HOMILIA DEL IV DOMINGO DE ADVIENTO.- CICLO C

 

LA VISITACIÓN

I.- INTRODUCCIÓN 

 

    El símbolo del Adviento es la Virgen María porque ella lo esperó con inefable amor de Madre. La Iglesia nos presenta hoy la visitación de María a su prima porque en ella la Virgen aparece como modelo acabado de amor, fe y esperanza y amor familiar y humildad. 

 

    I.1 El amor de la Virgen ya lo consideramos, el día de la Inmaculada. Hoy decimos solamente: La Virgen lo esperó con un gran Amor de Madre y ese amor lo demostró en el largo viaje que hizo para atender a su prima que estaba encinta.

        

    I.2 LA FE DE MARÍA

         El amor del Espíritu Santo que ardía en el corazón de María, inspiró en ella la adhesión de la fe.

         “Al aceptar el mensaje del Señor por la fe se convirtió en Madre de Jesús”   (LG56)

         San Agustín dice:
         “María concibió a Cristo por la fe en su alma antes que en su cuerpo”.

         “Al creer el anuncio del ángel recibió al Verbo en su alma y en su cuerpo” (LG 53)

         La tarea de la fe en María consistió en abrir camino a la acción del Espíritu.

         La fe de María es una fe singular, es más profunda y difícil que ninguna otra, dado que los demás cristianos tenemos ya el motivo de credibilidad de la Resurrección que la Virgen durante su vida no pudo tener. Su fe es la más pura de todas, tuvo que ejercer una fe ardua continuamente y de un modo especial en la pasión y muerte de Cristo, por eso los primeros cristianos la llamabanLA CREYENTE”.

         Por eso su prima Isabel le dijo:

        “Bienaventurada tu porque has creído”

        Todos los acontecimientos de su vida los vivió a la luz de la fe y por eso conservaba todas las cosas de los misterios de la vida de Cristo en su corazón.

 

I.3 MARÍA SE NOS PRESENTA COMO MODELO DE ESPERANZA

         La esperanza del cumplimiento de la promesa del Señor a María no era fácil de   aceptar:

         ¿Cómo podía ser eso si ella no tenía relación con ningún varón?

        Tampoco era fácil mantenerse fiel a ella ya que su forma de realizarse contradecía las esperanzas israelitas del Mesías Rey victorioso pues se iba a desarrollar a través de la frágil apariencia del niño de Belén, del exilio en Egipto, del carpintero de Nazaret, de las persecuciones, de la pasión y de la cruz.

         María esperó contra toda esperanza y se mantuvo fiel a la promesa.       

        Con este difícil itinerario de su colaboración con Cristo, María fue la peregrina de la fe en la esperanza.

         El Magnificat proclamado después de la visita a su prima es un canto de esperanza en el cumplimiento de las promesas del Señor.

 

I.4 MARÍA ES MODELO DE AMOR FAMILIAR

     El amor entre la Virgen y su prima, puesto por el Espíritu Santo en el corazón de ambas, tiene dos características de todo amor verdadero: espontaneidad y humildad.

 

 

     I.4.1 Es un amor espontáneo

                 María saludó a su prima sin requerir para sí el más mínimo honor y Santa   Isabel no empleó esas formas frías de la etiqueta; no hace otra cosa que sentir el misterio dentro de sí y dejar que su corazón se desborde de entusiasmo.

                 Así pues las dos primas que saben que se quieren, espontanean su amor. 

         I.4.2  Es un amor humilde

                  Cada una se preocupa con preferencia, de reconocer los beneficios que el Señor ha concedido a la otra para ensalzarlos (con sinceridad y con su verdad)

 

II- MISTERIO DEL NACIMIENTO DE CRISTO

 

     Para celebrar el misterio del nacimiento de Cristo de modo que nazca de nuevo en nosotros debemos imitar a la Virgen viviendo nuestra existencia en actitud permanente en fe, esperanza y caridad, porque este es el modo como Cristo puede nacer de nuevo en nosotros. Veamos porqué y como

 

III.- POR EL SACRAMENTO DE LA FE QUE ES EL BAUTISMO

La llamada del Espíritu Santo por la iluminación interior elevó las dimensiones fundamentales de la existencia humana que son creer, esperar y amar.

Suscitando en nuestro interior una actitud permanente de fe en Cristo, esperanza en Cristo y amor a Cristo, constituyendo así las dimensiones fundamentales de la existencia cristiana. (Alfaro CA 465) esto es, de una vida nueva de comunión con Cristo en las raíces vitales de la existencia humana.

Se califican como fundamentales porque ellas y solamente ellas constituyen el auténtico ser cristiano.

La existencia cristiana pues no se reduce solamente a los actos de fe, esperanza y caridad. San Pablo y San Juan presentan la transformación del hombre por el Espíritu, como una realidad permanente de una vida nueva de comunión con Cristo en fe, esperanza y amor que son como las tres raíces del árbol de la vida cristiana.

San Pablo subraya que la más importante es el amor.

La fe y la esperanza se ordenan al amor.

III.1 La fe se ordena al amor

       Porque ¿Cómo es posible creer que Dios Padre nos ha manifestado su amor en Cristo entregándole a la muerte para nuestra salvación si esto me deja indiferente?

      Para poder creer con fe viva que soy amado de Dios es necesario que yo también lo ame a él o que al menos sienta un comienzo de amor o el deseo de gozar de la gracia de poder amarlo.

       Lo que se cree es el reinado del amor de Dios a nosotros.

       La actitud amante dilata la mirada de la fe y recíprocamente, cuanto más se afirma esa mirada de la fe y más se gana en claridad.

      Tanto puede decirse que la fe procede de ese amor, como que el amor procede la fe, pues en lo más íntimo, las dos cosas no son sino una:
La manifestación en el hombre viviente del Dios viviente, lleno de gracia.

       La capacidad de ver con los ojos de la fe se liga íntimamente con la disponibilidad de amar al prójimo con quién te encuentres, en cualquier momento.   

III.2 La esperanza también está orientada al amor

       Lo que se espera es el Reinado del amor de Dios en nosotros ya aquí y después en plenitud en la otra vida mediante la gracia de Dios y nuestras buenas obras de amor.

       La esperanza Transforma nuestra vida, quien tiene la esperanza cristiana vive de otra manera distinta del que no la tiene, vive realizando la vida en el amor.

 

       La esperanza sostiene nuestra vida de amor con la permanente anhelante espera de la venida del Reinado del amor de Dios en Cristo a lo más íntimo de nuestro ser preludio de su venida en la plenitud de su gloria.

III.3 El amor es el origen de todo y el fin de todo (San Juan de la Cruz)

       Hemos sido creados por amor y para el amor para que realizando nuestra vida en el amor unidos a Cristo por su Espíritu podamos participar de la vida divina que es amor. En el amor hay diversos grados (en total diez).

      En cada  grado que avancemos (se da el engendramiento de Cristo en nosotros por el Espíritu), se da un nuevo nacimiento de Cristo en nosotros.

       A medida que va aumentando en el alma el amor de Dios, se va vaciando de ella del apego de los apetitos, se va haciendo más capaz, más dispuesta, más receptiva y acogedora del amor de Dios y por tanto más digna de más amor, pues cuanto mayor sea la liberación de los apegos egoístas más puede ser llenado el hombre del amor de Dios en todo su ser.

       Así aumenta su grado de amor y de entrega a Cristo y por Cristo a los demás, y serán testigos que con su vida hagan presente la inmensa bondad del amor divino, y así surgirán minorías creativas que renueven las realidades temporales.

 

Hoy debemos proponernos ser sembradores de paz y alegría en nuestra familia. Incluso los niños deben ser ángeles de paz, para que en nuestras familias pueda celebrarse la Navidad, todos unidos en una misma fe y en un mismo amor.

Navidad es la fiesta más apropiada para hacer las paces entre familiares.

Recordemos la siguiente frase de la escritura:
¡Qué hermoso y gozoso es vivir los hermanos unidos!

Sintetizando todos los sentimientos que este evangelio ha suscitado en nuestro corazón, digamos la siguiente oración:


MARÍA, MADRE DE DIOS Y

MADRE NUESTRA CELESTIAL,

TU FE HA ESTIMULADO NUESTRA FE

TU AMOR HA CALDEADO NUESTRO AMOR

TU ESPERANZA HA ALENTADO NUESTRA ESPERANZA  

De que Cristo nacerá de nuevo en nosotros y nos traerá la salvación comunitaria.

Enséñanos a creer, esperar y amar contigo, Purísima Virgen fiel, concédenos permanecer fieles como tú a nuestro primer e incondicional Sí, perseverando en el amor a Cristo y de esta manera, Cristo tu Hijo siga naciendo en nosotros como nació en ti por tu incondicional sí, a la palabra de Dios que te comunicó el ángel.