3ra estación.

 

BAJO EL PESO DE LA CRUZ JESÚS CAE Y DA CON SU BOCA EN LA TIERRA

 

Béseme con el beso de su boca.

(Cant. 1,1)

 

¡Decidme quién me besó

con unos labios de fuego...!

Muchas veces he sentido

el ósculo del invierno.

 

Sus labios -copos de nieve-

al caer blancos y lentos

me visten con la pureza

de los glaciares eternos:

 

son un bautismo de gracia

que me renueva por dentro.

 

 Al llegar la primavera

florida por los oteros,

 la fecundidad despierta

en mis ateridos senos.

 

Con sus rojas amapolas

¡cómo me cubre de besos

y cascabeles de espigas

y música de jilgueros!

 

Pero nunca conocí

un beso como este beso:

¡si me ha dejado más blanca

que los altos ventisqueros

 y me ha vuelto más fecunda

que los jardines del cielo!

 

Decidme quién me besó

con unos labios de fuego.

¡Qué dulce, cuando el estío

con sus labios de aguacero

deja el cauce de mis trenzas

constelado con sus besos,

y mis arenas febriles

ungidas de refrigerio!

 

¡Qué triste el beso de otoño,

cuando, al impulso del viento,

besa con sus hojas secas

la planta de mis senderos

y me deja en la garganta

sabor a muerte y a duelo!

 

Pero nunca conocí un beso

como este beso:

tan lleno de suavidades,

de tristeza y de misterio...

 

Eternos labios heridos,

divinos labios de fuego

que, quemando, purifican

y sirven de refrigerio;

 

labios de Cristo,

caído en el camino tremendo,

¿a la Tierra, vuestra esclava,

así la tratáis, a besos...?

 

¡OH labios, yo no soy digna,

pero... besadme de nuevo!



 
 
Romancero de la vía dolorosa
   3ra estación. BAJO EL PESO DE LA CRUZ JESÚS CAE Y DA CON SU BOCA EN TIERRA. Arte Francisco Ros Gascóns