Un nuevo inicio que abre las puertas del futuro
Texto íntegro de la entrevista que el cardenal Joseph Ratzinger mantuvo con Roberto Fontolán para el vídeo sobre los cincuenta años de CL transmitido por la RAI Uno el pasado 10 de septiembre.

« Por una parte, una firme fidelidad a la esencia de la Iglesia Católica; por otra, una espontaneidad, una libertad que ofrece nuevas realizaciones de esta misma fe»

a cargo de Roberto Fontolan

Eminencia, ¿en qué circunstancias conoció por primera vez Comunión y Liberación, y qué impresión le produjo?
Si no me equivoco, en el año 70, junto con un grupo de franceses, entre ellos Henri de Lubac, y otros como Hans Urs von Balthasar, habíamos decidido crear una nueva revista, Communio, y buscábamos un socio italiano. Balthasar había conocido a los jóvenes de Milán de Comunión y Liberación y nos dijo: «Este es el grupo que podría responder a nuestras expectativas». Así que nos reunimos con ellos y pasamos juntos un día. Para mí fue un descubrimiento interesante: no había oído hablar de este grupo hasta aquel momento. Y veía jóvenes llenos de fervor por la fe. Nada que ver con un catolicismo esclerotizado y cansado, ni tampoco con esa idea contestataria que considera todo lo que había antes del Concilio como algo totalmente superado, sino una fe fresca, profunda, abierta, y con la alegría de ser creyentes, de haberse encontrado con Jesucristo y su Iglesia. Ahí comprendí que había un nuevo inicio, una fe renovada que abría puertas al futuro.

En la introducción al libro de don Massimo Camisasca sobre la historia del movimiento usted cita el método de anuncio a través del cual don Giussani desarrolló en los años 50 y 60 Gioventù Studentesca. Usted habla a propósito de ello de un «nuevo lenguaje y nuevas formas de comunicación». ¿Cuáles son los rasgos característicos de este método de don Giussani?

Conozco esta parte de la historia del movimiento a través del libro de Camisasca, y creo haber comprendido que, para don Giussani, la novedad era que la enseñanza de la religión no era una asignatura más entre otras, como matemáticas o geografía, sino el encuentro con una realidad viva, con la persona de Jesús en la realidad viva de la Iglesia, que por tanto penetra en toda la vida. Se trata de un contenido no sólo intelectual que, justamente, entra también en las otras asignaturas. Un contenido que da luz a toda la vida. Por eso Giussani no sólo hablaba y discutía sobre elementos que aprender en la escuela, sino que su enseñanza creaba espacios de vida común, de experiencia cristiana. Especialmente él siempre estaba atento a la cultura, porque para don Giussani, por cuanto he entendido sobre su insistencia en el tema de la belleza, la cultura humana es la consecuencia necesaria y la matriz de una fe vivida. Tocaba por tanto los múltiples contextos culturales, desde la música al arte en sus diversas formas, hasta el vivir juntos. En otras palabras, esta asignatura de “religión” comprendía necesariamente un ámbito vastísimo que concierne a toda la vida humana.

Don Giussani comienza en 1954. ¿Qué dicen, qué sugieren estos 50 años de experiencia cristiana que tanto ha sacudido y tanta gente ha implicado, y que ha suscitado discusiones polémicas incluso entre los católicos?

Los contextos culturales eran muy distintos antes del Concilio, durante el Concilio y después del Concilio; en el año 68 estalló la problemática general de la cultura occidental y la protesta contra todo el pasado. Y así, en un contexto que ha cambiado varias veces, Giussani ha sabido encontrar la continuidad, la identidad de su intento, que es la identidad de la fe católica, esto es, la identidad del encuentro con Jesucristo. Pero ésta es justamente una identidad dinámica, lo que le ha permitido contextualizar esta realidad suya de modo adecuado a los cambios de los tiempos. Me parece que lo esencial para don Giussani es que el cristianismo no es una doctrina, sino un acontecimiento, el encuentro con una persona, y de este acontecimiento del encuentro nace un amor, nace una amistad, nace una cultura, una reacción y una acción en distintos contextos. En las discusiones de estos cuarenta años sobre cómo realizar el cristianismo hoy, cómo interpretar y realizar el Vaticano II, necesariamente han surgido polémicas y choques: pero algo que no choca con nada es simplemente nada, ¿no? Precisamente las polémicas demuestran que estaba realmente presente una postura que valía la pena defender y vivir. Yo hablaría de una eclesialidad abierta y viva, fuera de los organismos y las estructuras habituales, pero totalmente asentada en las verdaderas raíces de la Iglesia.

Usted conoce bien la experiencia de Comunión y Liberación. ¿Qué representa en la vida y en la realidad de la Iglesia de hoy? ¿Qué aportación puede ofrecer?

Naturalmente podríamos “refugiarnos” en la palabra “movimientos”, que es un indicador para interpretar esta realidad. Con Comunión y Liberación nace una realización comunitaria de la fe que, como había dicho, no es resultado de las estructuras existentes, no se crea de una voluntad organizativa por parte de la jerarquía, sino que nace de una experiencia de fe, de un encuentro renovado con Cristo, y por tanto, podemos decirlo, de un impulso que viene en última instancia del Espíritu Santo y se inserta como una realidad libre, abierta a todos en el conjunto de la Iglesia. Y se ofrece como una posibilidad de vivir de un modo profundo y actualizado la fe cristiana. Una realidad como esta ciertamente tiene antecedentes en la historia, pero como tal es nueva y debe naturalmente buscar su lugar en el contexto de la Iglesia. De una parte con la jerarquía, con las parroquias, con las estructuras fundamentales de la Iglesia; y de otra parte con la sociedad. Me parece que la gran aportación de CL viene sobre todo del hecho de que es un movimiento portador de una gran cultura humana y teológica, pero también general. Que fecunda la vida cultural de hoy con una expresión católica de la cultura, y ofrece también una teología repensada por un acontecimiento cristológico, fiel a las grandes constantes de la tradición católica, pero renovada en el actual mundo cultural y, en particular, en el universitario. Así se da, por un lado, este elemento importante: una firme fidelidad a la esencia de la Iglesia católica, esto es, a la estructura apostólica y episcopal de la Iglesia en comunión con el Santo Padre, y por tanto con los pastores que son el gobierno de la Iglesia; y por otro lado también una espontaneidad, una libertad que ofrece nuevas realizaciones de esta fe.

Particularmente en los últimos años el pensamiento de Giussani ha suscitado un amplio interés también fuera de Italia. Muchos notan un acento particular, una originalidad, que lo hacen especialmente interesante para el hombre de hoy. ¿Cuál es su juicio a propósito de esto?

Las diversas publicaciones, el Meeting de Rímini, otras manifestaciones públicas, la presencia en las universidades y en la vida social, en los grandes problemas del mundo, desde Novosibirsk hasta Brasil, demuestran la multiplicidad de aportaciones de Comunión y Liberación, la vasta gama de estas realizaciones, pero siempre enraizadas en una amistad personal con el Señor. Me parece que éste es el punto fundamental: el encuentro personal con el Señor, con su cuerpo, que es la Iglesia, garantiza por una parte la identidad, la comunión con toda la Iglesia católica, pero abre al mismo tiempo a iniciativas muy diversas, iniciativas misioneras, también y en particular en el mundo intelectual de hoy. Porque el actual mundo intelectual y académico es el contexto donde la fe cristiana encuentra más resistencia; aunque la inteligencia occidental ha nacido de la fe, hoy está secularizada y parece casi excluir el hecho de la fe. Por tanto, la fe vivida dentro del mundo intelectual, cultural y universitario de hoy es una de las aportaciones que me parecen más importantes e interesantes para la Iglesia universal.

Usted ha intervenido recientemente sobre el dramático contexto histórico y cultural actual, marcado por las opuestas tendencias del laicismo de Occidente y del integrismo emergente en el mundo islámico. ¿Cómo debe situarse la tarea de los católicos ante estos retos?

Debemos evitar un secularismo que excluya la fe, que excluya a Dios de la vida pública y lo transforme en un factor puramente subjetivo, y por lo tanto arbitrario. Si Dios no tiene un valor público, si no es una instancia para todos nosotros, se convierte entonces en una idea también manipulable. Es necesario oponerse a esta secularización radical. Reconocer que Dios tiene algo que decir no sólo al individuo singular de un modo totalmente subjetivo, sino que tiene que decir algo sobre todo a la comunidad humana, es un hecho de grandísima importancia. Por otro lado, es necesario no caer en el integrismo, como al menos una parte del Islam lo presenta hoy. La distinción entre la esfera política y la esfera de la fe sobrenatural nació justamente de las palabras de Jesús que distingue cuanto pertenece al Cesar de lo que pertenece a Dios. Y así, desde el inicio, el cristianismo distingue el Estado, como una realidad secular, pero no secularista, de la fe, que es otra cosa, otro nivel, una dimensión superior –el Señor dice a Pilatos: «Mi reino no es de este mundo»– Reconocer por tanto la razón común de la humanidad y su distinción de la fe, la cual respeta también otras expresiones religiosas. Y al mismo tiempo, con esta distinción justa y necesaria que nos libera de los integrismos y de una teocracia equivocada, tener la razón orientada a Dios, abrir siempre de nuevo la razón a Dios, tener presente por tanto las grandes indicaciones morales y culturales que nacen de la fe y se dirigen a todos. De este modo se ayuda a construir un mundo tolerante, pero también un mundo con una gran responsabilidad humana y moral, como ha sido mostrada por Dios, que se ha donado por nosotros y nos ha revelado así el verdadero humanismo.

En conclusión, Eminencia, se tuviese que indicar a CL un horizonte de acción, de compromiso ante este contexto, en este momento de la historia contemporánea, ¿qué querría subrayar?

Mirando a Comunión y Liberación desde fuera, aunque con gran simpatía, esta pregunta es quizás comprometida para mí. Pero yo diría que deben sencillamente continuar viviendo lo que han recibido: una fe muy profunda, muy personalizada y siempre enraizada en el cuerpo vivo de Cristo que es la Iglesia, que garantiza la contemporaneidad de Jesús con nosotros. Y, viviendo esto, pueden tener una identidad suficientemente fuerte para poderse comprometer en diversas actividades. Jamás olvidar al pobre, jamás olvidar los grandes problemas sociales actuales, pero tampoco olvidar el mundo intelectual de hoy, que al final se convierte en dominante y que no debe ser abandonado a sí mismo, no debe dejarse sin una luz que lo guíe.


Qué es CL
CL es un movimiento eclesial fundado por don Lugi Giussani. Nacido en Milán en 1954, CL fue progresivamente extendiéndose en toda Italia. En la actualidad está presente en cerca de setenta países en todos los continentes.
La esencia del carisma dado a Comunión y Liberación puede resumirse en tres factores:
- en primer lugar, el anuncio de que Dios se hizo hombre (el estupor, la razonabilidad y el entusiasmo por esto): «El Verbo se hizo carne y habita entre nosotros»;
- en segundo lugar, la afirmación de que este hombre – Jesús de Nazaret muerto y resucitado – es un acontecimiento presente en un «signo» de «comunión», es decir, en la unidad de un pueblo guiado como garantía por una persona viva, en última instancia, el Obispo de Roma;
- tercer factor: sólo en Dios hecho hombre y, por tanto, sólo en Su presencia, sólo a través de la forma que permite experimentar Su presencia (por tanto, sólo en la vida de la Iglesia), el hombre puede llegar a ser hombre de forma más verdadera y la humanidad puede ser realmente más humana. Escribe san Gregorio Nacianceno: «Si no fuese tuyo, Cristo mío, me sentiría criatura finita». Únicamente de Su presencia brotan con seguridad la moralidad y la pasión por la salvación del hombre (misión).

 

Fuente: Huellas-Litterae Communionis. Revista Internacional de Comunión y Liberación, octubre 2004.