Arte sacro
DPE
 

SUMARIO: 1. Introducción. - 2. y el Verbo se hizo carne" - 3. Agentes de la Pastoral programada a través del Patrimonio. - 4. El uso de los "Bienes Culturales" de la Iglesia. - 5. Conclusión.


1. Introducción

Incluir en un Diccionario de Pastoral la palabra Patrimonio o su homóloga en este caso que nos ocupa, Arte sacro, es, seguramente, descubrir uno de los filones que tiene la pastoral a partir del Concilio Vaticano II. Es verdad que este apartado de la actividad evangelizadora es relativamente nuevo dentro de los cauces de una Iglesia concebida como Comunidad, abierta al mundo y en diálogo permanente con nuestra sociedad, ya que lo que normalmente suele privar dentro una pastoral de conjunto ha ido por otros cauces:

Se habla mucho de los jóvenes, se multiplican los compromisos de justicia, se aprecia la cercanía al mundo de los marginados, etc...

Sin embargo el Concilio Vaticano II dedica todo el capítulo VII de la Sacrosanctum Concilium al arte y los objetos sagrados, destacando las afirmaciones siguientes: "Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan, con razón, las bellas artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro... Por esta razón, la santa madre Iglesia fue siempre amiga de las bellas artes, buscó constantemente su noble servicio, principalmente para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales. Más aún: la Iglesia se consideró siempre, con razón, como árbitro de las mismas, discerniendo entre las obras de los artistas aquellas que estaban de acuerdo con la fe, la piedad y las leyes religiosas tradicionales y que eran consideradas aptas para el uso sagrado" (SC 22).

Las palabras del Concilio corresponden al texto del documento relativo a la Sagrada Liturgia y por lo tanto en el ámbito de la Iglesia que celebra la fe. Este aspecto de la vida de la Iglesia en muchos momentos no ha sido considerado estrictamente como campo de pastoral, que caminaba por los dignos caminos mencionados anteriormente. Pero dos circunstancias hacen pensar que nos encontramos ante un medio de evangelización que aún está por descubrir: por un lado es el propio Concilio el que invita a un diálogo fe — cultura y por otro es la inquietud social por el Patrimonio la que se pregunta por el significado de este en nuestro mundo moderno.

Por otra parte la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual dedica todo el Capítulo II al progreso de la cultura indicando que "...también las ciencias y las artes son de gran importancia para la vida de la Iglesia, ya que tratan de desentrañar la índole propia del hombre, sus problemas y sus experiencias, en un esfuerzo continuo por conocerse y perfeccionarse a sí mismo y al mundo, esforzándose por descubrir su posición exacta en la historia y en el universo, iluminar sus miserias y sus alegrías, sus carencias y sus facultades, y proyectar un provenir mejor del hombre" (GS 62).

Nuestras Comunidades cristianas no han llegado a percibir el sentido pastoral del Patrimonio, dimanado especialmente de estas propuestas del Concilio. Mas bien ha sido considerado en algunos sectores como un elemento perteneciente a un momento de la historia de la Iglesia en que esta se rodeaba de mecenas y aristócratas, y por ello, en parte, rechazable en razón de la connivencia que ello suponía con los poderes terrenos. No en vano muchas de nuestras iglesias sufrían las limpiezas de imágenes y retablos, que significaban para algunos un signo de poder. Seguramente que por este motivo la pastoral de las Diócesis no ha contado con una parcela destinada al Patrimonio.

Sin embargo poco a poco las aguas han vuelto a su cauce. No solo se ha ido descubriendo el verdadero significado del diálogo fecultura, propuesto por el propio Concilio, sino que ha sido la misma realidad sociológica del momento la que ha hecho redescubrir lo que fue el arte desde sus comienzos y la necesidad de una visión cristiana de este sector de la vida de la Iglesia, tan apreciado hoy por nuestra sociedad. No se trata ya de reconocer las dificultades evangelizadoras para la Iglesia en nuestro mundo moderno y de aprovechar la coyuntura de un Patrimonio que llama la atención y que sirve para hablar de Dios. Si solo fuera eso nos encontraríamos ante la pobreza de una pastoral que se sirve de los últimos recursos para cumplir con su misión. Se trata sencillamente de dar al arte sacro su verdadero sentido, de hacer que cumpla con su cometido.

Hoy en nuestras Comunidades se están revalorizando las celebraciones y ello redunda en bien del Patrimonio, que es recuperado, y de nuestros templos, que se convierten en verdaderos lugares sagrados de encuentro y de oración. Pero reducir el Patrimonio únicamente a este aspecto litúrgico sería restrictivo y supondría una traición a lo que ha supuesto a lo largo de toda la vida de la Iglesia.

Actualmente más que nunca es necesario que los pastoralistas unifiquen los esfuerzos e inquietudes que surgen en el Pueblo de Dios y que consideren como medios indispensables todos los recursos que tiene la Iglesia para revitalizarse interiormente y acercarse al mundo. Nuestro Patrimonio no ha de ser considerado únicamente como un medio material que sirve para el culto y las celebraciones, envuelve toda una historia de símbolos, de teología, de fe que sirve para descubrir a Dios y acercarnos a El. En las obras de arte no solo se halla escrita y descrita la vida de las Comunidades, está también el reto que tiene hoy nuestro Patrimonio para divulgar la fe entre los visitantes y curiosos, entre los niños que descubren a Dios por medio las imágenes y entre los adultos que siguen necesitando de símbolos para acercarse a la divinidad.

Estas son las motivaciones que hacen que la palabra Patrimonio tenga cabida en un Diccionario de Pastoral. El mundo de las artes, también las modernas, de los estudiosos que investigan la historia de nuestros pueblos, de los consejos pastorales que tanto tiempo y desvelos dedican a la rehabilitación de sus templos y de los numerosos visitantes ajenos a nuestra cultura no ha de ser olvidado por una digna programación pastoral, que tiene en cuenta todos los sectores y personas de su entorno.

2. "Y el Verbo se hizo carne" (Jn 1, 14)

No es este el momento ni el lugar para describir el origen de las imágenes en los lugares sagrados ni la causa de la lucha iconoclasta. Lo cierto es que poco a poco, aun conservando las diferencias entre los pueblos orientales y los occidentales, las representaciones se fueron haciendo un hueco en nuestros templos. Y todo ello es una consecuencia de la cercanía de lo divino a lo humano o de la percepción terrena da la vida de Dios. San Juan fue explícito en su testimonio: Dios se hizo hombre. El teólogo oriental Paul Evdokimov describe la estrecha relación entre la Palabra y la Imagen. Dios y su Palabra entran en la historia de los hombres. Esta Palabra de Vida "se ha manifestado, y nosotros hemos visto y testificamos, que estaba en el Padre y se nos manifestó" (lJn 1,2) A partir de la Encarnación del Hijo de Dios el misterio y la imagen se hallan unidos y esta es la expresión mas grandiosa y elocuente del arte sacro, la unión de Dios con el hombre, la mezcla del Espíritu y la carne.

"En ÉI estaba la vida". A las imágenes de nuestros templos solamente les falta hablar, o quizás hablan pero no las entendemos del todo. Miles de años de historia, de vida cristiana, de vida de Iglesia y de comunidad se manifiestan en nuestros templos y en nuestros retablos; piedra y espíritu, madera y símbolo, material perecedero y doctrina divina mezclan el arte de nuestros templos. Los Sacramentos dan la Vida, pero las imágenes nos lo enseñan con una catequesis que se transmite de generación en generación.

Hoy que tanto hablamos de la pedagogía de los medios adecuados para la comprensión, de la imagen como vía de comunicación vemos que eso comenzó hace muchos años en nuestros retablos.

"Todas las cosas fueron hechas por Él". En la Pascua del año 1999 el Papa Juan Pablo II ha dirigido una carta a los artistas, a los que descubre como imagen de Dios, ya que "nadie mejor que vosotros, artistas, puede intuir algo del phatos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos. Un eco de aquel sentimiento se ha reflejado infinitas veces en la mirada con que vosotros, el igual que los artistas de todos los tiempos, atraídos por el asombro del ancestral poder de los sonidos y de las palabras, de los colores y de las formas, habéis admirado la obra de vuestra inspiración, descubriendo en ella como la resonancia de aquel misterio de la creación a la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros" (n° 1). El Espíritu que aleteaba en medio del caos del Universo y que dio sentido a la obra de Dios, impregnándola de su fuerza y sentido, es el mismo que inspira a los artistas a la hora de modelar y potenciar su capacidad creativa. El artista logra esto a través de una especie de iluminación interior, despertando las energías de su mente y de su corazón para concebir la idea y darle forma en la obra de arte. De esta manera el artista se siente continuador de la obra creadora de Dios, en su función de artífice en cuanto imagen de Dios.

"La luz luce en las tinieblas". Los distintos momentos que ha vivido la expresión artística a lo largo de los siglos han respondido a las circunstancias sociales e históricas del artista. No han faltado en ellas momentos de decadencia y de esplendor, de representaciones maravillosas y de obras decadentes. Muchas veces el artista se ha fijado en los dolores cotidianos o en las tragedias de la sociedad del tiempo. Atendamos por un momento al arte sacro. Han abundado los dolores y tragedias de la vida plasmados en relatos de Pasión, es fácil encontrar el sufrimiento de la Dolorosa o los fallos de los apóstoles; no es extraño tampoco descubrir los sufrimientos de los santos. Pero junto a todas estas tinieblas de penas encontramos, en una disposición iconográfica, las alegrías de la Resurrección, la victoria de los santos o la justicia equitativa de los hombres. El arte, especialmente el religioso, muestra un largo camino de los hombres hacia la perfección, una muestra de virtudes que suponen una superación constante, un guión explicativo que culmina siempre en la perfección y en la victoria. Resurrección, milagros, Natividad, Epifanía, Cena del Señor, etc..., son pruebas contundentes de una expresión artística que tiende a la victoria de la Vida sobre la muerte, de la luz sobre las tinieblas.

"Y habitó entre nosotros". El Antiguo Testamento prohibía hacer representaciones de Dios, ya que trasciende toda representación material: "Yo soy el que soy". Sin embargo en el misterio de la Encarnación el Hijo de Dios se ha hecho visible. Dios se ha hecho hombre en Jesucristo, que de esta manera se ha convertido en el punto de referencia para comprender el misterio de Dios, de la existencia humana y del mundo.

Dios hecho hombre y manifestado a través e las imágenes ha comenzado a ser uno de nosotros a partir de su Encarnación y como el hombre no tiene otros medios de expresar sus vivencias y su fe que los humanos, como las palabras, los sonidos, el lenguaje, las imágenes, ha plasmado a Dios a través de estos medios. Dios se ha hecho uno de nosotros y se ha dejado plasmar como uno de nosotros. En algunos momentos de la expresión artística en que los otros medios se hallaban menos extendidos, la fórmula de las imágenes era el más eficaz para conocer, vivir y manifestar la fe. Si el lugar más idóneo para conocer y celebrar nuestra fe son los templos, no en vano los artistas la plasmaban y manifestaban en ellos, unas veces por encargo, otras por cercanía a esa Comunidad, pero siempre por una convicción; no es extraño por ello que en los momentos en que la palabra y el lenguaje eran patrimonio de unos pocos, la imagen y el retablo eran el medio más idóneo para entender, comunicar y vivir la fe.

La Imagen es la Biblia de los pobres. En el año 599 San Gregorio Magno dirigía estas palabras al Obispo de Marsella, Sereno: "La pintura se usa en las iglesias para que los analfabetos, al menos mirando a las paredes, puedan leer lo que no son capaces de descifrar en los códices" (PL 77, 1128-1129). Si las catequesis de muchos siglos en la Historia de la Iglesia fueron explicadas a los más pobres a través de estas imágenes, ¿por qué no recuperar hoy el protagonismo de las personas más sencillas en la posesión y dominio de nuestros retablos, que a menudo se quedan en manos de los estudiosos, los cuales únicamente descubren en ellos expresiones artísticas?

Si Cristo ha nacido para todos, especialmente para los más pobres y sencillos, las expresiones artísticas de este misterio han de ser patrimonio de esas mismas personas.

"Vino a los suyos y los suyos no le recibieron": El arte, que ha nacido en las expresiones religiosas, ha ido tomando a lo largo de la historia caminos divergentes que le han separado de la fe. En la Edad Moderna el Humanismo cristiano ha ido evolucionando, llegando en ocasiones a unas expresiones artísticas ajenas al hecho religioso. Este clima ha conducido a una separación entre el mundo del arte y el de la fe, constatando al menos un menor interés de muchos artistas por los temas religiosos. Esto ha llevado a la Iglesia a respetar profundamente esta postura. A pesar de todo ha seguido manteniendo un gran aprecio por el valor del arte como tal. Y es que al arte cuando es auténtico tiene una íntima afinidad con el mundo de la fe, de tal manera que incluso en las condiciones de mayor despego de la cultura respecto de la Iglesia el arte continua siendo una especie de puente tendido hacia la experiencia religiosa, ya que todo arte esconde algo de misterio. Y es que cuando el artista busca y plasma la belleza va más allá de lo cotidiano, de lo que ven nuestros ojos; incluso cuando representa el desconcierto de la persona o el mal está demandando una especie de redención universal. Por ello nos hallamos ante un gran reto, el que supone de acercamiento entre la fe y la cultura entre las expresiones artísticas y la religión.

"Y hemos visto su gloria". Las maravillas del Patrimonio pueden ser analizadas desde el punto de vista de una recuperación completa de todos los edificios, hecho muy difícil en algunos casos. Puestos a soñar podemos ver unas catedrales llenas de luz, blancas como el primer día, porque se han restaurado en su integridad; podemos imaginarnos unos templos muy bien consolidados y llenos de turistas; podemos contemplar una orfebrería maravillosa detrás de las vitrinas, y soñamos con unas rutas llenas de ensueño y plagadas de joyas que llenan la geografía y el paisaje. Si es solamente esto aún estamos en la oscuridad de las tinieblas, aún no hemos visto las maravillas de Dios, que encierran esas joyas. La verdadera gloria de Dios es que las catedrales sirvan como puntos de encuentro para el Pueblo cristiano, que las iglesias sean punto de referencia parroquial y comunitaria, que la importancia de los retablos no radique ni en su restauración ni en su estudio, sino en la verdadera expresión del misterio vislumbrado por niños y jóvenes, que nuestros museos no sean visitados por muchos o pocos turistas, sino que sean un itinerario de fe y de interrogantes, que el arte preste un servicio al mundo de la cultura y sirva pastoralmente a los turistas y que cada uno de los templos sea un hervidero de paz y de solidaridad para un mundo que sigue necesitando y buscando a Dios.

3. Agentes de la pastoral programada a través del patrimonio

El Obispo Diocesano: Por institución divina es sucesor de los apóstoles en virtud del Espíritu Santo que se le ha conferido y está constituido como pastor de su iglesia particular. Entre las funciones que tiene encargadas y que a la vez encomienda a sus colaboradores se halla la de santificar. Si quisiéramos encuadrar cada una de las Delegaciones Sectoriales de una Diócesis en una función propia del obispo tal vez habría que situar la de Patrimonio en esta función santificadora. Por ello el obispo diocesano es el primero al que corresponde descubrir y encauzar todas las inquietudes de su Diócesis en relación con el Patrimonio. El preside la Comisión Diocesana de Patrimonio, de la que se hablará más adelante, y a su vez encomienda y conoce las decisiones del Cabildo de la Catedral. En el número 124 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia el Concilio Vaticano II encarga a los ordinarios una serie de funciones que el obispo, a su vez, encomienda a las distintas Comisiones o Delegaciones, especialmente en lo referente al Arte Sacro. Cuando el obispo de una Diócesis es sensible a las obras de arte, a los templos y a un deseo de diálogo con la cultura, el Patrimonio de dicha Diócesis adquiere un alto nivel por la finalidad que tiene, por la conservación y por el servicio que presta a la sociedad.

El Consejo Presbiteral: La función de este órgano es ayudar al Obispo en el gobierno de la Diócesis conforme a la norma del derecho. Sin entrar en la constitución del mismo, en sus estatutos y en sus miembros, es conveniente recoger en este apartado la necesidad de una inquietud en el Presbiterio por abordar también aquello que esté relacionado con el Patrimonio. Especialmente en algunas Diócesis cargadas de historia y de arte es muy conveniente que entre los miembros del Presbiterio haya sacerdotes especialistas en Patrimonio que ayuden a descubrir la función pastoral de la historia y del arte como la memoria de un pasado que es guía de las nuevas Comunidades.

El Consejo Pastoral Diocesano: Este Consejo tiene como función estudiar y valorar lo que se refiere a las actividades pastorales y sugerir conclusiones prácticas sobre ellas. Si en dicho Consejo ha de estar representada toda la Diócesis sus miembros, muchos de ellos laicos, han de recoger las inquietudes y posibilidades que tiene toda la Diócesis para hacer llegar el mensaje de Cristo a todos >los lugares de la misma. En esta tarea todas las iniciativas son valiosas y han de recoger las propuestas de la sociedad actual sobre las obras de arte, en razón de la demanda social que suponen y de la obligación que tiene la Iglesia de ponerlas al servicio de la misma, no solo con el fin de cumplir la ley, sino especialmente de darles el sentido que tienen dentro del contexto de la fe y de la Comunidad. La programación pastoral de una Diócesis no puede olvidar las inquietudes sociales del momento y el movimiento de masas por nuestras iglesias y catedrales.

Los Arciprestazgos: A pesar de que el Arciprestazgo no tiene personalidad jurídica propia es el órgano intermedio, para la pastoral diocesana, entre la Diócesis y la Parroquia. Varias de ellas quedan agrupadas en este ente que facilita una labor evangelizadora común y compartida y que se hace más necesaria donde las Parroquias son reducidas. Todo arciprestazgo tiene unas notas comunes que facilitan una convivencia y una programación comunes. El arcipreste ha de ser el elemento aglutinador de todas las inquietudes y entre estas no han de faltar las actividades relacionadas con el Patrimonio, sentido en este caso de cerca por los propios fieles, que ven identificada su fe con unos lugares religiosos. Estos han de ser suficiente signo de atracción como para que el pueblo de Dios no solo utilice estos lugares para sus celebraciones, sino que les vea como espacios donde se ha plasmado su fe y siguen sirviendo para la instrucción y adoctrinamiento de la misma en los que se hallan en periodo de formación. Entre las funciones propias del Arciprestazgo se halla la de conservar, difundir y utilizar pedagógicamente el patrimonio eclesial: Inmueble, mueble y documental. El Arciprestazgo tiene un representante en la Delegación Diocesana de Patrimonio. Dentro de las diversas y numerosas acciones pastorales ocupan un lugar importante los desvelos, preocupaciones y acciones comunes que tienden a conseguir tales proyectos. Poco a poco estas actividades van encajando como actividad propiamente pastoral y como signo de comunidad.

La Delegación Diocesana para el Patrimonio: Esta es la Delegación Sectorial Diocesana que se encarga de coordinar todas las actividades pastorales que utilizan el Patrimonio. A su vez este se convierte en motivo de inquietud y de actuación por parte de la misma Delegación. Los objetivos mas importantes de la Delegación son los siguientes: Cuidar todo el Patrimonio Diocesano en cuatro aspectos o secciones: Bienes Inmuebles y Arqueología, Bienes muebles, Patrimonio Documental de Archivos y Bibliotecas y Difusión Cultural, evangelizar a través de este Patrimonio, potenciar talleres y escuelas de formación y de restauración y formar guías del Patrimonio con finalidades turísticas.

Pertenecen a esta Delegación los representantes de cada uno de los arciprestazgos, que tienen como función presentar los programas, propuestas y dificultades de cada una de dichas demarcaciones o grupos y llevar a los mismos la programación y propuestas de la Delegación; igualmente tienen relación permanente con esta Delegación los miembros componentes de la Comisión Diocesana de Patrimonio, de la que se hablará posteriormente; también pertenecen a esta Delegación todos los técnicos que, de manera ocasional o continuada, colaboran en las actividades de la Delegación, sea en Inventario o en actividades ocasionales, como cursillos, propuestas de rehabilitación, etc.. Al lado de todas estas personas se encuentra, como coordinador, el Delegado Diocesano de Patrimonio, que actúa en nombre del Obispo en todos los temas del ramo. Esta Comisión tiene también relación permanente con las restantes delegaciones diocesanas de Patrimonio de las Diócesis españolas a través de la Secretaría de la Comisión Episcopal de Patrimonio, pero especialmente con los otros delegados de su Comunidad Autónoma, ya que en ella se deciden y programan las restauraciones, al contar cada una de ellas con las correspondientes competencias.

La Comisión Diocesana para el Patrimonio Cultural: Es el órgano diocesano consultivo del Obispo, por él presidido, que decide en todos los temas de Patrimonio de la Diócesis. Este organismo tiene tal importancia en la Diócesis que ya el Concilio Vaticano II indica a los ordinaríos del lugar que oigan a la Comisión Diocesana de arte sagrado en los temas de obras de arte. Incluso insinúa que también sean escuchadas otras personas técnicas. Por ello pertenecen a esta Comisión el Vicario General, como vicepresidente, el Delegado diocesano de Patrimonio, el fabriquero de la Catedral, el Director del Taller diocesano de Restauración, el aparejador diocesano, cinco representantes de los arciprestazgos y algunos laicos como el arquitecto diocesano, el arquitecto territorial de la Administración y un profesor universitario; cuenta igualmente con un secretario. La relación de esta Comisión con la Administración se lleva a cabo a través de un representante de la Diócesis en la Comisión Territorial de Patrimonio de la Provincia, que suele ser el Delegado de Patrimonio.

Este organismo diocesano tiene relación permanente con la administración, especialmente para aquellos inmuebles que están declarados Bien de Interés Cultural o para los muebles que se hallan incluidos en aquéllos.

La Parroquia: Es la figura de la Iglesia más cercana y donde se perciben más los signos de la presencia de aquella en la sociedad. Se convierte en el ámbito mas idóneo de integración entre el Párroco y los fieles laicos, que ven en el templo el signo de la presencia de Dios en la sociedad y el lugar emblemático donde se vive la fe por historia y por tradición. De ahí el aprecio de toda la Comunidad a estos signos, que son el templo y todos los bienes muebles que contiene. Estos se han convertido para toda la Comunidad en los lugares y los elementos de definición de la fe, por lo que, además de tener un valor artístico e histórico, encierran otro que es una mezcla de lo sentimental y de lo simbólico, de lo cultural y lo sagrado.

Este significado del patrimonio para el fiel laico se halla potenciado en este momento por el aprecio que todo un pueblo tiene respecto del Patrimonio. Por ello la Parroquia es el lugar mas propicio para que los bienes culturales de la Iglesia sean utilizados en su verdadero sentido, el sagrado, el pastoral. Ha de servir para educar en la fe, para formar a todos los fieles allí bautizados, para educar en el gusto estético y en el valor sagrado de los bienes, para que sea signo de encuentro entre parroquianos y turistas y para que el templo y sus elementos sean utilizados como medio unificador, formativo y de compromiso en la fe. A esto ha de ayudar el Consejo Pastoral de la Parroquia, que no solamente dedica tiempo, mucho, a sus cuentas parroquiales y a sus programas pastorales, sino que ha de unificar ambos elementos sabiendo que también ha de ser utilizada su iglesia para educar a los niños, sus retablos para la catequesis y sus imágenes para el día de la procesión; todo ello sirva para descubrir los valores simbólicos que encierran.

Al pertenecer al dicho Consejo Pastoral laicos que incluso pueden ser unos buenos profesionales de la educación o de la técnica ellos mismos son los medios de la Parroquia para llegar a todos los ámbitos de la sociedad con este significado sagrado del arte. Este sector de la pastoral compromete por otro lado a todas las fuerzas vivas de la Parroquia: madres que enseñan a sus hijos, profesores y sus alumnos más jóvenes, personas de tercera edad que recogen una historia pasada pero viva, etc.

4. El uso de los "bienes culturales" de la Iglesia

La propiedad, gestión y uso de los bienes de arte sacro corresponde, de acuerdo con la legislación vigente, tanto canónica como civil, a las diversas Entidades jurídicas que integran la Iglesia Católica. Las vicisitudes de la historia, a menudo complejas, muestran el interés de esta por las Bellas Artes y por la cultura, por lo que la han hecho acreedora a un reconocimiento social y jurídico, ya que ha puesto ambas al servicio de nuestro pueblo.

Este Patrimonio ha de ser contemplado al amparo de los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede, firmados en 1979, y que, según los principios de la Constitución Española de 1978, exigen desarrollos legislativos ulteriores en cada una de las materias y en cada Comunidad Autónoma.

La Comisión Mixta del Ministerio de Cultura y de la Conferencia Episcopal, creada en cumplimiento del artículo XV del vigente `Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre enseñanza y asuntos culturales'; aprobó el 30 de Octubre de 1980 el Documento relativo al Marco jurídico de actuación mixta Iglesia-Estado sobre Patrimonio histórico-artístico e indica en el número 2: "Se reconoce por el Estado la función primordial de culto y la utilización para finalidades religiosas de muchos de esos bienes que ha de ser respetada. Sin perjuicio de ello la Iglesia reitera su voluntad de continuar poniéndolos al alcance y servicio del pueblo español y se compromete a cuidarlos y a usarlos de acuerdo con su valor artístico e histórico".

Por otra parte el mismo Documento indica en el número tres los principios que se tendrán en cuenta en el tratamiento de los bienes eclesiásticos que forman parte del Patrimonio Histórico y Documental, destacando el primero: "El respeto del uso preferente de dichos bienes en los actos litúrgicos y religiosos y la utilización de los mismos, de acuerdo con su naturaleza y fines, por sus legítimos titulares".

En virtud de estas orientaciones, con la transferencia de competencias, se firmaron posteriormente los Acuerdos entre las Autonomías y las Iglesias Particulares, o Diócesis, organizadas bien por Provincias Eclesiásticas o bien por Regiones. En todos ellos se acuerda la constitución de una Comisión Mixta Gobierno Autónomo - Obispos de las Diócesis y se fijan los criterios de actuación conjunta de las mismas en materia de- Patrimonio.

Conocida esta normativa es necesario valorar el motivo por el que han ido surgiendo tantos bienes de arte sacro, lo cual viene a complementar la normativa anterior. Los templos no solo han nacido como una digna y maravillosa expresión artística, no han sido levantados exclusivamente por una motivación de grandeza humana o de prestigio personal con las congruas ayudas de la aristocracia. Cada obra escultórica no ha sido solo expresión de la corriente artística del momento, cada ornamento litúrgico no era solo el medio para plasmar la belleza y la riqueza de cada familia. Todo el arte sacro tiene una motivación, ha nacido dentro de un contexto religioso que le hace precisamente sacro porque es utilizado para una finalidad sagrada, para una relación de los hombres con Dios. Cada retablo no es solamente un escaparate de figuras y formas, es sobre todo un medio de expresar lo que el artista vive, lo que se le indica que represente y la forma para que el mensaje allí contenido sea mejor comprendido y divulgado.

Por ello, cuando hoy visitan nuestras iglesias, ermitas y museos tantos turistas, cercanos o alejados de estas motivaciones religiosas, no les podemos hurtar el profundo sentido de fe de todos estos elementos artísticos que nos hablan y nos acercan a Dios y nos presentan palmariamente los misterios de fe.

Un templo tiene una historia artística y una evolución de acuerdo con los diferentes momentos de su construcción, pero también encierra una motivación, unos símbolos en cada uno de sus elementos, que no han sido ahí colocados por casualidad y que se siguen utilizando para un servicio comunitario y una enseñanza que están en su misma entraña. Esta es la línea que hoy ha de dar la Iglesia a tantas visitas turísticas: No privar del verdadero sentido que vio nacer la obra artística y su sentido actual. Este gran reto puede establecer nuevos vínculos entre todos los pueblos y culturas que darán un mayor impulso a una riqueza que el cristiano comunica porque no la tiene en exclusiva, cumpliendo así lo que ya dijo San Juan en su primera carta: "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de vida... lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros" (1 Jn 1, 1-2).

En relación con este uso secular que la Iglesia ha realizado del Patrimonio sacro no hay que olvidar un signo que ha traspasado las fronteras de nuestro país y que por lo tanto es aplicable al arte sacro en general. Se trata de las Exposiciones, destacando entre ellas "Las Edades del Hombre". Desde el año 1988 la Iglesia en Castilla y León se planteó un reto que aún sigue vivo y que ha sido una clara muestra del gran atractivo que supone el patrimonio cuando es presentado con una visión especial. Las Edades del Hombre han ido sacando a la luz, de modo paulatino y pedagógico, el arte sencillo, maravilloso y misterioso de nuestros templos. Los guiones explicativos, el maravilloso marco de las Catedrales y el propio arte han maravillado a propios y extraños, los unos porque desconocían la que tenían entre manos, los otros porque han contemplado unido no solo en el espacio sino en el contexto todo un misterio que se desarrolla a la par que el hombre nace, vive y muere.

Otras muchas exposiciones sirvieron de antesala de estas magnas muestras, todas ellas marcaron el camino de un proceso que va caminando por todas las Diócesis castellano - leonesas y que descubre el misterio del hombre encerrado en el misterio de Dios. Otras muchas muestras han seguido los pasos de las Edades del Hombre, que en la misma medida han servido de reto en cada lugar.

Todas estas muestras se hallan enmarcadas dentro del proceso, ya iniciado por las Diócesis hace algunas décadas, de concentrar en museos las obras de arte de aquellos templos que ya han perdido su significado como lugar sagrado o incluso de los que carecen de la necesaria protección. Estos son los museos diocesanos. Es verdad que la obra de arte sacro han de estar depositada donde cumple su función o es utilizada. Sin embargo la realidad es mucho mas problemática. Parroquias sin feligreses, templos sin protección y la falta de uso continuado de los mismos invitan a tomar decisiones que redunden en bien de una sensata conservación.

Para ello son imprescindibles los museos diocesanos que han de seguir mostrando a los visitantes un arte sacro en consonancia con su finalidad y con la indicación de su lugar de procedencia. Los museos diocesanos descubren la historia de las Comunidades Parroquiales.

Finalmente bueno será aplicar a la realidad restauradora y de rehabilitación de templos, retablos e imágenes unos criterios que están basados en un diálogo entre la Ley y el uso y que permitan acomodar los edificios y los bienes muebles en su "nueva ubicación" a su misión primordial pero con una nueva orientación. En este sentido la historia se ha convertido también en maestra de la vida, ya que si bien ha sabido pasar de un estilo a otro sin estridencias lo ha hecho utilizando e integrando formas diferentes y a menudo contrarias en un mismo edificio y ha sabido recuperar íntegramente una imagen deteriorada porque era utilizada por el pueblo cristiano.

El respeto a la obra de arte y a la incorporación de diferentes elementos no ha impedido ni ha de impedir en el futuro que se recupere el arte sacro pensando sobre todo en una evolución constante que mira al pasado para conservar, pero que también pone los ojos en el futuro descubriendo nuevos artistas. En este momento tan delicado sobre unos criterios de restauración que se aplican solo para conservar u otros que incitan a acomodar a los usos propios, se ha de llegar a una síntesis integradora que abra las puertas a los nuevos artistas, que también son creadores y a los que igualmente la Iglesia habrá de acoger y potenciar.

5. Conclusión

La Historia de la Iglesia, sus usos y costumbres y todas sus experiencias han sido un vehículo de inquietudes, de proyectos y realidades. Este momento histórico que nos ha tocado vivir es sumamente rico en acontecimientos, experiencias y posturas enriquecedoras con respecto al Patrimonio. La Iglesia en España no es ajena a este gran reto, ya que gestiona una parte importante del Patrimonio, el que se denomina sacro, pero que queda englobado en la gran inquietud que toda la sociedad muestra hacia el legado de nuestros antepasados en forma de arte. Por ello hoy mas que nunca se requiere una coordinación y unión de todos los sectores de nuestra sociedad para utilizar, conservar y mostrar el patrimonio. Tal vez de esta manera empieza ya a cumplir el ineludible designio de servir de vínculo de unión en nuestra sociedad, que tanto sigue necesitando signos y motivaciones que le hagan pensar en un diálogo y una paz, que van más allá de los simples intereses materiales y que se simboliza en una de las mas sugerentes actividades humanas, el arte.

BIBL. — PLAZAOLA ARTOLA, J., Historia y sentido del arte cristiano, Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1996; PLAZAOLA ARTOLA, J., Historia del arte cristiano, Biblioteca de Autores Cristianos. Colección Sapientia Fidei. Madrid, 1999; NAVAL, F., Elementos de Arqueología y Bellas Artes, Santo Domingo de la Calzada, 1904; FERNÁNDEZ RoiG, J., Iconografía de los santos, Ediciones Omega., S. A. Barcelona, 1950; REAu, L., Iconografía del arte cristiano, 7 Tomos. Ediciones El Serbal. Barcelona, 1997; IGUACÉN BoRAu, D., Diccionario del Patrimonio Cultural de la Iglesia, Ediciones Encuentro. Madrid, 1991; HANI, J., El simbolismo del templo cristiano, Ediciones Sophia Perennis. Barcelona, 1996.

Juan Alvarez Quevedo