Los Orígenes.
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1. UNA MOTIVACIÓN DEFENSIVA.
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Los primeros intentos que hace la Iglesia, en los tiempos modernos, para
organizar la acción confesional de los laicos tiene lugar a mitad del
siglo XIX en los países de la vieja Europa. En estas iniciativas
predomina una clara motivación defensiva. Los siguientes puntos programáticos
de la asociación de los católicos españoles puede resumir el carácter
de este incipiente movimiento laical:
- Mantener la unidad católica y defender
la libertad de la Iglesia.
- Utilizar, para conseguir los fines
propuestos, todos los medios que están dentro de las leyes y de la moral
católica.
- Formar una Junta Superior, radicada en
Madrid, con ramificaciones en Juntas Provinciales, de Distrito y
Parroquiales.
- Bajo la guía de los Prelados diocesanos.
- Con la finalidad de "contrarrestar
la acción funesta de la impiedad".
Tal vez estos primeros intentos de bajar a la arena de lo social y lo político,
donde se juega el futuro de la iglesia y del hombre, hayan marcado la
orientación primordial que más tarde ha definido el campo del apostolado
de los laicos en torno a lo secular: la "consecratio mundi"
o el aspecto temporal-sacramental del Reino de Dios, que hoy es doctrina
común. Con el paso del tiempo y de los acontecimientos y con la
clarificación que ha experimentado esta doctrina se han modificado
profundamente las motivaciones, los modos de presencia y la comprensión
de lo social-político y de la acción apostólica.
Esto ha ayudado a plantear con mayor
nitidez las relaciones entre el anuncio evangelizador y la transformación
de las estructuras mundanas. Podemos concluir que estos comienzos son el
punto de arranque de una largo trayecto que va desde la defensa a la acción
transformadora.
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2. ACCIÓN CATÓLICA: EXPRESIÓN
INDETERMINADA.
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La Acción Católica surge en este contexto con una gran indeterminación,
en lo que se refiere a la definición de sus componentes. En un primer
momento tanto se utiliza la expresión Acción Católica para designar a
la Junta Central de la Obra de los Congresos, como a la acción organizada
de los católicos en una amplia variedad de asociaciones, o a una
organización principal ("ordinatio princeps", según
la conocida expresión de Pío XI y Pío XII) o "vía maestra"
del multiforme apostolado asociado y "forma singular de
ministerialidad laical" (Pablo VI y Juan Pablo II) que poco a poco
adquirirá fisonomía propia hasta cuajar en las cuatro
notas ya clásicas.
Durante los pontificados de Pío IX, Pío X
e incluso Pío XI se mantiene la indeterminación. La denominación Acción
Católica oscilaba entre el apostolado de los seglares en general y
designar una asociación concreta con características peculiares.
Todavía en tiempos de Pío XII hubo una
posibilidad de ampliar la denominación de Acción Católica, con una visión
más comprensiva, a un conjunto más amplio de asociaciones e iniciativas
del apostolado seglar, pero las circunstancias históricas que vamos a
explicar habían hecho su labor y la denominación Acción Católica tuvo
ya definitivamente el marchamo de unas asociaciones concretas y
determinadas.
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3. HACIA UN NUEVO CONCEPTO:
"PARTICIPACIÓN EN EL APOSTOLADO JERÁRQUICO."
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Es con Pío XI cuando se formula un nuevo concepto de la Acción Católica.
Hasta entonces todavía se describe el campo de actuación de la Acción
Católica en los amplios términos que recoge la nota 23. Pero la revolución
fascista impone en Italia la unicidad de organizaciones y su absoluto
control por el Partido y el Gobierno. En 1926 y 1927 el fascismo disuelve
las organizaciones especializadas de la Acción Católica Italiana:
scultismo, asociaciones deportivas, universitarias, etc., y en 1931
Mussolini se atreve a disolver las Juventudes de Acción Católica,
provocando la reacción de Pío XI. Por fin, el 3 de septiembre de 1931 se
llega a un acuerdo, al que se debe el Estatuto de 30 de diciembre de 1931
y que reduce el campo de actuación de la Acción Católica a lo
estrictamente religioso y parroquial, como ocurrirá más tarde bajo
el nazismo, que trató de recluir la actividad eclesial en el recinto
interno de la Parroquia.
¿Qué había pasado? Pío XI, para salvar
un mínimo de apostolado seglar, único posible en la Italia fascista,
afirma en el Estatuto de 1931 que la Acción Católica no tiene más que
el fin religioso de la Iglesia, identificándole así con el fin propio de
la jerarquía. Tácticamente se ve obligado a vincular, de la manera más
estrecha posible, el apostolado seglar al propio apostolado de la jerarquía,
porque espera que el fascismo no se atreverá contra el apostolado jerárquico,
ni osará tocar a la "niña de sus ojos".
De este planteamiento estrecho del
apostolado, obligado por la situación política y que minimiza el
pensamiento de Pío X y del mismo Pío XI, nace la célebre fórmula
definitoria de la Acción Católica como participación en el apostolado
jerárquico. Esta fórmula, tomada a la letra por canonistas y tratadistas
teóricos, originará una interpretación de la esencia de la Acción Católica
que no tiene justificación seria, fuera de la anécdota histórica que
hemos explicado.
Pero el Estatuto italiano de 1931, Estatuto
de circunstancias y minimizador, será el que inspire las Bases españolas
para la Acción Católica, de 1932, y lo que es peor, el que inspire la
teoría sobre la Acción Católica en los tratadistas de aquella época,
como acabamos de señalar.
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4. HACIA LA "COOPERACIÓN CON LA
JERARQUÍA EN EL APOSTOLADO".
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Ya es hora de caer en la cuenta de cómo la fuerza de los acontecimientos
ha contribuido a desarrollar una evolución en lo que es concepto básico
de la Acción Católica, a saber su cooperación en el apostolado y su
vinculación a la jerarquía.
El Vaticano II no habla de
"participación en el apostolado jerárquico", sino de que
"el fin inmediato de estas asociaciones es el fin apostólico de la
Iglesia" y de "cooperación (en el apostolado), según el modo
que les es propio, con la jerarquía". En otro lugar habla de
"acción y directa cooperación con el apostolado jerárquico".
La expresión de la cuarta nota "actúan
bajo la superior dirección de la misma jerarquía" es necesario
leerla en relación con otras dos: la que sanciona la original seglaridad
de la Acción Católica (nota 2) y la que indica que en estas
organizaciones la jerarquía "asume una responsabilidad especial,
[...].las asocia más estrechamente a su propia misión apostólica, [...]
sin privar por eso a los seglares de su necesaria facultad de obrar espontáneamente".
A estas alturas, la famosa expresión "manus longa", aplicada a
la Acción Católica, ha quedado neutralizada y ha caído en desuso.
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5. LA ACCIÓN CATÓLICA ESPAÑOLA.
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Simplificando una historia con muchos matices, podría afirmarse que, en
España, la Acción Católica nace de la reorganización operada en 1926
por el cardenal Reig y Casanova (Principios y bases de reorganización de
la Acción Católica Española) y bajo el influjo de la personalidad
posibilista y conciliadora de Angel Herrera Oria, que fue presidente de su
Junta Central en los difíciles años de la República, y la del cardenal
Vidal y Barraquer, que gestionó la aprobación de las Bases de 1931.
La Juventud de Acción Católica Española, que en 1931 contaba con 200
centros y 10.000 socios, adopta el lema de piedad-estudio-acción y el método
de los círculos de estudio. Cada Centro Parroquial elabora su programa
anual sobre temas de fe, liturgia, moral y doctrina social católica. Para
su tiempo significó una nueva catequesis juvenil, integrada con la
liturgia parroquial, los ejercicios espirituales, el conocimiento del
Evangelio y de San Pablo, el estudio de las encíclicas sociales, la
asistencia al suburbio, la promoción de actos públicos de afirmación y
propaganda y de peregrinaciones, etc.
Las Bases de 1931 (ya se ha dicho que
inspiradas en las italianas) estructuran cuatro ramas de carácter
unitario -hombres, mujeres, juventud masculina y juventud femenina- que, a
partir de los Estatutos de 1959, constituirán la llamada Acción Católica
General. Su Junta Central, integrada por seglares, propulsa una rápida
expansión, basada en la formación de dirigentes mediante instituciones
como la Casa del Consiliario, el Instituto Social Obrero, la Universidad
Católica de Verano y la Escuela de Propagandistas Diocesanos.
Nos puede servir de pauta en esta historia
de la Acción Católica Española las tres etapas descritas a continuación:
1. La Acción Católica de
la preguerra civil: "Pastoral de segregación". La
Iglesia replegada sobre sí misma y con mentalidad defensiva. La Acción
Católica como liga de seglares para la defensa de los derechos de la
Iglesia.
2. Después de 1936:
"Nacionalcatolicismo". La Iglesia en el triunfalismo de
la victoria y del nacionalcatolicismo. "Pastoral de autoridad".
La Acción Católica busca más la presencia en todas las Parroquias, en
todas las ceremonias religiosas e incluso civiles, que la formación
profunda de sus miembros.
3. Desde 1950: "Pastoral
de testimonio". La Acción Católica pretende encauzar el
apostolado de hombres y mujeres que, inmersos en los ambientes de la
sociedad, y con claros principios cristianos, influyan, con ejemplo y
palabra, en la cristianización de personas y estructuras.
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