RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA

 

SOBRE TROPIEZOS Y CERTEZAS

Ayer me leyeron las cartas españolas entre bromas y juegos (naturalmente soy consciente de que no fui coherente con mis principios religiosos por más juego que esto fuese). Sin embargo, lo interesante no fueron los resultados sino la conversación acerca de la “filosofía” tras esta antigua usanza. Me hablaron de que las cartas me traen a la conciencia lo que está registrado en mi subconciencia. Me dijeron que todos nacemos con una misión y vamos, irremediable e ineluctablemente a cumplirlas, vamos hacia nuestro destino, un destino que está “grabado” en nuestra subconciencia, oculto a nosotros (algo así como un “programa” instalado que dirige las acciones y el raciocinio de un robot) no sabemos cuál será esta misión, ni su trascendencia para el mundo, ni si es la única, pero vivimos para ella y en torno a ella y todo se construye alrededor para definir su realización. A colación también me trajeron la “realidad” de las reencarnaciones, la impersonal energía que mueve y une al universo, las similitudes entre los profetas de las diferentes culturas ancestrales, los diferentes cuerpos del ser humano y un poco de las filosofías ancestrales de nuestra civilización. Me acordé de las diferentes cosas que había leído acerca de la manipulación de la “verdad” en manos de los líderes religiosos de los primeros siglos, de los restos arqueológicos que sacan a la luz nuevas verdades, etc... etc... etc...

Ya en la soledad de mi habitación sentí un poco de frío, de incertidumbre, tuve miedo de equivocarme respecto a la elección de la “verdad correcta”. Comprendí la frase de aquel griego que dijo que “cuanto más se sabe, más se ignora”, más sólo y desorientado te sientes... Tantas posibilidades, conceptos, creencias y verdades: terapias de regresión, esoterismo, cosmobiología, karma... Alguna vez oí decir que las almas que habían tenido pocas reencarnaciones tienden a vivir una vida preocupada en los negocios, en la familia, en el estrés, y por el contrario, las almas “viejas” que había vivido más tendían a dedicar su vida a la búsqueda de la verdad, a la filosofía, etc... La filosofía hinduista cree que el ser humano se reencarnará infinitas veces en un círculo interminable hasta que vaya madurando en el conocimiento de Dios y las repercusiones de su karma y sea capaz de romper por sí mismo el círculo, la Rueda del Samsara, y regrese a Dios... Los budistas, los sintoístas, los fieles del Islam, las tradiciones indias y “paganas” ancestrales... hay tantas creencias en torno a la verdad de la vida y la muerte, una verdad que marca tan profundamente nuestra existencia, nuestros usos y pensamientos. ¿Qué hubiera pasado si hubiera nacido por azahar en otro rincón del planeta... cómo sería Dios para mi? Y si hubiera nacido apartado de la civilización, ¿tendría un conocimiento de Dios? ¿Acaso la ciencia y la “evolución” de nuestra cultura nos ha dado un “mejor” conocimiento de Dios que el que teníamos en nuestros albores?

No me interesa dilucidar o concluir acerca de cual es “la verdad” ni sobre cuál el “correcto” camino o modo en cuanto a la fe, en cuanto a la vida. Decir categóricamente que esto es “bueno” y que aquello es “malo” es ser maniqueísta, sólo la muerte me abrirá las puertas a la verdad y me hará saber si debí o no considerar mejor esto que lo otro, si debí complementar esta creencia con esta otra, si debí descartar aquella u esta otra. Todo era más sencillo cuando tenía ocho años y mi madre me enseñaba a orar antes de dormir y a agradecerle por los alimentos antes de comer, entonces tenía una única y sólida creencia “familiar”, una tradición heredada, no escogida, era el Dios de mis padres así como para Isaac era el Dios de su padre Abraham...

Entre tantas opciones, atajos y recovecos sobre verdades, fe y realidades un día yo elegí quedarme con una, pura, sólida, sin mezclas ni añadiduras... Cristo. No se porqué. Lo conocí “realmente” recién hace muy poco. Me quedé con Él talvez porque necesitaba a un Dios con la imagen y la categoría de un hombre, real y verdadero, de un amigo cercano, íntimo, preocupado, “entrometido”, sincero en su afecto por mi. Talvez simplemente necesitaba a alguien que fuera incapaz de fallarme, que fuera lo suficientemente “real” y cercano para entenderme y aceptarme mejor que nadie, lo suficientemente “irreal” como para nunca decepcionarse de mi, lo suficientemente paciente para ser mi maestro en cuanto de amor y vivir se tratase, lo suficientemente “cool” como para nunca aburrirme a su lado, necesitaba algo muy real pero a la vez también irreal, quería algo sólido y a la vez ideal... no sabía lo que quería pues nunca tuve algo similar, pero lo reconocí en cuanto lo vi... era Él, siempre fue Él. Siempre me dijeron sobre Él, pero como todos, tenía que verlo para considerarlo, “nadie puede vivir en el pellejo ajeno”... y me alegro de haberlo hecho.

Por un lado es una opción fácil y que reditúa bien: no hay más dudas, tus respuestas –no importa su complejidad- se contestan solas con una simplicidad sorprendente, tu auto-confianza crece, tu mundo se vuelve real y pleno, la felicidad es asombrosamente sencilla. Por otro lado es extremadamente duro el proceso: sacrificarlo todo, cambiar prioridades, retractarse, soportar lo que antes era insoportable de los demás, amar paciente e ingenuamente, darse...

Además, allí están los dogmas de fe que ofenden mi orgullosa e impetuosa libertad de pensamiento y mi lógica de raciocinio, allí están también los compromisos y las responsabilidades que la fe exige, las normas de vida, las “cláusulas del contrato” en letras chicas... nada es gratis... El verdadero amor exige desprendimiento y convencimiento.

Allí van las otras opciones de creencias de las cuales me sugieren alejarme para no confundir mi fe, como cuando mamá me decía que era lo que me convenía y que no... lo gracioso es que mamá siempre tuvo la razón...

¿En verdad son necesarias esas prácticas, filosofías o creencias que dejo atrás en pos de ser coherente con mi nueva responsabilidad y vida? Ahora estoy tranquilo sin hacerme tantas “bolas”, sin “combinar chicha con limonada” como dicen en mi tierra, aceptar y hacer una cosa a la vez y hacerla bien hecha.

Esto se trata de no jugar, de ponerse en una posición definida y consciente, de no dejarse seducir por la conveniencia del tomar lo mejor de cada religión o creencia para adaptar la que tengo a mi gusto, de no decir: “si soy, si creo, pero...” Alguna vez otro sacerdote me dijo: “O estás adentro completamente, o estás afuera”...

Siempre tuve el poder de la elección, de confirmar esa elección a cada instante, de echarme para atrás cuando quiera y elijo porque quiero y como quiero, y más allá de que elegí o no lo correcto, ya lo elegí al fin y me siento tranquilo ahora.

Hasta ahora no me he arrepentido de mi elección, y aunque algunos me dicen que fue una simplificación, que es un “comodismo facilista”, una visión maniqueísta del mundo, yo digo que me costó mucho dejar atrás lo que dejé para seguirlo a Él, para mantenerme erguido en mis nuevos principios. Aún me falta sacrificar lo último y más difícil... a mi mismo, a mi propia vida... Y aunque antes esto que hoy hago era impensable para mi, ahora comprendo aquella frase: “lo que des se te devolverá el ciento por uno”... “el que pierde la vida por mi, la encontrará”... Todavía soy un niño en mi fe pero que paz y placer me causa el poder decir... “A quién podría ir, Señor, si no es a ti...” No es asunto de iglesias ni de templos, no es cuestión de criticas sobre la historia o sobre las realidades de crisis institucional, no es problema de formas ni de maneras, ni de modos de concebir o adorar a Dios, es cuestión de elecciones y compromisos, de voluntad y perseverancia... Nunca fue entre La Iglesia y yo, nunca fue entre la gente y yo; ni entre los fieles, ni la historia, ni los hechos, el mundo... y yo, ni siquiera entre tu y yo... siempre fue solamente entre Dios y yo, eso es lo único que importa: mi relación con Dios, y eso es lo que motiva y define mi relación con lo demás. Que tanto ame, que tanto viva, cómo viva, mi felicidad, mi comprensión de todo y mi relación con todo, depende de esta primera relación, de este primer amor...

Aún no me arrepiento de mi elección sobre mi forma de creer y amar a mi Dios ni del tipo de iglesia o filosofía religiosa del cual soy parte, no se si alguna vez me arrepentiré, pero trato de mantenerme digno y coherente, de no caer en ambigüedades, de mantenerme en el camino, en la forma en que debo caminar. Se que no estoy sólo en mi lucha, nunca lo estuve. He vuelto a mis orígenes, como cuando tenía ocho años, volví al Cristo a quien mi mamá me enseñó a rezarle y pedirle... Mamá siempre tuvo la razón...

Con amor, tu amigo

JHONNY M.R.

geniotrabajando@email.com

P.D.: Si deseas compartir algo conmigo hazlo directamente a mi e-mail, pues estoy en modo web por razones de saturación de cuenta. Gracias a todos los que estuvieron conmigo este 5 y a todos los que me mostraron su afecto desde todos los rincones del cibervacío, significó mucho para mi...

 

 

LA ORACIÓN. Una colaboración de Adriana

adrianavietro@fibertel.com.ar