Christifideles Laici
DPE
 

Después del Sínodo de Obispos sobre los laicos (1987) el papa Juan Pablo II dio a luz una exhortación: Christifideles Laici.

En dicho documento magisterial, se sitúa al fiel laico desde el primer momento "en misión", "siendo", "participando", "viviendo": es el obrero de la Viña (n. 1). Con ello el Papa pretende evitar la separación entre fe y vida, y el caer en un nuevo "clericalismo" (el fiel laico ya "es", previo a cualquier "reconocimiento" del signo que fuere) (n. 2). Este obrero que trabaja en la viña del mundo se encuentra con un mundo paradójico (n. 3): secularizado pero con hambre de Dios; defensor de la dignidad de la persona pero al tiempo despreciativo para con ella; busca la paz y vive sumido en conflictos. Es un mundo que necesita a Cristo para ver contestados sus problemas e interrogantes (n. 7).

La primera parte de la exhortación ("Yo soy la vid, vosotros los sarmientos") nos señala cuál es la identidad teológica y espiritual del fiel laico: su estar insertado en Cristo y en el misterio de la Iglesia por el bautismo. Sólo dentro de la Iglesia como misterio de comunión se revela la identidad de los fieles laicos. Identidad y dignidad "exigentes" en cuanto implican misión, "ser y hacer" no se separan (n. 17). Toda la identidad-vocación-misión-espiritualidad del laico consistirán en vivir la novedad del bautismo: participando del triple munus u oficio de Cristo (sacerdotes, profetas y reyes), viviendo en comunión, siendo hijos en el Hijo, un sólo cuerpo en Cristo y siendo templos vivos del Espíritu Santo (nn. 9-13). De nuevo se nos recuerda que su ser va unido a su misión en la Iglesia, que hunde su raíz primera en la unción bautismal y se desarrolla en la confirmación y tiene su cumplimiento en la Eucaristía (n. 13).

Luego, ¿es el fiel laico un bautizado sin más? El Papa ha optado por una de las corrientes teológicas que se venían desarrollando, y de las que el Sínodo se hizo eco. Lo peculiar de este bautizado "laico" es precisamente el vivir su "índole secular" (n. 15). Una cosa es la dimensión "secular" de toda la Iglesia (la Iglesia es sacramento para el mundo), y otra la "índole secular" propia del laico que es una concreción de la dimensión secular eclesial. Esta índole no es sólo psicológica o sociológica, sino teológica: el mundo ("el siglo") es para el fiel laico el ámbito y medio para realizar su vocación de bautizado. El bautismo no le saca del mundo. Desde dentro del mundo ayuda a realizar el acto creador (colabora con Dios Padre), el acto redentor (libera al mundo del pecado), y el acto santificador (responde a su vocación a la santidad en sus circunstancias históricas concretas y según su condición y edad). Su espiritualidad (n. 16), su santidad radical, consiste en vivir el haber sido revestido de Cristo y ungido por el Espíritu Santo en el Bautismo. Debe vivir según el Espíritu, pero desde su inserción en el mundo y su participación en las actividades terrenas. Todo ello desde la imitación de Cristo, cumpliendo las bienave nturanzas, escuchando la Palabra, participando en los sacramentos, orando y practicando las virtudes teologales (nn. 16-17).

Una vez que hemos visto el ser del laico y de su espiritualidad en clave de misión, se pasa en un segundo apartado a desarrollar las maneras diversas como vive esa comunión, primero, en la Iglesia ("Sarmientos todos de la única vid") (nn. 18-22). Esta comunión o inserción en la Iglesia la vive el fiel laico expresada en diversidad de carismas, ministerios, encargos y servicios (es el "sinergismo paulino"). Se trata de una comunión orgánica, que sabe conjugar la diversidad con la complementariedad, de forma que lo distintivo no es la mayor o menor dignidad, sino el estar equipados y dotados para un mayor y mejor servicio. Todos los ministerios y carismas son dones para la participación y corresponsabilidad en la vida de la Iglesia. Hay ministerios que derivan del sacramento del Orden y sirven a la Iglesia personificando a Cristo Cabeza. Otros ministerios se pueden denominar como "laicales". Estos ministerios laicales no les convierten en "pastores", ni les clericalizan. Estos ministerios, oficios y funciones se fundamentan en el bautismo y confirmación, y, para muchos, en el matrimonio (nn. 22-23). Sin olvidar la participación de los laicos en la "vida ordinaria" de dicha Iglesia particular, bien participando en los consejos pastorales, diocesanos y parroquiales, o bien en todas las acciones de la parroquia, que es el lugar de comunión y signo e instrumento de la común vocación.

Además de ministerios, el Espíritu otorga, para esta edificación de la Iglesia particular, carismas que deben ser acogidos con gratitud y sometidos al oportuno discernimiento.

Se subraya especialmente la misión que tiene el fiel laico en la Iglesia particular (nn. 24-26), siendo esta forma de participación bien individual o personal (n. 28), o bien agregativa por medio de asociaciones y movimientos (n. 29). La asociación de fieles laicos se justifica principalmente como signo de comunión eclesial, además de ser útil por su presencia e incidencia cultural. Es necesario discernir, en dichas asociaciones, los criterios de eclesialidad y servicio a la comunión. Entre las formas asociadas la Acción Católica mantiene una especial relación con la Jerarquía.

Y finalmente, sabiendo el laico lo que es (misterio eclesial), cómo se es (Iglesia comunión), veamos qué debe hacer (Iglesia misión) tal y como se desarrolla en la tercera parte de la exhortación ("Os he destinado para que vayáis y deis fruto"). Dar fruto es una exigencia esencial de la vida cristiana. Para dar fruto hay que estar unido a la Vid. El fruto más hermoso es la comunión con los demás, y esta comunión es por su naturaleza "misionera" (n. 32): siendo don del Espíritu Santo, está destinada a toda la humanidad. La comunión es misionera y la misión es para la comunión.

Es urgente rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana, pero a condición de que se rehaga la trabazón cristiana de las mismas comunidades eclesiales. Los laicos están plenamente implicados en esta tarea; les corresponde testificar cómo la fe cristiana es la respuesta válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y mujer, y a la sociedad entera. Esta nueva evangelización se dirige a formar comunidades eclesiales maduras y requiere una especial labor de catequesis. Esta misión se llama hoy "Nueva Evangelización" (n. 34) y va dirigida tanto a la sociedad (n. 36), como a la persona (n. 37) y la defensa de sus derechos fundamentales (n. 38). Hay que evangelizar y asumir lo político (n. 42), lo económico (n. 43) y lo cultural (n. 44). Más en concreto, algunas de las tareas concretas en la animación cristiana del orden temporal, que competen de modo propio e insustituible a los laicos, a causa de su índole secular, serían éstas: promover la dignidad de la persona humana (n. 37), venerar el inviolable derecho a la vida (n. 38), reclamar su derecho a la libertad religiosa, personal y pública (n. 39), promover la familia como el primer campo del compromiso social (n. 40), practicar la caridad en forma de solidaridad (n. 41), ser protagonistas de la vida política (n. 42), situando a la persona humana en el centro de la vida económica-social (n. 43) y evangelizando la cultura y las culturas del hombre (n. 44).

Si la espiritualidad se identifica con el ser-participar-hacer del fiel laico en cuanto bautizado, ¿por qué hay diversas vocaciones? A esto trata de responder el capítulo cuarto ("Los obreros de la viña del Señor"). Se afirma que el Señor llama a su Viña en diversas horas y edades, y según diversas "vocaciones", situaciones, carismas y funciones (n. 45): así a los niños (que son privilegiados en el Reino de los cielos) (nn. 47-48), jóvenes (esperanza de la Iglesia) (n. 45), mayores (que poseen el don de la sabiduría), a las mujeres (nn. 49-52) y a los enfermos (que requieren una acción pastoral renovada) (n. 53). En relación a las mujeres se afirma que se debe promover su dignidad y su igualdad con relación al varón, tanto en la sociedad como en la Iglesia: hay que hacer realidad las posibilidades que le otorga el derecho, su participación en los consejos pastorales, en la consulta y elaboración de decisiones, en la preparación de documentos, etc. En particular hay que promover su responsabilidad en la transmisión de la fe y en su saber dar plena dignidad a la vida matrimonial y a la maternidad.

No olvidemos finalmente que, dentro de estado de vida laical, se dan diversos "caminos" espirituales y apostólicos, entre ellos los Institutos Seculares (n. 56).

Finaliza la exhortación recordando que, la suya, debe ser una espiritualidad bien formada doctrinalmente y en orden a vivir la unidad, madurada constantemente y particularmente conocedora de la doctrina social de la Iglesia y experta en los valores humanos (nn. 60-61). La Iglesia univerersal, las Iglesias particulares, la parroquia, las pequeñas comunidades eclesiales, la familia, las escuelas, las universidades católicas, los grupos, asociaciones y movimientos están llamados a ser ámbitos de formación y de donación de lo mucho recibido.

Si, concluida la lectura de "Christifideles Laici" se me piden trazar algunos puntos destacados de dicha exhortación, me atrevería a subrayar los siguientes:

— La teología y espiritualidad laical se contemplan en una eclesiología de misterio de comunión para la misión.

— En cuanto participa de la Iglesia misterio, el fiel laico , por el bautismo, se ha insertado en Cristo y en el Pueblo de Dios, al mismo tiempo. Tiene su vocación y misión propias haciendo presente a la Iglesia en el mundo.

— Igualmente, desde su inserción en la Iglesia misterio, al fiel laico le corresponde hacer presente esa Iglesia en una triple dimensión: desde dentro del mundo ("índole secular"), en un contexto socio-cultural bien determinado y en el marco de una Iglesia particular concreta. La índole secular, entendida desde la exhortación, posee un matiz particular: el mundo, y la acción del laico en él desde su estado y condición, no es sólo ámbito y "quasi sacramento" de santificación "personal" del fiel laico, sitio que es el ámbito en el cual el laico debe hacer presente la Iglesia. El fiel laico es Iglesia insertada en el mundo secular.

— A su vez, el fiel laico vive la Iglesia como misterio de "comunión". Es admirable la naturalidad con la que "Christifideles Laici" reconoce, para los laicos, sin clericalizarlos, diversos ministerios tanto "estables", como "reconocidos" o "ad casum". Y tanto, por derecho propio, derivados de los sacramentos del bautismo y confirmación, como en suplencia del ministro ordenado.

— Finalmente, desde una inserción y vivencia de comunión "para la misión", el fiel laico está llamado a hacer realidad la nueva evangelización desde una presencia pública del cristianismo y, por lo mismo, de la Iglesia en todos los ámbitos sociales. Sin secularizarse. Y esta misión, de forma personal o asociativa en diversos movimientos y carismas. Para realizar esta misión debe vivir las mediaciones espirituales que la tradición viva de la Iglesia le señala: Bienaventuranzas, oración, Sacramentos, virtudes teologales y humanas, etc.

Como conclusión, "Christifideles Laici" ha asentado las bases de una teología y espiritualidad laical en clave eclesiológica (identidad eclesial y relación Iglesia-mundo) y abre la puerta a diversas expresiones de "espiritualidades" laicales sin perder el tronco o eje que vertebra la única teología y espiritualidad laical.

BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Ser laico en la Iglesia y en el mundo, DDB, Bilbao 2000.

Raúl Berzosa Martínez