Catecumenal
DPE
 

SUMARIO: Introducción. — 1. Identidad y finalidad de la Acción catecumenal. 1.1. La Acción catecumenal se inspira en el Catecumenado bautismal. 1.2. La catequesis, elemento central para la iniciación cristiana en el Catecumenado. 1.3. La catequesis iniciatoria es el otro nombre de la Acción catecumenaL 1.4. Rasgos de identidad de la catequesis iniciatoria. — 2. Algunas consecuencias para lo praxis. 2.1. Lugar de /a Acción catecumenal o catequesis iniciatoria en la acción evangelizadora de la Iglesia. 2.2. Vigencia de la catequesis iniciatoria en la acción evangelizadora de la Iglesia. 2. Urgencia de la catequesis iniciatoria en nuestro tiempo. 2.3. La catequesis kerigmática o de carácter misionero: la precatequesis. 2.4. La catequesis iniciatoria y la catequesis permanente (DGC, 69-721. — A modo de conclusión.


Introducción

En la Presentación de este Diccionario de Evangelización y Pastoral, se presentan cuatro realidades eclesiales que fundamentan la acción salvffica de la Iglesia hasta el final de los tiempos: la Evangelización y, dentro de ella, la Acción misionera, la Acción catecumenal, y la Acción pastoral. Nos referimos a cuatro conceptos clave de la actual teología de la acción eclesial, que, como se dice en los artículos correspondientes, han tomado carta de naturaleza en ella, en su actual significación, a partir del Sínodo sobre la Evangelización (1974) y su correspondiente Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (EN, 1975) de Pablo VI, y del Sínodo sobre la Catequesis (1977) y sus correspondientes: Mensaje al Pueblo de Dios (MPD-77) y Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae (CT, 1979) de Juan Pablo II. En este artículo abordamos la Acción catecumenal.

Ha sido tan profundo el cambio socio-cultural del mundo en los últimos veinticinco-treinta años, que la Iglesia ha tenido necesidad de actuar de formas muy creativas a la hora de cumplir el mandato misionero de su Señor (cf Mt 28,18-20) y por tanto, también ha tenido que expresar de manera renovada y unitaria su teología sobre su acción apostólica.

Por eso, si en las décadas de los 60-70 se hablaba del ministerio de la Palabra, del ministerio de la Liturgia y del ministerio de la Caridad; y si, en el ministerio de la Palabra se distinguía: la evangelización para la conversión de los no creyentes, la catequesis para profundizar en la fe-conversión; la homilía, para preparar a los fieles a adentrarse en el misterio que se celebra, y la teología para la exposición sistemática y la investigación de las verdades de la fe (cf DCG 17), hoy, a la luz del Vaticano II y, particularmente, de EN (1975) y CT (1979), esas realidades de la acción eclesial se engloban en el gran concepto de Evangelización: "la dicha y vocación propia de la Iglesia; su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar" (EN 14; cf EN 17-24).

La evangelización es "un proceso complejo" con componentes muy variados: apuntando a la transformación profunda de la humanidad, abarca el testimonio, el anuncio explícito, la adhesión del corazón, la entrada en la comunidad, la celebración y acogida de los signos sacramentales y las iniciativas de compromisos transformadores y misioneros (cf EN, 24-3°).

Todos estos elementos del proceso evangelizador se estructuran "en tres etapas o momentos esenciales" (CT, 18): la Acción misionera, para los no creyentes o indiferentes; la Acción catecumenal, para los que optan por el Evangelio, y la Acción pastoral, para los cristianos ya maduros y su formación permanente en el seno de la comunidad cristiana (cf DGC 49).

Importante. Estos tres "momentos" de la Evangelización de la Iglesia no sólo se vivieron históricamente en los primeros siglos de la Iglesia: 1) cuando los apóstoles, y los cristianos comunicaban a los paganos —para provocar su conversión— el núcleo del mensaje de Jesús: "murió, resucitó y vive por nosotros y con nosotros"; 2) cuando los creyentes se iniciaban en la vida cristiana en el Catecumenado e ingresaban en la comunidad cristiana mediante los sacramentos de la iniciación; y 3) cuando los convertidos y bautizados vivían en las "comunidades cristianas, nutridas con la Palabra, la Eucaristía y la Caridad fraterna y dando testimonio de Cristo en medio del mundo pagano.

Estos "momentos" no son sólo períodos históricos, ni etapas cerradas: "se reiteran siempre que sea necesario" para las personas concretas o para grupos o comunidades necesitados de aliento cristiano, porque "tratan de dar el alimento evangélico más adecuado (según etapas), al crecimiento espiritual de cada persona o de toda una comunidad" (DGC 49, final).

En este encuadramiento ¿qué finalidad tiene la Acción catecumenal? ¿qué elementos eclesiales la dinamizan? ¿qué relación tiene con las etapas anterior y posterior? ¿es un período opcional para la formación cristiana? ¿cuáles son las condiciones de su eficacia evangelizadora? ¿quiénes la ponen en movimiento?

1. Identidad y finalidad de la Acción Catecumenal

1.1. La Acción catecumenal se inspira en el Catecumenado bautismal

El Vaticano II, en el Decreto sobre la actividad misionera (AG), evoca el proceso que la Iglesia sigue prácticamente desde el principio a la hora de promover cristianos y comunidades de Iglesia.

En primer lugar, la Iglesia ha de anunciar al Dios vivo y a Jesucristo para que "los no cristianos, por el Espíritu Santo que abre sus corazones, creyendo se conviertan libremente al Señor y se adhieran sinceramente a El" (AG 13, 1º: Acción misionera).

En segundo lugar, AG deja constancia de la Acción catecumenal: "Los que han recibido de Dios la fe en Cristo por la Iglesia, deben ser admitidos con ceremonias litúrgicas al catecumenado; éste no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino una formación y el noviciado debidamente prolongado de toda la vida cristiana, en que los discípulos se unen a Cristo, su Maestro" (n° 14, 1°, a).

A continuación, el Concilio expone la identidad y finalidad de esta formación catecumenal: "Por lo tanto, hay que iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que deben celebrarse en tiempos sucesivos (SC 64-65), e introducirlos en la vida de la fe, la liturgia y la caridad del Pueblo de Dios" (AG 14, 1°, b). Más aún, "Los catecúmenos deben aprender a cooperar activamente en la evangelización (aquí, acción misionera) y construcción de la Iglesia con el testimonio de vida y la profesión de fe" (n° 14, 4°).

Como final del proceso catecumenal, los catecúmenos celebran los sacramentos de la iniciación cristiana bautismo, confirmación y eucaristía e ingresan en la comunidad cristiana (cf AG 14, 2° y 15). Según todo lo dicho, el Catecumenado bautismal o etapa catecumenal es el cauce formativo para realizar la iniciación cristiana (AG 14, 4°).

1.2. La catequesis, elemento central para la iniciación cristiana en el Catecumenado

Por la historia del Catecumenado bautismal (cf J. DANIÉLOU-R. Du CHARLAT, La Catéchése aux prémiers siécles, Fayard-Mame, París, 1968) y de la catequesis patrística (cf. E. ROMERO POSSE, Catequesis en la época patrística, en Nuevo Diccionario de Catequética, S. Pablo Madrid 1999, 362-374) y por el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), (Editoriales Asociadas Madrid 1976, en Observaciones generales, Santa Sede, y Observaciones previas, Comisión de Liturgia, 9-33), se deduce, que la médula espiral del Catecumenado es la catequesis de carácter iniciatorio, apoyada por celebraciones litúrgicas y por la propia comunidad cristiana, y concebida como un aprendizaje -un rodaje- de la vida cristiana.

Este carácter iniciatorio o catecumenal estuvo bastante ausente de la catequesis a lo largo de todo el siglo XX, a pesar de los grandes avances del movimiento catequético en sus diversos períodos: metodológico-doctrinal, kerigmático, antropológico y social-liberador. La catequesis daba por supuesta una fe robustecida, por eso no iniciaba, no propiciaba la fundamentación de la fe.

Para la Conferencia Episcopal Italiana con su documento II rinnovamento della catechesi (1970) y, sobre todo, la EN (1975 n° 17-24 y 44), el MPD del Sínodo de 1977 (passim), la Exhortación Apostólica CT (1979, n° 18; 21,22,3°; 25) y la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis de la Iglesia Española con su Catequesis de la Comunidad (1983, n° 46,59-65) y su Catequesis de Adultos (1990, passim), devolvieron esta dimensión iniciatoria o catecumenal a la concepción y a la praxis de la catequesis, enriqueciéndola en su función fundamentadora.

En este clima de recuperación de la catequesis de iniciación cristiana, propia del Catecumenado bautismal, se publica el nuevo Directorio General para la Catequesis. Este afirma que:

"La catequesis es elemento fundamental de la iniciación cristiana... El eslabón que une la catequesis con el bautismo es la profesión (viva) de fe... La finalidad de la acción catequética consiste precisamente en esto: propiciar una viva, explícita y operante profesión (de la vida) de fe.

Para lograrlo, la Iglesia transmite a los catecúmenos y a los catequizandos la experiencia viva que ella misma tiene del Evangelio, su fe, para que aquéllos la hagan suya al profesarla (con una vida coherente). Por eso, la auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sdas. Escrituras y comunicada constantemente mediante una `traditio' transmisión viva y activa, de generación en generación (CT 22)" (DGC 66).

La finalidad de la catequesis. Por lo dicho sobre la catequesis de iniciación cristiana, "el fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo" (DGC 80; 40-41; 98-99). Supuesta la conversión "inicial" de alguien al Señor, mediante el primer anuncio, "la catequesis se propone fundamentar y hacer madurar esta primera adhesión... (Ayuda) a conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto: conocer su "misterio", el Reino de Dios que anuncia, las exigencias y las promesas contenidas en su mensaje evangélico, los senderos que él ha tratado a quien quiera seguirle" (DGC 80).

Esta comunión con Cristo lleva a unirse con cuanto es de Cristo: con Dios, su Padre, con su Espíritu, con la Iglesia, su Cuerpo, y con los hombres, sus hermanos (cf DGC 81).

1.3. La catequesis iniciatoria es el otro nombre de la Acción catecumenal

Decíamos más arriba que el Catecumenado es el cauce formativo para la iniciación cristiana: es decir, para que uno llegue a descubrir y a vivir las riquezas ("mirabilia") que el Espíritu del Padre y del Resucitado realiza o realizó en los bautizados. Pues bien, para esto, la catequesis es el elemento fundamental. Ahora se entiende por qué, en la renovación catequética, a la catequesis se la apellida con el adjetivo de iniciatoria o también de inspiración catecumenal (cf MPD-71, n° 8,3°; DGC,90-91). "La recuperación del carácter iniciatorio de la catequesis es uno de los aciertos más destacables de la Iglesia" (E Garitano).

1.4. Rasgos de identidad de la catequesis iniciatoria

Todos los elementos de la catequesis iniciatoria o Acción catecumenal, logran la finalidad de fundamentar y consolidar la comunión viva con Cristo. En este sentido la catequesis de iniciación no es una acción facultativa, sino básica y necesaria para la construcción de la personalidad del seguidor de Cristo. Por eso el crecimiento interior de la Iglesia y su fidelidad al Proyecto de Dios dependen esencialmente de la catequesis de iniciación. Esta es, pues, un "momento prioritario" de la evangelización (cf DGC 64) porque, por sus componentes educativos acoge en su seno la capacidad forjadora de cristianos del Catecumenado bautismal.

Los componentes educativos o rasgos fundamentales de la catequesis de iniciación, pueden resumirse así (DGC 67-68 y 78):

a. En lo concerniente a la Palabra: Es una formación orgánica y sistemática de los creyentes. Orgánica, porque procura una síntesis viva de todo el mensaje cristiano, dando unidad a todos sus elementos en torno al misterio de Cristo Salvador (cristocentrismo). Sistemática, porque sigue un programa articulado. Este rasgo distingue fundamentalmente la catequesis de otras formas de la Palabra de Dios. Pero esta iniciación ordenada y sistemática tiene mucho que ver con la vida humana. La revelación, lejos de estar aislada de la vida, se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, para inspirarla o para juzgarla a la luz del evangelio. Todo catequista es educador de la fe de toda persona humana y de toda la persona humana.

Es una educación cristiana integral (CT 21), porque educa, desarrolla, todas las dimensiones existenciales de la personalidad humana y así propicia un auténtico seguimiento de Cristo. Lleva a profesar la fe "desde el corazón" (S. Agustín), desbordando, aunque la incluya, la mera doctrina. Es un aprendizaje -un rodaje, un entrenamiento- de toda la vida cristiana, en aquello que es común a todos los cristianos. La catequesis como educación cristiana integral no promueve especializaciones ni en el mensaje, ni en el método. Estas especializaciones quedan para la catequesis permanente (que se da en la Acción pastoral) de la que hablamos después (cf DGC, 67-3°).

Es una formación básica, esencial (CT 21,2°), centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales. Es decir, enraíza o consolida en una primera profundización aspectos de la fe como: la experiencia de encuentro con Dios-Cristo, la adhesión a él, la vivencia comunitaria, los criterios morales, el aprendizaje de la oración y la celebración liturgia, la sensibilidad misionera y las primeras experiencias de transformación del mundo según el evangelio (DGC 68; 90). Esta educación en las certezas y convicciones básicas lleva a la catequesis a ser un servicio a la unidad de la fe.

Esta educación catequética, a la luz del catecumenado, tiene un carácter transitorio: tiene un principio y un final. No es muy prolongada, ni permanece "sine die". Esta catequesis iniciatoria -o Acción catecumenal- desemboca en la Acción pastoral (cf DGC, 49), dentro ya de la comunidad cristiana, en la que, entre otras acciones, es muy importante la catequesis permanente o la educación permanente en la fe (cf DGC 49, 69-70) con sus múltiples formas (cf DGC 71-72).

b. En lo que se refiere a la Liturgia. La catequesis iniciatoria tiene un componente litúrgico-oracional muy importante. El Catecumenado bautismal primitivo fue el seno materno de la Iglesia, en donde ésta engendró, nutrió y promovió verdaderos seguidores de Jesús y verdaderas comunidades, vivas y dinámicas. Hoy ese seno maternal de la Iglesia lo encuentran en la catequesis iniciatoria. Esta, como sucedió en el Catecumenado, pivota especialmente sobre dos ejes: la acción catequética y la acción litúrgica. Ellas se van combinando felizmente dentro del itinerario por etapas, que entraña el proceso de hacerse cristiano. A la luz del Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA) (Roma, 1972 y España, 1976), que actualiza, después del Concilio, el proceso catecumenal de los primeros siglos, se detectan los siguientes aspectos catequético-litúrgicos complementarios:

En primer lugar, la catequesis narrativa (narratio) que abarca los hitos más sobresalientes (mirabiliora) de la historia de la salvación del A. Testamento; la vida, palabras y obras de Jesús, en el N. Testamento, sobre todo las culminantes: pasión, muerte y resurrección, ascensión y envío del Espíritu, que ponen en marcha a la Iglesia, y también los acontecimientos estelares del "tiempo de la Iglesia hasta nuestros días" (S. Agustín, en "Catechizandis rudibus").

En segundo lugar, entreverándola con estos acontecimientos fundadores de la fe, está la catequesis sobre las fiestas de Israel, como "memoriales" de los acontecimientos "fuertes" del A. Testamento (Exodo, Alianza...) y sobre las fiestas cristianas: la Pascua semanal y anual, "memoriales" del corazón de la salvación en el N. Testamento, la muerte y resurrección del Señor.

La catequesis descubre que estas fiestas pascuales son actualización progresiva -A. y N. Testamento- del Proyecto Salvador y Liberador de Dios "en Cristo". La catequesis resalta que todas estas fiestas afirman la identidad del Pueblo de Dios, del "Nuevo Pueblo de Dios", mediante la exquisita Pedagogía divina: desde la Fiesta gozosa en memoria de la intervención divina liberadora y palpable, Dios va introduciendo a su Pueblo en la Familia divina, la Comunidad cristiana adulta, anticipo de la Pascua definitiva.

En tercer lugar, está la celebración de algunos ritos litúrgicos que se celebran acompañando a las catequesis. Estos ritos sostienen la educación y el crecimiento interior de los catecúmenos o catequizandos. Por ejemplo: 1) Celebraciones de la Palabra específicas para ellos y la participación en la Liturgia de la Palabra, en la Eucaristía de la comunidad cristiana; 2) "Sacramentales", como bendiciones y oraciones para obtener la ayuda divina y robustecerse frente al pecado (exorcismos); 3) Ritos de paso de una etapa a otra; de un año a otro.

En cuarto lugar, subrayamos estos Ritos de paso. Consisten: 1) en una celebración de la Palabra en torno a actitudes de la vida cristiana, en especial a la perseverancia y a la fidelidad; 2) en la "entrega" del Credo y del Padrenuestro como documentos fundamentales de la fe; y 3) en la unción con óleo, signo de fuerza que da el Señor, para profundizar en la conversión.

En quinto lugar, hay que destacar la conclusión festiva de la iniciación cristiana. Tras abundantes catequesis de la Hª de la Salvación, del Credo apostólico y del Padrenuestro, con sus consecuencias éticas, y todo ello en un clima -sobre todo en las últimas semanas- hondamente religioso, llega la celebración o renovación gozosa y poblada de símbolos de los tres sacramentos de la iniciación: el bautismo, la confirmación y la eucaristía.

En sexto lugar, la última etapa iniciatoria es la catequesis mistagógica, es decir, una catequesis muy vivencial sobre los tres sacramentos celebrados o renovados, pero descubriendo el significado de la experiencia sacramental a partir de ritos simbólicos de cada sacramento (mistagogía o conducción hacia el misterio).

Catequesis y Liturgia. Por lo dicho, la Acción catecumenal tiene dos componentes ineludibles: la catequesis y la liturgia, como acciones eclesiales en fecunda interacción. El secreto de esta complementariedad dinámica está en que ambas, en su corazón, son portadoras de Cristo, Crucificado y Resucitado. De ahí que una Catequesis que anuncia los acontecimientos fundantes de la fe, pero no favorezca su celebración salvadora y liberadora de Cristo, no es una verdadera catequesis cristiana. Y a su vez una liturgia que celebra los acontecimientos fundantes de la fe -y por tanto a Cristo Vivo y Liberador-, pero no los ha hecho preceder de un proceso catequético personalizador y comunitario, no es una verdadera liturgia cristiana. Ni Palabra sin Sacramento, que celebra la fe, ni Sacramento sin Palabra, que aviva la fe.

Por eso, la catequesis, sobre todo, la iniciatoria, tiene entre otras tareas: la la de propiciar la adhesión de la fe a Cristo y los conocimientos de la fe; y 2a la de educar para participar en la acción litúrgica en la que Cristo actúa como Salvador juntamente con su Iglesia. Y esto supone educar para la oración personal, la acción de gracias, la penitencia, la plegaria confiada... (cf DGC, 85).

c. En lo referente a la Comunidad. La catequesis iniciatoria o acción catecumenal, por su configuración a partir del Catecumenado, además de la catequesis y la celebración litúrgica, implica en su ser y en su actuar la Comunidad cristiana como una referencia constante. Por eso, otra de las tareas de la catequesis iniciatoria educar, introducir, iniciar a la experiencia de la vida comunitaria, la cual no se improvisa.

Para ello la catequesis fomenta algunas actitudes evangélicas: espíritu de sencillez y humildad, solicitud por los más pequeños, atención preferente a los que se han alejado, la corrección fraterna, la oración en común, el perdón mutuo..., actitudes que quedan englobadas en el amor fraterno. Más aún, esta vivencia comunitaria ha de fomentarla la catequesis extendiéndola al espíritu ecuménico, estimulando actitudes fraternales hacia los miembros de otras iglesias y comunidades eclesiales (cf DGC, 86).

d. En lo que concierne al Servicio (testimonio, compromiso, misión). La catequesis -a la luz del Catecumenado bautismal- está abierta al dinamismo transformador del mundo. Por eso, trata de sensibilizar -no de capacitar en profundidad- a los seguidores de Jesús para estar presentes, en cuanto cristianos, en la sociedad, en la vida profesional, cultural y social. Este Servicio cristiano tiene tres formas de expresión: el testimonio personal, de coherencia entre fe y vida de cada día; el compromiso tanto, en el interior de la Iglesia para mantenerla testimonial y activa, como en el compromiso temporal, de mejora de la convivencia ciudadana y de las estructuras cívicas; y el dinamismo misionero, tanto respecto de los pueblos nunca evangelizados ("missio ad gentes"), como respecto del interior de la Iglesia, hacia los bautizados increyentes o indiferentes tan abundantes en muchas Iglesias necesitadas de una "nueva evangelización". (cf DGC, 86, 2ª parte).

Si la catequesis actual se inspira en el Catecumenado primitivo, como garantía para promover cristianos auténticos y comunidades dinámicas en su fe, quizá haya que seguir mirando a las fuentes cristianas, para descubrir nuevos elementos de ese secreto del cristianismo que caló y transformó la cultura pagana del Imperio en los tres primeros siglos, a pesar de reticencias y persecuciones (cf J. MARTÍN VELASCO, Testimonio cristiano y anuncio del evangelio, en El malestar religioso de nuestra cultura, Ed. Paulinas, Madrid 1993, 335-344).

2. Algunas consecuencias para la praxis

2.1. Lugar de la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria en la acción evangelizadora de la Iglesia

Este lugar puede entenderse, primero, respecto a las otras dos grandes acciones que abarca la evangelización eclesial y, segundo, en relación con las abundantes acciones específicas o concretas que realiza la Iglesia.

a. Lugar de la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria respecto de la Acción misionera y de la Acción pastoral.

A la catequesis, en general, también a la catequesis iniciatoria, siempre se la ha considerado como perteneciente a la Acción pastoral de la Iglesia, es decir, dentro ya de la comunidad cristiana. Las parroquias de los países tradicionalmente cristianos siempre han tenido la catequesis, así como la misa dominical y los sacramentos, como elementos centrales de su tarea pastoral. Esta consideración de la catequesis como elemento de la Acción comunitario-pastoral trae consigo consecuencias que hoy muchos no aceptamos: primera, la catequesis es "para los de casa, para los de siempre, como ha ocurrido en muchas experiencias de catequesis de adultos" (F. Garitano); segunda, de alguna manera, la catequesis iniciatoria o Acción catecumenal queda bastante devaluada, ya que vivimos en tiempos de indiferencia religiosa, en que hay que potenciar la Acción misionera, y menos -al parecer- la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria.

Felizmente, ya desde EN (1975), y CT (1979), y, especialmente en la Iglesia Española, desde Catequesis de la Comunidad (1983, n° 24-38), y en la Iglesia universal, desde el Directorio General para la Catequesis (1997, n° 60-68), la catequesis al servicio de la iniciación cristiana "es uno de esos momentos -muy importante, por cierto- en el proceso total de la evangelización" (DGC, 63; cf CT 18, 20, 3°).

Si los tres grandes momentos o etapas del proceso de la Evangelización son: la Acción misionera, la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria y la Acción pastoral, la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria es una acción necesaria y primordial. "Sin ella la Acción misionera no tendría continuidad ni llegaría a desplegar su fecundidad. Sin ella la Acción pastoral de la comunidad cristiana no tendría raíces y sería superficial y confusa. Sin ella, prácticamente, no habría Iglesia y, hablando en general, no habría cristianos" (CC 35; cf CT, 15; DGC 64). Y cuanto se dice aquí de la catequesis iniciatoria, se refiere a la catequesis de todas las edades.

Por tanto, la catequesis de iniciación no es -repetimos- una acción facultativa, optativa, sino básica y fundamental para la construcción tanto de la personalidad del discípulo de Cristo como de la misma comunidad (cf DGC 64, 2°).

b. Lugar de la catequesis en relación a las abundantes acciones especificas y concretas que realiza la Iglesia

No pocos agentes pastorales (presbíteros, religiosos/as y laicos/as) se han acostumbrado a buscar una alternativa a la catequesis de niños (de 9 años en adelante), de adolescentes y de jóvenes, y adultos: el escultismo, otros grupos de tiempo libre, actividades extraescolares..., encuadramiento en actividades sociales en el barrio, en grupos de oración..., oferta de unos cursos monográficos de teología, o sobre el Concilio...

Hoy puede darse con frecuencia el caso, bien de niños mayores y de preadolescentes, bien de adolescentes, de jóvenes o de adultos, cuyo nivel de fe no permite abordarles en grupos de catequesis iniciatoria, de inspiración catecumenal, y entonces se recurre a este tipo de acciones.

Pero estos agrupamientos nunca podrán considerarse como alternativa a la catequesis iniciatoria, sino como plataformas de Acción misionera, en que ellos pueden descubrir, si están bien pensadas y realizadas, a Jesús de Nazaret amante de la naturaleza, de su Padre, de los pobres... y abrirse a él en una actitud de primera conversión o adhesión a su Persona.

Es entonces cuando, en actitud de confianza en el espíritu, convendría comenzar la catequesis iniciatoria dentro de una programación fiel al espíritu del Catecumenado. Pero si llegadas al umbral de la adhesión a Cristo Salvador, las personas no son introducidas en el clima de una catequesis de iniciación, su fe quedará sin fundamentación y adolecerán toda la vida de infantilismo religioso.

Esto supone que los agentes pastorales hayan caído en la cuenta de que hay acciones que son preferentemente misioneras, que conducen a la opción inicial por Jesús Resucitado; otras que son acciones preferentemente catequéticas, es decir, que inician, introducen en los fundamentos de la fe viva en Cristo, y otras acciones que son preferentemente pastorales, que ayudan a permanecer fieles a Jesús en la comunidad cristiana y a abrirse al trabajo con los hermanos y aún al trabajo misionero con los increyentes o indiferentes (cf V. M.8 PEDROSA. ¿Cómo poner en marcha grupos de catequesis de adultos? Ed. S. Pío X, Madrid 1996, pp. 23-26).

2.2. Urgencia de la catequesis iniciatoria en nuestro tiempo

La Iglesia, en los tiempos en que vivió en un clima pagano, sintió la necesidad de realizar el anuncio misionero, por una parte, y por otra, de promover la iniciación cristiana de los convertidos en una verdadera "escuela de fe", en una institución -el Catecumenado- educadora de la fe de los creyentes en todas sus dimensiones: de conocimiento experiencial y doctrinal de Cristo, de celebración, de formación moral y de compromiso transformador y misionero.

Hoy, en nuestra sociedad de "cultura postcristiana y neopagana... con fuerte impregnación laicista" (Plan Pastoral de la C.E. Española, 1994-1997), las Iglesias particulares han de recuperar ya la auténtica Acción catecumenal, esto es, el verdadero proceso de catequesis de iniciación cristiana, que ha de llevarse a cabo, especialmente, con jóvenes y adultos jóvenes. Así se lo propusieron, por ejemplo, los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria en 1994:

"Dar pasos concretos para establecer la catequesis de iniciación cristiana para adultos como un servicio permanente de cada parroquia" de la misma manera que las parroquias hay implantado la catequesis infantil con su proceso, método y estructura de catequesis" (Carta Pastoral... 1994, n° 90).

2.3. La catequesis kerigmática o de carácter misionero: la precatequesis

No obstante, el realismo pastoral lleva a los Papas, a los Pastores y a todos los expertos en la Acción catecumenal o catequético iniciatoria a afirmar que, a esta catequesis propiamente dicha, le suele preceder la que el DGC llama "la `catequesis kerigmática', y que algunos denominan `precatequesis" (n° 62) o también "catequesis de carácter misionero" (n° 33).

En efecto, la situación socio cultural que acabamos de describir, la presenta el DGC (n° 58) en tres pinceladas:

  1. Hay pueblos y agrupaciones humanas en que Cristo y su Evangelio no son conocidos. Esta situación reclama la misión "ad gentes" o la Acción misionera en orden a invitarlos a la conversión al Cristo Salvador.

  2. Hay contextos culturales en donde viven "comunidades cristianas dotadas de estructuras eclesiales adecuadas y sólidas, que tienen un gran fervor de fe y de vida, que irradian el xestimonio del Evangelio" (RM 33,3°). Estas comunidades necesitan una intensa Acción pastoral con procesos de iniciación cristiana bien articulados para niños, adolescentes y jóvenes, y una buena formación permanente para los adultos.

  3. Sin embargo, en muchos países de tradición cristiana se da una situación intermedia (cf RM 33,4°), en que grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio (cf n° 58, c). Esta situación requiere en nueva evangelización. ¿Qué acción prioritaria ha de desarrollar aquí la Iglesia? Una Acción misionera dirigida a bautizados de toda edad, que se han alejado de la fe para que puedan retornar a la fe en su Salvador.

A esta acción de la Iglesia —por consideración al bautismo ya celebrado— la suele llamar catequesis kerigmática o precatequesis, que presenta la Buena Nueva para lograr una fe válida o conversión inicial verdadera al Señor Jesús. "Sólo a partir de la conversión y la fe, la catequesis propiamente dicha (la catequesis de iniciación) podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe" (DGC 62, 1°). En estos casos, la catequesis, antes de asumir su función iniciatoria debe asumir subsidiariamente y con frecuencia, la función misionera de convocar a la fe (cf DGC,52). Algunos catequetas piensan que esta catequesis kerigmática, en realidad es lisa y llanamente la acción misionera tanto para no bautizados como para bautizados, no convertidos (cf A. ALCEDO, La catequesis kerigmática en el nuevo DGC, "Teología y Catequesis" 67 [19981 25-46).

2.4. La catequesis iniciatoria y la catequesis permanente (DGC, 69-72)

Durante años, han estado latentes en la Iglesia dos concepciones diferentes de catequesis: La de los que la concebían como una acción fundamentalmente iniciatoria (la catequesis de iniciación) y la de los que identificaban la catequesis con el proceso cristiano de educación en la fe a lo largo de toda la vida (catequesis permanente). Caricaturizando un poco las dos corrientes, se podría decir:

Los primeros (el mundo misionero apoyado en sus Semanas Internacionales de Catequesis, y sobre todo, las Diócesis españolas) aceptaban que la catequesis iniciatoria, en cuanto inspirada en el Catecumenado primitivo, tiene un comienzo y un final, es básica y elemental, orgánica y sistemática, es integral y concluye con la profesión de fe, la celebración de los sacramentos de la iniciación y el ingreso en la comunidad adulta. En adelante, no habrá ya catequesis sino una educación permanente en la fe para los jóvenes, adultos y mayores.

Los segundos (Europa y Latinoamérica) aseguraban que lo propio de la catequesis es empezar con la catequesis familiar, parroquial y escolar debidamente correlacionadas, y continuar a lo largo de toda la vida en catequesis permanente. Sin poner un cuidado especial en la catequesis iniciatoria, aspiraban a una buena formación catequética, de grado medio y aún superior (teología).

El DGC nace con vocación de integración, conjugando ambas concepciones (cf DGC 34-72). La catequesis de iniciación -la catequesis propiamente dicha- y la catequesis permanente no son excluyentes, sino complementarias (DGC 69). Son dos niveles distintos de catequesis especialmente diferentes: La catequesis iniciatoria necesita, para su continuidad de la catequesis permanente y ésta, a su vez, necesita, para su fundamentación teologal, de la catequesis iniciatoria.

Hoy, la catequesis de iniciación necesita la catequesis permanente. En primer lugar, porque aunque se asimile bien el mensaje cristiano orgánicamente cristocéntrico, el pensamiento teológico avanza tan rápidamente que sería preciso actualizar la formación recibida con una formación continua sobre el mensaje evangélico. Y, en segundo lugar, porque, dada la fragmentariedad de la cultura actual, existe el peligro de que los adolescentes, jóvenes y adultos en proceso de iniciación cristiana, no asimilen el mensaje cristiano organizado en torno a Jesucristo y hayan de completarlo en la catequesis permanente. Además esta conlleva celebraciones, escucha de la Palabra... que afianzan la comunión personal con Cristo.

A su vez, si la catequesis fundante o iniciatoria no basta para promover cristianos adultos en la fe, tampoco basta sólo la catequesis permanente. La catequesis iniciatoria es la que fundamenta la adhesión inicial a Jesucristo (fides, qua), mediante el anuncio orgánico y básico y en comunidad del mensaje cristiano (fides, quae). Fundamentar la fe es ayudar a interiorizar sus dimensiones de encuentro con Jesús, de celebración festiva, de vivencia comunitaria, de consecuencias morales, de compromiso con el mundo y de sentido misionero. Sin esta experiencia de fe que pone al cristiano en comunión con Cristo Salvador y Liberador, y que viene de la catequesis iniciatoria, no hay posibilidad de catequesis permanente.

Resumen. Por lo dicho, el DGC habla de tres formas de catequesis: la catequesis kerigmática o precatequesis, la catequesis iniciatoria y la catequesis permanente. La primera tiene una estrecha relación con la Acción misionera. La última se realiza ya en la Acción pastoral de la comunidad cristiana. Sólo la segunda, la catequesis iniciatoria está vinculada a la Acción catecumenal, e incluso se identifica con ella.

A modo de conclusión

En estos primeros artículos abordamos los tres niveles en que se realiza la Evangelización de la Iglesia: la Acción o Evangelización misionera; la Acción o Evangelización catecumenal y la Acción o Evangelización pastoral. En el presente artículo hemos abordado la Acción o Evangelización catecumenal y hemos descubierto que coincide con la Catequesis de la iniciación cristiana, la catequesis propiamente dicha. En este sentido, la Acción o Evangelización, condición ineludible para promover cristianos adultos en la fe con una primera madurez cristiana, y para promover comunidades cristianas vivas y dinámicas.

A mi modo de ver, tanto las diócesis, como las parroquias y comunidades eclesiales dan por supuesto, con demasiada frecuencia, que esta iniciacion a la vida creyente se está haciendo bien. En los primeros siglos, la Iglesia evangelizó el mundo porque dispuso de un gran cauce de consolidación de la fe cristiana: la Institución catecumenal. Hoy habrá una "nueva evangelización", si las comunidades de Iglesia procuran revitalizar como elemento fundamental la Acción catecumenal, la Catequesis de iniciación cristiana tal como se ha esbozado.

Más aún, esto quizá no sea suficiente, si las diócesis no promueven, con toda la creatividad que puede otorgar el Espíritu del Resucitado una Acción misionera institucionalizada, como lo propone el DGC: "El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la actuación más directa del mandato misionero de Jesús. La renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa" (n° 62, final).

BIBL. - C. VATICANO II, Ad Gentes (1965); CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, Librería Editrice Vaticana, Citta del Vaticano 1997; PABLO VI, Evangelii Nuntiandi, PPC, Madrid 1975; JUAN PABLO II, Catechesi Tradendae, PPC, Madrid 1979; SINODO-77, Mensaje al Pueblo de Dios, PPC , Madrid 1977; COMISIÓN EPISCOPAL DE E. y CATEQUESIS, Catequesis de la Comunidad, EDICE, Madrid 1983. Catequesis de Adultos, EDICE, Madrid 1990; VARIOS, "Sínite" 106 (1994) Monográfico sobre: Pero ¿existe la catequesis de adultos?; C. GARCÍA DE ANDOIN, La iniciación cristiana (formación y contenidos), en CEAS, Pastoral de juventud y Etapa catecumenal, EDICE, Madrid 2000; J. M. ESTEPA, La misión profética de la Iglesia: Evangelización, Catequesis y el CCE, "Actualidad Catequética" 176 (1997) 71-93; F. GARITANO, Acción catequizadora en V. M.° PEDROSA, M.° NAVARRO, R. LÁZARO, J. SASTRE, Nuevo Diccionario de Catequética, S. Pablo, Madrid 1999, 37-48; V. M." PEDROSA - R. LÁZARO, Catequesis, IBIDEM, 295-316; A. CAÑIZARES - M. DEL CAMPO (EDS), Evangelización, Catequesis, Catequistas, EDICE, Madrid 1999; J. SASTRE, Naturaleza de la catequesis fines y tareas, "Sinite" 117 (1998) 29-46; J. MARTÍN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, Ed. Paulinas, Madrid 1993, 293-344.

Vicente Mª. Pedrosa Arés