HOMILIA DEL XI DOMINGO ORDINARIO.- CICLO C
"LA PECADORA"
Después de un discurso de Jesús en la Sinagoga, un fariseo llamado Simón, le invitó a comer en su casa y entonces sucedió lo que acabamos de escuchar.
El que lea el texto correctamente no necesitará explicación alguna. En él está patente que:
Esta mujer pecadora es quizás una de las pocas personas que creyera de verdad en Cristo
Por esa fe fue consciente de la horrorosa maldad del pecado y nos dio ejemplo de penitencia con su torrente de lágrimas y su ardiente tierno amor a Cristo.
Todo lo cual sin más explicaciones nos induce a hacer nosotros lo mismo.
En mi primera parroquia y en los ejercicios espirituales que dí a todas las mujeres del pueblo, después de la meditación sobre las parábolas de la misericordia de Dios y sobre la conversión de la pecadora se me acercó una mujer de la vida y me dijo que le había conmovido mucho lo que había explicado y se convirtió.
La mujer pecadora a la que se refiere San Lucas no es María de Betania hermana de Lázaro, ni María Magdalena que era una de las mujeres discípulas de Jesús que acompañaban a Jesús y la primera a quién se apareció Jesús.
La pecadora ha sido identificada como María Magdalena solamente en la tradición occidental hasta el Concilio Vaticano II.
Después del Concilio en la fiesta de María Magdalena el 22 de Julio han sido eliminadas en la liturgia del día, aquellas referencias que la identificaban con la pecadora, por delicadeza el Evangelio no menciona el nombre de aquella cuyo gran amor tiene que ser unido a su mucho pecado.
Su nombre es "la pecadora" modelo de conversión para todos los creyentes. El no poner su nombre puede simbolizar que por el pecado, el pecador pierde su nombre esencial que expresa el ser al que estamos destinados a ser según el designio de Dios, lo obtenemos por la gracia y lo perdemos por el pecado y se recupera la conversión por el arrepentimiento. Ese ser solo lo conoce Dios.
Cristo aprovechó esta ocasión (como solía hacer) para enseñar su doctrina frente a la de los fariseos. En este Evangelio se nos presenta una vez más la característica principal de la obra de Cristo:
El perdón del pecado
La respuesta a estas cuestiones forma la sustancia de todas las religiones, tres cosas en que aparece la diferencia fundamental entre el cristianismo y las otras religiones especialmente del judaísmo farisaico.
Veamos estas diferencias:
El perdón del pecado por el arrepentimiento
Según los fariseos
El pecado es un descuido de la Ley
El arrepentimiento es un retorno a la observancia de la Ley
La justicia viene de la Ley y cuando se pierde la justicia solamente la Ley puede restaurarla.
Por eso los fariseos solo de un modo general pueden señalar a Dios para el perdón de los pecados.
Según el cristianismo
El pecado es alejamiento de Dios y conversión a las criaturas.
El arrepentimiento es volver a Dios y desasirse de los apegos a las criaturas.
3) El perdón del pecado lo otorga Dios o Cristo durante su vida.
La recepción del pecador
El rabinismo farisaico ( y todos los sistemas religiosos)
No saben nada de dar al pecador la bienvenida de Dios hasta que el pecador ha dejado de serlo, y ha pasado a ser un penitente.
Quieren hacer de él un penitente y luego ofrecerle la bienvenida de Dios.
b) Cristo vino a llamar a los pecadores a Él y al Reino de Dios y este es el principio del arrepentimiento
El primado del amor de
Dios
Dijo Jesús: "Se le ha perdonado mucho porque ha amado mucho"
María amó mucho porque Cristo la amó mucho, el primero, la llamó, la buscó, la aficionó, la atrajo hacia sí, como Mesías Salvador.
Ella había oído a Cristo anunciar el perdón que él traía de parte de Dios como Salvador
Invitar a la conversión a todos
Suscitar la conversión revelando que Dios es Padre
Había oído decir a Cristo "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré"
Ella vio a Cristo ejercer y testimoniar el perdón con sus obras.
Ella se sintió agobiada por el peso de sus pecados.
Ante esta revelación de la persona de Cristo el Padre por la acción del Espíritu Santo en el fondo del alma atrajo a la pecadora a la fe en Cristo entendida como "adhesión amorosa" a la persona de Cristo pues el Padre derramó en su corazón el mismo amor que en su Hijo tiene, lo que se llama caridad, que le dio la esperanza de que Él perdonaría sus pecados.
Fue el amor el que impulsó a la pecadora a buscar el perdón y fue la causa de él.
La fe, esperanza y la caridad son actitudes fundamentales de la existencia cristiana suscitadas por el Padre por su Espíritu elevando las dimensiones fundamentales de la existencia humana que son creer, esperar y amar.
Cada una de estas actitudes incluye las otras dos, ninguna de ellas puede darse sin las otras.
Pero la primacía la tiene el amor porque confiere al creer y al esperar su verdadera plenitud.
El amor es primariamente un elemental acto fundamental del espíritu suscitado por el Espíritu Santo en el fondo del alma no una actividad particular de la facultad apetitiva o volitiva del alma.
Lo que es una aspiración recibida en la creación, el Padre, ante la revelación de Dios en Cristo, por la acción del Espíritu Santo en el fondo del alma la transforma en una tendencia activa, esto es, la fuerza del amor de Dios que se nos da por la gracia.
El grado del amor de Dios depende del grado de entrega del alma según el grado de su desasimiento de las criaturas.
Este desasimiento de ordinario requiere mucho tiempo pero con la gracia de Dios es posible una opción fundamental radical que consiste en poner a Cristo como centro de toda la vida.
Esta es la gracia que recibió la mujer pecadora.
"Dijo a la mujer tu fe te ha salvado"
Este es el pasaje principal que citaban los protestantes para demostrar que somos justificados por solo la fe, pero esto no es verdad porque:
1º) No se ve aquí la fe sola sino una fe que actúa por la caridad; más aún se da preferencia a la caridad porque dijo Cristo:
" Te son perdonados muchos pecados porque has amado mucho"
2º) Dice Jesús: "Tu fe te ha salvado"
Por ser la fe el comienzo de su salvación pero la consumó la caridad y porque la fe es una adhesión amorosa a la persona de Cristo. Incluye el amor y la esperanza, como he dicho.
Cada una contiene las otras dos pero la primacía la tiene el amor.
DIOS BUSCADOR DEL HOMBRE
Si el amor de Dios precede radicalmente y fundamenta el nuestro, resulta evidente que la búsqueda (expresión de amor) es también anterior en Dios.
"Si el alma busca a Dios mucho más le busca su Amado con ella" (S.Juan de la Cruz)
¡Oh Señor mío!; tu te muestras primero y sales al encuentro de los que te buscan.
Esto lo expresa San Juan de la Cruz en la poesía el Pastorcito y en la Fonte (sobre la Eucaristía) y Cristo en la parábola de La oveja perdida.
El Señor nos hace percibir su búsqueda en el deseo vehemente de Dios que él mismo hace nacer en nuestro corazón; pues la búsqueda de Dios se realiza por su Espíritu Santo que nos llama atrayéndonos hacia el amor de Cristo con sus inspiraciones, suscitando en el alma un movimiento correspondiente que la levanta y la impulsa hacia Dios.
EL HOMBRE BUSCADOR DE DIOS
La búsqueda de Dios por parte del hombre es una respuesta al amor de Dios que es el que primero busca al hombre, es una búsqueda amorosa del Dios escondido, dentro de si y ha de buscarlo y hallarlo escondido.
La presencia interior de Dios en el alma provoca un movimiento de interiorización por medio de las siete purificaciones y el modo es buscarlo en fe, amor y esperanza.
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
Qué incomparable ternura y cariño nos has demostrado
Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo
Feliz culpa que nos ha merecido tal Redentor
Por el amor y el perdón que nos ofreces,
Te bendecimos, te alabamos y te damos gracias.