Acción misionera
DPE


SUMARIO: 1. La Acción Misionera. Naturaleza y formas. — 2. Modelos en la historia de la Iglesia. — 3. La expresión de la fe en nuestra sociedad. — 4. Un cristianismo más apostólico. — 5. Proponer la fe como profecía. — 6. Proponer la fe desde la compañía. — 7 Proponer la fe desde la memoria.— 8. Campos principales del anuncio. — 9. Conclusión y Bibliografía.


1. La Acción Misionera. Naturaleza y formas.
La Acción Misionera es la evangelización dirigida a los no creyentes y a los creyentes de religiosidad difusa, la preparación de la fe (preparatio fidei). La trilogía que asume y define el Directorio general para la catequesis de la Conferencia Episcopal española (DGC 47-49) distingue tres etapas de la Evangelización: la acción misionera, dirigida a los no creyentes, la acción catequética, orientada a iniciar a la fe y a la vida cristiana y la acción pastoral, que es la evangelización que tiene por destinatarios a quienes son ya creyentes. El objetivo de la acción misionera (AM) es provocar en la persona una actitud de fe, de apertura al Evangelio, de búsqueda de Dios, admiración hacia Jesucristo y disponibilidad inicial a su seguimiento. Forma parte de la acción misionera no sólo aquella acción del cristiano y de la Iglesia que intencionalmente va dirigida a la conversión de la persona a Jesucristo, sino también toda expresión de la fe en la vida cotidiana y pública que llega al mundo no creyente y que constituye la percepción que éste hace de la fe y de su significado para él. El contenido esencial del anuncio es el que bien recoge la Evangelii Nuntiandi: "En Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres como don de la gracia y de la misericordia de Dios» (EN 27).

La AM de la Iglesia se expresa en múltiples formas y niveles. Destacamos el nivel interpersonal, el ambiental y el institucional-cultural.

Primeramente, el nivel interpersonal. Es la AM practicada por el cristiano laico en la vida secular, es decir, en la familia, el trabajo y las relaciones cotidianas. Es el apostolado horizontal o capilar. J. Cardijn, fundador de la JOC, decía que el joven y la joven trabajadores son "en su medio y entre sus compañeros, el apóstol primero e inmediato de Dios". El tono apostólico del cristiano actual es bajo. Por lo general hay una delegación en las instancias pastorales de la responsabilidad misionera derivada del bautismo. El lugar principal de esta AM ha sido la familia. Hoy está en crisis la transmisión de la fe en este ámbito. En esta AM es decisivo el testimonio de vida evangélico y el compromiso liberador. Uno y otro son anuncio de vida que es condición de credibilidad del anuncio de Jesucristo. Aun no es suficiente. Para que sea completo es preciso el anuncio explícito como bien afirma la Evangelii Nuntiandi.

En segundo lugar, el nivel ambiental. Este tipo de AM es el desarrollado por comunidades parroquiales y asociaciones eclesiales diversas. La parroquia con su mismo estar físico es una presencia significativa. Las celebraciones de la vida, el matrimonio y la muerte son ámbitos de AM, unas veces mejor aprovechadas que otras. Las asociaciones laicales realizan actividades diversas: campañas, actos abiertos, publicación de revistas, comunicados públicos..., con finalidad misionera. Entre éstas destaca el acompañamiento al compromiso apostólico de sus miembros, a través de diferentes medios, como la animación de grupos de acción o círculos de acompañamiento. Hay organizaciones y movimientos eclesiales que desarrollan una actividad misionera en otros países aún no evangelizados, para lo cual envían personas.

En este nivel hay que señalar la importancia de la pre-catequesis. Es una oferta dirigida a ofrecer un primer anuncio reposado de la fe. También podemos incluir en aquella los procesos intensivos de anuncio en un tiempo determinado, "la misión". Es un itinerario sistemático, no demasiado prolongado, en el que la persona se pone frente al kerigma de Jesucristo. La pre-catequesis es la puerta a la iniciación cristiana, pretende a través de una presentación sintética de la fe, que la persona interesada en Cristo se adhiera de forma inicial a él. Es una tarea promovida por la comunidad cristiana. Requiere el envío eclesial de verdaderos testigos, pedagogos y acompañantes de la fe. Normalmente se deberá adaptar al punto de partida de los destinatarios.

Finalmente el institucional y cultural. Es la AM desarrollada por la Iglesia institución y sus instituciones. Destacan el papado, el episcopado, sus gestos, documentos y pronunciamientos. Su presencia pública es especialmente determinante en la formación de la imagen que la opinión pública y la cultura dominante se hace de Jesucristo y de la buena noticia. En este nivel es particularmente importante la mediación de los medios de comunicación social. Las asociaciones de Iglesia como Cáritas o Manos Unidas son también formas de expresión social cristiana. Los medios de comunicación de la Iglesia, así como la producción editorial, musical, artística incluso arquitectónica son formas privilegiados de expresión de la fe y de anuncio de Jesucristo. Incluso personalidades de la política, la economía, o la cultura de reconocida identidad cristiana representan formas de anuncio misionero de indudable valor.

2. Modelos en la historia de la Iglesia. La acción misionera no se ha concebido de igual forma en la historia de la Iglesia desde el discurso de Pedro en Pentecostés. Hay diferentes modelos (Cfr. S. DIANICH, Iglesia en misión, Salamanca, 1988).

La misión realizada. Es un modelo que atraviesa toda la historia del cristianismo hasta el siglo XX. La misión ha sido ya realizada. Se comienza a dar en los tiempos apostólicos. La misión que aparece en el Nuevo Testamento desde Jerusalén a Roma, pasando por Antioquía y Siria, se vislumbra ya realizada y ya universal en la medida en que el evangelio va alcanzando los diferentes pueblos y regiones. Es vivida con una fuerte conciencia escatológica. Los tiempos últimos se han cumplido y el plazo para la segunda venida de Cristo se anticipa breve. Posteriormente este modelo se asienta. Una vez que las Iglesias han sido plantadas, para cuyo cuidado se eligen obispos, presbíteros y diáconos, deja de haber apóstoles. Continúa en la medida en que se va generalizando en Europa la conversión de los reyes y de sus pueblos al cristianismo. Este modelo ha pervivido hasta este siglo en los países llamados católicos. En este modelo la acción misionera se coloca al margen y no en el centro de la autoconciencia eclesial. La acción vertebradora es la acción pastoral que se dirige a los que se presupone que ya han acogido la fe. Esta se pone al servicio de la maduración de la fe de los creyentes, a su santificación por medio de los sacramentos, a la defensa de su fidelidad y a la promoción de la coherencia moral con la fe que profesan. La Iglesia es todo el pueblo, ya misionado. ¿En qué consiste la misión? ¿En qué consiste el anuncio? Pues en las «misiones extranjeras», en el anuncio a los pueblos no cristianos. No hay lugar para la misión en el interior de la propia sociedad. Con ello lo que se presenta como problema es el destino eterno de los que mueren sin bautizar (Sto. Tomás), el de los herejes, que han de ser físicamente eliminados, porque amenazan la fe del pueblo y el del Islam, como anomalía infiel que ha de ser combatida. Tampoco hay espacio para el compromiso socio-político. Si el pueblo está ya cristianizado, no hay necesidad de transformación social.

La misión preterida El contexto en que nace este modelo de misión es la persecución de los cristianos por el Imperio romano. La Iglesia joven choca contra el muro hostil de todo un Imperio. Esto le llevará a hacer del martirio su anuncio. El testimonio de la fe en un mundo que la envía a la muerte es la aceptación de la propia muerte en nombre de Cristo, quien también fue crucificado. El mundo, la historia, la vida terrena..., son despreciados por el radicalismo escatológico de la experiencia martirial. Propiamente esta experiencia clausura la misión, por eso es misión preterida: el mundo y la historia son exclusivamente el lugar del martirio y de la cruz, no pueden ser por ello espacio de diálogo y misión. La Iglesia es fiel al anuncio de su Señor en la dialéctica con el mundo. Este modelo una vez que cesan las persecuciones se va transfiriendo al terreno de la ascesis. Es la irrupción del monaquismo. Salir al desierto para vivir en la renuncia a lo mundano. La búsqueda y la vivencia de la cruz se buscan en el no al compromiso conformista con el mundo. La renuncia al sexo, a los bienes, a la mujer/al hombre, al placer, a uno mismo, a las cosas mundanas es anuncio del Señor. El mundo es lo antievangélico y lo transitorio y contingente, es lo menos importante. Lo verdaderamente importante son las cosas eternas, las cosas de Dios. ¿No representa este modelo una cancelación de la misión?

La misión escondida. Es un modelo de misión también y diversamente extendido a lo largo de la historia. Las relaciones entre el mundo y la historia con la Iglesia son de carácter «escondido», espiritual. Sirve desde una eficacia mistérica. Su misión es escondida. Este modelo subraya la intimidad de las relaciones de la Iglesia con Dios, y en particular con el Cristo muerto y resucitado. La eficacia del servicio de la Iglesia se confía sobre todo a la oración, a la contemplación, al sufrimiento, al martirio, a la pobreza, al ocultamiento. Algunas concreciones de él. La teología lunar de los Padres. Cristo ejerce una influencia en la historia al modo de la luna, de los astros en las cosechas, en las mareas, en los caracteres de las personas... Implica un repliegue en la concentración de su misterio. Este modelo se despliega en la Edad Media en la Iglesia oriental. La eclesiología se centra en la eucaristía. Cuando y donde se celebra la eucaristía se realiza una misteriosa irrupción de la Iglesia en el mundo. La estructura de la Iglesia se organiza en torno a la liturgia. Su función es icónica. La relación con el imperio bizantino le delega a él la misión histórico-política. Otras realizaciones son la literatura espiritual del XIX y comienzos del XX que habla de la herejía de la acción. El cura de Ars que convierte su parroquia mediante la penitencia y la oración. También Teresa del Niño Jesús, que desde su vida claustral, es declarada patrona de las misiones. Este modelo subraya que la eficacia de la misión brota del misterio de las relaciones íntimas y escondidas de la Iglesia con Dios. Este modelo también acontece en la teología de la liberación, en su lectura del martirio, como eficacia escondida. Cuando la madre de dos catequistas asesinados, la señora Erlinda, colombiana, dice: «Este es un caso muy doloroso para nosotros. Pero mis hijos no murieron, ellos siguen vivos en el corazón del pueblo y su sangre le da vitalidad a la comunidad, ellos cumplieron la voluntad de Dios» (G. GUTIÉRREZ, Beber en su propio pozo, Salamanca 1984, 149, en nota).

La misión contra gentes. La misión contra gentes es un modelo conocido. La guerra civil española es un buen exponente. Este modelo considera al otro, al mundo, a las gentes como enemigo a combatir en nombre de Cristo. La esperanza del Pueblo de Dios, más que un esperar con otros es una esperanza contra los otros.Tiene sus antecedentes en la experiencia de Israel. Sus relaciones con los pueblos del entorno son tensas, dramáticas, a vida o muerte. La guerra de Israel es la guerra de Yahvé. Etapa de misión contra gentes ha sido la de las Cruzadas de la Edad Media, contra los sarracenos. «En la muerte del pagano se gloría el cristiano, porque Cristo es glorificado. En la muerte del cristiano se demuestra cuánta magnanimidad ha tenido el rey que ha alistado al caballero» (S. Bernardo). Debajo de esto no sólo había mentalidad de la época sino incapacidad de la Iglesia para aceptar -desde una situación de societas christiana- la no Iglesia, la alteridad religiosa y política, que el mundo puede ser diferente, independiente, y concretamente que los estados estaban legitimados sin necesidad de tutela eclesiástica alguna. Observemos que este modelo se reproduce en la beligerante reacción que la Iglesia tiene ante la Ilustración. Gregorio XVI en la Mirad Vos denuncia como absurda y errónea opinión, por no decir locura, esa de reconocer y garantizar a todos la libertad de conciencia. Este modelo ha durado hasta el concilio Vaticano II. Todavía en 1925 Pío IX instituyó la fiesta de Cristo Rey como una llamada a la unión de todas las fuerzas de la Iglesia para combatir el laicismo, «la peste de nuestra época» (Quas primas). Algunos nuevos movimientos eclesiales de corte neointegrista también participan en este modelo contra gentes.

La misión ad gentes. La misión a los gentiles o paganos es un modelo que tiene sus precedentes en la predicación y conversión de los pueblos sajones en el siglo VI, vía conversión del rey y la corte, y en algunas prácticas menores pero significativas como las de los franciscanos. Su realización eminente se sitúa en dos épocas: la del descubrimiento del Nuevo Mundo y la de la expansión colonial del siglo XIX.

La misión ad gentes es un modelo de gran relevancia teológica y práctica. Tiene dos acentos. El de la evangelización de los individuos y el de la evangelización de los pueblos. El primero busca preferentemente la conversión de la persona y la salvación de su alma. El segundo pretende que el conjunto de un pueblo o de una nación se convierta al catolicismo. Es lo que se ha llamado las «misiones extranjeras». Una actualización en vigor de este modelo es la de la plantatio ecclesiae, la plantación de la Iglesia, es decir, la creación de una Iglesia local, enraizada en la cultura, en el pueblo, con laicado y clero indígena y responsable de la Iglesia en el lugar. Este concepto de misión en realidad concibe la misión como una tarea provisional de la Iglesia, hasta que se haya producido la plantación de esas Iglesias. Una vez realizada, concluye la misión. Con lo que la misión es un capítulo opcional de la eclesiología. Por otro lado, presupone una cierta connatualidad de los pueblos con la religión, sea la cristiana u otra. No se pregunta por la existencia de ámbitos de evangelización dentro de un mismo pueblo, ni se plantea el problema de la secularización en pueblos cuya Iglesia ha sido plantata hace tiempo. Este modelo ha aportado toda la reflexión sobre la inculturación de la fe. ¿Qué es lo nuclear de la fe? ¿Qué puede y debe ser recreado desde la diversidad cultural? Asimismo ha provocado la pregunta por cuando una adaptación del Evangelio no era sino una secularización de la identidad cristiana.

La misión histórico-salvífica. Este modelo parte de las insuficiencias del anterior. Tiene un excepcional momento insight en 1943, con la famosa France, pays de mission?, de H. Godin e Y. Daniel. Se preguntaba si el lugar de la misión era allí o si también en la misma Francia, en algunos ambientes, sobre todo en los obreros, no era tal la descristianización que requería una verdadera acción misional. Este planteamiento introdujo en la problemática de la misión la cuestión de la conflictividad social y de la posición política de la Iglesia y por otro lado hizo de la misión no una tarea accidental para el caso de un país no cristiano cuanto un dinamismo que acompaña siempre a la Iglesia, en cualquier ambiente, poniéndola en crisis y provocándola desde dentro. El término que polariza este modelo de misión, la histórico-salvífica, es el Reino. La misión es el acontecimiento del Reino, la tarea entre el ya sí y el todavía no. La historia humana y política forma parte de la única historia de la salvación. La Iglesia se coloca al servicio del Reino, de la animación evangélica de la realidad.

En este concepto de misión es en el que cobra relieve y entidad el laicado y su papel misionero en las realidades temporales. Asimismo ocupan un papel central en él las cuestiones de la paz, de la justicia, de la promoción humana, de la liberación, de los pobres. La democracia cristiana, como modelo de acción política de los cristianos es un producto del mismo. También la Teología política de Metz y la Teología de la Liberación. Este modelo va a ir presentando a la Iglesia una serie de problemáticas teológicas de gran calado: lo natural y lo sobrenatural, fin último y fin terreno, escatología e historia, reino de Dios y reino del hombre, carácter absoluto de la verdad y contingencia de la historia, unidad de la fe y pluralidad de la experiencia, autoridad de la Iglesia y libertad de los cristianos. La Gaudium et Spes (CVII) y la Evangelii Nuntiandi (Pablo VI, 1975) son el impulso y la reflexión madura de este modelo de misión.

3. La expresión de la fe en nuestra sociedad. La AM entraña hoy diversas dificultades. La religión esta inmersa en un proceso de transformación. Por un lado hay indiferencia hacia lo religioso, es la actitud de un tercio de la población española. Por otro, persiste el catolicismo. Un tercio presenta una práctica más o menos frecuente. Pero por otro emerge lentamente pero con fuerza un nuevo ámbito, el de la religiosidad difusa. En esta situación la experiencia del Dios de los Evangelios no es un dato admitido y universalmente aceptado.

El pluralismo socio-cultural y religioso ha cuestionado el supuesto cultural del Dios cristiano. Es algo que se da en todas las esferas de la vida social, laboral y familiar. Hay creyentes y no creyentes de todos los grados y tipos. La vida secular del cristiano se desarrolla en espacios plurales y, en la mayoría de las veces, se encuentra en minoría. El Dios de Jesús ha perdido realidad social. Cada vez es más marginal en las visiones del mundo dominantes. Y eso conduce a los creyentes a una situación de minoría cognitiva. En esta situación ¿cómo nombrar al Dios de Jesucristo si para la cultura no existe, le es insignificante, desconocido, incómodo o sospechoso?

Son muy excepcionales los momentos en los que el creyente expresa su fe en la vida cotidiana, en el trato corriente. En realidad esta expresión se reduce al ámbito familiar, a la parroquia y a los sacramentos, a las fiestas populares tradicionales y a los pequeños grupos cristianos. La vida cotidiana, el tiempo libre, el ámbito del trabajo, otras esferas de vida pública, la política e incluso el campo moral no son considerados por la gente como espacios donde se expresa o donde se espera que deba mostrarse el cristianismo. En la sociedad de hoy no se considera que haya unos rasgos determinados por los que se reconozca fácilmente a los creyentes en la vida cotidiana. Es más, parece que los propios creyentes no se interesan por poseer dichos rasgos. Desde el ámbito cristiano, nos encontramos ante una fe sin pretensión de identidad pública.

Por otro lado, nos encontramos con una sociedad de tolerancia limitada respecto a la expresión de la fe. Hay fuertes reticencias ante una visibilidad del cristianismo más allá del folklore, la tradición y el culto. Lo que traspase esos límites es percibido como rareza o como injerencia. Lo que se salga de ahí se considera comportamiento propio de secta o pretende invadir terrenos que no le corresponden. Es más, si la fe desciende a la vida cotidiana parece que esto no ocurre de modo espontáneo, sino intencionado, como para dar lecciones. Todo ello no quita para que a la sociedad le importe saber si uno es creyente. Es algo que define la intimidad de la persona. Y eso no es irrelevante. Ahora bien, parece que hay un código implícito de conducta por el que manifestarse cristiano no es lo primero que uno debe decir, ni lo primero que uno debe preguntar. De hecho se considera de mal gusto mostrar demasiado a las claras la identidad cristiana.

No obstante hay tres ámbitos de tolerancia a la expresión pública de lo religioso: a) El deportivo. No es extraño el recurso al lenguaje religioso para decir lo inesperado, lo inexplicable o lo insuperable de una gesta deportiva. b) El del "famoseo". Hablar de experiencia religiosa, manifestarse públicamente religioso o católico tiene algo de chocante, de estética contracultural..., por tanto, da que hablar. c) Y el de los comportamientos éticos heroicos. Se ha constatado en el caso de catástrofes humanitarias. La presencia de lo religioso en los límites del sufrimiento, hasta el límite del riesgo de la propia vida, es digna de respeto y de admiración. A esos se les permite expresar a Dios, pero a decir verdad como algo de otro mundo, o de otros tiempos.

Además hay que recoger con fuerza algo que es un acicate para la AM. Las encuestas sociológicas sobre el cambio socio-cultural en Europa detectan como dato significativo la emergencia de personas religiosas con necesidad de sentido y búsqueda de espiritualidad, en un sentido amplio. Ahora bien, muchas de estas personas no perciben en la Iglesia la posible respuesta para la satisfacción de tales necesidades.

4. Un cristianismo más apostólico. La AM del cristiano laico sólo puede brotar con autenticidad y con credibilidad de la propia vida. Para ello se han de dar cuatro condiciones previas: un estilo de vida con identidad cristiana, cuidar la vida interior de fe, repensar hoy la experiencia cristiana de Dios y expresar la fe con naturalidad en la vida cotidiana.

Un estilo de vida con identidad cristiana. En la raíz de la escasez de anuncio misionero subyace precisamente un problema de vivencia religiosa de lo profano. Es decir, hay falta de identidad cristiana vivida. Una identidad vivida no puede menos que mostrarse en la vida cotidiana y social. ¿Qué es un católico? ¿Qué hace un católico? Ha de crearse una realidad y una imagen social de identidad cristiana que vaya más allá de una persona que cree en Dios y va a misa. Sin diferencias en el estilo de vida cotidiano no hay anuncio posible, no hay anuncio creíble. Los sociólogos constatan que está comenzando a proyectarse en la sociedad una identidad cristiana específica de una minoría católica activa, más minoría, que activa. Los rasgos que tal identidad presenta son: en primer lugar, la mayor participación comunitaria en organizaciones de solidaridad y derechos humanos; el segundo rasgo lo constituye la valoración de la oración y la referencia a Dios para la propia vida y para la educación de los hijos; el tercer rasgo apunta hacia una experiencia más valorada e integrada de vida familiar y en cuarto lugar, el valor de la vida humana, contra la violencia junto a una menor permisividad al aborto.

El testimonio de vida es el comienzo del anuncio y la condición de credibilidad del mismo. Como dice la Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre los laicos: Christifideles laici, los laicos y las laicas podrán evangelizar en la medida en que "saben superar en ellos mismos la fractura entre el evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad esa unidad de vida que en el evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud" (n. 34).

Cuidar la vida interior de fe. Sólo se puede comunicar aquella fe que se posee. Sólo quien vive la Salvación del Señor, puede desear esa vida a los demás. El cristianismo mayoritario ha vivido más desde la moral y desde la teología que desde la espiritualidad. No en vano es hijo de una cultura moderna que ha primado la acción y la razón. Ahora bien, de esta manera, el organismo vivo de la fe se va vaciando, se queda agostado, sin agua. Un organismo sin una experiencia religiosa cuidada se acartona. La cultura plural y secular exige hoy al creyente no vivir la fe de oídas sino creer porque él mismo, en primera persona, ha visto y oído. Es preciso cuidar el encuentro con el Señor en el silencio, en el lenguaje de los sentimientos, del consuelo y de la gratitud, en la escucha y en la sinceridad de la adoración y de la desnudez. Hay que crear espacios de vida interior de fe. Un cristiano ha de reservar un rato reposado de oración diaria. Es aconsejable uno o dos retiros de oración a lo largo del curso. Es conveniente cada dos o tres años, una semana o cinco días de ejercicios espirituales. En esta oración es muy importante el encuentro con la tradición de la que somos hijos. El evangelio, los salmos..., el conjunto de la Biblia, han de sernos familiar.

Repensar hoy la experiencia cristiana de Dios. Hay un lenguaje sobre Dios propio de otros tiempos que ya no sirve en nuestra cultura. Un ejemplo del propio Papa Juan Pablo II. Decía que no se puede pensar en el cielo, en el infierno..., como lugares físicos. Y sin embargo esto ha formado parte de la creencia cristiana durante siglos y siglos. Otro dato: hasta ahora siempre nos hemos imaginado a Dios como varón. Sin embargo, el papa dijo: "Dios... es también madre". Cuando el mismo supuesto de Dios está confrontado en la cultura europea, la experiencia cristiana de Dios es insegura y quebradiza. En tal situación el anuncio es necesariamente apagado. ¿Quién es ese Dios al que queremos evocar, convocar y provocar en nuestros contemporáneos? Hoy es preciso recrear un lenguaje religioso capaz de ser comunicado y comprendido en la nueva cultura. Se impone la necesidad de tomar conciencia de nuevo sobre el ser y el significado de Dios, sobre el ser y el significado de la fe, desde el inicio del tercer milenio. No sólo como temas de especialistas sino como búsqueda del común de los cristianos. Dando tiempo a la comunicación de estas búsquedas, a hablar de aquello que da sentido al vivir y al morir. Sin miedo a que se caigan esquemas, sin miedo a quedarnos con pocas cosas. Con afán de verdad y de autenticidad. En una relación de búsqueda y no de posesión. Sosteniendo las preguntas cuando no tienen respuestas fáciles. Sin ahorrarnos la incertidumbre de un Dios que a fin de cuentas no deja de ser un misterio para la contingencia de la existencia humana. Ha de hablarse en los grupos y comunidades cristianas de Dios, de la propia experiencia de Dios, de la naturaleza de la creencia cristiana, de sus implicaciones en la vida. También en los ambientes plurales de vida. Y estudiar teología, a diversos niveles. Precisamente teología es pensar sobre Dios, ("Theoslogos"). La situación de misión del cristianismo pide un centramiento nuevo en la cuestión de Dios.

Expresar la fe en la vida cotidiana. Ha de pretenderse una expresión natural del lenguaje y la experiencia religiosa en la sociedad, en la plaza pública. Ha de normalizarse esta expresión de fe, sin represión, ni exterior, ni interior. Y eso ¿en qué consiste? He aquí algunos ejemplos indicativos: la oración antes de comer, signos religiosos ambientadores en nuestras casas y en los lugares de trabajo, la visita a una iglesia para orar unos minutos; asimismo en la vida cotidiana: testimonio creyente en ámbitos políticos, de medios de comunicación, culturales, dichos conocidos como: ¡Dios mío!, ¡confía en Dios!; ante situaciones que se dan en la vida: referencia expresa al evangelio ante determinadas decisiones que contrastan con lo que hace la mayoría, hablar de mi grupo o de mi parroquia o de actividades que hago con ellos en el ambiente de trabajo, de amigos, de familia..., manifestar una objeción radical a un planteamiento en el grupo de militancia, en la familia o en el ambiente de trabajo por razones de fe, por ejemplo, aborto o no trabajar horas extraordinarias, la oración y espacios de recogimiento en vacaciones, manifestarte cristiano y ser polo de contraste en las discusiones sobre ciertos temas en distintos círculos de relaciones: en el trabajo, en el centro escolar... celebrar la Pascua d& Resurrección bien no yendo de vacaciones o, en su caso, en el lugar de vacaciones...

Las Cartas apostólicas son un testimonio de cómo vivir y anunciar la Buena noticia. Destaca en los primeros apóstoles la autenticidad, creen lo que anuncian. "No vamos como muchos, traficando con la palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad, como de parte de Dios, delante de Dios, y como miembros de Cristo" (2 Cor 2,17). Aman a quiénes dirigen el anuncio: "Tal afecto os teníamos, que estábamos dispuestos a daros, no sólo la buena noticia de Dios, sino nuestra vida: tanto os queríamos" (1 Tes 2,8). Lo viven con fervor religioso: "Ninguno vive para sí, ninguno muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor" (Rom 14,7-8). Mostraban valentía ante el ambiente: "No te avergüences de dar testimonio de Dios... antes con la fuerza de Dios comparte los sufrimientos por la buena noticia" (2 Tim 1,8), "Después de sufrir malos tratos en Filipos, como sabéis, nuestro Dios nos dio valentía para exponeros la buena noticia de Dios entre fuerte oposición" (1 Tes 2,2). Eran humildes en el ofrecimiento del anuncio y en sus frutos: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy" dijo Pedro (Hch 3,6). "Yo planté, Apolo regó pero era Dios quien hacía crecer. Así que ni el que planta cuenta ni el que riega, sino Dios que hace crecer... Somos colaboradores de Dios" (1 Cor 6-7.9). Eran conscientes de su debilidad y de que la fuerza les venía de lo alto: "ese tesoro que llevamos en vasijas de barro, para que se vea que su fuerza superior procede de Dios y no de nosotros" (2 Cor 4,7). "A través de predicación defectuosa Dios extiende su salvación" (1 Cor 1,21). Lo vivían con gratitud por la tarea recibida: "Doy gracias a Cristo Jesús Señor nuestro, el cual, siendo yo antes blasfemo y perseguidor e insolente, me fortaleció, se fió de mí y me tomó a su servicio" (1 Tim 1,12).

5. Proponer la fe como profecía. El Jesús de la historia, el crucificado, ha resucitado, es el Señor, el Hijo de Dios. Este es el centro de la confesión cristiana. ¿Cómo proponer hoy este anuncio? En los puntos siguientes se caracteriza la propuesta de la fe bajo tres epígrafes: la fe como profecía, la fe desde la compañía, la fe como memoria. El anuncio de "Jesús, el Señor" no puede entenderse sino en medio de los movimientos y las tradiciones de Esperanza que recorren la historia de la humanidad. Es una Buena noticia, una esperanza que ya ha empezado a cumplirse. "Algo está naciendo ¿no lo notáis?" (Is. 43, 19). El anuncio de Jesús se caracteriza porque quiso mostrar a sus contemporáneos la existencia de una realidad nueva. "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca" (Mc 1,15). Su anuncio pone nombre a algo nuevo que existe ya en medio del mundo: el Reino de Dios. Jesús anuncia algo que ya es presencia actuante, realidad eficaz, novedad eficaz: la liberación de los pobres, de los oprimidos, de los ciegos... liberación que viene de Dios. (Lc 4,18-21). Un anuncio que hoy no se formule como novedad, como esperanza, como oferta de amor, como liberación de los pobres, como sentido, como perdón y reconciliación, como vida para las víctimas, no es un estilo evangélicamente correcto de proclamar: ¡Jesús es Señor!

El anuncio de Jesucristo también plantea confrontación y dialéctica con el mundo. El Dios que anuncia la fe cristiana no es una divinidad genérica. La centralidad del anuncio no está tampoco en la afirmación de la trascendencia. Ni tan siquiera está en que un hombre sea Dios. No. El Dios de los cristianos choca con la cultura y con la religiosidad de los griegos y con la de los judíos y con las de cualquier época, no porque no se crea que Dios existe, o porque no se crea que un hombre pueda ser Dios, sino porque no se quiere creer que un hombre de pueblo, un pobre, una víctima, que no es ni rey, ni potentado..., sea Dios. Como dice J. I. González Faus, "el Nuevo Testamento no se ha preocupado tanto de enunciar el hecho de la Trascendencia y divinidad de Jesús cuanto por declarar el contenido y el significado de esa divinidad" (La Humanidad Nueva, Santander 1984, 217). Dios es buena noticia, es liberador, es señor desde el amor, desde los pobres, no desde el poder. Si nuestro anuncio quiere ser cristiano de verdad, en el centro de tal anuncio y ello de forma innegociable se halla que un crucificado es Dios, regnavit a ligno Deus. Esta es la dialéctica básica del anuncio. Para unos, que buscan sabiduría, la cruz es una locura, para los otros, que piden señales, la cruz es un escándalo.

Como decía Pablo, lo que nosotros anunciamos es un Mesías crucificado, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios (cf. 1 Cor 1, 22-25). El anuncio es denuncia de idolatrías y de falsas divinizaciones. El anuncio es denuncia pues no hay manera de borrar esa terca y maldita costumbre de la Biblia de ponerse del lado de los pobres. El cristianismo vive en demasiada connivencia con la sociedad dominante y con sus valores, propios de una cultura de la satisfacción. El anuncio pone al cristianismo en conflicto con esta sociedad, cómplice del abismo de la desigualdad.

El anuncio de Jesús está especialmente dirigido a los pobres: "Observad, hermanos, quiénes habéis sido llamados: no muchos sabios en lo humano, no muchos poderosos, no muchos nobles; antes bien, Dios ha elegido a los locos del mundo para humillar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes, a los plebeyos y despreciados del mundo ha elegido Dios, a los que nada son para anular a los que son algo" (1 Cor 1,26-29). Sin embargo muchas veces se olvida esto de dos formas. Por una parte, se prescinde con frecuencia de la dimensión política y estructural de la convivencia humana. De hecho, no pocos anuncian a Cristo sin mediación política y económica alguna. Ahora bien, hay otra forma de olvido. Los pobres no sólo tienen necesidad material. También tienen necesidad espiritual. A menudo lo que la Iglesia ofrece a toxicómanos, enfermos de SIDA, víctimas, presos, pobres, gitanos en precariedad..., es exclusivamente material. Es necesario, evidentemente pero ¿es suficiente? La Iglesia practica solidaridad con los pobres, pero ¿sabe compartir con ellos la fe y la esperanza en Jesucristo?

La tradición profética ha alertado siempre sobre la necesidad de descubrir en el mundo los signos de Dios. Hoy es preciso volver a mirar nuestra realidad para reconocer en ella los signos de los tiempos. Quizá hay poca demanda de fe en Jesucristo pero sí hay rumores de ángeles que la comunidad cristiana ha de saber reconocer, discernir y acompañar. He aquí un listado de ejemplos: la alienación en el trabajo, la insatisfacción de fondo del consumismo, la experiencia de la fragmentación personal, el anhelo de naturaleza y de armonía con ella, la pregunta por la reparación de vidas de personas comprometidas que han sido víctimas, la necesidad de raíces culturales, familiares..., el afán de superación ante los límites, las demandas de sacralización de momentos importantes, la creencia de que hay algo, de que hay alguien, de que existe el bien y el mal, la experiencia de la precariedad laboral, socio-cultural, de salud, de vínculos..., la decepción de fondo ante la política, las realizaciones humanas; la necesidad de autorrealización, el anhelo de motivos de esperanza y de dinamismo, los fracasos personales y los éxitos, las experiencias de plenitud, la soledad...

6. Proponer la fe desde la compañía. Este anuncio: "Jesús es el Señor" se ha presentado a lo largo de la historia de diferentes formas. Aunque S. Pablo invitaba apasionadamente al anuncio: "insiste a tiempo y a destiempo" (2 Tim. 4,2), hay que cuidar la pedagogía del anuncio. Hay modos concretos de anuncio que, en lugar de lograr aceptación y acogida, no provocan sino rechazo. En este punto, el del anuncio desde la compañía, ha de destacarse la necesidad de que la propuesta de Jesús esté hecha desde el diálogo y desde la conciencia de que todos creyentes y no creyentes comparten un mismo peregrinar por el mundo.

Ha de estar situado en una presencia ambiental, es decir, en la convivencialidad con aquellas personas a las que se quiere anunciar. Esto supone encarnación en sus vidas, amor traducido en horas de vida compartida, en horas de compromiso hacia ellas, en horas de gratuidad con ellas. En la dirección de esta presencia ambiental son importantes los gestos que impliquen ruptura de nivel, la invitación a actos, la difusión de materiales, revistas, artículos, la realización de algunas acciones, las conversaciones profundas, la narración de experiencias vividas. Es conveniente que sea una presencia contemplada y revisada en la eucaristía parroquial y en los grupos.

Anunciar desde el diálogo, al estilo socrático de la mayéutica, el arte de la partera. La mayéutica es el diálogo que intenta partir del otro, que en lugar de adoctrinar, interroga, que así va ayudando a la persona a ir sacando a la luz todas las riquezas, pensamientos, experiencias que lleva dentro. No podemos hacer anuncio de Jesucristo sin preguntar, sin partir de la persona concreta. El cristiano ha de hacer la pregunta religiosa, preguntar por Dios en sus vidas... Se trata de provocar en la persona la cuestión del sentido, de lo que espera, de lo que le angustia, de lo que verdaderamente le mueve por dentro. Si no emerge la necesidad de sentido y de liberación, si no hay sed, ¿para qué ofrecer agua?. No ha lugar al anuncio misionero si no hay actitud activa de búsqueda, de expectación. O quizá mejor, el primer anuncio muchas veces habrá de ser sólo eso: pregunta, interrogación...

Priorizar el anuncio a personas concretas. El anuncio hay que dirigirlo a personas en su individualidad, en su concreción. Hermosamente lo dice G. Rovirosa, fundador de la HOAC: "No te desvivas queriendo «salvar al pueblo». Eso no lo ha conseguido nunca nadie; pero puedes ser instrumento de Cristo para salvar a «algunas» personas, las cuales, cuando tengan tu espíritu, podrán salvar a otras, y así irá forjándose una cadena ilimitada. No actuamos por nuestra cuenta; ya lo sabes; es Él quien nos pone los triunfos en la mano. Cuando en tu villa seáis cinco o seis militantes convencidos, todo lo demás se os dará por añadidura. Esta es la regla del juego para los cristianos de Cristo" (X. GARCÍA, J. MARTÍN, T. MALAGÓN, Rovirosa, apóstol de la clase obrera, Madrid 1985).

En las últimas décadas hemos ido tomando conciencia en la Iglesia de que la iniciación cristiana es un proceso lento, complejo, que implica una serie de itinerarios a través de los cuáles se va produciendo la personalización de la fe. Respecto del anuncio misionero hay que afirmar algo parecido. Requiere un proceso y un itinerario tanto en la preparación de condiciones, en su confesión, como en el proceso de acogida del mismo. Y, además, dicho proceso e itinerario son muy diversos. La parroquia debe organizar actos de encuentro misionero, procesos amplios, campañas..., que hagan posible el contacto con la comunidad cristiana, la escucha del kerigma a personas que están en los círculos del apostolado, que poseen cierta actitud de apertura.

Una característica que destacar del anuncio explícito de Jesús es su carácter implicativo. Es la segunda parte del aserto de Marcos. «convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). Su anuncio no es una mera información, es una interpelación, una llamada a la conversión y a la adhesión de toda la persona a la nueva realidad. Tal anuncio lo hemos de realizar con convicción, con persuasión, invitando a optar por una postura y a decidirse en favor o contra del anuncio en cuestión. Anuncio e invitación vienen a ser las dos caras de la misma moneda y, desde la fe, forman casi una unidad. Anuncio y seguimiento representan las dos partes de un mismo diálogo, el diálogo misionero. Una narración excepcional de este diálogo es la de Juan, en el pasaje de Jesús y la Samaritana (Jn 4, 1-43).

7. Proponer la fe desde la memoria. En tercer lugar, proponer la fe desde la memoria. La Buena Noticia es la narración de algo que ha acontecido. Algo que ha acontecido en cada cristiano, que ha sucedido originariamente en Jesús de Nazaret. La presentación de la fe es, a veces, o muy racional y especulativa o muy sentimental. En el primer caso con argumentos que pretenden probar la existencia de Dios. Al final ninguna razón hay que lo pruebe definitivamente. Así, parece que el ser humano no es más que cabeza. Las elecciones vitales más decisivas no obedecen únicamente a un proceso de decisión racional. En el segundo caso, se basa la creencia en Dios en un sentimiento. Es un soporte débil, amén del subjetivismo, irracionalidad y arbitraiedad que puede entrañar.

La narración es un modo de presentar la fe en Jesús que ha de estar en el centro de nuestro anuncio de Jesucristo. La narración remite a una historia vivida, objetiva y subjetiva. La de Jesús se narra en los Evangelios. Su género literario es precisamente el de una narración.Y así sucede con la historia de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia han hecho del seguimiento de Jesús el centro de su vida. La fe es historia, es testimonio. Un testimonio que convence, que lleva a la fe. La historia del cristianismo cuenta con muchas vidas heroicas que han aportado bienes decisivos a la sociedad. La fundadora de las Siervas de Jesús, recientemente canonizada, Santa María Josefa, es la promotora de la primera guardería en Europa. San Francisco, San Ignacio, San Agustín, Sto. Tomás, Mary Word, Antonio Gaudí... y tantas vidas de santidad de testigos menos conocidos de la fe.

La narración introduce en una historia a quien la escucha. Ella misma va incorporando al otro en la cosmovisión que nos sostiene. Une razón y experiencia. La mentalidad moderna ha separado escindido la razón de la experiencia, provocando racionalismo por un lado, y sentimentalismo, por otro. Ello mata el cristianismo. La narración entrelaza ambas, las une estrechamente. Hace posible un lenguaje de experiencia razonable para anunciar a Jesucristo, como es todo lo profundamente humano.

En esa narración ha de contemplarse lo que la fe ha producido: instituciones, valores, economía, pensamiento y política. El Estado de Bienestar -salud y educación- tiene su soporte cultural y sus precedentes en la acción y en la cultura cristianas. El grupo cooperativo de Mondragón es una producción de un cura -José M. Arizmendiarrieta- y unos militantes jocistas que querían construir una empresa al servicio de la persona, no del capital. Hoy en dicha cooperativa de Mondragón la cantidad económica de quien más gana supone seis veces más que el que menos. En una multinacional, la diferencia puede ser de cuarenta veces más. Ese polimorfo mundo de asociaciones, fundaciones, empresas de economía social, voluntariado y profesionales, llamado el "Tercer Sector". Su matriz es eminentemente cristiana. Ha roto las cuadrículas de lo público y lo privado pues no es iniciativa del estado, sino de la sociedad civil, y porque su móvil no es el lucro, sino el servicio social. Mueve en España el 5% del producto interior bruto.

La Iglesia es la memoria de Jesús. "Haced esto en memoria mía" es la razón que reúne domingo tras domingo a los cristianos en torno a la Eucaristía. El anuncio de los apóstoles se realizaba desde comunidades significativas (Hch 4,32-35). El anuncio de Jesús no puede realizarse sin la comunidad. Dice un pasaje de Juan: "¿qué buscáis?, ¿dónde vives?, venid y lo veréis" (Gn 1,35-39). Cuando se abre la sed de la persona, cuando hay deseo y búsqueda, sólo puede haber un primer sí a la iniciación y a la conversión cristiana si hay un encuentro con esa realidad nueva que barrunta y experimenta la respuesta a esa búsqueda en la Iglesia. En efecto, la comunidad cristiana forma parte del anuncio. Un nuevo anuncio de Jesucristo exige "que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales" como dice la Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre los laicos: Christifideles laici (n. 34). Esta perspectiva no puede olvidar de la memoria los peecados que en el sagrado nombre de Dios ha realizado incluso la misma Iglesia. Son una dificultad evidente para la AM que es preciso reconocer y por la que es cristiano perdir perdón como ha hecho Juan Pablo II, en la celebración del Jubileo 2000 (Memoria y Reconciliación).

8. Campos principales de anuncio. Los principales campos para el anuncio apostólico son: la familia y las relaciones, el trabajo, los entornos asociativos, la cultura y el desarrollo tecnocientífico, los lugares de deshumanización, los medios de comunicación y la política (Cfr. Cristifideles laici nn. 34-44). Cada campo de éstos tiene su peculiar entidad e identidad. El anuncio misionero deberá adoptar necesariamente en ellos objetivos, métodos y formas diversos. No es lo mismo el anuncio de Jesucristo a un niño en el ámbito de la educación familiar, lo cual tiene una pedagogía muy pegada a la vida cotidiana y a las actitudes que el propio hijo ve en sus padres, que en un partido político de tradición laica donde hay que crear experiencias públicas con suficiente organicidad para desprivartizar la fe y traducirla en lenguaje y aportación política.

Los cambios que se están dando en la vida familiar y en el trabajo requieren un especial esfuerzo de discernimiento para clarificar qué significa el anuncio del Dios de Jesús, como un Dios de Vida, de Amor, de Plenitud, de Justicia. El papel de la mujer en uno y otro ámbito es uno de sus epicentros. Además está afectando a la fe. No en vano, la mujer ha sido la principal responsable de su transmisión en la familia. También implica a la Iglesia y a la teología. La Iglesia como portadora del anuncio de Jesucristo ha feminizar su pensamiento, su visión y experiencia de Dios, su dirección y su rostro público.

La ciencia y la religión han vivido innumerables momentos de desencuentro. Hoy se ha pasado a la ignorancia mutua. Es bueno recordar el papel del pensamiento y la espiritualidad cristiana en la Edad Media. Consideró el cultivo de las artes mecánicas como modo de colaboración en la acción creadora de Dios. Las catedrales son expresión de adoración y culto a Dios en una unidad excelsa entre técnica y religión. Es escasa asímismo la expresión artística religiosa. La música, el cine, la literatura..., viven como si Dios no existiera. El cristianismo no valora suficientemente el anuncio misionero a través de estos medios y dimensiones del ser humano.

Los lugares de deshumanización. La exclusión social, la pobreza, el hambre, el analfabetismo, las violaciones de los derechos humanos y en particular del derecho a la vida, etc. son lugares donde habita el propio Jesucristo crucificado. Es tarea del cristiano reconocerle ahí al Señor. Y practicar la caridad samaritana del amor al prójimo. Ello es anuncio de Dios. Ahí podrán reconocer todos la Misericordia actuante de Dios. En estos ámbitos aparece la necesidad de hacer el anuncio de Dios en medio de las mediaciones económicas y políticas. El desarrollo económico abre posibilidades inéditas e insospechadas de desarrollo humano que es impedido por un injusto reparto de los bienes.

Otro ámbito son los medios de comunicación. Su poder en la formación de la opinión y de las conciencias ha sustituido al que históricamente ha desarrollado la religión. En la actualidad deforman la propuesta cristiana. Es precisa una acción decidida de carácter netamente misionero en este ámbito.

Conclusión. Hay enfoques que centran la acción misionera contemplando la parroquia y los ministerios eclesiales como agentes principales de la misma. Como se habrá podido observar la perspectiva que subyace al desarrollo de esta voz ha tomado como protagonista principal al cristiano laico bautizado. La nueva evangelización reclama un nuevo vigor del apostolado seglar. Las comunidades y los ministerios deben acompañar e impulsar este apostolado, pero no suplantar su protagonismo.

BIBL. — JOSEPH CARDIJN, Laicos en primera línea, Nova Terra, Barcelona 1965; SEVERINO DIANICH, Iglesia en Misión, Sígueme, Salamanca 1988; RAFAEL DÍAZ-SALAZAR, SALVADO'. GINER, FERNANDO VELASCO, Formas modernas de religión, Alianza Universidad, Madrid 1994; Luis GONZÁLEZ-CARVAJAL, Evangelizar en un mundo poscristiano, Sal Terrae, Santander, 1993; XAVIER GARCÍA, JACINTO MARTÍN, TOMÁS MALAGÓN, Rovirosa, apóstol de la clase obrera, Madrid 1985; CARLOS GARCÍA DE ANDOIN, El anuncio explícito de jesucristo, Ed HOAC, Madrid 1997; JUAN DE Dios MARTÍN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, Ed. Paulinas, Madrid 1993; OBISPOS DE EUSKALHERRIA, Evangelizar en tiempos de increencia, Carta Pastoral de Cuaresma-Pascua de Resurrección 1994; BERNARD SESBOÜÉ, Creer. Invitación a la fe católica para las mujeres y los hombres del siglo XXI, Paulinas, Madrid 2000; DOROTHEE SALLE, Reflexiones sobre Dios, Herder, Barcelona 1996; ANDRÉS TORNOS y ROSA APARICIO, ¿Quién es creyente hoy en España? PPC, Madrid, 1995; IOSEP VIVES, "¿Hablar de Dios en el umbral del siglo XXI?" Cristianismo y Justicia 75 (1997).

Carlos García de Andoin