vida, y esto supone la disponibilidad vocacional. Conocer lo que Dios nos pide personal-mente no es fácil, pues hay que empezar por conocer la "gramática" con la que Dios habla, que no es otra que la persona y el evangelio de Jesús de Nazaret. En el camino del discipulado aparecen interés, egoísmos, dobles, miras y autoengaños que tienden a hacer pasar como voluntad de Dios nuestro querer; para superar estas dificultades y llegar a un fiable discernimiento vocacional necesitamos un acompañante espiritual que nos ayude a personalizar la fe y a responder en verdad a lo que Dios quiere de cada uno.

Los primeros que deberían vivir el acompañamiento espiritual son los anima-dores de grupo, pues difícilmente se puede ayudar a otros si uno no ha llegado a conocer cómo el Espíritu Santo actúa en la vida de los creyentes que viven con espiritualidad. "La condición básica para poder encontrar la vocación es que el creyente, relativizando todas las cosas, quiera hacer voluntad de Dios. Y esto lo sien-te con confianza y alegría, pues la voluntad de Dios va muy unida a la realización personal en las situaciones históricas de la Iglesia y la sociedad en la que estamos" (J. SASTRE, Discernimiento vocacional, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo 1999, 76-92.).

- Evangeliza el que mira con amor y esperanza. Para poder cambiar y mejorar una situación hay que empezar por asumirla en positividad. El evangelizador auténtico esta convencido de que también esta historia puede ser Historia de Salvación. Los apóstoles en el comienzo de la Iglesia y en un mundo difícil, miraron con amor a la humanidad y se fiaron más de la gracia de Dios y del impulso del Espíritu que de sus propias posibilidades (Cf. D. BoROBlo, Catecumenado para la evangelización, Teología siglo XXI, San Pablo 1997, 49-51). Estas actitudes son los que llevan a encontrar las semillas del Verbo a respetar la idiosincrasia y los procesos personales y a inculturar la fe. Al mismo tiempo hay que anunciar a Jesucristo y su Reino con toda la fuerza y novedad que tiene, y proponer las "certezas sólidas" de la fe con sencillez y alegría.

Hoy como hace más de veinticinco años podemos hacernos la misma pregunta que se hacía Pablo VI: la Iglesia, "ha ganado en ardor contemplativo y de adoración y pone más celo en la actividad misionera, caritativa y liberadora?" (E.N. 76).

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Jesús Sastre